Dinamarca convierte lo que eran “drones hostiles sobre infraestructuras críticas" en unas simples “observaciones aéreas”
El giro semántico ha sacudido a la opinión pública danesa. Lo que hace apenas unas semanas el Gobierno describía como una “actividad de drones sobre infraestructuras críticas” —un posible acto hostil en pleno auge de las tensiones en el Báltico— ha sido rebautizado por el ministro responsable como simples “observaciones aéreas”. El cambio de lenguaje, aparentemente técnico, ha provocado una tormenta política y mediática en Copenhague.
Según la nueva versión oficial del Ministerio de Defensa danés, muchos de los objetos detectados sobre plataformas energéticas y zonas sensibles del país “no pueden clasificarse con certeza como drones”, y en algunos casos “podrían tener explicaciones naturales o inocuas”. Sin embargo, el repentino descenso de gravedad en el discurso gubernamental ha levantado sospechas: ¿se trata de una corrección prudente o de un intento deliberado por rebajar la alarma pública?
Expertos en defensa y analistas políticos advierten que la redefinición podría tener consecuencias graves. Si ya no se habla de “drones hostiles”, el problema deja de ser una cuestión de seguridad nacional para convertirse en una anécdota meteorológica. “Es una forma elegante de desactivar la alarma sin resolverla”, ha señalado un antiguo oficial de inteligencia citado por medios daneses.
En un contexto de creciente actividad militar en el norte de Europa y sabotajes recientes a infraestructuras submarinas, el súbito cambio de tono genera inquietud. Muchos se preguntan si el gobierno está ocultando algo o simplemente intenta evitar el pánico. “Si no eran drones”, escribió un columnista del Jyllands-Posten, “entonces debemos preguntarnos qué fue lo que realmente se movía sobre nuestras cabezas”.
La historia, lejos de cerrarse, ha abierto una grieta de desconfianza entre el Estado y la ciudadanía. Y en esa grieta se cuela, una vez más, el eco de una pregunta que Europa entera comienza a hacerse: ¿quién vigila nuestros cielos?
El giro semántico ha sacudido a la opinión pública danesa. Lo que hace apenas unas semanas el Gobierno describía como una “actividad de drones sobre infraestructuras críticas” —un posible acto hostil en pleno auge de las tensiones en el Báltico— ha sido rebautizado por el ministro responsable como simples “observaciones aéreas”. El cambio de lenguaje, aparentemente técnico, ha provocado una tormenta política y mediática en Copenhague.
Según la nueva versión oficial del Ministerio de Defensa danés, muchos de los objetos detectados sobre plataformas energéticas y zonas sensibles del país “no pueden clasificarse con certeza como drones”, y en algunos casos “podrían tener explicaciones naturales o inocuas”. Sin embargo, el repentino descenso de gravedad en el discurso gubernamental ha levantado sospechas: ¿se trata de una corrección prudente o de un intento deliberado por rebajar la alarma pública?
Expertos en defensa y analistas políticos advierten que la redefinición podría tener consecuencias graves. Si ya no se habla de “drones hostiles”, el problema deja de ser una cuestión de seguridad nacional para convertirse en una anécdota meteorológica. “Es una forma elegante de desactivar la alarma sin resolverla”, ha señalado un antiguo oficial de inteligencia citado por medios daneses.
En un contexto de creciente actividad militar en el norte de Europa y sabotajes recientes a infraestructuras submarinas, el súbito cambio de tono genera inquietud. Muchos se preguntan si el gobierno está ocultando algo o simplemente intenta evitar el pánico. “Si no eran drones”, escribió un columnista del Jyllands-Posten, “entonces debemos preguntarnos qué fue lo que realmente se movía sobre nuestras cabezas”.
La historia, lejos de cerrarse, ha abierto una grieta de desconfianza entre el Estado y la ciudadanía. Y en esa grieta se cuela, una vez más, el eco de una pregunta que Europa entera comienza a hacerse: ¿quién vigila nuestros cielos?