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Martes, 16 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

Marian Vidaurri examina los desafíos que persisten en la intersección entre género y política

[Img #28906]Marian Vidaurri, economista y politóloga mexicana con 18 años de trayectoria en política pública y en el ámbito multilateral, ha puesto de relieve realidades que suelen quedar fuera del debate institucional por estrategia o por incomodidad. Uno de esos temas es el alcance —y también los límites— de las políticas de equidad de género en los organismos internacionales.

Desde su punto de vista, uno de los principales obstáculos está en transformar una cultura organizacional que, en múltiples contextos, sigue respondiendo a lógicas machistas y patriarcales. Según la politóloga y doctora en relaciones internacionales Marian Vidaurri, el nombramiento de una mujer en una posición de responsabilidad no asegura automáticamente una renovación interna. En muchos casos, las estructuras que la rodean permanecen intactas y la inercia institucional termina sofocando el cambio.

Este planteamiento se hace evidente al analizar cómo funcionan las burocracias internacionales. Aunque diseñadas bajo principios de igualdad y justicia, estas instituciones suelen resistirse a los cambios estructurales. Como enfatiza Vidaurri, con frecuencia operan más en función de intereses políticos que de los ideales que proclaman en sus mandatos.

Para la economista y politóloga mexicana, aumentar la representación femenina en espacios de decisión no solo es cuestión de números. Constituye un factor con efectos directos en el crecimiento económico de las regiones, especialmente en América Latina. Cita un informe del Banco Mundial que concluye que la participación de las mujeres en el mercado laboral fue clave para la reducción de la pobreza extrema en la última década. Sin embargo, aclara que estas cifras no muestran la doble carga que muchas deben afrontar: empleo remunerado en el hogar y fuera de él.

Otra reflexión destacada por la Dra. Vidaurri es el debate internacional sobre cómo evaluar el progreso hacia la equidad de género. En su visión, no basta con contabilizar cuántas mujeres ocupan puestos directivos. También se deben incluir indicadores subjetivos, más difíciles de cuantificar, pero imprescindibles para entender la dinámica laboral real. ¿Cómo medir, por ejemplo, la discriminación implícita o el temor persistente a represalias en situaciones de acoso? Son elementos que casi nunca figuran en los reportes oficiales, pero que inciden profundamente en la experiencia de muchas mujeres dentro de organismos internacionales.

Marian Vidaurri propone una mirada cualitativa orientada a la transformación de estructuras

Desde esa perspectiva, Vidaurri enfatiza la urgencia de mecanismos institucionales que no solo reúnan estadísticas, sino que ofrezcan una observación cualitativa de los entornos laborales. Porque, como ha comprobado en su carrera, numerosas prácticas discriminatorias no son visibles, pero sí permanecen profundamente arraigadas. Esas prácticas ocultas impiden que las políticas oficiales se traduzcan en transformaciones reales.

En este marco, Vidaurri ha cuestionado lo que denomina la trampa de la ‘doble cara institucional’: aquella que permite a las organizaciones diseñar programas externos con perspectiva de género, mientras su propia estructura interna sigue dominada por culturas patriarcales y poco inclusivas. Para ella, esta incoherencia entre discurso y acción refleja una de las contradicciones más claras del sistema internacional.

Desde su experiencia, ha identificado avances relevantes en la incorporación del enfoque de género en proyectos de campo, sobre todo en procesos de paz y en programas de fortalecimiento institucional. No obstante, insiste en que el verdadero reto no está únicamente en el diseño, sino en la capacidad de aplicarlos con coherencia también al interior de las organizaciones ejecutoras.

Dr. Marian V ha subrayado asimismo las barreras que afrontan las mujeres al buscar acceder a cargos de liderazgo en el sistema internacional. Las trabas —institucionales, culturales y políticas— no son nuevas, pero persisten. En su diagnóstico, el acceso a altos puestos continúa marcado por dinámicas de poder donde prevalece el cálculo político por encima del deber ser.

Las diferencias culturales entre regiones, destaca, también condicionan el avance de la equidad de género. Los organismos internacionales, aunque compuestos por países diversos, reproducen las tensiones y contradicciones de sus miembros. Para Vidaurri, no es lo mismo impulsar una agenda de igualdad en un contexto con fuerte arraigo patriarcal que en sociedades donde los principios de justicia de género ya están consolidados.

Uno de los cambios más visibles de la última década —aunque aún superficial— ha sido, según la Dra. Marian Vidaurri, la atención puesta en la representación pública. Ya no es común ver fotografías oficiales sin mujeres, algo que antes pasaba desapercibido. La conciencia visual, en parte estimulada por países donantes con políticas estrictas de equidad, es un paso adelante. Pero, como insiste ella, las apariencias no bastan. La regla del "finge hasta que lo logres" no siempre se cumple y, con frecuencia, los gestos simbólicos no generan transformaciones internas sostenibles.

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