Ex jefe del Mossad
Udi Levy: “Qatar ha conquistado Occidente”
Las palabras sonaron como una advertencia dirigida no solo a Israel, sino a todas las capitales de Occidente. El doctor Udi Levy, antiguo responsable de la división de “Guerra Económica” del Mossad, aseguró que Catar ha logrado “conquistar Occidente” sin necesidad de tanques ni ejércitos, y que está trabajando para reconstruir una suerte de imperio islámico con una ambición que trasciende las fronteras del Golfo Pérsico.
Según Levy, la idea de “conquista” debe entenderse en un sentido mucho más sutil que la ocupación de territorios. Para el exjefe del Mossad, el verdadero triunfo consiste en lograr que el adversario quede paralizado en su capacidad de tomar decisiones, ya sea por dependencia económica, por influencia política o por la penetración cultural. “La conquista moderna no siempre se mide en kilómetros cuadrados —dijo—, sino en la habilidad para condicionar la voluntad de otros estados”.
En este marco, Levy señaló que Catar estaría utilizando su enorme capacidad financiera, derivada de las exportaciones de gas natural, junto con una diplomacia activa y mediadora, para tejer una red de poder que le permite influir en escenarios internacionales clave. El país, conocido por su papel de intermediario en numerosos conflictos de Oriente Medio, es visto también por algunos analistas como un actor que combina de manera hábil el "podser blando" —a través de medios de comunicación, instituciones académicas y patrocinios— con un creciente peso político y económico.
Las declaraciones de Levy, recogidas por el Jerusalem Post, han provocado debate en Israel y en otros círculos diplomáticos. Aunque Levy no ofreció pruebas documentales en su intervención, sí insistió en que Catar no se limita a actuar como un mediador interesado en mantener la estabilidad regional, sino que persigue objetivos estratégicos de más largo alcance, que pasan por aumentar su capacidad de influencia hasta convertirse en un referente islámico global.
Por el momento, las autoridades cataríes no han respondido a estas acusaciones, que se suman a otras críticas que Doha ha recibido en los últimos años por su política exterior independiente y, a menudo, en tensión con la de sus vecinos en el Golfo. Desde la organización de grandes eventos deportivos hasta el uso de su canal de televisión internacional, Al Jazeera, Catar ha cultivado una imagen de país pequeño pero influyente, capaz de proyectarse mucho más allá de su tamaño geográfico.
Las palabras de Levy, sin embargo, plantean un interrogante de fondo: ¿puede un Estado sin ejército de gran envergadura ni ambiciones territoriales convertirse en un conquistador del siglo XXI simplemente a través del poder económico, la diplomacia y la cultura? Para el exjefe del Mossad, la respuesta es afirmativa, y Occidente estaría subestimando ese fenómeno.
Más allá de la controversia inmediata, sus declaraciones reavivan el debate sobre los límites del poder blando y sobre la vulnerabilidad de las democracias occidentales frente a la influencia de actores externos. Si, como sostiene Levy, Catar busca restaurar una forma de hegemonía islámica, las implicaciones podrían afectar tanto a la política de Oriente Medio como a las relaciones estratégicas entre Europa, Estados Unidos y el mundo árabe.
Las palabras sonaron como una advertencia dirigida no solo a Israel, sino a todas las capitales de Occidente. El doctor Udi Levy, antiguo responsable de la división de “Guerra Económica” del Mossad, aseguró que Catar ha logrado “conquistar Occidente” sin necesidad de tanques ni ejércitos, y que está trabajando para reconstruir una suerte de imperio islámico con una ambición que trasciende las fronteras del Golfo Pérsico.
Según Levy, la idea de “conquista” debe entenderse en un sentido mucho más sutil que la ocupación de territorios. Para el exjefe del Mossad, el verdadero triunfo consiste en lograr que el adversario quede paralizado en su capacidad de tomar decisiones, ya sea por dependencia económica, por influencia política o por la penetración cultural. “La conquista moderna no siempre se mide en kilómetros cuadrados —dijo—, sino en la habilidad para condicionar la voluntad de otros estados”.
En este marco, Levy señaló que Catar estaría utilizando su enorme capacidad financiera, derivada de las exportaciones de gas natural, junto con una diplomacia activa y mediadora, para tejer una red de poder que le permite influir en escenarios internacionales clave. El país, conocido por su papel de intermediario en numerosos conflictos de Oriente Medio, es visto también por algunos analistas como un actor que combina de manera hábil el "podser blando" —a través de medios de comunicación, instituciones académicas y patrocinios— con un creciente peso político y económico.
Las declaraciones de Levy, recogidas por el Jerusalem Post, han provocado debate en Israel y en otros círculos diplomáticos. Aunque Levy no ofreció pruebas documentales en su intervención, sí insistió en que Catar no se limita a actuar como un mediador interesado en mantener la estabilidad regional, sino que persigue objetivos estratégicos de más largo alcance, que pasan por aumentar su capacidad de influencia hasta convertirse en un referente islámico global.
Por el momento, las autoridades cataríes no han respondido a estas acusaciones, que se suman a otras críticas que Doha ha recibido en los últimos años por su política exterior independiente y, a menudo, en tensión con la de sus vecinos en el Golfo. Desde la organización de grandes eventos deportivos hasta el uso de su canal de televisión internacional, Al Jazeera, Catar ha cultivado una imagen de país pequeño pero influyente, capaz de proyectarse mucho más allá de su tamaño geográfico.
Las palabras de Levy, sin embargo, plantean un interrogante de fondo: ¿puede un Estado sin ejército de gran envergadura ni ambiciones territoriales convertirse en un conquistador del siglo XXI simplemente a través del poder económico, la diplomacia y la cultura? Para el exjefe del Mossad, la respuesta es afirmativa, y Occidente estaría subestimando ese fenómeno.
Más allá de la controversia inmediata, sus declaraciones reavivan el debate sobre los límites del poder blando y sobre la vulnerabilidad de las democracias occidentales frente a la influencia de actores externos. Si, como sostiene Levy, Catar busca restaurar una forma de hegemonía islámica, las implicaciones podrían afectar tanto a la política de Oriente Medio como a las relaciones estratégicas entre Europa, Estados Unidos y el mundo árabe.