¿Sabía José Antonio Aguirre hablar en eusquera?
Existe un artículo académico escrito en eusquera por alguien nada sospechoso de antinacionalista que se titula “Ba al zekien Sabino Arana euskaraz mintzatzen?”, que traducido significa “¿Sabía Sabino Arana hablar en eusquera?” y que he utilizado como referente para hacer algo parecido respecto a José Antonio Aguirre, el otro puntal mitológico del nacionalismo.
En el resumen que encabeza dicho artículo se dice que (traducido del eusquera): “En este artículo no se analizará ni la obra filológica de Arana Goiri ni la obra que escribió en euskera. Sólo se verá si era capaz de utilizar el euskera como hablante y cuándo lo utilizaba. A la luz de fuentes no utilizadas hasta ahora queda bastante claro que Arana Goiri era capaz de hablar en euskera, aunque no con demasiada facilidad. Utilizó el euskera con humildes ciudadanos de la zona de Guernica, pero no normalmente con personas cultas de su nivel ni con compañeros de partido”.
Aparte del uso con aldeanos de la zona de Guernica, que más bien habría que ampliar a la comarca de Urdaibai, puesto que fue en Pedernales donde se acabó comprando casa para vivir lejos de Bilbao y donde se casó con una aldeana a la que se empeñó en instruir en castellano, para que pudiera alternar con su propia familia, Sabino Arana utilizaba el eusquera sobre todo por escrito, normalmente para estudiarlo, en su variante vizcaína, y para escribir algunas poesías y contados artículos periodísticos. En la vida real solo lo hablaría, como dice el autor del artículo arriba citado, con aldeanos de los que vivían cerca de su casa de Pedernales, por lo tanto nada de hablar en eusquera con gente como Resurrección María de Azkue, por ejemplo, que luego será presidente de Euskaltzaindia. En las Obras Completas de Sabino Arana aparece el eusquera en una proporción incomparablemente menor que la del castellano.
En el caso de las Obras Completas de José Antonio Aguirre el eusquera aparece en muchísima menor proporción todavía que en las de Arana. Para empezar, porque no hizo estudios filológicos sobre el eusquera, como Sabino Arana. En los dos tomos de dichas obras, que tienen cada uno unas mil páginas, quizás nos pasaríamos si dijéramos que el eusquera aparece en unas veinte páginas. Y ello por una sencilla razón: lo utilizó, por escrito, para encabezar los mensajes de Gabon, es decir, de Navidad, que desde 1939 empezó a dirigir a sus compatriotas y en algún otro texto aislado y corto y poco más. En dichos mensajes de Navidad aparecía un párrafo inicial en eusquera y el resto del mensaje, normalmente de varias páginas, en castellano. Fueron unos veinte mensajes de Navidad, pero da la casualidad de que ni en el primero de 1939 ni en el último de 1959 aparece una sola línea en eusquera. Por lo tanto, creo que si dijéramos que, de las dos mil páginas de sus Obras Completas, el 1%, o sea unas 20, son en eusquera no nos alejaríamos demasiado de la verdad.
Y luego está el tema de los testimonios de sus coetáneos sobre si sabía o no hablar en eusquera. Aquí es donde aparecen los que le conocieron diciendo si hablaba eusquera. Es el clásico recurso del nacionalismo para argumentar y demostrar la realidad en función de sus intereses. Es como hacen por ejemplo para probar que el palacete de París es suyo. Aparecen unos cuantos nacionalistas históricos contando lo que pasó. Normalmente se contradicen entre ellos, porque sacan razones distintas cada vez y lo explican de diferente manera, pero al final vienen a confluir en lo mismo: el dinero llegó de México de parte de un nacionalista y con ese dinero se compró el palacete a nombre del PNV. Y de ahí no les mueves por muchas pruebas que acumules para demostrar la falacia de ese supuesto. Pero, para ellos, nadie tiene por qué cuestionar eso, ya que sería como llamarles mentirosos. Y ellos en ningún caso están dispuestos a contrastar con fuentes imparciales lo que realmente ocurrió. A todo lo más que llegan es a construir un montaje interesado y con apariencias científicas que demuestre que lo que dicen es verdad. Para lo cual no les importa utilizar el nombre de profesionales de la historia que se someten al juego con tal de sacar algún beneficio.
Otro ejemplo más de esta forma de proceder, a base de testimonios indirectos, siempre nacionalistas o adaptados a los intereses nacionalistas y relacionado con José Antonio Aguirre, lo tenemos en su vida misma. Es un caso muy curioso. Aguirre nació en 1904 y era hijo de un nacionalista de pedigrí, como fue Teodoro Aguirre, que fue ayudante del abogado Daniel Irujo, el que defendió a Sabino Arana en los juicios por los que pasó. Pero Teodoro Aguirre falleció joven, a los 48 años, en 1920, y ese apoyo no lo tuvo su hijo José Antonio en los años decisivos de su entrada en el nacionalismo, aunque todo el mundo sabía de quién era hijo, lo cual le ayudó bastante en un primer momento. Los autores de la biografía más autorizada del primer lendacari vasco, como es la titulada La política como pasión nos dicen que Teodoro Aguirre fue socio del Centro Vasco de Bilbao y socio con el número 528, con calificación especial de fundador, de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza. Semejante precisión de datos no la encontraremos, como luego veremos, con José Antonio Aguirre para explicarnos su entrada en el PNV.
El caso es que hasta 1930 el futuro primer lendacari vasco no aparece relacionado con el nacionalismo. Para entonces tenía ya 26 años. Bien es cierto que entre 1923 y 1929 la política española estuvo marcada por la dictadura de Primo de Rivera y el nacionalismo vasco en su conjunto bajó mucho su actividad y presencia pública. Durante toda esa etapa José Antonio lo que hizo fue sacarse la carrera de Derecho en la Universidad de Deusto, jugar al fútbol en el Athletic, llevar el negocio de chocolates de su familia y mientras, muy interesante, ejercer un catolicismo activo de la mano de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), fundada en 1908 por el padre Ayala (que, a pesar de su apellido, no era nacido en el País Vasco sino en Ciudad Real) y luego dirigida por Ángel Herrera Oria, que llegaría a cardenal en la época de Franco. Hay que decir que de esa asociación salieron muchos cuadros dirigentes que luego estuvieron al frente del Estado franquista. Pues bien, hasta 1929 José Antonio Aguirre se movió en ese ambiente, donde trató directamente con personalidades como José María Gil Robles o Alberto Martín Artajo, que fueron dirigentes de la derecha española en la Segunda República y en la época franquista respectivamente. Los biógrafos de Aguirre escamotean esa cuestión diciendo que participó muy activamente (llegó a dirigente) del catolicismo vizcaíno, pero no dicen que dicho catolicismo dependía orgánicamente de una estructura española como era la ACNP.
José Antonio Aguirre en el año 1930 ya está inmerso en el cogollo del nacionalismo vasco, donde ha sido introducido en un tiempo récord y donde se apresta a intervenir en la fusión de sus dos ramas, la minoritaria sabiniana del PNV y la mayoritaria autonomista de CNV (Comunión Nacionalista Vasca). Aguirre se pronunciará a favor de retornar a las fuentes sabinianas, mientras que una corriente minoritaria fundará el efímero partido ANV, que actuó durante la Segunda República para luego desaparecer.
Pero lo curioso del caso es cómo pasó de ser “propagandista” (así se llamaban los miembros de la ACNP) español, donde llegó a dirigir la sección de Vizcaya, a ser miembro de primera fila del nacionalismo vasco. Pero en La política como pasión no se nos explica un paso tan crucial. Se supone que se integró en el nacionalismo a través de Juventud Vasca, que era una organización muy potente de Bilbao que aglutinaba a la élite del nacionalismo vizcaíno, donde ya de entrada pasó a ser miembro de su Junta Directiva. Y el caso es que sería relativamente sencillo saber cuándo se produjo esa incorporación, si hay documentación en el Archivo de la Fundación Sabino Arana que lo acredite. Pero no hay nada de esto en el libro, y para ilustrar un paso tan trascendental sus autores recurren, como siempre suelen hacer los más conocidos autores que se ocupan de la historia del nacionalismo vasco, a testimonios de nacionalistas, o sea, de gente interesada en darnos una versión de los hechos que muy raramente y por casualidad es la que responde a la realidad. Ya que por experiencia sabemos que los nacionalistas dicen siempre lo que les conviene decir cuando se trata de explicar por qué y para qué hacen lo que hacen. En este caso recurren a Ceferino de Jemein, nada menos, un personaje fanatizado por Sabino Arana, que tuvo la ocurrencia de organizar el primer Aberri Eguna con Luis Arana en 1932. Ceferino de Jemein presidía Juventud Vasca entonces. Qué nos va a decir este señor en relación a José Antonio Aguirre que refleje la verdad de su paso del propagandismo español al nacionalismo vasco. Pues obviamente lo que le convenga por el bien del partido.
Así, en el número de la revista Bizkaitarra de 31 de octubre de 1930, en su página 6 (de 12 que tiene el ejemplar), aparece recogida la conferencia de José Antonio Aguirre en los locales de Juventud Vasca de Bilbao, sobre un tema recurrente del nacionalismo desde el periodo final de Sabino Arana como es el de suponer que con la ley foral de 1839 el País Vasco perdió su independencia. En la presentación de dicha conferencia, a cargo de Ceferino de Jemein, es el cronista el que transcribe las palabras de este para decirnos: “explica (refiriéndose a Jemein) cómo José Antonio de Agirre se hizo socio de Juventud Vasca en los días de la persecución y de la clausura, cuando otros nos abandonaban, y termina diciendo (ahora ya es Jemein, se supone, el que habla): escuchad ahora su palabra, porque es una voz nueva, una voz joven y llena de optimismo la que desde esta ya casi vieja tribuna os va a hablar”.
O sea, es el cronista el que dice que José Antonio Aguirre llevaba inscrito en Juventud Vasca desde los días de la persecución y la clausura, o sea desde el comienzo mismo de la dictadura de Primo de Rivera. En resumidas cuentas: no sabemos cuándo Aguirre se hizo nacionalista vasco, lo cual resulta increíble tratándose de quien se trata. Pero todo hace sospechar que no fue antes de 1929.
Y pasemos por último al tema de si hablaba o no eusquera. Los autores de La política como pasión se ocupan de esa cuestión desde el principio de su libro. Tienen mucho interés en demostrar que sí sabía. Demasiado interés, diría yo, puesto que lo normal sería que supiese eusquera, siendo quien es José Antonio Aguirre dentro de la historia del nacionalismo vasco y sobre todo del PNV. Pero veamos lo que dicen al respecto: “El euskera fue el idioma materno de José Antonio y la lengua natural en el hogar de los Aguirre Lekube. Teniendo en cuenta este contexto, José Antonio fue escolarizado a los cuatro años en las inmediaciones del domicilio familiar en una ikastola existente en la Plaza Nueva del Casco Viejo bilbaíno, regentada por la andereño Florencia Gogenuri Ibargüen. A los diez años el pequeño José Antonio iniciaría una nueva etapa en sus estudios, ahora fuera de casa y en régimen de internado en el Colegio de Segunda Enseñanza de Nuestra Señora de la Antigua en Orduña” (26).
A la vuelta del internado de Orduña, se constata en José Antonio “un desarrollo personal y vital que tuvo, no obstante, una cruz: la involución en su dominio y uso del euskera. El ambiente de la capital en primera instancia, y su escolarización en castellano, tanto en Orduña como posteriormente en su etapa universitaria en Deusto, se tradujeron en una notable merma de sus competencias lingüísticas en la que había sido su lengua materna: el euskera. Telesforo Monzón, bergarés y amigo desde la infancia de José Antonio, escribía en estos términos este retroceso y las dificultades de Aguirre para expresarse en euskera” (utilizamos ahora la traducción que dan los autores de La política como pasión al texto original en eusquera de Monzón): “Por una parte era innegable que Aguirre había mamado el euskera desde la cuna, lo llevaba en la sangre y en el oído. Sus padres eran vascoparlantes. Y en su niñez, las criadas de la casa le hablaban también en euskera. Y qué decir de su tía de Bergara: vascoparlante total. Y era en casa de esta donde los hermanos Aguirre pasaban el verano, en temporadas a veces largas y a veces más cortas. Por eso digo que José Antonio llevaba el euskera en la sangre y en el oído. A pesar de ello, cuando yo le conocí, chavales los dos, tenía ya medio olvidado el idioma de sus antepasados. Era capaz de decir algunas palabras, y bien dichas. Incluso más. En Bergara se esforzaba en practicar lo que sabía. Pero no creo que nuestro chaval de entonces fuera capaz de hablar correctamente en euskera. Yo por entonces no le veía mucho. Solía venir a Bergara por San Pedro. Y por lo que recuerdo, tras unas primeras palabras en euskera, solíamos pasar luego siempre al castellano. Ahora, esto sí que recuerdo: las pocas palabras que yo le oía en euskera, lo eran siempre en un euskera limpio y popular, en el euskera de Bergara. Recuerdo también que, después de la mili, cuando todavía yo no era nacionalista, una vez escuché que José Antonio Aguirre estaba aprendiendo euskera (no sé dónde, con quién ni cómo); y más tarde, que el propio Aguirre había dicho en Bergara, en un acto de las juventudes católicas, que la próxima conferencia no sería ya en castellano, sino en euskera” (31, nota 17).
Bueno, entonces lo que tenemos es alguien que había oído y hablado el eusquera de niño y luego lo había perdido al salir a estudiar fuera, cuando se convirtió en un aprendiz de un eusquera que oyó en su casa pero que nunca terminó de dominar, por unas razones u otras.
Vayamos a por el testimonio de Andrés Urrutia, el presidente de Euskaltzaindia (Real Academia de la Lengua Vasca), que nos habla del eusquera de José Antonio Aguirre en un artículo de la revista Hermes (editada por la Fundación Sabino Arana), concretamente el número 33 de 2010, titulado “Agirre eta euskara: egitasmo baten gazi-gozoak”, es decir, en traducción un tanto libre, “Aguirre y el eusquera, una trayectoria con situaciones agridulces”. Ahí se dice que Aguirre era partidario del eusquera, que era un tema que le preocupaba mucho y que hizo muchas cosas en su favor. Bien. Todo eso se daba por supuesto. Pero la cuestión aquí es si lo hablaba o no. Y sobre eso recurre al testimonio del padre Santi Onaindia, quien dice esto del eusquera del lendacari Aguirre. Transcribo la cita en el eusquera original de Onaindia, para luego ir deduciendo cosas: “Ele ederra zuen naiz itz-egiteko, naiz idazteko. Euskeraz ederto zekian, etzuen askorik idatzi; bai, ordea, bere alde nola jokatu ta batez ere euskal izkelgien artean nola baterantza jo. Izlari zolia zan, eta Ego-Amerikan emandako mintzaldiak berariz ba-dute arnas berorik, baita urtero Eguberrirantza bialdu oi zuen Gabon-mezuak ere”.
Bueno, la primera frase no hace mención a que el discurso (ele) fuera en eusquera. Más bien dice que Aguirre hablaba y escribía bien en general, que tenía buenas dotes de conferenciante y de escritor, buen discurso. La siguiente sí se refiere al eusquera: “Euskeraz ederto zekian”, es decir, que sabía muy bien eusquera. Pero a continuación dice que “etzuen askorik idatzi”, que no escribió mucho, en eusquera se entiende. Y esto es algo que ya hemos constatado. Y a continuación: “bai, ordea, bere alde nola jokatu ta batez ere euskal izkelgien artean nola baterantza jo”. Aquí tenemos que deducir que, así como no escribió mucho, en cambio tenía a su favor que sabía manejarse entre los diferentes dialectos del eusquera y buscar una forma unificada de hablar. Lo cual no se entiende muy bien, ya que nos lo presenta como si fuera un adelantado del eusquera batua o unificado actual, lo cual estaría lejos de las pretensiones de Aguirre, pensamos. Alguien que escribía poco y que también hablaba poco en eusquera, que tuviera esa cualidad no se entiende muy bien. Y lo que queda de la cita se refiere a que era un buen conferenciante y a que en Sudamérica dio discursos cargados de un cálido o apasionado aliento, así como que enviaba también mensajes de Navidad. Pero tanto de los discursos, como sobre todo de los mensajes de Navidad que ya hemos comentado, sabemos que, si acaso, tenían una introducción breve en eusquera y el resto iban en castellano.
Quiere decirse que, por mucho que fuera el padre Onaindia el que dijera que Aguirre sabía muy bien eusquera, el caso es que se prodigaba poco el primer lendacari vasco a la hora de expresarse en eusquera.
A continuación, Andrés Urrutia, en su artículo laudatorio del lendacari Aguirre, nos da el testimonio de su hermana María Teresa acerca del mismo tema. Esta cita está ya en el original castellano en que fue redactada: “Con la muerte del padre y los estudios en colegios no euskaldunes, en la casa Aguirre el euskera pierde fuerza. Sin embargo, José Antonio, durante muchos años se carteará, casi diariamente, en la lengua vasca con un sacerdote de Durango. Aquellas cartas eran para él una especie de «cursillo por correo» de euskera, con lecciones y correcciones diarias por parte del cura euskaldun”. Aquí tenemos la explicación de cómo estaba Aguirre aprendiendo eusquera, según había oído Telesforo Monzón pero que este no sabía cómo podía ser eso, tal como vimos antes: “una vez escuché que José Antonio Aguirre estaba aprendiendo euskera (no sé dónde, con quién ni cómo)”. Con todo lo cual la conclusión es que Aguirre había acabado siendo un estudiante eterno del eusquera, en su caso por correspondencia, como tantos otros (la inmensa mayoría, diría yo) que, aunque lo hubiera tenido de niño luego lo perdió y luego se acercó de nuevo a él para acabar siendo capaz de enhebrar unas cuantas frases, pero sin terminar de adquirir el dominio completo sobre la lengua.
Él mismo lo reconoció así, en esta cita con la que cerramos el presente trabajo. Fue en el periódico Euzkadi del 8 de octubre de 1930, en un artículo que escribió para contradecir a José Domingo de Arana, que se quejaba de la deriva que venía teniendo el nacionalismo desde los años de la dictadura de Primo de Rivera. Aguirre salió raudo para contestar y rebatir esos planteamientos que él consideraba negativos o contraproducentes. Y de ahí extraemos este párrafo: “El nacionalismo no ha descansado en estos siete años, sino que ha producido para la patria frutos óptimos. Los que conocen la lengua de la patria han seguido la labor magnífica, el camino triunfal que con el euskera han emprendido los que lejos muchas veces de los ruidos que a nada conducen en muchas ocasiones –en otras son necesarias– han adorado la patria en su corazón y nos están dotando de una literatura patria de la que tan necesitados estamos”. Quien lea esta última frase, cuando dice “los que conocen la lengua de la patria han seguido la labor magnífica…”, ¿qué puede deducir, que Aguirre se consideraba entre los que la conocen o que no se consideraba?
Y aquí lo dejamos, de momento.
Existe un artículo académico escrito en eusquera por alguien nada sospechoso de antinacionalista que se titula “Ba al zekien Sabino Arana euskaraz mintzatzen?”, que traducido significa “¿Sabía Sabino Arana hablar en eusquera?” y que he utilizado como referente para hacer algo parecido respecto a José Antonio Aguirre, el otro puntal mitológico del nacionalismo.
En el resumen que encabeza dicho artículo se dice que (traducido del eusquera): “En este artículo no se analizará ni la obra filológica de Arana Goiri ni la obra que escribió en euskera. Sólo se verá si era capaz de utilizar el euskera como hablante y cuándo lo utilizaba. A la luz de fuentes no utilizadas hasta ahora queda bastante claro que Arana Goiri era capaz de hablar en euskera, aunque no con demasiada facilidad. Utilizó el euskera con humildes ciudadanos de la zona de Guernica, pero no normalmente con personas cultas de su nivel ni con compañeros de partido”.
Aparte del uso con aldeanos de la zona de Guernica, que más bien habría que ampliar a la comarca de Urdaibai, puesto que fue en Pedernales donde se acabó comprando casa para vivir lejos de Bilbao y donde se casó con una aldeana a la que se empeñó en instruir en castellano, para que pudiera alternar con su propia familia, Sabino Arana utilizaba el eusquera sobre todo por escrito, normalmente para estudiarlo, en su variante vizcaína, y para escribir algunas poesías y contados artículos periodísticos. En la vida real solo lo hablaría, como dice el autor del artículo arriba citado, con aldeanos de los que vivían cerca de su casa de Pedernales, por lo tanto nada de hablar en eusquera con gente como Resurrección María de Azkue, por ejemplo, que luego será presidente de Euskaltzaindia. En las Obras Completas de Sabino Arana aparece el eusquera en una proporción incomparablemente menor que la del castellano.
En el caso de las Obras Completas de José Antonio Aguirre el eusquera aparece en muchísima menor proporción todavía que en las de Arana. Para empezar, porque no hizo estudios filológicos sobre el eusquera, como Sabino Arana. En los dos tomos de dichas obras, que tienen cada uno unas mil páginas, quizás nos pasaríamos si dijéramos que el eusquera aparece en unas veinte páginas. Y ello por una sencilla razón: lo utilizó, por escrito, para encabezar los mensajes de Gabon, es decir, de Navidad, que desde 1939 empezó a dirigir a sus compatriotas y en algún otro texto aislado y corto y poco más. En dichos mensajes de Navidad aparecía un párrafo inicial en eusquera y el resto del mensaje, normalmente de varias páginas, en castellano. Fueron unos veinte mensajes de Navidad, pero da la casualidad de que ni en el primero de 1939 ni en el último de 1959 aparece una sola línea en eusquera. Por lo tanto, creo que si dijéramos que, de las dos mil páginas de sus Obras Completas, el 1%, o sea unas 20, son en eusquera no nos alejaríamos demasiado de la verdad.
Y luego está el tema de los testimonios de sus coetáneos sobre si sabía o no hablar en eusquera. Aquí es donde aparecen los que le conocieron diciendo si hablaba eusquera. Es el clásico recurso del nacionalismo para argumentar y demostrar la realidad en función de sus intereses. Es como hacen por ejemplo para probar que el palacete de París es suyo. Aparecen unos cuantos nacionalistas históricos contando lo que pasó. Normalmente se contradicen entre ellos, porque sacan razones distintas cada vez y lo explican de diferente manera, pero al final vienen a confluir en lo mismo: el dinero llegó de México de parte de un nacionalista y con ese dinero se compró el palacete a nombre del PNV. Y de ahí no les mueves por muchas pruebas que acumules para demostrar la falacia de ese supuesto. Pero, para ellos, nadie tiene por qué cuestionar eso, ya que sería como llamarles mentirosos. Y ellos en ningún caso están dispuestos a contrastar con fuentes imparciales lo que realmente ocurrió. A todo lo más que llegan es a construir un montaje interesado y con apariencias científicas que demuestre que lo que dicen es verdad. Para lo cual no les importa utilizar el nombre de profesionales de la historia que se someten al juego con tal de sacar algún beneficio.
Otro ejemplo más de esta forma de proceder, a base de testimonios indirectos, siempre nacionalistas o adaptados a los intereses nacionalistas y relacionado con José Antonio Aguirre, lo tenemos en su vida misma. Es un caso muy curioso. Aguirre nació en 1904 y era hijo de un nacionalista de pedigrí, como fue Teodoro Aguirre, que fue ayudante del abogado Daniel Irujo, el que defendió a Sabino Arana en los juicios por los que pasó. Pero Teodoro Aguirre falleció joven, a los 48 años, en 1920, y ese apoyo no lo tuvo su hijo José Antonio en los años decisivos de su entrada en el nacionalismo, aunque todo el mundo sabía de quién era hijo, lo cual le ayudó bastante en un primer momento. Los autores de la biografía más autorizada del primer lendacari vasco, como es la titulada La política como pasión nos dicen que Teodoro Aguirre fue socio del Centro Vasco de Bilbao y socio con el número 528, con calificación especial de fundador, de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza. Semejante precisión de datos no la encontraremos, como luego veremos, con José Antonio Aguirre para explicarnos su entrada en el PNV.
El caso es que hasta 1930 el futuro primer lendacari vasco no aparece relacionado con el nacionalismo. Para entonces tenía ya 26 años. Bien es cierto que entre 1923 y 1929 la política española estuvo marcada por la dictadura de Primo de Rivera y el nacionalismo vasco en su conjunto bajó mucho su actividad y presencia pública. Durante toda esa etapa José Antonio lo que hizo fue sacarse la carrera de Derecho en la Universidad de Deusto, jugar al fútbol en el Athletic, llevar el negocio de chocolates de su familia y mientras, muy interesante, ejercer un catolicismo activo de la mano de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), fundada en 1908 por el padre Ayala (que, a pesar de su apellido, no era nacido en el País Vasco sino en Ciudad Real) y luego dirigida por Ángel Herrera Oria, que llegaría a cardenal en la época de Franco. Hay que decir que de esa asociación salieron muchos cuadros dirigentes que luego estuvieron al frente del Estado franquista. Pues bien, hasta 1929 José Antonio Aguirre se movió en ese ambiente, donde trató directamente con personalidades como José María Gil Robles o Alberto Martín Artajo, que fueron dirigentes de la derecha española en la Segunda República y en la época franquista respectivamente. Los biógrafos de Aguirre escamotean esa cuestión diciendo que participó muy activamente (llegó a dirigente) del catolicismo vizcaíno, pero no dicen que dicho catolicismo dependía orgánicamente de una estructura española como era la ACNP.
José Antonio Aguirre en el año 1930 ya está inmerso en el cogollo del nacionalismo vasco, donde ha sido introducido en un tiempo récord y donde se apresta a intervenir en la fusión de sus dos ramas, la minoritaria sabiniana del PNV y la mayoritaria autonomista de CNV (Comunión Nacionalista Vasca). Aguirre se pronunciará a favor de retornar a las fuentes sabinianas, mientras que una corriente minoritaria fundará el efímero partido ANV, que actuó durante la Segunda República para luego desaparecer.
Pero lo curioso del caso es cómo pasó de ser “propagandista” (así se llamaban los miembros de la ACNP) español, donde llegó a dirigir la sección de Vizcaya, a ser miembro de primera fila del nacionalismo vasco. Pero en La política como pasión no se nos explica un paso tan crucial. Se supone que se integró en el nacionalismo a través de Juventud Vasca, que era una organización muy potente de Bilbao que aglutinaba a la élite del nacionalismo vizcaíno, donde ya de entrada pasó a ser miembro de su Junta Directiva. Y el caso es que sería relativamente sencillo saber cuándo se produjo esa incorporación, si hay documentación en el Archivo de la Fundación Sabino Arana que lo acredite. Pero no hay nada de esto en el libro, y para ilustrar un paso tan trascendental sus autores recurren, como siempre suelen hacer los más conocidos autores que se ocupan de la historia del nacionalismo vasco, a testimonios de nacionalistas, o sea, de gente interesada en darnos una versión de los hechos que muy raramente y por casualidad es la que responde a la realidad. Ya que por experiencia sabemos que los nacionalistas dicen siempre lo que les conviene decir cuando se trata de explicar por qué y para qué hacen lo que hacen. En este caso recurren a Ceferino de Jemein, nada menos, un personaje fanatizado por Sabino Arana, que tuvo la ocurrencia de organizar el primer Aberri Eguna con Luis Arana en 1932. Ceferino de Jemein presidía Juventud Vasca entonces. Qué nos va a decir este señor en relación a José Antonio Aguirre que refleje la verdad de su paso del propagandismo español al nacionalismo vasco. Pues obviamente lo que le convenga por el bien del partido.
Así, en el número de la revista Bizkaitarra de 31 de octubre de 1930, en su página 6 (de 12 que tiene el ejemplar), aparece recogida la conferencia de José Antonio Aguirre en los locales de Juventud Vasca de Bilbao, sobre un tema recurrente del nacionalismo desde el periodo final de Sabino Arana como es el de suponer que con la ley foral de 1839 el País Vasco perdió su independencia. En la presentación de dicha conferencia, a cargo de Ceferino de Jemein, es el cronista el que transcribe las palabras de este para decirnos: “explica (refiriéndose a Jemein) cómo José Antonio de Agirre se hizo socio de Juventud Vasca en los días de la persecución y de la clausura, cuando otros nos abandonaban, y termina diciendo (ahora ya es Jemein, se supone, el que habla): escuchad ahora su palabra, porque es una voz nueva, una voz joven y llena de optimismo la que desde esta ya casi vieja tribuna os va a hablar”.
O sea, es el cronista el que dice que José Antonio Aguirre llevaba inscrito en Juventud Vasca desde los días de la persecución y la clausura, o sea desde el comienzo mismo de la dictadura de Primo de Rivera. En resumidas cuentas: no sabemos cuándo Aguirre se hizo nacionalista vasco, lo cual resulta increíble tratándose de quien se trata. Pero todo hace sospechar que no fue antes de 1929.
Y pasemos por último al tema de si hablaba o no eusquera. Los autores de La política como pasión se ocupan de esa cuestión desde el principio de su libro. Tienen mucho interés en demostrar que sí sabía. Demasiado interés, diría yo, puesto que lo normal sería que supiese eusquera, siendo quien es José Antonio Aguirre dentro de la historia del nacionalismo vasco y sobre todo del PNV. Pero veamos lo que dicen al respecto: “El euskera fue el idioma materno de José Antonio y la lengua natural en el hogar de los Aguirre Lekube. Teniendo en cuenta este contexto, José Antonio fue escolarizado a los cuatro años en las inmediaciones del domicilio familiar en una ikastola existente en la Plaza Nueva del Casco Viejo bilbaíno, regentada por la andereño Florencia Gogenuri Ibargüen. A los diez años el pequeño José Antonio iniciaría una nueva etapa en sus estudios, ahora fuera de casa y en régimen de internado en el Colegio de Segunda Enseñanza de Nuestra Señora de la Antigua en Orduña” (26).
A la vuelta del internado de Orduña, se constata en José Antonio “un desarrollo personal y vital que tuvo, no obstante, una cruz: la involución en su dominio y uso del euskera. El ambiente de la capital en primera instancia, y su escolarización en castellano, tanto en Orduña como posteriormente en su etapa universitaria en Deusto, se tradujeron en una notable merma de sus competencias lingüísticas en la que había sido su lengua materna: el euskera. Telesforo Monzón, bergarés y amigo desde la infancia de José Antonio, escribía en estos términos este retroceso y las dificultades de Aguirre para expresarse en euskera” (utilizamos ahora la traducción que dan los autores de La política como pasión al texto original en eusquera de Monzón): “Por una parte era innegable que Aguirre había mamado el euskera desde la cuna, lo llevaba en la sangre y en el oído. Sus padres eran vascoparlantes. Y en su niñez, las criadas de la casa le hablaban también en euskera. Y qué decir de su tía de Bergara: vascoparlante total. Y era en casa de esta donde los hermanos Aguirre pasaban el verano, en temporadas a veces largas y a veces más cortas. Por eso digo que José Antonio llevaba el euskera en la sangre y en el oído. A pesar de ello, cuando yo le conocí, chavales los dos, tenía ya medio olvidado el idioma de sus antepasados. Era capaz de decir algunas palabras, y bien dichas. Incluso más. En Bergara se esforzaba en practicar lo que sabía. Pero no creo que nuestro chaval de entonces fuera capaz de hablar correctamente en euskera. Yo por entonces no le veía mucho. Solía venir a Bergara por San Pedro. Y por lo que recuerdo, tras unas primeras palabras en euskera, solíamos pasar luego siempre al castellano. Ahora, esto sí que recuerdo: las pocas palabras que yo le oía en euskera, lo eran siempre en un euskera limpio y popular, en el euskera de Bergara. Recuerdo también que, después de la mili, cuando todavía yo no era nacionalista, una vez escuché que José Antonio Aguirre estaba aprendiendo euskera (no sé dónde, con quién ni cómo); y más tarde, que el propio Aguirre había dicho en Bergara, en un acto de las juventudes católicas, que la próxima conferencia no sería ya en castellano, sino en euskera” (31, nota 17).
Bueno, entonces lo que tenemos es alguien que había oído y hablado el eusquera de niño y luego lo había perdido al salir a estudiar fuera, cuando se convirtió en un aprendiz de un eusquera que oyó en su casa pero que nunca terminó de dominar, por unas razones u otras.
Vayamos a por el testimonio de Andrés Urrutia, el presidente de Euskaltzaindia (Real Academia de la Lengua Vasca), que nos habla del eusquera de José Antonio Aguirre en un artículo de la revista Hermes (editada por la Fundación Sabino Arana), concretamente el número 33 de 2010, titulado “Agirre eta euskara: egitasmo baten gazi-gozoak”, es decir, en traducción un tanto libre, “Aguirre y el eusquera, una trayectoria con situaciones agridulces”. Ahí se dice que Aguirre era partidario del eusquera, que era un tema que le preocupaba mucho y que hizo muchas cosas en su favor. Bien. Todo eso se daba por supuesto. Pero la cuestión aquí es si lo hablaba o no. Y sobre eso recurre al testimonio del padre Santi Onaindia, quien dice esto del eusquera del lendacari Aguirre. Transcribo la cita en el eusquera original de Onaindia, para luego ir deduciendo cosas: “Ele ederra zuen naiz itz-egiteko, naiz idazteko. Euskeraz ederto zekian, etzuen askorik idatzi; bai, ordea, bere alde nola jokatu ta batez ere euskal izkelgien artean nola baterantza jo. Izlari zolia zan, eta Ego-Amerikan emandako mintzaldiak berariz ba-dute arnas berorik, baita urtero Eguberrirantza bialdu oi zuen Gabon-mezuak ere”.
Bueno, la primera frase no hace mención a que el discurso (ele) fuera en eusquera. Más bien dice que Aguirre hablaba y escribía bien en general, que tenía buenas dotes de conferenciante y de escritor, buen discurso. La siguiente sí se refiere al eusquera: “Euskeraz ederto zekian”, es decir, que sabía muy bien eusquera. Pero a continuación dice que “etzuen askorik idatzi”, que no escribió mucho, en eusquera se entiende. Y esto es algo que ya hemos constatado. Y a continuación: “bai, ordea, bere alde nola jokatu ta batez ere euskal izkelgien artean nola baterantza jo”. Aquí tenemos que deducir que, así como no escribió mucho, en cambio tenía a su favor que sabía manejarse entre los diferentes dialectos del eusquera y buscar una forma unificada de hablar. Lo cual no se entiende muy bien, ya que nos lo presenta como si fuera un adelantado del eusquera batua o unificado actual, lo cual estaría lejos de las pretensiones de Aguirre, pensamos. Alguien que escribía poco y que también hablaba poco en eusquera, que tuviera esa cualidad no se entiende muy bien. Y lo que queda de la cita se refiere a que era un buen conferenciante y a que en Sudamérica dio discursos cargados de un cálido o apasionado aliento, así como que enviaba también mensajes de Navidad. Pero tanto de los discursos, como sobre todo de los mensajes de Navidad que ya hemos comentado, sabemos que, si acaso, tenían una introducción breve en eusquera y el resto iban en castellano.
Quiere decirse que, por mucho que fuera el padre Onaindia el que dijera que Aguirre sabía muy bien eusquera, el caso es que se prodigaba poco el primer lendacari vasco a la hora de expresarse en eusquera.
A continuación, Andrés Urrutia, en su artículo laudatorio del lendacari Aguirre, nos da el testimonio de su hermana María Teresa acerca del mismo tema. Esta cita está ya en el original castellano en que fue redactada: “Con la muerte del padre y los estudios en colegios no euskaldunes, en la casa Aguirre el euskera pierde fuerza. Sin embargo, José Antonio, durante muchos años se carteará, casi diariamente, en la lengua vasca con un sacerdote de Durango. Aquellas cartas eran para él una especie de «cursillo por correo» de euskera, con lecciones y correcciones diarias por parte del cura euskaldun”. Aquí tenemos la explicación de cómo estaba Aguirre aprendiendo eusquera, según había oído Telesforo Monzón pero que este no sabía cómo podía ser eso, tal como vimos antes: “una vez escuché que José Antonio Aguirre estaba aprendiendo euskera (no sé dónde, con quién ni cómo)”. Con todo lo cual la conclusión es que Aguirre había acabado siendo un estudiante eterno del eusquera, en su caso por correspondencia, como tantos otros (la inmensa mayoría, diría yo) que, aunque lo hubiera tenido de niño luego lo perdió y luego se acercó de nuevo a él para acabar siendo capaz de enhebrar unas cuantas frases, pero sin terminar de adquirir el dominio completo sobre la lengua.
Él mismo lo reconoció así, en esta cita con la que cerramos el presente trabajo. Fue en el periódico Euzkadi del 8 de octubre de 1930, en un artículo que escribió para contradecir a José Domingo de Arana, que se quejaba de la deriva que venía teniendo el nacionalismo desde los años de la dictadura de Primo de Rivera. Aguirre salió raudo para contestar y rebatir esos planteamientos que él consideraba negativos o contraproducentes. Y de ahí extraemos este párrafo: “El nacionalismo no ha descansado en estos siete años, sino que ha producido para la patria frutos óptimos. Los que conocen la lengua de la patria han seguido la labor magnífica, el camino triunfal que con el euskera han emprendido los que lejos muchas veces de los ruidos que a nada conducen en muchas ocasiones –en otras son necesarias– han adorado la patria en su corazón y nos están dotando de una literatura patria de la que tan necesitados estamos”. Quien lea esta última frase, cuando dice “los que conocen la lengua de la patria han seguido la labor magnífica…”, ¿qué puede deducir, que Aguirre se consideraba entre los que la conocen o que no se consideraba?
Y aquí lo dejamos, de momento.