Israel, Palestina y la utopía
Felipe González ha dicho que la guerra de Gaza se acabaría si Hamás devuelve todos los rehenes israelíes. La izquierda radical y no tan radical le ha puesto por ello a parir y le ha acusado como mínimo de “ser de derechas”.
O sea, que echarles a los terroristas palestinos parte importante de la culpa de lo que está sucediendo en la Franja no satisface a los más activistas contra el conflicto, que exigen la deposición de armas de Israel sin nada a cambio y olvidando que el conflicto arranca del ataque de Hamás a pacíficos ciudadanos de Israel en sus propias casas.
Eso no obsta, por supuesto, para que la represalia del Estado judío haya sido desproporcionada, de una crueldad inaudita, con masacre de población totalmente inocente de la guerra creada, Pero también hay que hablar de las responsabilidades de Hamás, a la hora de hacer balance y petición de que haya dos Estados en el territorio palestino. Cuando se ven escenas de hambruna y pobreza generalizada en Gaza hay que recordar que eso ha venido sucediendo desde antes de la confrontación bélica, bajo el gobierno de Hamás. Incluso conviene recordar que la ayuda humanitaria es ahora inferior a aquella de la que venían (mal) viviendo, los palestinos.
Desde su victoria en las urnas, Hamás se ha dedicado a liquidar a sus enemigos internos y, en vez de industrializar el país y dotarle de cierto confort, gastarse toda la ayuda recibida de sus aliados y de los organismos internaciones en configurar un nutrido arsenal de armas y un laberíntico entramado de túneles bajo escuelas, hospitales y edificios residenciales. Todo eso, porque lo que interesa a Hamás no es el bienestar de la población, sino hacer bueno el dicho de “liberar Palestina desde el río hasta el mar”, es decir, destruyendo el Estado de Israel, única nación democrática y próspera de la región, donde conviven judíos y árabes y el debate político es una característica de aquella sociedad.
Conviene recordar todo esto a la hora de plantear la paz en la zona, porque Israel no se fía para nada de sus enemigos y piensa que mientras Hamás sobreviva ellos estarán en peligro de no hacerlo. De ahí la responsabilidad occidental de controlar la seguridad y la paz en la zona la hora de plantear los dos Estados, con garantas de que eso no sea una utopía sino una feliz realidad.
Felipe González ha dicho que la guerra de Gaza se acabaría si Hamás devuelve todos los rehenes israelíes. La izquierda radical y no tan radical le ha puesto por ello a parir y le ha acusado como mínimo de “ser de derechas”.
O sea, que echarles a los terroristas palestinos parte importante de la culpa de lo que está sucediendo en la Franja no satisface a los más activistas contra el conflicto, que exigen la deposición de armas de Israel sin nada a cambio y olvidando que el conflicto arranca del ataque de Hamás a pacíficos ciudadanos de Israel en sus propias casas.
Eso no obsta, por supuesto, para que la represalia del Estado judío haya sido desproporcionada, de una crueldad inaudita, con masacre de población totalmente inocente de la guerra creada, Pero también hay que hablar de las responsabilidades de Hamás, a la hora de hacer balance y petición de que haya dos Estados en el territorio palestino. Cuando se ven escenas de hambruna y pobreza generalizada en Gaza hay que recordar que eso ha venido sucediendo desde antes de la confrontación bélica, bajo el gobierno de Hamás. Incluso conviene recordar que la ayuda humanitaria es ahora inferior a aquella de la que venían (mal) viviendo, los palestinos.
Desde su victoria en las urnas, Hamás se ha dedicado a liquidar a sus enemigos internos y, en vez de industrializar el país y dotarle de cierto confort, gastarse toda la ayuda recibida de sus aliados y de los organismos internaciones en configurar un nutrido arsenal de armas y un laberíntico entramado de túneles bajo escuelas, hospitales y edificios residenciales. Todo eso, porque lo que interesa a Hamás no es el bienestar de la población, sino hacer bueno el dicho de “liberar Palestina desde el río hasta el mar”, es decir, destruyendo el Estado de Israel, única nación democrática y próspera de la región, donde conviven judíos y árabes y el debate político es una característica de aquella sociedad.
Conviene recordar todo esto a la hora de plantear la paz en la zona, porque Israel no se fía para nada de sus enemigos y piensa que mientras Hamás sobreviva ellos estarán en peligro de no hacerlo. De ahí la responsabilidad occidental de controlar la seguridad y la paz en la zona la hora de plantear los dos Estados, con garantas de que eso no sea una utopía sino una feliz realidad.