El antisemitismo deportivo a lo largo de la historia
![[Img #28827]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/09_2025/9904_screenshot-2025-09-05-at-18-14-06-munich-1972-el-dia-mas-oscuro-en-la-historia-de-los-juegos-olimpicos.png)
El 5 de septiembre de 1972, las sirenas desgarraron el amanecer en la Villa Olímpica de Múnich. Lo que había comenzado como una celebración del deporte se transformó en una pesadilla que marcaría para siempre la historia olímpica. Ocho terroristas de Septiembre Negro habían irrumpido en el apartamento de la delegación israelí, asesinando a dos atletas y tomando como rehenes a otros nueve. Al final de esa jornada trágica, once deportistas israelíes habían perdido la vida por el simple hecho de representar a su país.
Aquel episodio, transmitido en directo a millones de espectadores en todo el mundo, se convirtió en el símbolo más cruel de cómo el antisemitismo puede contaminar incluso los espacios más puros del deporte. Pero la masacre de Múnich no fue un caso aislado en la larga y dolorosa historia de ataques contra atletas judíos.
Los precedentes silenciados
Décadas antes de Múnich, durante la era nazi, el deporte ya había sido utilizado como arma de exclusión y humillación. Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 fueron concebidos por Hitler como una vitrina de la superioridad aria, excluyendo sistemáticamente a atletas judíos alemanes. Paradójicamente, fue Jesse Owens, atleta afroamericano, quien desbarató el guion propagandístico nazi con sus cuatro medallas de oro.
Durante esos mismos Juegos, varios atletas judíos de otros países fueron objeto de intimidaciones y amenazas. El velocista austriaco de origen judío Walter Weiss recibió cartas amenazantes, mientras que deportistas como la nadadora húngara Eva Székely enfrentaron boicots y presiones para no competir.
El fútbol como campo de batalla
El antisemitismo en el deporte no se limitó a los grandes eventos internacionales. En el fútbol europeo, clubes históricamente vinculados a comunidades judías han sufrido décadas de cánticos antisemitas, símbolos nazis en las gradas y agresiones a sus aficionados.
El Ajax de Ámsterdam, conocido como "los judíos" por su histórica conexión con la comunidad judía de la ciudad, ha sido objeto de cánticos como "Hamas, Hamas, judíos al gas" en estadios de toda Europa. En 2013, aficionados del Lazio mostraron pegatinas de Ana Frank con la camiseta de la Roma, su eterno rival.
El Tottenham inglés, otro club con fuerte tradición judía, ha enfrentado situaciones similares. En 2019, aficionados del Chelsea fueron filmados cantando "Build a bonfire, put the Yids on top" (Construye una hoguera, pon a los judíos encima) antes de un partido en Londres.
Terror en las canchas de baloncesto
El baloncesto, deporte donde históricamente han destacado muchos atletas judíos, también ha sido escenario de episodios antisemitas. En 2009, durante un partido de Euroliga entre el Maccabi Tel Aviv y el Partizan de Belgrado, los aficionados serbios desplegaron una pancarta gigante con la imagen de Ratko Mladić, el criminal de guerra bosno-serbio, mientras coreaban consignas antisemitas.
El Maccabi Tel Aviv, el club más exitoso de Israel en competiciones europeas, ha enfrentado boicots, amenazas de bomba y agresiones a sus aficionados en múltiples ocasiones. En 2014, durante un partido en Turquía contra el Anadolu Efes, el equipo israelí tuvo que ser escoltado por un dispositivo de seguridad extraordinario tras recibir amenazas de muerte.
Tenis y atletismo: el acoso individualizado
Los deportes individuales no han estado exentos de esta lacra. La tenista israelí Shahar Pe'er fue excluida del torneo de Dubai en 2009 debido a presiones políticas, mientras que en 2021, durante los Juegos Olímpicos de Tokio, varios atletas israelíes recibieron amenazas de muerte a través de redes sociales.
El caso más reciente y mediático fue el del judoka iraní Saeid Mollaei, quien se negó a enfrentarse a competidores israelíes siguiendo órdenes de su gobierno. Posteriormente, Mollaei buscó asilo político y ahora compite representando a Mongolia, denunciando la presión que sufrió para evitar enfrentamientos con deportistas israelíes.
La nueva era: antisemitismo digital y boicots organizados
En la era de las redes sociales, el antisemitismo deportivo ha encontrado nuevas vías de expresión. Las cuentas de atletas israelíes son bombardeadas sistemáticamente con mensajes de odio, símbolos nazis y amenazas de muerte tras cada competición internacional.
El movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) ha intensificado la presión sobre eventos deportivos que incluyen participación israelí. Torneos de tenis de mesa, campeonatos de natación y competiciones de ciclismo han enfrentado protestas y intentos de boicot cuando incluyen atletas israelíes.
Las secuelas de Múnich: seguridad y memoria
Cincuenta años después de la masacre de Múnich, la seguridad en eventos deportivos ha evolucionado dramáticamente. Los atletas israelíes compiten bajo esquemas de protección que incluyen escoltas, rutas secretas y protocolos de evacuación de emergencia.
Sin embargo, el precio de esta seguridad es alto: convierte a cada competición en un recordatorio de que, para algunos atletas, el simple hecho de representar a su país puede convertirse en una sentencia de muerte.
La resistencia del deporte
Frente a esta realidad, el mundo deportivo ha comenzado a reaccionar. La FIFA ha implementado sanciones más severas contra manifestaciones antisemitas, mientras que el Comité Olímpico Internacional ha reforzado sus protocolos de seguridad y sus códigos de conducta.
Deportistas de todas las nacionalidades han alzado la voz contra el antisemitismo. En 2019, el futbolista alemán Joshua Kimmich visitó el campo de concentración de Dachau como parte de una campaña de sensibilización, mientras que estrellas como Lebron James han denunciado públicamente los ataques contra atletas judíos.
El desafío permanente
Los recientes incidentes en la Vuelta a España, donde manifestantes intentaron agredir en Bilbao al equipo Israel Premier Tech, demuestran que este problema dista mucho de estar resuelto. Cada nueva generación de deportistas debe enfrentar la misma pregunta inquietante: ¿hasta qué punto el odio puede contaminar la pureza de la competición?
La historia nos enseña que el antisemitismo en el deporte no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de tensiones sociales más profundas. Desde las gradas de Múnich hasta las carreteras del País Vasco, el mensaje es el mismo: islamistas y extrema-izquierda ven en el deporte no una celebración de la excelencia humana, sino una oportunidad para sembrar odio.
La memoria de los once atletas israelíes asesinados en Múnich sigue siendo el recordatorio más poderoso de hacia dónde puede llevarnos este camino. Su legado no solo vive en las medidas de seguridad que protegen a los deportistas de hoy, sino en la responsabilidad colectiva de defender el deporte como espacio de encuentro, no de división.
Porque al final, cuando las banderas ondean y los himnos suenan, lo que está en juego no es solo una medalla o un trofeo. Es la esencia misma de lo que el deporte representa: la posibilidad de que los seres humanos compitan en igualdad, unidos por la pasión común de superarse a sí mismos, sin importar su origen, su religión o su nacionalidad.
Datos y fuentes recientes sobre antisemitismo
1. Informe ADL (Anti-Defamation League)
- Según el informe anual de la ADL, en EE.UU. se registraron en 2024 9.354 incidentes antisemitas, un récord histórico desde que comenzaron a llevar estas estadísticas en 1979 —un aumento del 5% respecto a 2023 y de casi un 900% en los últimos 10 años.
- En cuanto al contexto europeo, el informe del “J7 Task Force” muestra que los incidentes violentos antisemitas han crecido significativamente. En Alemania, aumentaron un 75% entre 2021 y 2023, en Francia un 185% y en el Reino Unido un 82%.
2. Encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (FRA)
- En su última encuesta (2024), el 96% de las personas judías en Europa reportó haber sufrido algún tipo de antisemitismo, ya sea en línea o fuera de línea.
- La percepción de que el antisemitismo ha aumentado fue compartida por el 80% de los encuestados. Gran parte de la experiencia de discriminación (89%) se vive en entornos digitales, seguida de espacios públicos y medios de comunicación.
El 5 de septiembre de 1972, las sirenas desgarraron el amanecer en la Villa Olímpica de Múnich. Lo que había comenzado como una celebración del deporte se transformó en una pesadilla que marcaría para siempre la historia olímpica. Ocho terroristas de Septiembre Negro habían irrumpido en el apartamento de la delegación israelí, asesinando a dos atletas y tomando como rehenes a otros nueve. Al final de esa jornada trágica, once deportistas israelíes habían perdido la vida por el simple hecho de representar a su país.
Aquel episodio, transmitido en directo a millones de espectadores en todo el mundo, se convirtió en el símbolo más cruel de cómo el antisemitismo puede contaminar incluso los espacios más puros del deporte. Pero la masacre de Múnich no fue un caso aislado en la larga y dolorosa historia de ataques contra atletas judíos.
Los precedentes silenciados
Décadas antes de Múnich, durante la era nazi, el deporte ya había sido utilizado como arma de exclusión y humillación. Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 fueron concebidos por Hitler como una vitrina de la superioridad aria, excluyendo sistemáticamente a atletas judíos alemanes. Paradójicamente, fue Jesse Owens, atleta afroamericano, quien desbarató el guion propagandístico nazi con sus cuatro medallas de oro.
Durante esos mismos Juegos, varios atletas judíos de otros países fueron objeto de intimidaciones y amenazas. El velocista austriaco de origen judío Walter Weiss recibió cartas amenazantes, mientras que deportistas como la nadadora húngara Eva Székely enfrentaron boicots y presiones para no competir.
El fútbol como campo de batalla
El antisemitismo en el deporte no se limitó a los grandes eventos internacionales. En el fútbol europeo, clubes históricamente vinculados a comunidades judías han sufrido décadas de cánticos antisemitas, símbolos nazis en las gradas y agresiones a sus aficionados.
El Ajax de Ámsterdam, conocido como "los judíos" por su histórica conexión con la comunidad judía de la ciudad, ha sido objeto de cánticos como "Hamas, Hamas, judíos al gas" en estadios de toda Europa. En 2013, aficionados del Lazio mostraron pegatinas de Ana Frank con la camiseta de la Roma, su eterno rival.
El Tottenham inglés, otro club con fuerte tradición judía, ha enfrentado situaciones similares. En 2019, aficionados del Chelsea fueron filmados cantando "Build a bonfire, put the Yids on top" (Construye una hoguera, pon a los judíos encima) antes de un partido en Londres.
Terror en las canchas de baloncesto
El baloncesto, deporte donde históricamente han destacado muchos atletas judíos, también ha sido escenario de episodios antisemitas. En 2009, durante un partido de Euroliga entre el Maccabi Tel Aviv y el Partizan de Belgrado, los aficionados serbios desplegaron una pancarta gigante con la imagen de Ratko Mladić, el criminal de guerra bosno-serbio, mientras coreaban consignas antisemitas.
El Maccabi Tel Aviv, el club más exitoso de Israel en competiciones europeas, ha enfrentado boicots, amenazas de bomba y agresiones a sus aficionados en múltiples ocasiones. En 2014, durante un partido en Turquía contra el Anadolu Efes, el equipo israelí tuvo que ser escoltado por un dispositivo de seguridad extraordinario tras recibir amenazas de muerte.
Tenis y atletismo: el acoso individualizado
Los deportes individuales no han estado exentos de esta lacra. La tenista israelí Shahar Pe'er fue excluida del torneo de Dubai en 2009 debido a presiones políticas, mientras que en 2021, durante los Juegos Olímpicos de Tokio, varios atletas israelíes recibieron amenazas de muerte a través de redes sociales.
El caso más reciente y mediático fue el del judoka iraní Saeid Mollaei, quien se negó a enfrentarse a competidores israelíes siguiendo órdenes de su gobierno. Posteriormente, Mollaei buscó asilo político y ahora compite representando a Mongolia, denunciando la presión que sufrió para evitar enfrentamientos con deportistas israelíes.
La nueva era: antisemitismo digital y boicots organizados
En la era de las redes sociales, el antisemitismo deportivo ha encontrado nuevas vías de expresión. Las cuentas de atletas israelíes son bombardeadas sistemáticamente con mensajes de odio, símbolos nazis y amenazas de muerte tras cada competición internacional.
El movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) ha intensificado la presión sobre eventos deportivos que incluyen participación israelí. Torneos de tenis de mesa, campeonatos de natación y competiciones de ciclismo han enfrentado protestas y intentos de boicot cuando incluyen atletas israelíes.
Las secuelas de Múnich: seguridad y memoria
Cincuenta años después de la masacre de Múnich, la seguridad en eventos deportivos ha evolucionado dramáticamente. Los atletas israelíes compiten bajo esquemas de protección que incluyen escoltas, rutas secretas y protocolos de evacuación de emergencia.
Sin embargo, el precio de esta seguridad es alto: convierte a cada competición en un recordatorio de que, para algunos atletas, el simple hecho de representar a su país puede convertirse en una sentencia de muerte.
La resistencia del deporte
Frente a esta realidad, el mundo deportivo ha comenzado a reaccionar. La FIFA ha implementado sanciones más severas contra manifestaciones antisemitas, mientras que el Comité Olímpico Internacional ha reforzado sus protocolos de seguridad y sus códigos de conducta.
Deportistas de todas las nacionalidades han alzado la voz contra el antisemitismo. En 2019, el futbolista alemán Joshua Kimmich visitó el campo de concentración de Dachau como parte de una campaña de sensibilización, mientras que estrellas como Lebron James han denunciado públicamente los ataques contra atletas judíos.
El desafío permanente
Los recientes incidentes en la Vuelta a España, donde manifestantes intentaron agredir en Bilbao al equipo Israel Premier Tech, demuestran que este problema dista mucho de estar resuelto. Cada nueva generación de deportistas debe enfrentar la misma pregunta inquietante: ¿hasta qué punto el odio puede contaminar la pureza de la competición?
La historia nos enseña que el antisemitismo en el deporte no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de tensiones sociales más profundas. Desde las gradas de Múnich hasta las carreteras del País Vasco, el mensaje es el mismo: islamistas y extrema-izquierda ven en el deporte no una celebración de la excelencia humana, sino una oportunidad para sembrar odio.
La memoria de los once atletas israelíes asesinados en Múnich sigue siendo el recordatorio más poderoso de hacia dónde puede llevarnos este camino. Su legado no solo vive en las medidas de seguridad que protegen a los deportistas de hoy, sino en la responsabilidad colectiva de defender el deporte como espacio de encuentro, no de división.
Porque al final, cuando las banderas ondean y los himnos suenan, lo que está en juego no es solo una medalla o un trofeo. Es la esencia misma de lo que el deporte representa: la posibilidad de que los seres humanos compitan en igualdad, unidos por la pasión común de superarse a sí mismos, sin importar su origen, su religión o su nacionalidad.
Datos y fuentes recientes sobre antisemitismo
1. Informe ADL (Anti-Defamation League)
- Según el informe anual de la ADL, en EE.UU. se registraron en 2024 9.354 incidentes antisemitas, un récord histórico desde que comenzaron a llevar estas estadísticas en 1979 —un aumento del 5% respecto a 2023 y de casi un 900% en los últimos 10 años.
- En cuanto al contexto europeo, el informe del “J7 Task Force” muestra que los incidentes violentos antisemitas han crecido significativamente. En Alemania, aumentaron un 75% entre 2021 y 2023, en Francia un 185% y en el Reino Unido un 82%.
2. Encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (FRA)
- En su última encuesta (2024), el 96% de las personas judías en Europa reportó haber sufrido algún tipo de antisemitismo, ya sea en línea o fuera de línea.
- La percepción de que el antisemitismo ha aumentado fue compartida por el 80% de los encuestados. Gran parte de la experiencia de discriminación (89%) se vive en entornos digitales, seguida de espacios públicos y medios de comunicación.