Comic-Con Málaga: fracaso organizativo y silencio vergonzoso
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Lo ocurrido en la Comic-Con de Málaga no es un simple tropiezo logístico: es un fracaso absoluto de gestión, de previsión y de respeto hacia el público y los medios de comunicación. La ciudad, que aspiraba a consolidarse como referencia cultural con un evento multitudinario, ha quedado retratada como un escaparate de improvisación y propaganda hueca.
Una organización desbordada e irresponsable
La saturación de accesos, las colas interminables, la falta de servicios básicos y las sospechas de sobreventa son síntomas de algo más grave: la ausencia de un plan serio. La organización priorizó la cifra de asistentes para la foto institucional y descuidó la seguridad, la comodidad y la experiencia mínima de quienes pagaron su entrada. El resultado fue un festival de frustraciones.
El desprecio a los asistentes
Los visitantes, que deberían haber sido protagonistas, fueron tratados como masa anónima: sin agua suficiente, sin sombra, sin información clara y con prohibiciones absurdas que les obligaban a consumir a precios abusivos dentro del recinto. Para muchos, lo que prometía ser un día de ilusión se convirtió en un suplicio que terminó en reclamaciones y denuncias.
El muro de silencio con la prensa
Pero el escándalo no acaba en la pésima gestión logística. El equipo de prensa de la Comic-Con, en lugar de dar la cara, se escondió tras el silencio. La mayoría de los medios que intentaron obtener explicaciones se encontraron con respuestas tardías, evasivas o, directamente, con un muro de incomunicación. Este desprecio a la labor periodística no solo agrava la crisis, sino que demuestra una falta de transparencia alarmante. Un evento público, con apoyo institucional, no puede funcionar como un cortijo cerrado al escrutinio.
Responsabilidades que no pueden ocultarse
El Ayuntamiento de Málaga no puede refugiarse en la retórica del “éxito de asistencia”. Los hechos son claros: hubo caos, hubo indignación y hubo negligencia. Y frente a todo ello, lo único que se ofreció fue propaganda y silencio. La obligación de una organización seria es responder a los ciudadanos y a los medios, no esconderse cuando estallan los problemas.
Conclusión: un descrédito para Málaga
La Comic-Con 2025 pasará a la historia local no como la gran fiesta cultural que se prometió, sino como una mancha en la reputación de Málaga. Los responsables deberán dar explicaciones —a los asistentes, a los medios y a los organismos de consumo— y asumir que la propaganda no puede tapar la incompetencia. Porque el silencio, en este caso, ha sido tan escandaloso como el propio desastre organizativo.
Lo ocurrido en la Comic-Con de Málaga no es un simple tropiezo logístico: es un fracaso absoluto de gestión, de previsión y de respeto hacia el público y los medios de comunicación. La ciudad, que aspiraba a consolidarse como referencia cultural con un evento multitudinario, ha quedado retratada como un escaparate de improvisación y propaganda hueca.
Una organización desbordada e irresponsable
La saturación de accesos, las colas interminables, la falta de servicios básicos y las sospechas de sobreventa son síntomas de algo más grave: la ausencia de un plan serio. La organización priorizó la cifra de asistentes para la foto institucional y descuidó la seguridad, la comodidad y la experiencia mínima de quienes pagaron su entrada. El resultado fue un festival de frustraciones.
El desprecio a los asistentes
Los visitantes, que deberían haber sido protagonistas, fueron tratados como masa anónima: sin agua suficiente, sin sombra, sin información clara y con prohibiciones absurdas que les obligaban a consumir a precios abusivos dentro del recinto. Para muchos, lo que prometía ser un día de ilusión se convirtió en un suplicio que terminó en reclamaciones y denuncias.
El muro de silencio con la prensa
Pero el escándalo no acaba en la pésima gestión logística. El equipo de prensa de la Comic-Con, en lugar de dar la cara, se escondió tras el silencio. La mayoría de los medios que intentaron obtener explicaciones se encontraron con respuestas tardías, evasivas o, directamente, con un muro de incomunicación. Este desprecio a la labor periodística no solo agrava la crisis, sino que demuestra una falta de transparencia alarmante. Un evento público, con apoyo institucional, no puede funcionar como un cortijo cerrado al escrutinio.
Responsabilidades que no pueden ocultarse
El Ayuntamiento de Málaga no puede refugiarse en la retórica del “éxito de asistencia”. Los hechos son claros: hubo caos, hubo indignación y hubo negligencia. Y frente a todo ello, lo único que se ofreció fue propaganda y silencio. La obligación de una organización seria es responder a los ciudadanos y a los medios, no esconderse cuando estallan los problemas.
Conclusión: un descrédito para Málaga
La Comic-Con 2025 pasará a la historia local no como la gran fiesta cultural que se prometió, sino como una mancha en la reputación de Málaga. Los responsables deberán dar explicaciones —a los asistentes, a los medios y a los organismos de consumo— y asumir que la propaganda no puede tapar la incompetencia. Porque el silencio, en este caso, ha sido tan escandaloso como el propio desastre organizativo.