Ensayo general de “kale borroka”
La mayoría de los que desplegaban banderas palestinas a lo largo de la última etapa de la Vuelta a España mostraban, simplemente, su rechazo y repugnancia ante la masacre de la Franja de Gaza.
No puede decirse lo mismo de los cientos y quizás miles de personas que impidieron su final, envalentonadas por los ánimos del Gobierno y ante un dispositivo policial aparente pero ineficaz. Lo suyo fue violencia, sin más, con vandalismo sobre objetos y personas, dejando a 22 policías heridos.
Es sintomático que el Gobierno animase esos disturbios, al tiempo que hablaba de manifestación pacífica cuando la Vuelta hubo de suspenderse por la agresión a la caravana de corredores y a la inutilización física de los dispositivos del final de carrera.
La incitación del Gobierno se corresponde con la poca reacción policial, que ha llevado a los sindicatos de los cuerpos de seguridad a hablar de dejadez de las autoridades ante los sucesos de marras. ¿Por qué esa actitud gubernamental?
La parte más noble de ese comportamiento vendría de la oposición frontal a la guerra de Gaza y a la defensa del pueblo palestino. Pero hay más. El Gobierno quiere mostrar su dominio de la calle, por violenta que sea su actitud, y su capacidad de movilizarla con el eslogan que sea. Por eso, lo de Palestina viene a ser una disculpa, como pudiera ser en su caso la Sanidad o los incendios forestales. De lo que trata el Gobierno es de tener bien engrasada la “kale borroka” para amedrentar a la oposición. Viene a mostrarle a ésta lo que podría ocurrir durante una campaña electoral y, sobre todo, si algún día la derecha toma el poder.
La calle es mía, viene a decir, y su capacidad de movilización por nuestra parte es tan grande que hasta podemos interrumpir una prueba ciclista importantísima, O sea, que la derecha se ande con cuidado pese a lo que digan las encuestas porque en cualquier momento el partido en el poder puede poner todo patas arriba. Ésta, y no otra, es la principal conclusión de lo ocurrido en la manifestación pro Palestina.
La mayoría de los que desplegaban banderas palestinas a lo largo de la última etapa de la Vuelta a España mostraban, simplemente, su rechazo y repugnancia ante la masacre de la Franja de Gaza.
No puede decirse lo mismo de los cientos y quizás miles de personas que impidieron su final, envalentonadas por los ánimos del Gobierno y ante un dispositivo policial aparente pero ineficaz. Lo suyo fue violencia, sin más, con vandalismo sobre objetos y personas, dejando a 22 policías heridos.
Es sintomático que el Gobierno animase esos disturbios, al tiempo que hablaba de manifestación pacífica cuando la Vuelta hubo de suspenderse por la agresión a la caravana de corredores y a la inutilización física de los dispositivos del final de carrera.
La incitación del Gobierno se corresponde con la poca reacción policial, que ha llevado a los sindicatos de los cuerpos de seguridad a hablar de dejadez de las autoridades ante los sucesos de marras. ¿Por qué esa actitud gubernamental?
La parte más noble de ese comportamiento vendría de la oposición frontal a la guerra de Gaza y a la defensa del pueblo palestino. Pero hay más. El Gobierno quiere mostrar su dominio de la calle, por violenta que sea su actitud, y su capacidad de movilizarla con el eslogan que sea. Por eso, lo de Palestina viene a ser una disculpa, como pudiera ser en su caso la Sanidad o los incendios forestales. De lo que trata el Gobierno es de tener bien engrasada la “kale borroka” para amedrentar a la oposición. Viene a mostrarle a ésta lo que podría ocurrir durante una campaña electoral y, sobre todo, si algún día la derecha toma el poder.
La calle es mía, viene a decir, y su capacidad de movilización por nuestra parte es tan grande que hasta podemos interrumpir una prueba ciclista importantísima, O sea, que la derecha se ande con cuidado pese a lo que digan las encuestas porque en cualquier momento el partido en el poder puede poner todo patas arriba. Ésta, y no otra, es la principal conclusión de lo ocurrido en la manifestación pro Palestina.