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Jueves, 02 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:
Mientras Europa condena a Israel

Mánchester: “El día más sagrado de los judíos convertido en una pesadilla”

[Img #28991]La mañana del 2 de octubre de 2025, el barrio de Crumpsall, en el norte de Mánchester (Gran Bretaña), amaneció con la solemnidad del Yom Kipur. En la Congregación Hebrea Heaton Park, los fieles llegaban con los rostros serios y recogidos, envueltos en la atmósfera del día más sagrado del judaísmo: la jornada de expiación, de ayuno y oración. El silencio reverente, interrumpido apenas por conversaciones discretas en hebreo e inglés, pronto sería desgarrado por la violencia.

 

A las 9:31 de la mañana, un vehículo irrumpió contra los peatones que se encontraban frente al templo. El estruendo del motor, seguido del golpe seco contra los cuerpos, fue el inicio de una secuencia que transformó una jornada espiritual en una pesadilla. El conductor, identificado más tarde como Jihad al Shamie, un británico de origen sirio de 35 años, descendió del coche blandiendo un cuchillo. Se lanzó contra un guardia de seguridad y contra varios asistentes. Algunos testigos afirmaron haber visto en su torso un chaleco que parecía cargado con explosivos. El pánico se desató: madres arrastrando a sus hijos hacia la entrada, ancianos buscando refugio detrás de los muros, gritos en hebreo y en inglés que se mezclaban con el caos.

 

La policía llegó en menos de diez minutos. A las 9:38, unidades armadas dispararon contra el agresor, que cayó abatido. El área quedó sellada. Equipos antibombas rodearon el cadáver para analizar el supuesto chaleco explosivo, que resultó ser falso, aunque el temor a una masacre mayor persistió durante horas.

 

El balance fue trágico: dos muertos y al menos cuatro heridos graves. Tres personas más fueron detenidas bajo sospecha de colaboración o instigación del atentado. Según fuentes policiales, Al Shamie no aparecía en los registros del programa Prevent, destinado a identificar y detener a potenciales extremistas antes de que actúen. Era, en apariencia, un desconocido para los servicios de inteligencia.

 

El ataque fue clasificado de inmediato como un acto terrorista con motivación antisemita. La elección del objetivo y del día no dejaban lugar a dudas: se trató de un golpe directo contra el corazón espiritual de la comunidad judía británica.

 

Mánchester alberga una de las comunidades judías más grandes y activas del Reino Unido. En Crumpsall, el Heaton Park Hebrew Congregation es más que un templo: es un centro comunitario, un lugar donde generaciones han celebrado nacimientos, matrimonios y festividades. Que ese espacio fuera escenario de muerte en Yom Kipur tiene un peso simbólico devastador.

 

En los últimos años, los informes de antisemitismo en el Reino Unido han aumentado de forma alarmante. Según el Community Security Trust (CST), que registra incidentes antijudíos en el país, 2024 fue uno de los años con más ataques verbales, agresiones físicas y vandalismo contra sinagogas de la última década. Para muchos, lo ocurrido en Mánchester no fue un rayo en cielo despejado, sino la confirmación de una escalada.

 

Las reacciones de la comunidad no se hicieron esperar. Rabinos de Mánchester y Londres hablaron de un “día negro” y recordaron que el antisemitismo, lejos de ser un residuo del pasado, sigue siendo una amenaza viva. Familias enteras, tras salir de la sinagoga escoltadas por la policía, lloraban abrazadas en las calles cercanas.

 

El primer ministro Keir Starmer, que hace unos días reconocía con orgullo al Estado Palestino mientras atacaba a verbalmente a Israel, interrumpió su participación en una cumbre internacional y convocó de urgencia al comité de seguridad COBRA. Desde Downing Street, calificó el ataque de “horrible” y aseguró que el país “no tolerará jamás el antisemitismo”. El rey Carlos III y la reina Camilla enviaron un mensaje de condolencias y solidaridad con las víctimas.

 

En Israel, el primer ministro Benjamin Netanyahu fue más duro: acusó al Reino Unido de mostrar “debilidad frente al terrorismo” y advirtió que la tolerancia hacia el odio antijudío conduce a tragedias como la de Mánchester. Sus palabras resonaron con fuerza en un contexto de tensiones internacionales y de recrudecimiento del antisemitismo en Europa.

 

La policía metropolitana reforzó la seguridad en Londres y otras ciudades, desplegando agentes adicionales frente a sinagogas y colegios judíos. Sin embargo, la sensación entre muchos miembros de la comunidad es que las medidas siempre llegan tarde, tras cada tragedia.

 

El antisemitismo en el Reino Unido tiene raíces largas. Aunque nunca alcanzó los niveles letales de Europa continental en el siglo XX, la comunidad judía británica ha conocido momentos de hostilidad, desde los prejuicios medievales hasta el antisemitismo político del siglo XIX y la llegada de refugiados del nazismo en el XX. En las últimas décadas, la hostilidad ha mutado en formas más sutiles, ligadas a debates sobre Israel, pero también en episodios de violencia directa.

 

Lo ocurrido en Mánchester se inscribe en esa historia, pero con un agravante: se trata de un ataque terrorista, planificado para coincidir con Yom Kipur, y perpetrado contra civiles desarmados en un momento de máxima vulnerabilidad física y espiritual.

 

Para los supervivientes y las familias de las víctimas, la fecha quedará marcada para siempre. “Yom Kipur es un día de perdón, pero ¿cómo se perdona esto?”, preguntaba entre lágrimas una mujer que había perdido a un primo en el atropello. El rabino de la congregación, visiblemente conmocionado, pidió unidad y resiliencia: “Nuestra fe no puede ser asesinada por un cuchillo ni por un coche. Seguiremos rezando, aunque hoy nos tiemble la voz”.

 

La imagen de fieles huyendo en mitad de la liturgia más solemne, de policías armados irrumpiendo entre los rezos, de niños escondidos bajo los bancos de la sinagoga, se ha convertido ya en símbolo de una nueva vulnerabilidad. El ataque de Crumpsall no fue solo contra los presentes en Heaton Park Hebrew Congregation, sino contra toda una comunidad que se sabe blanco de un odio persistente alimentado por el globalsocialismo dominante.

 

Cuando los equipos de limpieza retiraron las cintas policiales y los cristales rotos, quedaba en el aire una sensación de fragilidad. Ese Yom Kipur de 2025, que debía ser día de recogimiento, se convirtió en recordatorio de que el antisemitismo no es un espectro lejano, sino una amenaza viva en el corazón de Europa. La tragedia de Mánchester abre interrogantes sobre la capacidad de las autoridades para detectar amenazas, sobre la eficacia de los programas de prevención, y sobre hasta qué punto las sociedades europeas están dispuestas a defender a los judíos de un odio que nunca desapareció del todo.

 

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