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Arturo Aldecoa Ruiz
Lunes, 06 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

Espiritismo de precampaña

No es ningún secreto que el ambiente huele a elecciones generales. Por eso, la otra noche, organicé una velada político-espiritista en el salón de casa invocando a mis espíritus favoritos: César, Catilina y Cicerón.  

 

El fantasma  de César comentó que "En esta extraña República coronada de Hispania ciertamente huele a convocatoria de comicios, el oráculo me dice que vuestros líderes van a comenzar en breve a prometer dineros y prebendas futuras para comprar voluntades. La política funciona como en mis tiempos: tantos denarios tienes para repartir y tantos votos consigues".

 

"¿Acaso no es lo lógico, César?", terció el fantasma de Catilina. "La mayoría de los electores anteponen siempre el interés personal a las ideas y realidades, y sus votos los mueven los beneficios inmediatos que esperan recibir del candidato si es elegido. Cuando yo estuve a punto de conquistar Roma para acabar con la corrupta oligarquía del Senado, que era la dueña de todo, entonces casi todos los ciudadanos estaban endeudados hasta las cejas. Como yo necesitaba reunir partidarios prometí anular todas las deudas, y también, de paso, repartir  cargos y honores entre los jóvenes, pues el acceso a puestos de importancia estaba copado por los hijos de las familias nobles."

 

“Naturalmente, se trataba  solo de promesas que no pensaba cumplir, pero miles de romanos, muchos de ellos jóvenes, me creyeron, y gracias a ello logré apoyo suficiente para crear un ejército ciudadano a mi servicio. Pero debido a una denuncia inoportuna de mis planes ante Cicerón, poco antes de que pudiera dar mi golpe de Estado, tuve que huir de Roma.”

 

“Pensaba volver más adelante con mis tropas y tomar la ciudad al asalto. Finalmente, el Senado tuvo que financiar y reunir un costosísimo ejército consular, muy superior al mío, con el que me derrotó y dio muerte en Pistoia. Pero mi plan revolucionario, al que poco faltó para triunfar, nunca fue olvidado y aun muerto yo la República siguió temiendo  mi nombre”.

 

César ratifica las bondades políticas de la estrategia inmoral de Catilina: “La mentira es un arma poderosa en política, si consigues que te crean: la política electoral no consiste tanto en dar cosas a los electores como en prometerles lo que desean, sea lo que sea.”

 

“Si lo haces en el momento oportuno y a los electores adecuados, la simple esperanza les llevará a creer en tus promesas. Pues los ciudadanos son como niños, creen en la magia de las palabras.”

 

“Y si luego no cumples, siempre  puedes buscar una buena excusa o, mucho mejor, encontrar alguien a quien culpar de incumplir tus promesas, al que puedan odiar.”

 

“La mayoría de la  gente te creerá, por qué los electores nunca quieren reconocer que les has engañado. Muchos incluso te seguirán apoyando ciegamente.”

 

Coincido con mis amigos fantasmas en que el ambiente preelectoral pronto se empezará a caldear con promesas de ayudas, beneficios y planes de recuperación para amplios sectores sociales, palabras que luego se suele llevar el viento.

 

Respecto a los candidatos, le pregunto al fantasma de Cicerón qué méritos y virtudes deben tener para merecer nuestro voto.

 

Marco Tulio me responde que "Son cuatro las virtudes que han de reunir buenos políticos y gobernantes. La primera es la sabiduría, siempre ligada a la prudencia y a rodearse de buenos consejeros.”

 

“La segunda es la firme decisión buscar la justicia, cuya base es el respeto a la igualdad de los ciudadanos ante la ley.”

 

“La tercera es una actitud política permanente de  magnanimidad, propia de los espíritus generosos.”

 

“La cuarta es la templanza de carácter, y el respeto hacia las opiniones divergentes de la suya. Son, por cierto,  virtudes raras de ver en estos tiempos.”

 

"La regla de oro para saber si un político de merece apoyo por sus virtudes es observar como actúa: si es capaz de escuchar con respeto y evita las descalificaciones burdas de sus oponentes, si demuestra magnanimidad, y es generoso, entonces merecerá vuestro apoyo.”

 

“O, si muy al contrario, es sectario y mentiroso, un ser en realidad egoísta e irrelevante, solo preocupado por su supervivencia política, al que todo da igual, como demuestra cada día con sus demagogias, rechazadlo al momento, prometa lo que prometa, pues estará mintiendo. Por cierto, como hacían en mis tiempos Catilina y César.”

 

Terminado el espiritismo, pongo el telediario para ver si empieza el rito de las promesas y comienza la precampaña. Otro día lo comentaremos.

 

(*) Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia  1999-2019

 

 

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