738 días después: El amanecer que Israel esperó durante dos años llegó envuelto en el polvo de Gaza y las lágrimas de Tel Aviv
Cuando los primeros rayos del sol asomaron sobre el horizonte mediterráneo este lunes, la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv ya bullía de vida. Cientos de israelíes, algunos allí desde el amanecer con banderas adornadas de lazos amarillos, se congregaron frente a las pantallas gigantes. No era un día cualquiera. Era el día 738 desde aquella pesadilla del 7 de octubre de 2023. Era el día en que la espera, al fin, llegaba a su término.
Poco después de las ocho de la mañana, hora de Gaza —las siete en España peninsular—, los convoyes blancos del Comité Internacional de la Cruz Roja comenzaron su recorrido por las polvorientas calles del norte de la Franja. Hamas entregó el primer grupo: siete hombres que habían sobrevivido a más de dos años de secuestro en manos de las hordas terroristas en las entrañas del enclave palestino. Entre ellos, los hermanos gemelos Gali y Ziv Berman, arrebatados de su hogar en el kibutz Kfar-Aza; Matan Angrest, Alon Ohel, Omri Miran, Eitan Mor y Guy Gilboa-Dalal, todos secuestrados durante el festival de música Nova aquella mañana de terror.
Dos horas después, en una operación simultánea en Deir al Balah al norte y Jan Yunis al sur, llegó el segundo grupo. Trece hombres más, entre ellos tres con vínculos argentinos que convirtieron este drama en una historia también rioplatense: los hermanos David y Ariel Cunio, de nacionalidad argentina, y Eitan Horn, argentino que visitaba a su hermano en el kibutz Nir Oz cuando el infierno se desató.
Las historias detrás de los números
Cada nombre en esa lista de veinte representa una vida suspendida, una familia rota, un futuro puesto en pausa. David Cunio fue secuestrado junto a sus hijas mellizas de tres años, Yuli y Emma, y su esposa Sharon Aloni Cunio. Las tres fueron liberadas durante la primera tregua a finales de noviembre de 2023, pero David permaneció en las sombras. Su hermano Ariel corrió peor suerte: aunque su novia Arbel Yehud fue liberada en febrero de 2025, él continuó en cautiverio hasta hoy. La familia argentina, que llegó a Israel en 1986, conocía el kibutz Nir Oz como su hogar. Hoy, ese hogar es una palabra distinta.
Guy Gilboa-Dalal, de 22 años cuando fue arrebatado del festival Nova, cultiva una pasión profunda por la cultura japonesa. Aprendió el idioma por su cuenta y soñaba con visitar Japón. Su familia llevó un piano amarillo a la Plaza de los Rehenes, porque Guy es un talentoso pianista que planeaba estudiar jazz en Tel Aviv. Durante dos años, ese piano permaneció allí como un monumento silencioso a los sueños interrumpidos.
Alon Ohel, de la misma edad y del mismo festival, compartió cautiverio con otros rehenes durante todo su secuestro, según testimonios de quienes fueron liberados antes. Como Gilboa-Dalal, Ohel es músico. Las calles de Tel Aviv esperaban escuchar de nuevo sus melodías.
El protocolo de la libertad
En el complejo de recepción de Re'im, el ejército israelí había desplegado un dispositivo logístico meticulosamente planificado. El jefe del Estado Mayor lo aprobó después de inspecciones sobre el terreno. Veinticuatro habitaciones completamente equipadas aguardaban a los rehenes: sillas de ruedas, muletas, ropa nueva de todas las tallas, suministros médicos para cualquier eventualidad. Nadie sabía con certeza el estado físico ni psicológico en que llegarían estos hombres.
El protocolo era claro: una vez que la Cruz Roja recibía a los liberados en Gaza, unidades especiales de las Fuerzas de Defensa de Israel los escoltaban hasta la frontera. Un helicóptero militar permanecía en alerta constante dentro de Gaza para evacuar directamente al Centro Médico Soroka de Be'er Sheva a cualquiera que presentara condiciones críticas. Los que pudieran viajar por carretera serían trasladados a Re'im para un primer reencuentro con familiares directos antes de ser transportados en helicóptero a uno de los tres hospitales designados: Ichilov en Tel Aviv, Sheba en Tel HaShomer, o Beilinson en Petah Tikva.
El acuerdo prohibió expresamente las humillantes ceremonias públicas que Hamas había organizado en liberaciones anteriores. Esta vez, el regreso sería discreto, respetuoso, centrado en la dignidad de quienes habían sufrido lo indecible.
Donald Trump en Jerusalén, la paz en El Cairo
Mientras los rehenes cruzaban de Gaza a Israel, el Air Force One aterrizaba en suelo israelí. El presidente estadounidense Donald Trump llegaba para cosechar los frutos de su mediación diplomática. El plan de veinte puntos que presentó en Washington junto a Benjamin Netanyahu el 29 de septiembre, diseñado sin participación palestina, encontró finalmente la aceptación de Hamas después del ultimátum lanzado por el republicano el fin de semana anterior.
"Todos los rehenes estarán de vuelta el lunes", había prometido Trump en una llamada telefónica con las familias. En un vídeo difundido por el periódico Haaretz, se veía a los familiares agradeciéndole entre lágrimas. Hoy, esa promesa se materializaba bajo el sol de Medio Oriente.
El mandatario estadounidense se reuniría con Netanyahu antes de dirigirse al Parlamento israelí. Después volaría a Egipto, donde líderes de más de veinte países participarían en una cumbre sobre el futuro de Gaza. Entre los asistentes estarían el secretario general de la ONU y los presidentes de varios países árabes que mediaron en las negociaciones: Egipto, Qatar, Turquía. Hamas, sin embargo, no asistiría a la ceremonia formal.
La contrapartida palestina
El acuerdo no era unilateral. Con la liberación de los veinte rehenes vivos, Israel comenzó el proceso de excarcelar a doscientos cincuenta terroristas palestinos condenados a cadena perpetua, además de mil setecientos gazatíes detenidos después del 7 de octubre de 2023, incluidas todas las mujeres y niños. El intercambio formaba parte de la primera fase del alto el fuego que entró en vigor el viernes 10 de octubre a mediodía, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel comenzaron su retirada hacia las líneas de despliegue acordadas.
En un comunicado cargado de retórica triunfalista, los islamistas de Hamas proclamaron: "Durante dos años de genocidio y destrucción, Netanyahu y su ejército no lograron liberar a sus prisioneros por la fuerza y finalmente se vieron obligados a someterse a las condiciones de la resistencia".
La victoria, como siempre en Medio Oriente, tiene múltiples interpretaciones. Para Israel, el regreso de los rehenes representaba el cumplimiento de una promesa sagrada de no abandonar a ninguno de sus ciudadanos. Para las familias, significaba el fin de una agonía que había durado setecientas treinta y ocho noches en vela.
Los que no volvieron
La alegría de este lunes está teñida de un dolor profundo. Veintiocho rehenes permanecen en Gaza, pero ninguno volverá caminando. Sus cuerpos, según el acuerdo, serán repatriados en los próximos días, aunque Hamas anticipó dificultades para localizar los restos de algunos dentro del plazo de setenta y dos horas estipulado en el pacto.
Entre los fallecidos figuran el argentino Lior Rudaeff, el estadounidense-israelí Omer Neutra, y otros veintiséis nombres que representan vidas truncadas, familias que nunca volverán a estar completas. Los ataúdes serán inspeccionados por equipos de ingeniería militar para descartar explosivos, luego cubiertos con banderas israelíes en una ceremonia militar sobria. Un rabino recitará salmos antes de que los cuerpos sean trasladados al Instituto de Medicina Forense para su identificación.
La plaza que dejó de ser un monumento al dolor
La Plaza de los Rehenes, ese espacio en el corazón de Tel Aviv que durante dos años fue sinónimo de angustia colectiva, explotó en júbilo cuando las imágenes de los primeros rehenes cruzando la frontera aparecieron en las pantallas. Medio millón de personas, según estimaciones del Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos, habían asistido el sábado anterior a una manifestación masiva. Hoy, la multitud era menor pero la emoción, infinitamente mayor.
Entre la gente se encontraban antiguos rehenes liberados en treguas anteriores: Omer Shem Tov, Omer Wenkert, Eliya Cohen, Romi Gonen. Cada vez que uno de ellos aparecía, la multitud aclamaba. Venían a celebrar con quienes habían sido sus compañeros de calvario, a cerrar un círculo de sufrimiento compartido.
Tal Shoham, quien sobrevivió quinientos cinco días de cautiverio, habló ante la multitud el sábado: "En Gaza, conocí a otros rehenes: Omer, Guy y Evyatar. Nuestras almas se unieron y nuestros destinos se volvieron uno. Cuando Omer y yo salimos a la luz, me llené de alegría, pero por dentro llevaba el dolor por Guy y Evyatar, que se quedaron atrás". Hoy, Guy Gilboa-Dalal también había salido a la luz.
El acuerdo que cambia Medio Oriente
El plan Trump establece no solo la liberación de rehenes, sino una transformación radical de Gaza. Hamas y otros grupos deben aceptar no participar en la administración del enclave, ni directa ni indirectamente. Para los miembros de Hamas que acepten deponer las armas, está prevista una amnistía. El desarme será gradual y supervisado.
La ayuda humanitaria, bloqueada durante meses por Israel, comenzó a fluir de inmediato. Cuatrocientos camiones con suministros ingresaron a Gaza tras la entrada en vigor del alto el fuego el viernes. La distribución quedó en manos de la ONU y la Cruz Roja.
Pero lo más audaz del plan es la visión política: un gobierno provisional tecnocrático palestino, apolítico, con supervisión internacional de una "Junta de Paz" encabezada por Donald Trump y figuras como Tony Blair. Este gobierno provisional administrará la reconstrucción hasta que la Autoridad Palestina pueda asumir funciones. Es un equilibrio delicado entre realismo político y ambición diplomática.
Netanyahu, sin embargo, advirtió que el desarme de Gaza ocurrirá "por las buenas o las malas". Irán, por su parte, expresó desconfianza total. El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Abbas Araqchi, habló de "trampas y traiciones" del "régimen sionista" y descartó cualquier normalización de relaciones con Israel. La paz, como siempre en esta región, es una promesa frágil.
El día después
Cuando el último de los veinte rehenes cruzó la frontera, Hamas ya no tenía ningún israelí vivo en su poder. Por primera vez desde aquel sábado 7 de octubre de 2023, cuando cientos de terroristas se infiltraron en el sur de Israel, masacraron a civiles y soldados, violaron y torturaron en un ataque que dejó mil cuatrocientas víctimas mortales, todas las familias con seres queridos vivos podían respirar.
En los hospitales de Tel Aviv, Ramat Gan y Petah Tikva, equipos médicos evaluaban a los liberados. Equipos de apoyo psicológico aguardaban para acompañar los reencuentros. Los consejeros habían elaborado pautas especiales para los casos con niños pequeños, priorizando el bienestar emocional de los menores.
Omri Miran, de 47 años, realizó una videollamada con sus hijas apenas llegó a territorio israelí. Durante dos años no las había visto. Su esposa Lishay Lavi y sus hijas Roni y Alma sobrevivieron al ataque del kibutz, pero él fue secuestrado. Hoy, la pequeña pantalla de un teléfono móvil contenía el universo entero para esa familia.
Los hermanos Cunio también hablaron con sus familias en Argentina. Su tía Sara mostró a los medios una captura de pantalla de la conversación de su sobrino Nimrod Cohen con su madre Viki antes de la liberación. Eran mensajes simples, banales en apariencia, extraordinarios por su contexto: "Estoy bien", "pronto nos veremos", "aguanta un poco más".
¿Y ahora qué?
La primera fase del acuerdo está casi completa. Pero las negociaciones más difíciles están por venir. El futuro de Gaza, el desarme de Hamas, la reconstrucción de un territorio devastado, la distribución de poder entre facciones palestinas: todo eso aguarda en la mesa de negociación.
Hamas advirtió que está "listo para pelear si se reanuda la guerra". Un dirigente del grupo, Hosam Badram, fue explícito: "Esperamos no volver a una guerra, pero nuestro pueblo palestino y las fuerzas de resistencia utilizarán todas sus capacidades para repeler esta agresión".
En las calles de Gaza, Hamas regresó a las zonas evacuadas por Israel y comenzó a detener personas, acusadas de colaborar con el enemigo. Videos viralizados en redes sociales mostraban arrestos y disparos. El control territorial sigue siendo materia de disputa violenta.
Donald Trump viaja a Egipto con la intención de consolidar un acuerdo histórico. El presidente Isaac Herzog le otorgará la Medalla de Honor Presidencial de Israel en reconocimiento a sus gestiones. Más de veinte líderes mundiales participarán en la cumbre que sellará formalmente el acuerdo. Pero las ceremonias, por fastuosas que sean, no garantizan la paz duradera.
Epílogo de un día histórico
A última hora de la tarde en Tel Aviv este lunes 13 de octubre, la Plaza de los Rehenes lucía diferente. Ya no era un memorial de dolor, sino un espacio de celebración contenida. Las familias se abrazaban, los antiguos rehenes consolaban a quienes acababan de ser liberados, los ciudadanos cantaban el Hatikva con lágrimas en los ojos.
En los hospitales, veinte hombres dormían en camas limpias por primera vez en setecientos treinta y ocho días. Algunos con sus familias al lado, otros sometidos a evaluaciones médicas, todos procesando el shock de la libertad recuperada.
En Gaza, entre los escombros de dos años de guerra, la población civil comenzaba a recibir ayuda humanitaria. Los camiones de la ONU distribuían alimentos y medicinas. Las familias palestinas celebraban el regreso de mil novecientos cincuenta prisioneros liberados por Israel.
Y en algún lugar entre el Mediterráneo y el desierto, la paz y la guerra libraban su eterna batalla. El acuerdo del 9 de octubre de 2025 será recordado como un punto de inflexión o como otro espejismo más en la larga historia de un conflicto que parece no tener fin.
Pero esta noche, al menos, veinte hombres dormirán en libertad. Y eso, en medio del caos de Medio Oriente, ya es un pequeño milagro.
Con información de CNN, Infobae, El Diario, La Nación, RT y AFP
Cuando los primeros rayos del sol asomaron sobre el horizonte mediterráneo este lunes, la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv ya bullía de vida. Cientos de israelíes, algunos allí desde el amanecer con banderas adornadas de lazos amarillos, se congregaron frente a las pantallas gigantes. No era un día cualquiera. Era el día 738 desde aquella pesadilla del 7 de octubre de 2023. Era el día en que la espera, al fin, llegaba a su término.
Poco después de las ocho de la mañana, hora de Gaza —las siete en España peninsular—, los convoyes blancos del Comité Internacional de la Cruz Roja comenzaron su recorrido por las polvorientas calles del norte de la Franja. Hamas entregó el primer grupo: siete hombres que habían sobrevivido a más de dos años de secuestro en manos de las hordas terroristas en las entrañas del enclave palestino. Entre ellos, los hermanos gemelos Gali y Ziv Berman, arrebatados de su hogar en el kibutz Kfar-Aza; Matan Angrest, Alon Ohel, Omri Miran, Eitan Mor y Guy Gilboa-Dalal, todos secuestrados durante el festival de música Nova aquella mañana de terror.
Dos horas después, en una operación simultánea en Deir al Balah al norte y Jan Yunis al sur, llegó el segundo grupo. Trece hombres más, entre ellos tres con vínculos argentinos que convirtieron este drama en una historia también rioplatense: los hermanos David y Ariel Cunio, de nacionalidad argentina, y Eitan Horn, argentino que visitaba a su hermano en el kibutz Nir Oz cuando el infierno se desató.
Las historias detrás de los números
Cada nombre en esa lista de veinte representa una vida suspendida, una familia rota, un futuro puesto en pausa. David Cunio fue secuestrado junto a sus hijas mellizas de tres años, Yuli y Emma, y su esposa Sharon Aloni Cunio. Las tres fueron liberadas durante la primera tregua a finales de noviembre de 2023, pero David permaneció en las sombras. Su hermano Ariel corrió peor suerte: aunque su novia Arbel Yehud fue liberada en febrero de 2025, él continuó en cautiverio hasta hoy. La familia argentina, que llegó a Israel en 1986, conocía el kibutz Nir Oz como su hogar. Hoy, ese hogar es una palabra distinta.
Guy Gilboa-Dalal, de 22 años cuando fue arrebatado del festival Nova, cultiva una pasión profunda por la cultura japonesa. Aprendió el idioma por su cuenta y soñaba con visitar Japón. Su familia llevó un piano amarillo a la Plaza de los Rehenes, porque Guy es un talentoso pianista que planeaba estudiar jazz en Tel Aviv. Durante dos años, ese piano permaneció allí como un monumento silencioso a los sueños interrumpidos.
Alon Ohel, de la misma edad y del mismo festival, compartió cautiverio con otros rehenes durante todo su secuestro, según testimonios de quienes fueron liberados antes. Como Gilboa-Dalal, Ohel es músico. Las calles de Tel Aviv esperaban escuchar de nuevo sus melodías.
El protocolo de la libertad
En el complejo de recepción de Re'im, el ejército israelí había desplegado un dispositivo logístico meticulosamente planificado. El jefe del Estado Mayor lo aprobó después de inspecciones sobre el terreno. Veinticuatro habitaciones completamente equipadas aguardaban a los rehenes: sillas de ruedas, muletas, ropa nueva de todas las tallas, suministros médicos para cualquier eventualidad. Nadie sabía con certeza el estado físico ni psicológico en que llegarían estos hombres.
El protocolo era claro: una vez que la Cruz Roja recibía a los liberados en Gaza, unidades especiales de las Fuerzas de Defensa de Israel los escoltaban hasta la frontera. Un helicóptero militar permanecía en alerta constante dentro de Gaza para evacuar directamente al Centro Médico Soroka de Be'er Sheva a cualquiera que presentara condiciones críticas. Los que pudieran viajar por carretera serían trasladados a Re'im para un primer reencuentro con familiares directos antes de ser transportados en helicóptero a uno de los tres hospitales designados: Ichilov en Tel Aviv, Sheba en Tel HaShomer, o Beilinson en Petah Tikva.
El acuerdo prohibió expresamente las humillantes ceremonias públicas que Hamas había organizado en liberaciones anteriores. Esta vez, el regreso sería discreto, respetuoso, centrado en la dignidad de quienes habían sufrido lo indecible.
Donald Trump en Jerusalén, la paz en El Cairo
Mientras los rehenes cruzaban de Gaza a Israel, el Air Force One aterrizaba en suelo israelí. El presidente estadounidense Donald Trump llegaba para cosechar los frutos de su mediación diplomática. El plan de veinte puntos que presentó en Washington junto a Benjamin Netanyahu el 29 de septiembre, diseñado sin participación palestina, encontró finalmente la aceptación de Hamas después del ultimátum lanzado por el republicano el fin de semana anterior.
"Todos los rehenes estarán de vuelta el lunes", había prometido Trump en una llamada telefónica con las familias. En un vídeo difundido por el periódico Haaretz, se veía a los familiares agradeciéndole entre lágrimas. Hoy, esa promesa se materializaba bajo el sol de Medio Oriente.
El mandatario estadounidense se reuniría con Netanyahu antes de dirigirse al Parlamento israelí. Después volaría a Egipto, donde líderes de más de veinte países participarían en una cumbre sobre el futuro de Gaza. Entre los asistentes estarían el secretario general de la ONU y los presidentes de varios países árabes que mediaron en las negociaciones: Egipto, Qatar, Turquía. Hamas, sin embargo, no asistiría a la ceremonia formal.
La contrapartida palestina
El acuerdo no era unilateral. Con la liberación de los veinte rehenes vivos, Israel comenzó el proceso de excarcelar a doscientos cincuenta terroristas palestinos condenados a cadena perpetua, además de mil setecientos gazatíes detenidos después del 7 de octubre de 2023, incluidas todas las mujeres y niños. El intercambio formaba parte de la primera fase del alto el fuego que entró en vigor el viernes 10 de octubre a mediodía, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel comenzaron su retirada hacia las líneas de despliegue acordadas.
En un comunicado cargado de retórica triunfalista, los islamistas de Hamas proclamaron: "Durante dos años de genocidio y destrucción, Netanyahu y su ejército no lograron liberar a sus prisioneros por la fuerza y finalmente se vieron obligados a someterse a las condiciones de la resistencia".
La victoria, como siempre en Medio Oriente, tiene múltiples interpretaciones. Para Israel, el regreso de los rehenes representaba el cumplimiento de una promesa sagrada de no abandonar a ninguno de sus ciudadanos. Para las familias, significaba el fin de una agonía que había durado setecientas treinta y ocho noches en vela.
Los que no volvieron
La alegría de este lunes está teñida de un dolor profundo. Veintiocho rehenes permanecen en Gaza, pero ninguno volverá caminando. Sus cuerpos, según el acuerdo, serán repatriados en los próximos días, aunque Hamas anticipó dificultades para localizar los restos de algunos dentro del plazo de setenta y dos horas estipulado en el pacto.
Entre los fallecidos figuran el argentino Lior Rudaeff, el estadounidense-israelí Omer Neutra, y otros veintiséis nombres que representan vidas truncadas, familias que nunca volverán a estar completas. Los ataúdes serán inspeccionados por equipos de ingeniería militar para descartar explosivos, luego cubiertos con banderas israelíes en una ceremonia militar sobria. Un rabino recitará salmos antes de que los cuerpos sean trasladados al Instituto de Medicina Forense para su identificación.
La plaza que dejó de ser un monumento al dolor
La Plaza de los Rehenes, ese espacio en el corazón de Tel Aviv que durante dos años fue sinónimo de angustia colectiva, explotó en júbilo cuando las imágenes de los primeros rehenes cruzando la frontera aparecieron en las pantallas. Medio millón de personas, según estimaciones del Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos, habían asistido el sábado anterior a una manifestación masiva. Hoy, la multitud era menor pero la emoción, infinitamente mayor.
Entre la gente se encontraban antiguos rehenes liberados en treguas anteriores: Omer Shem Tov, Omer Wenkert, Eliya Cohen, Romi Gonen. Cada vez que uno de ellos aparecía, la multitud aclamaba. Venían a celebrar con quienes habían sido sus compañeros de calvario, a cerrar un círculo de sufrimiento compartido.
Tal Shoham, quien sobrevivió quinientos cinco días de cautiverio, habló ante la multitud el sábado: "En Gaza, conocí a otros rehenes: Omer, Guy y Evyatar. Nuestras almas se unieron y nuestros destinos se volvieron uno. Cuando Omer y yo salimos a la luz, me llené de alegría, pero por dentro llevaba el dolor por Guy y Evyatar, que se quedaron atrás". Hoy, Guy Gilboa-Dalal también había salido a la luz.
El acuerdo que cambia Medio Oriente
El plan Trump establece no solo la liberación de rehenes, sino una transformación radical de Gaza. Hamas y otros grupos deben aceptar no participar en la administración del enclave, ni directa ni indirectamente. Para los miembros de Hamas que acepten deponer las armas, está prevista una amnistía. El desarme será gradual y supervisado.
La ayuda humanitaria, bloqueada durante meses por Israel, comenzó a fluir de inmediato. Cuatrocientos camiones con suministros ingresaron a Gaza tras la entrada en vigor del alto el fuego el viernes. La distribución quedó en manos de la ONU y la Cruz Roja.
Pero lo más audaz del plan es la visión política: un gobierno provisional tecnocrático palestino, apolítico, con supervisión internacional de una "Junta de Paz" encabezada por Donald Trump y figuras como Tony Blair. Este gobierno provisional administrará la reconstrucción hasta que la Autoridad Palestina pueda asumir funciones. Es un equilibrio delicado entre realismo político y ambición diplomática.
Netanyahu, sin embargo, advirtió que el desarme de Gaza ocurrirá "por las buenas o las malas". Irán, por su parte, expresó desconfianza total. El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Abbas Araqchi, habló de "trampas y traiciones" del "régimen sionista" y descartó cualquier normalización de relaciones con Israel. La paz, como siempre en esta región, es una promesa frágil.
El día después
Cuando el último de los veinte rehenes cruzó la frontera, Hamas ya no tenía ningún israelí vivo en su poder. Por primera vez desde aquel sábado 7 de octubre de 2023, cuando cientos de terroristas se infiltraron en el sur de Israel, masacraron a civiles y soldados, violaron y torturaron en un ataque que dejó mil cuatrocientas víctimas mortales, todas las familias con seres queridos vivos podían respirar.
En los hospitales de Tel Aviv, Ramat Gan y Petah Tikva, equipos médicos evaluaban a los liberados. Equipos de apoyo psicológico aguardaban para acompañar los reencuentros. Los consejeros habían elaborado pautas especiales para los casos con niños pequeños, priorizando el bienestar emocional de los menores.
Omri Miran, de 47 años, realizó una videollamada con sus hijas apenas llegó a territorio israelí. Durante dos años no las había visto. Su esposa Lishay Lavi y sus hijas Roni y Alma sobrevivieron al ataque del kibutz, pero él fue secuestrado. Hoy, la pequeña pantalla de un teléfono móvil contenía el universo entero para esa familia.
Los hermanos Cunio también hablaron con sus familias en Argentina. Su tía Sara mostró a los medios una captura de pantalla de la conversación de su sobrino Nimrod Cohen con su madre Viki antes de la liberación. Eran mensajes simples, banales en apariencia, extraordinarios por su contexto: "Estoy bien", "pronto nos veremos", "aguanta un poco más".
¿Y ahora qué?
La primera fase del acuerdo está casi completa. Pero las negociaciones más difíciles están por venir. El futuro de Gaza, el desarme de Hamas, la reconstrucción de un territorio devastado, la distribución de poder entre facciones palestinas: todo eso aguarda en la mesa de negociación.
Hamas advirtió que está "listo para pelear si se reanuda la guerra". Un dirigente del grupo, Hosam Badram, fue explícito: "Esperamos no volver a una guerra, pero nuestro pueblo palestino y las fuerzas de resistencia utilizarán todas sus capacidades para repeler esta agresión".
En las calles de Gaza, Hamas regresó a las zonas evacuadas por Israel y comenzó a detener personas, acusadas de colaborar con el enemigo. Videos viralizados en redes sociales mostraban arrestos y disparos. El control territorial sigue siendo materia de disputa violenta.
Donald Trump viaja a Egipto con la intención de consolidar un acuerdo histórico. El presidente Isaac Herzog le otorgará la Medalla de Honor Presidencial de Israel en reconocimiento a sus gestiones. Más de veinte líderes mundiales participarán en la cumbre que sellará formalmente el acuerdo. Pero las ceremonias, por fastuosas que sean, no garantizan la paz duradera.
Epílogo de un día histórico
A última hora de la tarde en Tel Aviv este lunes 13 de octubre, la Plaza de los Rehenes lucía diferente. Ya no era un memorial de dolor, sino un espacio de celebración contenida. Las familias se abrazaban, los antiguos rehenes consolaban a quienes acababan de ser liberados, los ciudadanos cantaban el Hatikva con lágrimas en los ojos.
En los hospitales, veinte hombres dormían en camas limpias por primera vez en setecientos treinta y ocho días. Algunos con sus familias al lado, otros sometidos a evaluaciones médicas, todos procesando el shock de la libertad recuperada.
En Gaza, entre los escombros de dos años de guerra, la población civil comenzaba a recibir ayuda humanitaria. Los camiones de la ONU distribuían alimentos y medicinas. Las familias palestinas celebraban el regreso de mil novecientos cincuenta prisioneros liberados por Israel.
Y en algún lugar entre el Mediterráneo y el desierto, la paz y la guerra libraban su eterna batalla. El acuerdo del 9 de octubre de 2025 será recordado como un punto de inflexión o como otro espejismo más en la larga historia de un conflicto que parece no tener fin.
Pero esta noche, al menos, veinte hombres dormirán en libertad. Y eso, en medio del caos de Medio Oriente, ya es un pequeño milagro.
Con información de CNN, Infobae, El Diario, La Nación, RT y AFP