Nuevamente, el Servicio Nacional de Salud (NHS) de Inglaterra se encuentra en el centro de una tormenta política y social tras la publicación de unas directrices oficiales que destacan las supuestas “ventajas” del matrimonio entre primos hermanos, pese a los riesgos médicos asociados.

El documento, difundido la semana pasada por el Genomics Education Programme, asegura que estas uniones están relacionadas con “sistemas de apoyo familiar más sólidos y beneficios económicos”. Sin embargo, ignora los estudios que vinculan esta práctica con un mayor riesgo de enfermedades hereditarias graves, como la anemia falciforme y la fibrosis quística.

La reacción ha sido inmediata. El diputado conservador Richard Holden declaró al Mail on Sunday: “Nuestro NHS debería dejar de doblegarse ante prácticas culturales perjudiciales y opresivas. Sir Keir Starmer debe dejar de temer a los controladores misóginos de la comunidad y prohibir una práctica que la inmensa mayoría de los británicos quiere que termine”.

También el Dr. Patrick Nash, director del grupo de investigación en ciencias sociales de la Fundación Pharos en Oxford, criticó duramente el texto: “El matrimonio entre primos es incesto, simple y llanamente, y debe prohibirse con urgencia. Este artículo oficial es profundamente engañoso y debería ser retirado de inmediato”.

El debate político se intensifica. Noruega prohibió estas uniones a principios de año y otros países europeos analizan medidas similares. En el Reino Unido, sin embargo, casarse con un primo es legal desde el siglo XVI, y las tasas de matrimonios consanguíneos en comunidades de origen pakistaní oscilan, según estudios, entre el 38 % y el 59 %.

El tema se cruza con la política migratoria y de integración, ya que estas prácticas son mayoritariamente realizadas por inmigrantes. Informes oficiales revelan que un 17% de los inmigrantes recientes no domina el inglés, y más de una quinta parte de los hogares de no comunitarios no lo utiliza como lengua principal. Estas barreras culturales, advierten expertos, dificultan la integración y perpetúan prácticas que chocan con los valores de la sociedad británica.

La posibilidad de una prohibición abre interrogantes prácticos: ¿se anularían matrimonios ya existentes?, ¿qué ocurriría con quienes se casen en el extranjero? Los críticos de la medida temen que pueda avivar tensiones comunitarias y estigmatización.

Mientras la presión política crece, el NHS no ha emitido hasta ahora ninguna disculpa ni aclaración sobre la polémica guía.