Un Gobierno reprobado
La última ministra reprobada ha sido la de Igualdad, Ana Redondo, por los fallos repetidos de las pulseras anti maltrato. Antes que ella lo han sido reiteradamente Fernando Grande-Marlaska y Óscar Puente, así como José Manuel Albares, Félix Bolaños y María Jesús Montero.
Bien es verdad que la reprobación es un reproche simbólico que no tiene efecto jurídico alguno, más allá de la comprobación del nulo reconocimiento de su labor por parte de Las Cortes. Y si otros ministros no han merecido este reproche es que su actividad, escasa, ha pasado casi desapercibida.
No es ociosa, sin embargo, la labor de reprobación: sirve para poner la lupa sobre los errores ministeriales, más allá de las culpas colectivas del Ejecutivo como tal. Y resulta que ningún Gobierno ha tenido tantos ministros señalados con el dedo como el actual, con lo que podría inferirse que tenemos un Gabinete que es un desastre.
El tema es más importante, si cabe, porque éste es un Consejo de Ministros que tira de decretos leyes y otras disposiciones que no requieren la aprobación de la Cámara, ya que los proyectos de ley que han llegado al Congreso han sido rechazados en su mayoría. Como ejemplo de esa inacción ministerial tenemos la falta de proyecto de los Presupuestos Generales del Estado, que aparte de la inconstitucionalidad de dicha medida, obliga a vivir de la prórroga continuada de los de 2023.
Éste es, pues, un Gobierno que no gobierna y que en buena lógica debería haber sido cesado por Pedro Sánchez, convocando o no nuevas elecciones. Aunque, claro está, no tenemos ninguna garantía de que los nuevos ministros del Presidente de Gobierno no sean peores que los actuales.
Mientras tanto, tenemos lo que tenemos y en cualquier momento podrían ser reprobadas Yolanda Díaz, por sus líos en la contratación laboral, o cualquiera de los ministros con menor exposición mediática. Por eso, más allá del interés confeso del Presidente de acabar la legislatura, es previsible que con tanto desbarajuste ministerial tengamos una crisis de Gobierno antes que después.
La última ministra reprobada ha sido la de Igualdad, Ana Redondo, por los fallos repetidos de las pulseras anti maltrato. Antes que ella lo han sido reiteradamente Fernando Grande-Marlaska y Óscar Puente, así como José Manuel Albares, Félix Bolaños y María Jesús Montero.
Bien es verdad que la reprobación es un reproche simbólico que no tiene efecto jurídico alguno, más allá de la comprobación del nulo reconocimiento de su labor por parte de Las Cortes. Y si otros ministros no han merecido este reproche es que su actividad, escasa, ha pasado casi desapercibida.
No es ociosa, sin embargo, la labor de reprobación: sirve para poner la lupa sobre los errores ministeriales, más allá de las culpas colectivas del Ejecutivo como tal. Y resulta que ningún Gobierno ha tenido tantos ministros señalados con el dedo como el actual, con lo que podría inferirse que tenemos un Gabinete que es un desastre.
El tema es más importante, si cabe, porque éste es un Consejo de Ministros que tira de decretos leyes y otras disposiciones que no requieren la aprobación de la Cámara, ya que los proyectos de ley que han llegado al Congreso han sido rechazados en su mayoría. Como ejemplo de esa inacción ministerial tenemos la falta de proyecto de los Presupuestos Generales del Estado, que aparte de la inconstitucionalidad de dicha medida, obliga a vivir de la prórroga continuada de los de 2023.
Éste es, pues, un Gobierno que no gobierna y que en buena lógica debería haber sido cesado por Pedro Sánchez, convocando o no nuevas elecciones. Aunque, claro está, no tenemos ninguna garantía de que los nuevos ministros del Presidente de Gobierno no sean peores que los actuales.
Mientras tanto, tenemos lo que tenemos y en cualquier momento podrían ser reprobadas Yolanda Díaz, por sus líos en la contratación laboral, o cualquiera de los ministros con menor exposición mediática. Por eso, más allá del interés confeso del Presidente de acabar la legislatura, es previsible que con tanto desbarajuste ministerial tengamos una crisis de Gobierno antes que después.