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Elena García
Lunes, 06 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

Pulseras antimaltrato

El tema principal estos días en los telediarios y tertulias es el de los fallos de estas pulseras que supuestamente van a proteger a las mujeres maltratadas. Los partidos se tiran como arma arrojadiza las responsabilidades políticas por los fallos de estas pulseras. Son más o menos 4.500 pulseras, o sea que afecta al 0,0091% de la población y, con ser triste, parece exagerado que los medios de comunicación lleven días y días abriendo telediarios y tertulias con el mismo tema. Más bien podría pensarse que de lo que se trata es de entretener y no ahondar en otros asuntos poco convenientes para la clase política.

 

Pero, volviendo a las pulseras, ciertamente confiamos en el Estado para que nos proteja de todo. O, dicho de otro modo, nos hemos acostumbrado a ser cada vez más y más dependientes. Lo que habría que preguntarse es si no se encuentra una forma más eficaz y más barata de proteger a estas mujeres. Parece ser que, según publican algunos medios, se han gastado en las adjudicaciones en los últimos tres años 42,5 millones de euros, que realmente no han solucionado el problema. Dinero del sufrido contribuyente manejado sin preguntar y sin responsabilidades por el Estado y sus administradores.

 

¿No podrían pensar las liberadoras -que de paso cobran jugosos sueldos por liberar- en otras soluciones? Claro que es difícil atizar el fuego y extinguirlo al mismo tiempo.

 

Una pregunta importante sería plantearse qué es lo que ha llevado a estas mujeres a sufrir situaciones de malos tratos. Es decir, ir a las causas. Aquel refrán que decía “más vale prevenir que curar”, ya no se lleva. Claro que tendría entonces que contarse con la realidad y para las liberadoras solo existen sus fantasías o la ideología en que se asientan tales fantasías. Por otra parte, hoy día no se enseña a mirar el futuro ni las posibles consecuencias y responsabilidades de nuestros actos. Para eso tenemos al Estado que nos lo solucionará todo. Pagando un precio, claro.

  

¿Causas? Hay que señalar que las liberadoras animan a tener relaciones sexuales desde tempranas edades y también a cohabitar sin pasar por el matrimonio. Hace unas décadas el noviazgo era un periodo -que podía durar 2, 3, 4 o incluso más años- donde ambos aprendían a conocer los defectos y las virtudes del otro. Lo cual -aunque no siempre- preparaba para la convivencia o desanimaba si había incompatibilidades fuertes. Normalmente, no había relación sexual. El significado de noviazgo ha cambiado actualmente y viene a ser lo que antes era querido o amante, es decir, relación sexual sin matrimonio, con mayor o menor tiempo de cohabitación, pero sin demasiado compromiso. Ahora las relaciones y las parejas que se establecen son con escaso conocimiento el uno del otro y no es casual que los pocos estudios que se han hecho -sobre todo en Estados Unidos- apunten a que el porcentaje de violencia entre parejas de hecho es superior a la que se da en personas casadas, donde el compromiso y el tiempo para conocerse, antes de dar el paso de la cohabitación, es mayor. En España casi no hay estudios. El INE publicó (19/05/2020) una estadística de violencia doméstica y de género que resulta muy interesante y nos puede orientar en este sentido.

 

Hubo un alcalde de Madrid, hace ya bastantes años, que tuvo la ocurrencia de señalar que las muertes violentas de mujeres eran más frecuentes en parejas que en matrimonios. La jauría feminista se echo sobre él porque, ya se sabe, “si la realidad no coincide con nuestra propaganda”, ocultamos la realidad. Así pues, apenas hay estudios, no vaya a ser que no nos convengan.

 

Por otra parte, habría que tener en cuenta que la mujer se vincula afectivamente más que el hombre, y lo que empieza siendo una relación sexual simplemente, acaba siendo un lazo sentimental más fuerte para la mujer. Muchas aguantan humillaciones, desplantes y malos tratos continuos, hasta que la situación se hace insufrible. Mejor que recurrir a pulseras, ¿no se podría ayudar a estas mujeres a ser independientes psíquica y materialmente? ¿no podrían estas mujeres desaparecer del espacio del maltratador? Por ejemplo, salir de su barrio o de su ciudad. Ocultar su paradero. Tener alguna ayuda de la administración para encontrar trabajo en otra parte. Contar con pisos, de manera temporal, para refugiarse en ellos hasta que puedan rehacer su vida lejos. Sí, todo esto es doloroso. Pero más doloroso aun es estar pendiente de que el maltratador este cerca o de que fallen las pulseras que, como veíamos, salen bastante caras.

 

El caso es que no he oído a nadie otros planteamientos para facilitar la vida a estas mujeres, y para que se independicen, distintos a la fatídica pulserita.

    

  

 

 

 

 

 

 

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