Doroteo de Ciáurriz y el palacete de París
Doroteo Ciáurriz fue presidente del PNV entre 1935 y 1951, año en que falleció, en el ejercicio de su cargo, en San Juan de Luz. Fue el más longevo presidente, pero apenas nadie en el partido, y mucho menos fuera, le conoce.
Este fin de semana los altos cargos del partido fundado por Sabino Arana, es decir, Aitor Esteban, como actual presidente, acompañado del anterior en el cargo, Andoni Ortuzar, así como del lendacari Pradales, es decir, toda la plana mayor del PNV, se reunirán en el palacete de París, arrancado con malas artes al Estado español, para celebrar lo que ellos consideran un triunfo.
No voy a insistir más en las razones que he venido desglosando en numerosos artículos en La Tribuna del País Vasco acerca de la ilegitimidad y graciosa concesión del edificio. Ahí están analizados todos los aspectos del enjuague entre el gobierno de Pedro Sánchez y el PNV para darles a estos el palacete de París y también compensarles por dos edificios de refugiados en Francia de tiempos de la Guerra Civil que tampoco les corresponden. Las únicas razones de estos traspasos son la necesidad política de Pedro Sánchez y la voracidad insaciable de los nacionalistas. Porque todo lo demás lo único que indica es que el palacete es del Estado español. En todo caso, como forma de atender un momento histórico en el que ese edificio tuvo una relevancia especial, podría considerarse del Gobierno Vasco, que es tanto como decir del Estado español. Y justamente eso es lo que no quiere el PNV, que se reconozca del Gobierno Vasco, porque de esa manera no tendrían en exclusiva un bien que no les corresponde.
Los nacionalistas vascos se inventan continuamente razones para sostener que el palacete es suyo. La última y más usual en sus medios, tras conocerse la concesión, es decir que todos los que intervinieron en la gestión del palacete y en su supuesta compra eran nacionalistas vascos y que diferenciar en aquella época el PNV del Gobierno Vasco era muy complicado. Pero esa es otra excusa más de las muchas que son capaces de inventarse para salirse con la suya. Porque, para empezar, como vimos en uno de los artículos de esta serie, el personaje que gestionó en primera persona el edificio, por delegación expresa del lendacari Aguirre, en la época más dura del fin de la Guerra Civil y en vísperas del inicio de la Segunda Guerra Mundial, fue Juan Gracia, el consejero socialista de Asuntos Sociales de aquel primer Gobierno Vasco. Por lo tanto, justamente el que dirigía tanto el palacete de París como los edificios para los refugiados vascos que ahora también se han reconocido como del PNV, no era del PNV sino que era del PSOE.
Pero hay una razón por la que toda la argumentación del partido de Sabino Arana para decir que el edificio fue comprado por el PNV se viene abajo. Tiene que ver con la propia estructura bicefálica del partido y que diferencia entre presidente del partido y lendacari del Gobierno Vasco. Si el edificio hubiera sido comprado por el PNV, el presidente del partido habría tenido algo que decir, cierta presencia, cierta aparición en algún momento de todo el proceso. Pero en el tiempo del que estamos hablando, que abarca la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la consiguiente posguerra, el presidente del PNV era un tal Doroteo de Ciáurriz (los nacionalistas escriben habitualmente Ziaurritz o Ziaurriz). ¿Cuántos nacionalistas habrá que conozcan quien fue este hombre? Se puede responder rápidamente sin miedo a errar: muy pocos. Lo cual quiere decir que el partido era insignificante en aquel momento, en relación con la preponderancia y actividad del Gobierno Vasco y del primer lehendakari vasco José Antonio Aguirre.
Fíjense si hay poco conocimiento de este personaje que solo he encontrado una biografía del mismo, la elaborada por el llamado lehendakari vasco en el exilio, Jesús María de Leizaola, publicada por el partido en 1985 y titulada Doroteo de Ziaurriz, Presidente del Euzkadi Buru Batzar 1935-1951, donde el autor se las ve y se las desea para informar de qué hizo realmente quien fuera durante dieciséis años presidente de su partido. Que sea una elaboración de orden interno del partido indica a las claras la poca relevancia política e histórica del personaje, fuera de lo que podrían ser los círculos internos del partido y solo del momento histórico que vivió, porque lo que es de ahora pocos nacionalistas, como decimos, le conocen. Para hacernos una idea de su escasa significación histórica, podríamos poner muchos ejemplos. Baste este: el historiador Joxé Manuel Núñez Seixas, muy cualificado en estos temas de nacionalismo y época contemporánea en España, en su trabajo de investigación titulado Los nacionalistas vascos durante la Guerra Civil (1936-1939): una cultura de guerra diferente, que tiene 41 páginas, una extensión ciertamente elevada para este tipo de artículos, y que trata de una coyuntura histórica en la que el presidente del PNV vivió los años más decisivos de su trayectoria política, Doroteo Ciáurriz aparece citado una sola vez y solo en una pequeña nota a pie de página, mientras que José Antonio Aguirre, el lehendakari del primer Gobierno Vasco, aparece en 30 ocasiones repartidas por todo el texto.
El propio libro que citábamos antes de Leizaola, único que hemos encontrado sobre el personaje, ya se encuentra, como decíamos, con graves problemas para documentarse sobre el biografiado. Por ejemplo, la publicación editada por el Gobierno Vasco desde el palacete de París, la titulada “Euzko-Deia”, apenas recoge un par de referencias del personaje. Esto es muy importante porque esta publicación se editaba desde el propio palacete de París y si Ciáurriz hubiera intervenido mínimamente en la gestión de su compra, sin duda que se habría reflejado ahí. Leizaola, en su biografía, tiene que reconstruir el itinerario político de Ciáurriz recurriendo a fotos donde aparece junto con otros personajes del partido. Porque el caso es que quien fuera el presidente que, como reconoce la página que le dedica la web del PNV, más años duró en el cargo, resulta que no dejó tampoco nada escrito, ni un informe, ni una ponencia, ni un discurso, ni un artículo de prensa, ni una entrevista. Nada de nada.
Entonces, ¿cómo es que el palacete de París fue comprado por el PNV si resulta que el propio presidente del partido entonces, por el que se supone que tenían que pasar todas las decisiones internas del partido, apenas era conocido o, lo que es lo mismo, ejercía una actividad insignificante en relación con la sostenida por la del Gobierno Vasco? Leizaola nos dice que durante la Guerra Civil hasta la caída de Vizcaya, Ciáurriz estuvo en Bilbao y luego pasó a Santoña con el Gobierno Vasco y que ahí sus conmilitones de la ejecutiva del PNV decidieron que se pusiera a salvo en el País Vasco francés. Y él, obediente, allá que se fue, a un lugar donde, aparte de llegar heridos y refugiados del frente, poca relevancia política iba a tener. Y, de hecho, la puesta en marcha del hospital de La Roseraie, en Bidart, el más importante de la zona dedicado a atender a los refugiados vascos, fue cosa también del Gobierno Vasco, que era el que manejaba los dineros que le enviaba en generosas cantidades el gobierno de la Segunda República y que solo pasaban por las manos del consejero de Hacienda (y también de Sanidad, tras el asesinato del titular, Alfredo Espinosa), que no era otro que Heliodoro de la Torre.
También se nos dice que Ciáurriz acompañó luego a Aguirre y al Gobierno Vasco a Barcelona y también salió por la frontera de Perpignan y se fue a París con él. Pero nada se nos dice de que Ciáurriz, en nombre y representación del PNV, puesto que era su presidente, decidiera comprar el palacete. Porque el palacete, está clarísimo, era cosa del Gobierno Vasco, como todas las decisiones importantes que se tomaron durante la Guerra Civil y en las que había dinero de por medio, dinero de la Segunda República, naturalmente y, si acaso, de ciertos emigrados vascos enriquecidos, dispuestos a sostener los enormes gastos del Gobierno Vasco en la guerra, y repetimos, del Gobierno Vasco, que no del PNV como tal.
¿Y qué hizo entonces el presidente del PNV en aquellos momentos? Pues, desde su condición de médico, que eso sí lo resalta mucho Leizaola, se ocupaba de los problemas de la militancia, de los heridos, de los refugiados, de los presos. Dice Leizaola en su biografía, en relación con los nacionalistas y París: “La presencia vasca en París, en 1938 (pongo esta cifra porque mi llegada a la capital francesa comenzó con el otoño de 1937 y el lendakari Ziaurriz no vino allí sino en 1939 con las primeras amenazas de guerra mundial, tras la pérdida de Cataluña por la República española), era de gran significación” (128). Y más adelante dice: “Ziaurriz y Aguirre, en junio-julio de 1939, están instalados en París y su entorno (Meudon)” (131). Era esta una fantástica oportunidad para haber dicho que Ziáurriz estuvo también en el palacete de París, pero no, no cita el palacete, que estuvo en manos del Gobierno Vasco hasta la entrada de los nazis en la capital francesa en junio de 1940. Meudon es una localidad al suroeste de París donde el lehendakari Aguirre formuló su teoría de la “obediencia vasca” para forzar a los miembros no nacionalistas de su gobierno, singularmente a los socialistas, a desvincularse por completo del gobierno de la República española. Eso fue el 2 de abril de 1939. Pero para entonces todas las gestiones de la compra del palacete y luego del borrado de pruebas sobre su titularidad, como la creación de una sociedad interpuesta en febrero de 1939 (obviamente para evitar su confiscación, como luego ocurrió) estaban ya hechas, sin intervención alguna del presidente del PNV.
Más ejemplos de la insignificancia política del presidente del PNV de entonces. En una entrevista con el histórico nacionalista Joseba Elósegui, de 1984, se dice: “-¿Quién era, por aquel entonces, el presidente del Euzkadi Buru Batzar? –Doroteo Ciaurriz, un médico de Tolosa. –Desconocido, ¿no? –Se pregunta hoy en día en los batzokis quién era Doroteo Ciáurriz y no saben responder. Fue un gran hombre, pero en aquel momento crucial para el país, todos pensábamos en José Antonio Aguirre. –Más conocido era Juan de Ajuriaguerra, como presidente del Bizkai Buru Batzar. –Apenas le conocíamos a Juan como presidente del BBB. Ajuriaguerra resurgió como núcleo vital de la resistencia cuando se perdió la guerra y se marchó el Gobierno vasco. Entonces es cuando comenzamos a conocer a Juan. Era el líder indiscutible entre los nacionalistas y todos los elementos políticos que vivieron con nosotros las zozobras de las penas de muerte en Larrínaga, Dueso y Burgos. –Fue líder indiscutible durante muchos años. –Cuando terminó nuestra guerra, la personalidad de Ajuriaguerra se agigantó. Fue el jefe insustituible de la resistencia con quien colaboré estrechamente desde 1942 En los momentos cruciales, el PNV ha tenido gran suerte en encontrar al hombre con el carisma preciso.”
Sí, con el carisma preciso, pero está claro que Doroteo Ciáurriz no era de esos. Leizaola nos lo pinta como al servicio del lendacari Aguirre, lo mismo que hacía el propio Leizaola, que era consejero entonces del Gobierno Vasco: “Era el 19 de junio de 1937. Entre once y doce de la mañana, el lendakari Aguirre nos daba, simultáneamente, una misión al doctor Ziaurriz (el otro lendakari) y otra diferente a mí. Cumpliéndolas, el lendakari Ziaurriz salió en dirección oeste para Santander y Asturias; yo, hacia el este, marché a Sopuerta. Doroteo, médico, iba a visitar en los hospitales a los gudaris vascos heridos o enfermos” (75).
Con todo lo cual tenemos que concluir que si el palacete, como dicen ahora los mandamases del PNV, es del partido y no del Gobierno Vasco, desde luego no lo fue por una decisión de su presidente, que no estuvo nunca en París, hasta bien entrado 1939 y de una manera puntual, y que no pintaba nada en aquella época, en comparación con el lehendakari del Gobierno Vasco. Y si fue porque unos nacionalistas lo compraron, tuvo que ser a través de Heliodoro de la Torre, que en el verano de 1936 ya formaba parte de la estructura política previa a la constitución del Gobierno Vasco, como era la Junta de Defensa de Vizcaya. Heliodoro de la Torre fue el gestor de los dineros en todo aquel lío de la Guerra Civil y la huida al exilio, pero que eran unos dineros que en el 99% de los casos procedían del gobierno de la Segunda República. Si el palacete costó un millón y medio de francos y si el franco cotizaba a la mitad de la peseta para aquella época y si el gobierno de la Segunda República le dio al Gobierno Vasco, que sepamos, al menos una transferencia de 550 millones de pesetas, ¿cuántos palacetes podría haber comprado Heliodoro de la Torre con ese dinero? Pues todos los que hubiera querido. Y si los nacionalistas de América querían ayudar al esfuerzo de la guerra, ¿a quién le iban a dar el dinero, a Doroteo de Ciáurriz, que no pintaba nada y se dedicaba a labores asistenciales, o al Gobierno Vasco, que llevaba a cabo todo el esfuerzo de la guerra? Y si los nacionalistas de América querían ayudar en el esfuerzo de la guerra, ¿para qué iban a dar su dinero, para comprar un palacete en París o para comprar armas y avituallamiento para la tropa?
Doroteo Ciáurriz fue presidente del PNV entre 1935 y 1951, año en que falleció, en el ejercicio de su cargo, en San Juan de Luz. Fue el más longevo presidente, pero apenas nadie en el partido, y mucho menos fuera, le conoce.
Este fin de semana los altos cargos del partido fundado por Sabino Arana, es decir, Aitor Esteban, como actual presidente, acompañado del anterior en el cargo, Andoni Ortuzar, así como del lendacari Pradales, es decir, toda la plana mayor del PNV, se reunirán en el palacete de París, arrancado con malas artes al Estado español, para celebrar lo que ellos consideran un triunfo.
No voy a insistir más en las razones que he venido desglosando en numerosos artículos en La Tribuna del País Vasco acerca de la ilegitimidad y graciosa concesión del edificio. Ahí están analizados todos los aspectos del enjuague entre el gobierno de Pedro Sánchez y el PNV para darles a estos el palacete de París y también compensarles por dos edificios de refugiados en Francia de tiempos de la Guerra Civil que tampoco les corresponden. Las únicas razones de estos traspasos son la necesidad política de Pedro Sánchez y la voracidad insaciable de los nacionalistas. Porque todo lo demás lo único que indica es que el palacete es del Estado español. En todo caso, como forma de atender un momento histórico en el que ese edificio tuvo una relevancia especial, podría considerarse del Gobierno Vasco, que es tanto como decir del Estado español. Y justamente eso es lo que no quiere el PNV, que se reconozca del Gobierno Vasco, porque de esa manera no tendrían en exclusiva un bien que no les corresponde.
Los nacionalistas vascos se inventan continuamente razones para sostener que el palacete es suyo. La última y más usual en sus medios, tras conocerse la concesión, es decir que todos los que intervinieron en la gestión del palacete y en su supuesta compra eran nacionalistas vascos y que diferenciar en aquella época el PNV del Gobierno Vasco era muy complicado. Pero esa es otra excusa más de las muchas que son capaces de inventarse para salirse con la suya. Porque, para empezar, como vimos en uno de los artículos de esta serie, el personaje que gestionó en primera persona el edificio, por delegación expresa del lendacari Aguirre, en la época más dura del fin de la Guerra Civil y en vísperas del inicio de la Segunda Guerra Mundial, fue Juan Gracia, el consejero socialista de Asuntos Sociales de aquel primer Gobierno Vasco. Por lo tanto, justamente el que dirigía tanto el palacete de París como los edificios para los refugiados vascos que ahora también se han reconocido como del PNV, no era del PNV sino que era del PSOE.
Pero hay una razón por la que toda la argumentación del partido de Sabino Arana para decir que el edificio fue comprado por el PNV se viene abajo. Tiene que ver con la propia estructura bicefálica del partido y que diferencia entre presidente del partido y lendacari del Gobierno Vasco. Si el edificio hubiera sido comprado por el PNV, el presidente del partido habría tenido algo que decir, cierta presencia, cierta aparición en algún momento de todo el proceso. Pero en el tiempo del que estamos hablando, que abarca la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la consiguiente posguerra, el presidente del PNV era un tal Doroteo de Ciáurriz (los nacionalistas escriben habitualmente Ziaurritz o Ziaurriz). ¿Cuántos nacionalistas habrá que conozcan quien fue este hombre? Se puede responder rápidamente sin miedo a errar: muy pocos. Lo cual quiere decir que el partido era insignificante en aquel momento, en relación con la preponderancia y actividad del Gobierno Vasco y del primer lehendakari vasco José Antonio Aguirre.
Fíjense si hay poco conocimiento de este personaje que solo he encontrado una biografía del mismo, la elaborada por el llamado lehendakari vasco en el exilio, Jesús María de Leizaola, publicada por el partido en 1985 y titulada Doroteo de Ziaurriz, Presidente del Euzkadi Buru Batzar 1935-1951, donde el autor se las ve y se las desea para informar de qué hizo realmente quien fuera durante dieciséis años presidente de su partido. Que sea una elaboración de orden interno del partido indica a las claras la poca relevancia política e histórica del personaje, fuera de lo que podrían ser los círculos internos del partido y solo del momento histórico que vivió, porque lo que es de ahora pocos nacionalistas, como decimos, le conocen. Para hacernos una idea de su escasa significación histórica, podríamos poner muchos ejemplos. Baste este: el historiador Joxé Manuel Núñez Seixas, muy cualificado en estos temas de nacionalismo y época contemporánea en España, en su trabajo de investigación titulado Los nacionalistas vascos durante la Guerra Civil (1936-1939): una cultura de guerra diferente, que tiene 41 páginas, una extensión ciertamente elevada para este tipo de artículos, y que trata de una coyuntura histórica en la que el presidente del PNV vivió los años más decisivos de su trayectoria política, Doroteo Ciáurriz aparece citado una sola vez y solo en una pequeña nota a pie de página, mientras que José Antonio Aguirre, el lehendakari del primer Gobierno Vasco, aparece en 30 ocasiones repartidas por todo el texto.
El propio libro que citábamos antes de Leizaola, único que hemos encontrado sobre el personaje, ya se encuentra, como decíamos, con graves problemas para documentarse sobre el biografiado. Por ejemplo, la publicación editada por el Gobierno Vasco desde el palacete de París, la titulada “Euzko-Deia”, apenas recoge un par de referencias del personaje. Esto es muy importante porque esta publicación se editaba desde el propio palacete de París y si Ciáurriz hubiera intervenido mínimamente en la gestión de su compra, sin duda que se habría reflejado ahí. Leizaola, en su biografía, tiene que reconstruir el itinerario político de Ciáurriz recurriendo a fotos donde aparece junto con otros personajes del partido. Porque el caso es que quien fuera el presidente que, como reconoce la página que le dedica la web del PNV, más años duró en el cargo, resulta que no dejó tampoco nada escrito, ni un informe, ni una ponencia, ni un discurso, ni un artículo de prensa, ni una entrevista. Nada de nada.
Entonces, ¿cómo es que el palacete de París fue comprado por el PNV si resulta que el propio presidente del partido entonces, por el que se supone que tenían que pasar todas las decisiones internas del partido, apenas era conocido o, lo que es lo mismo, ejercía una actividad insignificante en relación con la sostenida por la del Gobierno Vasco? Leizaola nos dice que durante la Guerra Civil hasta la caída de Vizcaya, Ciáurriz estuvo en Bilbao y luego pasó a Santoña con el Gobierno Vasco y que ahí sus conmilitones de la ejecutiva del PNV decidieron que se pusiera a salvo en el País Vasco francés. Y él, obediente, allá que se fue, a un lugar donde, aparte de llegar heridos y refugiados del frente, poca relevancia política iba a tener. Y, de hecho, la puesta en marcha del hospital de La Roseraie, en Bidart, el más importante de la zona dedicado a atender a los refugiados vascos, fue cosa también del Gobierno Vasco, que era el que manejaba los dineros que le enviaba en generosas cantidades el gobierno de la Segunda República y que solo pasaban por las manos del consejero de Hacienda (y también de Sanidad, tras el asesinato del titular, Alfredo Espinosa), que no era otro que Heliodoro de la Torre.
También se nos dice que Ciáurriz acompañó luego a Aguirre y al Gobierno Vasco a Barcelona y también salió por la frontera de Perpignan y se fue a París con él. Pero nada se nos dice de que Ciáurriz, en nombre y representación del PNV, puesto que era su presidente, decidiera comprar el palacete. Porque el palacete, está clarísimo, era cosa del Gobierno Vasco, como todas las decisiones importantes que se tomaron durante la Guerra Civil y en las que había dinero de por medio, dinero de la Segunda República, naturalmente y, si acaso, de ciertos emigrados vascos enriquecidos, dispuestos a sostener los enormes gastos del Gobierno Vasco en la guerra, y repetimos, del Gobierno Vasco, que no del PNV como tal.
¿Y qué hizo entonces el presidente del PNV en aquellos momentos? Pues, desde su condición de médico, que eso sí lo resalta mucho Leizaola, se ocupaba de los problemas de la militancia, de los heridos, de los refugiados, de los presos. Dice Leizaola en su biografía, en relación con los nacionalistas y París: “La presencia vasca en París, en 1938 (pongo esta cifra porque mi llegada a la capital francesa comenzó con el otoño de 1937 y el lendakari Ziaurriz no vino allí sino en 1939 con las primeras amenazas de guerra mundial, tras la pérdida de Cataluña por la República española), era de gran significación” (128). Y más adelante dice: “Ziaurriz y Aguirre, en junio-julio de 1939, están instalados en París y su entorno (Meudon)” (131). Era esta una fantástica oportunidad para haber dicho que Ziáurriz estuvo también en el palacete de París, pero no, no cita el palacete, que estuvo en manos del Gobierno Vasco hasta la entrada de los nazis en la capital francesa en junio de 1940. Meudon es una localidad al suroeste de París donde el lehendakari Aguirre formuló su teoría de la “obediencia vasca” para forzar a los miembros no nacionalistas de su gobierno, singularmente a los socialistas, a desvincularse por completo del gobierno de la República española. Eso fue el 2 de abril de 1939. Pero para entonces todas las gestiones de la compra del palacete y luego del borrado de pruebas sobre su titularidad, como la creación de una sociedad interpuesta en febrero de 1939 (obviamente para evitar su confiscación, como luego ocurrió) estaban ya hechas, sin intervención alguna del presidente del PNV.
Más ejemplos de la insignificancia política del presidente del PNV de entonces. En una entrevista con el histórico nacionalista Joseba Elósegui, de 1984, se dice: “-¿Quién era, por aquel entonces, el presidente del Euzkadi Buru Batzar? –Doroteo Ciaurriz, un médico de Tolosa. –Desconocido, ¿no? –Se pregunta hoy en día en los batzokis quién era Doroteo Ciáurriz y no saben responder. Fue un gran hombre, pero en aquel momento crucial para el país, todos pensábamos en José Antonio Aguirre. –Más conocido era Juan de Ajuriaguerra, como presidente del Bizkai Buru Batzar. –Apenas le conocíamos a Juan como presidente del BBB. Ajuriaguerra resurgió como núcleo vital de la resistencia cuando se perdió la guerra y se marchó el Gobierno vasco. Entonces es cuando comenzamos a conocer a Juan. Era el líder indiscutible entre los nacionalistas y todos los elementos políticos que vivieron con nosotros las zozobras de las penas de muerte en Larrínaga, Dueso y Burgos. –Fue líder indiscutible durante muchos años. –Cuando terminó nuestra guerra, la personalidad de Ajuriaguerra se agigantó. Fue el jefe insustituible de la resistencia con quien colaboré estrechamente desde 1942 En los momentos cruciales, el PNV ha tenido gran suerte en encontrar al hombre con el carisma preciso.”
Sí, con el carisma preciso, pero está claro que Doroteo Ciáurriz no era de esos. Leizaola nos lo pinta como al servicio del lendacari Aguirre, lo mismo que hacía el propio Leizaola, que era consejero entonces del Gobierno Vasco: “Era el 19 de junio de 1937. Entre once y doce de la mañana, el lendakari Aguirre nos daba, simultáneamente, una misión al doctor Ziaurriz (el otro lendakari) y otra diferente a mí. Cumpliéndolas, el lendakari Ziaurriz salió en dirección oeste para Santander y Asturias; yo, hacia el este, marché a Sopuerta. Doroteo, médico, iba a visitar en los hospitales a los gudaris vascos heridos o enfermos” (75).
Con todo lo cual tenemos que concluir que si el palacete, como dicen ahora los mandamases del PNV, es del partido y no del Gobierno Vasco, desde luego no lo fue por una decisión de su presidente, que no estuvo nunca en París, hasta bien entrado 1939 y de una manera puntual, y que no pintaba nada en aquella época, en comparación con el lehendakari del Gobierno Vasco. Y si fue porque unos nacionalistas lo compraron, tuvo que ser a través de Heliodoro de la Torre, que en el verano de 1936 ya formaba parte de la estructura política previa a la constitución del Gobierno Vasco, como era la Junta de Defensa de Vizcaya. Heliodoro de la Torre fue el gestor de los dineros en todo aquel lío de la Guerra Civil y la huida al exilio, pero que eran unos dineros que en el 99% de los casos procedían del gobierno de la Segunda República. Si el palacete costó un millón y medio de francos y si el franco cotizaba a la mitad de la peseta para aquella época y si el gobierno de la Segunda República le dio al Gobierno Vasco, que sepamos, al menos una transferencia de 550 millones de pesetas, ¿cuántos palacetes podría haber comprado Heliodoro de la Torre con ese dinero? Pues todos los que hubiera querido. Y si los nacionalistas de América querían ayudar al esfuerzo de la guerra, ¿a quién le iban a dar el dinero, a Doroteo de Ciáurriz, que no pintaba nada y se dedicaba a labores asistenciales, o al Gobierno Vasco, que llevaba a cabo todo el esfuerzo de la guerra? Y si los nacionalistas de América querían ayudar en el esfuerzo de la guerra, ¿para qué iban a dar su dinero, para comprar un palacete en París o para comprar armas y avituallamiento para la tropa?












