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Blas Piñar Pinedo
Domingo, 28 de Diciembre de 2014 Tiempo de lectura:

La Navidad, fiesta de la libertad auténtica

Nos han contado un cuento demasiado dulce. El otro día lo comentaba con una religiosa del colegio de mis hijas y concluimos: la Navidad es una historia muy dura... Al día siguiente de la celebración de la Navidad, en su mismo tiempo litúrgico, se celebra la fiesta del primer mártir, San Esteban, y se lee un duro Evangelio sobre persecución y odio a la la fe. Asómense a la ventana del mundo y miren entre sus descansos de la frivolidad occidental exasperante, la religión perseguida y a los hermanos masacrados en tantos rincones del mundo donde lo único que queda es esa fe libre de quien todo lo descarta para elegir el Amor.

 

Los personajes de la Navidad tienen un mérito enorme: el mérito que nace de ejercer la libertad auténtica. Se pone uno a meditar sobre ello y cae en la cuenta de que las ciudades iluminadas y la preocupación por los regalos -más allá de los tópicos- son un pobre reflejo del ansia de Luz y de Riqueza. De las de verdad...

 

Primero la Virgen, sin su SÍ nunca hubiera existido la Navidad. Tremendo. Y el papel de San José es impresionante: en medio de una sociedad que le desprecia como también ocurriría ahora -porque los defectos de los hombres son siempre los mismos-, él comprende su misión y sostiene a la Madre y al Hijo en todo momento.

 

San Joaquín y Santa Ana, santa Isabel y Zacarías que por dudar del ángel quedó mudo hasta que se cumpliera el anuncio del nacimiento de su hijo Juan. Y el viaje de la Virgen para visitar a su prima y confirmar con su embarazo el suyo... Imaginen a María, varios días por esos caminos áridos, dándole vueltas al mensaje del ángel Gabriel. Allí estuvo tres meses. Y San José esperando, lleno de dudas, pues estaba ya desposado... Y luego todo se precipita:

 

Herodes, que ve peligrar su poder porque nace un nuevo Rey. Unos sabios se ponen en camino después de estudiar los astros y los textos durante años. El posadero, con sus preocupaciones y su negocio -¿qué sabe él de quién se trata?- está a lo suyo; si lo hubiera sabido, qué gran negocio que Dios naciera en tu casa... La terrible situación de no encontrar alojamiento decente para dar a luz en una noche de invierno, en una aldea remota y oscura como serían los tiempos sin luz eléctrica que nos cuesta imaginar...Y sin embargo, la estrella...

 

Los pastores y los sabios, que son los que acuden a adorar al niño. Los ricos y los pobres. El sacerdote decía en la homilía que a Dios le adoramos o como pastores pobres o como sabios reyes. Y lo más normal y sencillo es que lo hagamos desde la pobreza, porque es difícil ser sabios como los magos de la Navidad: que sabían mirar con profundidad y tenían esperanza humilde...

 

La fe muere si no se renueva. La Navidad es un hecho demasiado impactante como para quedarnos en dulces historias infantiles. La Navidad nos pone ante una cuestión clave en la historia del mundo y clave en nuestra propia historia personal. La Navidad es una historia de libertad, de esfuerzo y de sacrificio, de humildad: el misterio de un Dios que se complica la existencia para traer un poco de luz a una humanidad que necesita ser rescatada del mal constantemente. Se puede creer o no, por supuesto. 

 

Pero ocurrió el hecho. Una noche en Belén nació un niño que esperaba la historia, un niño que adoraron los pobres y los ricos de limpio corazón, un niño perseguido desde su nacimiento, un niño que acabaría predicando esperanza y que fue crucificado por todos los que siempre quieren mantener sus parcelas de poder. Hoy vuelve a nacer, y no viene a solucionar nuestros problemas, sino a pedirnos una respuesta de verdadera libertad. Y entonces podremos empezar a solucionarlos.

 

FELIZ NAVIDAD

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