José-Ramón Ferrandis: “Leer las metas de la Agenda 2030 nos hace ver que su bondad es un engaño”
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José-Ramón Ferrandis nació en Valencia (España) en 1951. Es Licenciado en Ciencias Políticas y Técnico Comercial y Economista del Estado desde 1979. Ha estado destinado como consejero Económico y Comercial de las Embajadas de España en Moscú (URSS), Washington DC, Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Representó a España en MIGA (Grupo Banco Mundial).
Tras cuarenta y dos años ininterrumpidos trabajando en la Administración General del Estado, actualmente Ferrendis imparte clases en materia de Análisis Riesgo-País, Análisis de Mercados Internacionales, Globalización, Instituciones Financieras Multilaterales, URSS/Rusia, países de África Negra, los EE. UU. y Arabia Saudita, así como en materias medioambientales y energéticas asociadas al llamado “cambio climático” y en relación con el período histórico 1936-1975 en España. Ha publicado seis libros: Globalización y Generación de Riqueza (2017, Unión Editorial). “África es así” (2019, Unión Editorial). Crimen de Estado (2022, Unión Editorial). Cartas de los martes de 2020 (2023, Unión Editorial). Franco sin adjetivos (2024, SND Editores). Desmontando la Agenda 2030 (2025, Luz de Trento Editorial). Ha escrito múltiples artículos sobre los temas mencionados arriba y otros. Dirige el blog https://joseramonferrandis.es/
En esta entrevista analiza el libro Desmontando la agenda 2030, del que es coautor junto a Felipe González Abad.
¿Por qué un libro a fondo sobre la Agenda 2030?
Hemos detectado que los asuntos de la Agenda 2030 se suelen tratar de manera parcial, seleccionando algunos de sus objetivos, obviando muchos otros y hablando esencialmente de su origen y sus eventuales consecuencias, pero sin analizar qué dice realmente el texto de la Agenda 2030, o por mejor decir, “Objetivos de Desarrollo Sostenible”, que es su nombre oficial. Así las cosas, nos hemos puesto a ello. Ha sido arduo, pero gratificante y, sobre todo, esperamos que sea de utilidad para el lector, que tiene a su disposición una revisión completa y a fondo del documento de la ONU.
Tengo una anécdota al respecto. En una de mis presentaciones referida al llamado “cambio climático antropogénico”, al mencionar lo difícil que era la lectura de la totalidad de la Agenda 2030 y que poca gente lo había conseguido, uno de los asistentes levantó la mano y respondió que él sí lo había hecho. Le felicité efusivamente por el esfuerzo y la aplicación demostradas, porque es una tarea ímproba, que poca gente puede llevar a buen fin. Pero hay que hacerla. Y eso hemos hecho, convirtiendo el resultado en un libro que permita consultar cada Meta de cada Objetivo.
¿Cuál es su génesis y quién está detrás y con qué objetivos?
Esta es una pregunta enjundiosa. La aparición de la Agenda 2030 obedece a la mutación que ha experimentado la ONU. El lector sabe que Naciones Unidas es heredera de la Sociedad de Naciones, organismo creado en 1919 por inducción del presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson sobre la base de sus famosos 14 puntos de 1918. La Sociedad de Naciones buscaba evitar el desencadenamiento de otra gran guerra. Tras algunos logros iniciales no menores, terminó fracasando en toda la línea, inicialmente porque los EE.UU. vieron cómo el Senado impedía que su país se convirtiera en miembro, y luego por el comportamiento de Italia, Francia, Japón, Alemania y la URSS, que no tenían la menor intención de subordinarse a la Sociedad de Naciones.
Bueno, pues la ONU nació en 1945 con el objetivo de mantener la paz en el mundo, pero ya desde 1946 vio cómo se desencadenaba una insurrección comunista en Grecia que sólo se puedo atajar con la intervención de tropas británicas y norteamericanas. En 1948, el mismo día de la creación del Estado de Israel, tropas de Egipto, Irak, Líbano Siria y Transjordania, con ayuda de voluntarios libios, saudíes y yemeníes, atacaban a Israel desde todas sus fronteras; sólo Israel, venciendo, detuvo el ataque. En 1950, el ataque comunista desde Corea del Norte a Corea del Sur, con tropas equipadas y entrenadas por la URSS. Tampoco la ONU pudo evitarlo y sólo la alianza encabezada por los EE.UU. logró el armisticio.
Esa dinámica se ha repetido no menos de 75 veces desde entonces, sin que la ONU haya podido detener ninguna guerra. Lo pueden ver aquí https://joseramonferrandis.es/naciones-unidas-desempeno-deriva-y-critica/.
Con ello, la ONU, una entidad administrativa amplia y poderosa, percibió que su futuro no pasaba por evitar guerras que en todo caso no podía detener. Así que se dedicó a multiplicar sus organismos dependientes en diversas áreas y a transferir riqueza de los países desarrollados a los pobres, asegurando que así acabaría con la pobreza. Eso empezó en 1960, como pueden ver detalladamente en el libro.
Obvio es decirlo, los objetivos de reducción de la pobreza no se lograron, así que la ONU se reinventó una vez más y en el año 2000 lanzó los Objetivos del Milenio para el Desarrollo, que abarcaban ocho campos. Ante el fracaso de la iniciativa, en 2015 presentó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (la llamada, más coloquialmente Agenda 2030), que fracasarán igualmente. Podemos esperar que en 2030 desencadenen los “Objetivos para el Desarrollo Resiliente” o cosa similar, con un plazo de vigencia de entre 10 y 20 años. Es una historia interminable.
¿Dónde está su maldad intrínseca?
La maldad de las iniciativas contempladas en la Agenda 2030 es poliédrica. La ONU sabe que sus actividades fundacionales están condenadas al fracaso, pero eso les permite (porque se lo permiten) lanzar una y otra y otra actividad alternativa, monopolizando la estrategia multilateral, a la que todos los países miembros están enjaezados. El coste de estas actuaciones es gigantesco, del orden de billones (de doce ceros) de dólares anuales, lo que a su vez les permite engordar su propia organización.
Esa es la segunda faceta del mal: los enormes y crecientes costes de sus iniciativas, inútiles en cuanto a sus fines y contraproducentes en cuanto a sus efectos. Esos fondos son repartidos convenientemente por la ONU entre sus múltiples entidades y organizaciones, que además poseen financiación específica de algunos países miembros para determinadas actuaciones, además de aportaciones empresariales para proyectos concretos. El conjunto es un presupuesto gigantesco, que no para de crecer.
La tercera faceta es el intervencionismo que destila la Agenda 2030, que menoscaba la soberanía nacional y busca convertir a los ciudadanos de los países más desarrollados en dependientes de una instancia supranacional, creando con ello enormes problemas y enfrentamiento internos y externos.
La cuarta es el lenguaje alarmista que permea todo el texto y lo vertebra internamente, instilando miedo y bloqueando así la reacción de las personas que se ven bombardeadas por un texto abstruso, contradictorio y, debo decirlo, penosamente redactado, a pesar de los enormes medios de que ha dispuesto la ONU para elaborarlo.
La quinta y última es el enmascaramiento deliberado de los 17 Objetivos bajo un manto de lenguaje buenista que resulta difícil de rebatir … a menos que uno se lea el contenido completo de la Agenda 2030, que entonces se revela en toda su maldad.
¿Por qué es más peligroso si viene camuflada bajo muchos objetivos buenos que todo el mundo desea?
Por un lado, porque es un engaño innoble a la población desprevenida, que es apoyado por los gobiernos, los cuales financian las actuaciones de la ONU sin restricciones, pero a cambio envían a políticos y altos funcionarios a lucrarse durante el ejercicio de su presencia en los múltiples organismos de la ONU.
Pensemos un momento en los enunciados (sintetizados según la publicidad de la propia ONU) de los Objetivos: Número 1: Fin de la pobreza. Número 2, Hambre cero. Número 3, Salud y Bienestar. Número 4, Educación de calidad. Y así, hasta 17 Objetivos, con sus 169 Metas.
Pocas personas conservan la frialdad de juicio necesaria para ver que es imposible técnicamente acabar con la pobreza, pero es exactamente así. El concepto de pobreza, en la práctica, se expresa en una escala móvil, en la que, por definición, siempre habrá gente situada en los percentiles más bajos, que serán llamados pobres (pues relativamente, lo son). Es una burla al ciudadano desprevenido.
Por otro lado, porque las Metas están redactadas arteramente, haciendo ver al lector o al intermediario de los medios de comunicación que lo va a interpretar para el lector, que el objetivo es uno, cuando en realidad es otro. El libro está lleno de ejemplos de lo que digo, por lo que no me extenderé ahora.
En tercer lugar, porque los datos y las afirmaciones de las Metas son en ocasiones absolutamente falsas (y el libro lo evidencia), cuando no contradictorias … ¡con otras afirmaciones anteriores y posteriores de la misma Agenda 2030!
En resumen, ¿quién va a oponerse a enunciados buenos por definición? Nadie, claro, salvo los muy malvados. Lo que pasa es que, en cuanto rascas un poco (es decir, en cuanto lees las Metas) la supuesta bondad de los textos revela su engañosa realidad. Es un fraude global, como corresponde fielmente a la ONU.
Además, es algo que viene impuesto y todo el mundo obedece…
… Y que nadie vota, pero financia, quiera o no, a través de sus impuestos. A cambio, obtiene imposiciones, discriminaciones, intervencionismo, merma de las libertades y empobrecimiento. Es un negocio ruinoso. A tragarlo nos obligan los gobiernos que no critican ninguna de las afirmaciones de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y nos las imponen. El caso del “Cambio climático antropogénico”, que se comenta suficientemente en el libro, es uno de ellos.
¿Por qué la mayoría de la población está de acuerdo?
Francamente, porque no se ha leído los Objetivos y mucho menos, las Metas. En cuanto se hace, como Felipe González Abad y yo mismo hemos hecho, la verdadera cara de la Agenda 2030 se evidencia sin tapujos y revela su maldad intrínseca, no tanto por el engaño que suponen, que también, sino porque lo que busca este documento-guía de gobiernos cómplices es la destrucción de las naciones occidentales, la subordinación de los ciudadanos, la preeminencia del socialismo, la destrucción de la economía de mercado y el enriquecimiento de los gestores de esta idea. ¿Que exagero? Lea el libro, por favor.
¿Puede ir creciendo la masa crítica?
Desde luego, y seguro que lo hará. Bastará con leer este libro o hacerse eco de los comentarios al mismo. El ciudadano se dará cuenta de la operación, de que en realidad esta Agenda no es sino la continuación ampliada de la enormemente fracasada iniciativa anterior ya mencionada, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que de sus 8 Objetivos y 18 Metas (como se ve, han multiplicado las directrices en la Agenda 2030 respecto de la anterior), sólo han logrado una Meta. Ese logro se ha conseguido por el proceso de globalización económica, no por las sugerencias y procedimientos de la ONU.
¿Cree que es irremisible que se lleve a cabo la implantación de la Agenda 2030?
No es la implantación de la Agenda en sí lo que busca la Organización de Naciones Unidas, pues ello exigiría la desaparición previa de las naciones soberanas y la abyección total de sus (nuestros) políticos por la vía de la subordinación a los intereses globalistas.
Por otro lado, la Agenda está llena de misiones u objetivos imposibles, que además, son innecesarios e inconvenientes. No, la idea subyacente a la Agenda 2030 es obtener y retener el poder, abundantemente regado con nuestros impuestos. Lo que ocurre es que la ONU sabe que es preciso disponer de una idea-objetivo para guiar a las masas tras ella.
Todos conocemos lo que había detrás del ideal comunista, el que nos vendían como un paraíso en la Tierra, pero que rápidamente mostró su verdadera cara de muerte y destrucción, para al cabo ver cómo es una herramienta al servicio de unas élites criminales. Pues con la Agenda 2030, la cosa es parecida: quieren hacernos creer que ese es el camino hacia un nuevo mundo maravilloso y perfecto, cuando no es más que un sacaperras infinito y el desastre económico, social y cultural para Occidente, que definiríamos mejor como la Cristiandad. Así se entiende mejor el afán destructivo de la Agenda 2030.
¿Por qué concluye afirmando que es una agenda innecesaria?
Porque la generación de riqueza que se deriva de la economía de mercado y de la internacionalización de las economías ha hecho por las sociedades del mundo mucho, mucho más que las directrices de gobierno alguno, y por supuesto muchísimo más que si hablamos de gobiernos socialistas e intervencionistas. Las derivadas de la economía de mercado proporcionan las recetas para el desarrollo de los pueblos y la mejora de las condiciones de vida de las gentes que los componen, como la Historia ha mostrado con profusión.
Nunca ha estado mejor el mundo de lo que está ahora, por más que lo quieran presentar como un desastre que necesita ser reconducido … por las élites globalistas. El nivel de riqueza de los países más pobres se ha elevado considerablemente. Ninguno de los grandes países alberga pobreza extrema en su población, habiendo aumentado enormemente el nivel de vida general en las últimas décadas. Pero eso se ha conseguido gracias a los mecanismos de la economía de mercado, no por la planificación, el establecimiento de precios máximos, el racionamiento o la redistribución compulsiva.
Quedan países mucho más pobres que la media, en malas condiciones, pero TODOS ellos siguen en esa situación por el latrocinio a que los someten sus élites políticas, que se enriquecen gracias a la llamada Ayuda Oficial al Desarrollo, que canaliza la ONU desde hace más de 60 años, como verán en el libro. La inmensa mayoría de esos países pobres se encuentran en África Negra, con unos pocos en Asia y básicamente Haití en América.
¿Por qué el hecho de ser innecesario lo extiende a la ONU?
El lector de esta entrevista ya ha visto que la Organización de Naciones Unidas nació para una finalidad muy concreta y que nunca, desde 1945, ha servido para lo que fue fundada. Durante 80 años se ha dedicado a tareas múltiples inventadas por ella misma, a engordar creando múltiples organismos de nombres rimbombantes y a desplegarse por todo el mundo, viviendo de los presupuestos generales de los Estados miembros mientras menoscaba sus funciones sin beneficio alguno para éstos. Hasta los organismos más técnicos están profundamente desprestigiados, como la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial de Comercio, la UNRWA o UNIFIL, por poner unos pocos ejemplos. Su función es meramente intervencionista, lejos de una labor de coordinación que los pudiera hacer útiles. La propia estructura institucional de la ONU obedece a un mundo que tenía muchos menos países, donde los EE. UU. y la URSS se repartían las áreas de influencia.
Nada de eso existe ya y la ONU ha quedado obsoleta. Es un objeto decorativo inútil y extremadamente costoso. Pero lo más grave es que pretende dictar normas de comportamiento para cada país y establecer objetivos inalcanzables para perpetuarse, asegurando que la próxima vez será la definitiva. Su desaparición sería muy bienvenida. No debe haber “próxima vez”.
José-Ramón Ferrandis nació en Valencia (España) en 1951. Es Licenciado en Ciencias Políticas y Técnico Comercial y Economista del Estado desde 1979. Ha estado destinado como consejero Económico y Comercial de las Embajadas de España en Moscú (URSS), Washington DC, Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Representó a España en MIGA (Grupo Banco Mundial).
Tras cuarenta y dos años ininterrumpidos trabajando en la Administración General del Estado, actualmente Ferrendis imparte clases en materia de Análisis Riesgo-País, Análisis de Mercados Internacionales, Globalización, Instituciones Financieras Multilaterales, URSS/Rusia, países de África Negra, los EE. UU. y Arabia Saudita, así como en materias medioambientales y energéticas asociadas al llamado “cambio climático” y en relación con el período histórico 1936-1975 en España. Ha publicado seis libros: Globalización y Generación de Riqueza (2017, Unión Editorial). “África es así” (2019, Unión Editorial). Crimen de Estado (2022, Unión Editorial). Cartas de los martes de 2020 (2023, Unión Editorial). Franco sin adjetivos (2024, SND Editores). Desmontando la Agenda 2030 (2025, Luz de Trento Editorial). Ha escrito múltiples artículos sobre los temas mencionados arriba y otros. Dirige el blog https://joseramonferrandis.es/
En esta entrevista analiza el libro Desmontando la agenda 2030, del que es coautor junto a Felipe González Abad.
¿Por qué un libro a fondo sobre la Agenda 2030?
Hemos detectado que los asuntos de la Agenda 2030 se suelen tratar de manera parcial, seleccionando algunos de sus objetivos, obviando muchos otros y hablando esencialmente de su origen y sus eventuales consecuencias, pero sin analizar qué dice realmente el texto de la Agenda 2030, o por mejor decir, “Objetivos de Desarrollo Sostenible”, que es su nombre oficial. Así las cosas, nos hemos puesto a ello. Ha sido arduo, pero gratificante y, sobre todo, esperamos que sea de utilidad para el lector, que tiene a su disposición una revisión completa y a fondo del documento de la ONU.
Tengo una anécdota al respecto. En una de mis presentaciones referida al llamado “cambio climático antropogénico”, al mencionar lo difícil que era la lectura de la totalidad de la Agenda 2030 y que poca gente lo había conseguido, uno de los asistentes levantó la mano y respondió que él sí lo había hecho. Le felicité efusivamente por el esfuerzo y la aplicación demostradas, porque es una tarea ímproba, que poca gente puede llevar a buen fin. Pero hay que hacerla. Y eso hemos hecho, convirtiendo el resultado en un libro que permita consultar cada Meta de cada Objetivo.
¿Cuál es su génesis y quién está detrás y con qué objetivos?
Esta es una pregunta enjundiosa. La aparición de la Agenda 2030 obedece a la mutación que ha experimentado la ONU. El lector sabe que Naciones Unidas es heredera de la Sociedad de Naciones, organismo creado en 1919 por inducción del presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson sobre la base de sus famosos 14 puntos de 1918. La Sociedad de Naciones buscaba evitar el desencadenamiento de otra gran guerra. Tras algunos logros iniciales no menores, terminó fracasando en toda la línea, inicialmente porque los EE.UU. vieron cómo el Senado impedía que su país se convirtiera en miembro, y luego por el comportamiento de Italia, Francia, Japón, Alemania y la URSS, que no tenían la menor intención de subordinarse a la Sociedad de Naciones.
Bueno, pues la ONU nació en 1945 con el objetivo de mantener la paz en el mundo, pero ya desde 1946 vio cómo se desencadenaba una insurrección comunista en Grecia que sólo se puedo atajar con la intervención de tropas británicas y norteamericanas. En 1948, el mismo día de la creación del Estado de Israel, tropas de Egipto, Irak, Líbano Siria y Transjordania, con ayuda de voluntarios libios, saudíes y yemeníes, atacaban a Israel desde todas sus fronteras; sólo Israel, venciendo, detuvo el ataque. En 1950, el ataque comunista desde Corea del Norte a Corea del Sur, con tropas equipadas y entrenadas por la URSS. Tampoco la ONU pudo evitarlo y sólo la alianza encabezada por los EE.UU. logró el armisticio.
Esa dinámica se ha repetido no menos de 75 veces desde entonces, sin que la ONU haya podido detener ninguna guerra. Lo pueden ver aquí https://joseramonferrandis.es/naciones-unidas-desempeno-deriva-y-critica/.
Con ello, la ONU, una entidad administrativa amplia y poderosa, percibió que su futuro no pasaba por evitar guerras que en todo caso no podía detener. Así que se dedicó a multiplicar sus organismos dependientes en diversas áreas y a transferir riqueza de los países desarrollados a los pobres, asegurando que así acabaría con la pobreza. Eso empezó en 1960, como pueden ver detalladamente en el libro.
Obvio es decirlo, los objetivos de reducción de la pobreza no se lograron, así que la ONU se reinventó una vez más y en el año 2000 lanzó los Objetivos del Milenio para el Desarrollo, que abarcaban ocho campos. Ante el fracaso de la iniciativa, en 2015 presentó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (la llamada, más coloquialmente Agenda 2030), que fracasarán igualmente. Podemos esperar que en 2030 desencadenen los “Objetivos para el Desarrollo Resiliente” o cosa similar, con un plazo de vigencia de entre 10 y 20 años. Es una historia interminable.
¿Dónde está su maldad intrínseca?
La maldad de las iniciativas contempladas en la Agenda 2030 es poliédrica. La ONU sabe que sus actividades fundacionales están condenadas al fracaso, pero eso les permite (porque se lo permiten) lanzar una y otra y otra actividad alternativa, monopolizando la estrategia multilateral, a la que todos los países miembros están enjaezados. El coste de estas actuaciones es gigantesco, del orden de billones (de doce ceros) de dólares anuales, lo que a su vez les permite engordar su propia organización.
Esa es la segunda faceta del mal: los enormes y crecientes costes de sus iniciativas, inútiles en cuanto a sus fines y contraproducentes en cuanto a sus efectos. Esos fondos son repartidos convenientemente por la ONU entre sus múltiples entidades y organizaciones, que además poseen financiación específica de algunos países miembros para determinadas actuaciones, además de aportaciones empresariales para proyectos concretos. El conjunto es un presupuesto gigantesco, que no para de crecer.
La tercera faceta es el intervencionismo que destila la Agenda 2030, que menoscaba la soberanía nacional y busca convertir a los ciudadanos de los países más desarrollados en dependientes de una instancia supranacional, creando con ello enormes problemas y enfrentamiento internos y externos.
La cuarta es el lenguaje alarmista que permea todo el texto y lo vertebra internamente, instilando miedo y bloqueando así la reacción de las personas que se ven bombardeadas por un texto abstruso, contradictorio y, debo decirlo, penosamente redactado, a pesar de los enormes medios de que ha dispuesto la ONU para elaborarlo.
La quinta y última es el enmascaramiento deliberado de los 17 Objetivos bajo un manto de lenguaje buenista que resulta difícil de rebatir … a menos que uno se lea el contenido completo de la Agenda 2030, que entonces se revela en toda su maldad.
¿Por qué es más peligroso si viene camuflada bajo muchos objetivos buenos que todo el mundo desea?
Por un lado, porque es un engaño innoble a la población desprevenida, que es apoyado por los gobiernos, los cuales financian las actuaciones de la ONU sin restricciones, pero a cambio envían a políticos y altos funcionarios a lucrarse durante el ejercicio de su presencia en los múltiples organismos de la ONU.
Pensemos un momento en los enunciados (sintetizados según la publicidad de la propia ONU) de los Objetivos: Número 1: Fin de la pobreza. Número 2, Hambre cero. Número 3, Salud y Bienestar. Número 4, Educación de calidad. Y así, hasta 17 Objetivos, con sus 169 Metas.
Pocas personas conservan la frialdad de juicio necesaria para ver que es imposible técnicamente acabar con la pobreza, pero es exactamente así. El concepto de pobreza, en la práctica, se expresa en una escala móvil, en la que, por definición, siempre habrá gente situada en los percentiles más bajos, que serán llamados pobres (pues relativamente, lo son). Es una burla al ciudadano desprevenido.
Por otro lado, porque las Metas están redactadas arteramente, haciendo ver al lector o al intermediario de los medios de comunicación que lo va a interpretar para el lector, que el objetivo es uno, cuando en realidad es otro. El libro está lleno de ejemplos de lo que digo, por lo que no me extenderé ahora.
En tercer lugar, porque los datos y las afirmaciones de las Metas son en ocasiones absolutamente falsas (y el libro lo evidencia), cuando no contradictorias … ¡con otras afirmaciones anteriores y posteriores de la misma Agenda 2030!
En resumen, ¿quién va a oponerse a enunciados buenos por definición? Nadie, claro, salvo los muy malvados. Lo que pasa es que, en cuanto rascas un poco (es decir, en cuanto lees las Metas) la supuesta bondad de los textos revela su engañosa realidad. Es un fraude global, como corresponde fielmente a la ONU.
Además, es algo que viene impuesto y todo el mundo obedece…
… Y que nadie vota, pero financia, quiera o no, a través de sus impuestos. A cambio, obtiene imposiciones, discriminaciones, intervencionismo, merma de las libertades y empobrecimiento. Es un negocio ruinoso. A tragarlo nos obligan los gobiernos que no critican ninguna de las afirmaciones de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y nos las imponen. El caso del “Cambio climático antropogénico”, que se comenta suficientemente en el libro, es uno de ellos.
¿Por qué la mayoría de la población está de acuerdo?
Francamente, porque no se ha leído los Objetivos y mucho menos, las Metas. En cuanto se hace, como Felipe González Abad y yo mismo hemos hecho, la verdadera cara de la Agenda 2030 se evidencia sin tapujos y revela su maldad intrínseca, no tanto por el engaño que suponen, que también, sino porque lo que busca este documento-guía de gobiernos cómplices es la destrucción de las naciones occidentales, la subordinación de los ciudadanos, la preeminencia del socialismo, la destrucción de la economía de mercado y el enriquecimiento de los gestores de esta idea. ¿Que exagero? Lea el libro, por favor.
¿Puede ir creciendo la masa crítica?
Desde luego, y seguro que lo hará. Bastará con leer este libro o hacerse eco de los comentarios al mismo. El ciudadano se dará cuenta de la operación, de que en realidad esta Agenda no es sino la continuación ampliada de la enormemente fracasada iniciativa anterior ya mencionada, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que de sus 8 Objetivos y 18 Metas (como se ve, han multiplicado las directrices en la Agenda 2030 respecto de la anterior), sólo han logrado una Meta. Ese logro se ha conseguido por el proceso de globalización económica, no por las sugerencias y procedimientos de la ONU.
¿Cree que es irremisible que se lleve a cabo la implantación de la Agenda 2030?
No es la implantación de la Agenda en sí lo que busca la Organización de Naciones Unidas, pues ello exigiría la desaparición previa de las naciones soberanas y la abyección total de sus (nuestros) políticos por la vía de la subordinación a los intereses globalistas.
Por otro lado, la Agenda está llena de misiones u objetivos imposibles, que además, son innecesarios e inconvenientes. No, la idea subyacente a la Agenda 2030 es obtener y retener el poder, abundantemente regado con nuestros impuestos. Lo que ocurre es que la ONU sabe que es preciso disponer de una idea-objetivo para guiar a las masas tras ella.
Todos conocemos lo que había detrás del ideal comunista, el que nos vendían como un paraíso en la Tierra, pero que rápidamente mostró su verdadera cara de muerte y destrucción, para al cabo ver cómo es una herramienta al servicio de unas élites criminales. Pues con la Agenda 2030, la cosa es parecida: quieren hacernos creer que ese es el camino hacia un nuevo mundo maravilloso y perfecto, cuando no es más que un sacaperras infinito y el desastre económico, social y cultural para Occidente, que definiríamos mejor como la Cristiandad. Así se entiende mejor el afán destructivo de la Agenda 2030.
¿Por qué concluye afirmando que es una agenda innecesaria?
Porque la generación de riqueza que se deriva de la economía de mercado y de la internacionalización de las economías ha hecho por las sociedades del mundo mucho, mucho más que las directrices de gobierno alguno, y por supuesto muchísimo más que si hablamos de gobiernos socialistas e intervencionistas. Las derivadas de la economía de mercado proporcionan las recetas para el desarrollo de los pueblos y la mejora de las condiciones de vida de las gentes que los componen, como la Historia ha mostrado con profusión.
Nunca ha estado mejor el mundo de lo que está ahora, por más que lo quieran presentar como un desastre que necesita ser reconducido … por las élites globalistas. El nivel de riqueza de los países más pobres se ha elevado considerablemente. Ninguno de los grandes países alberga pobreza extrema en su población, habiendo aumentado enormemente el nivel de vida general en las últimas décadas. Pero eso se ha conseguido gracias a los mecanismos de la economía de mercado, no por la planificación, el establecimiento de precios máximos, el racionamiento o la redistribución compulsiva.
Quedan países mucho más pobres que la media, en malas condiciones, pero TODOS ellos siguen en esa situación por el latrocinio a que los someten sus élites políticas, que se enriquecen gracias a la llamada Ayuda Oficial al Desarrollo, que canaliza la ONU desde hace más de 60 años, como verán en el libro. La inmensa mayoría de esos países pobres se encuentran en África Negra, con unos pocos en Asia y básicamente Haití en América.
¿Por qué el hecho de ser innecesario lo extiende a la ONU?
El lector de esta entrevista ya ha visto que la Organización de Naciones Unidas nació para una finalidad muy concreta y que nunca, desde 1945, ha servido para lo que fue fundada. Durante 80 años se ha dedicado a tareas múltiples inventadas por ella misma, a engordar creando múltiples organismos de nombres rimbombantes y a desplegarse por todo el mundo, viviendo de los presupuestos generales de los Estados miembros mientras menoscaba sus funciones sin beneficio alguno para éstos. Hasta los organismos más técnicos están profundamente desprestigiados, como la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial de Comercio, la UNRWA o UNIFIL, por poner unos pocos ejemplos. Su función es meramente intervencionista, lejos de una labor de coordinación que los pudiera hacer útiles. La propia estructura institucional de la ONU obedece a un mundo que tenía muchos menos países, donde los EE. UU. y la URSS se repartían las áreas de influencia.
Nada de eso existe ya y la ONU ha quedado obsoleta. Es un objeto decorativo inútil y extremadamente costoso. Pero lo más grave es que pretende dictar normas de comportamiento para cada país y establecer objetivos inalcanzables para perpetuarse, asegurando que la próxima vez será la definitiva. Su desaparición sería muy bienvenida. No debe haber “próxima vez”.