Autor de "2064. Un mundo no tan feliz"
Enrique Ortega Gironés: "Los políticos se han adueñado de una pseudoideología ecologista"
Enrique Ortega Gironés es un geólogo, consultor, ensayista y articulista español, nacido en Alberic, Valencia, en 1952. Es conocido por su amplia experiencia en el campo de la geología y su carrera como consultor, que lo ha llevado a trabajar en numerosos países. También ha publicado varios libros y es columnista de opinión y divulgación científica en diferentes medios, entre los que se encuentra La Tribuna del País Vasco.
Ortega Gironés inició su carrera como docente e investigador en la Universidad de Oviedo, y posteriormente trabajó en las minas de Almadén, donde fue jefe de departamento. Desde 1996, ha sido consultor independiente para organismos internacionales, realizando trabajos en más de 50 países. A partir de 2011, combina su labor con la escritura de artículos de opinión y divulgación científica.
Ha publicado varias obras, incluyendo Historias de aquí y de allá (2011), Lágrimas de plata (2015), No es oro todo lo que reluce (2018), La vuelta al mundo de un geólogo (2019), El encinar del plutonio (2021), Haritmética con H (2022) y Cambios climáticos (2024), este último en coautoría. Ahora acaba de publicar la novela 2064. Un mundo no tan feliz, una absorbente distopía que invita a reflexionar sobre la libertad de pensamiento y los peligros de un mundo donde la realidad es un producto de la ingeniería social.
¿Qué chispa inicial dio origen a 2064? ¿Fue una preocupación política, una intuición filosófica o un impulso narrativo?
Esencialmente, una preocupación (más ciudadana que política), acompañada de un impulso narrativo. Con la experiencia previa de haber escrito alguna novela sobre problemáticas medioambientales y también artículos sobre el cambio climático y el calentamiento global, pensé que la escritura de una narración de fácil lectura podría tener un mayor impacto y una mayor capacidad de difusión, que los textos de divulgación con terminología excesivamente científica.
1989, la caída del Muro de Berlín. ¿Por qué eligió ese momento como punto de partida de la conspiración que vertebra la novela?
Se podría haber elegido otro momento, como por ejemplo la reunión la creación del Club de Roma en 1968, o alguna otra. Pero me pareció más realista el final de la década de los 80, cuando después de tres décadas de enfriamiento, se invirtió la tendencia del temor climático, pasando del miedo a la llegada de otra glaciación al pánico por el calentamiento.
¿Hasta qué punto cree que el fin de la Guerra Fría dio paso a un nuevo tipo de totalitarismo global, más suave, más invisible?
No soy sociólogo ni politólogo y esta pregunta me viene un poco ancha, sólo puedo dar una opinión personal. Mi infancia y mi adolescencia coincidieron con ese periodo denominado guerra fría, donde de forma cotidiana, desde los medios de comunicación y del mismo modo que ocurre actualmente con el calentamiento global, se alimentaba el miedo a una confrontación nuclear mundial de la que no se libraría nadie. El final de la guerra fría supuso la desaparición de ese miedo y la necesidad para las élites dirigentes de sustituirlo por otro. La existencia de un miedo colectivo ha sido esencial para cualquier sociedad y forma de gobierno a lo largo de la historia, y el miedo al calentamiento global cumple perfectamente los requisitos necesarios para inducir, con la ayuda de las herramientas informáticas y la ingeniería social (de forma sutil, como usted dice), comportamientos, opiniones y actitudes.
Su título, Un mundo no tan feliz, dialoga claramente con Un mundo feliz de Aldous Huxley. ¿Es una continuación espiritual, una corrección o una advertencia?
Una advertencia. La novela trata de alertar sobre las consecuencias a donde nos pueden conducir políticas equivocadas, sobre las que ya existen indicios, económicos y sociales, de que se está siguiendo un camino que no es el adecuado. Es muy fácil, desde la óptica actual, juzgar tiempos pasados y sus errores. Mucho más complicado es proyectar hacia el futuro las posibles consecuencias de los errores que se están cometiendo hoy. Esa es la intencionalidad de la novela.
En su ficción, el “Ministerio del Clima” funciona como una herramienta de control ideológico. ¿Cree que la ecología actual corre el riesgo de convertirse en una religión civil?
Sin duda. En todas las religiones existan dogmas que no pueden ser discutidos ni negados, so pena de ser excluido o estigmatizado. Actualmente, cualquiera que niegue el origen antrópico del calentamiento global es tratado como hereje. Las manipulaciones estadísticas de los datos meteorológicos y climáticos que se están realizando (incluso por organizaciones supuestamente tan serias como la ONU) son flagrantes y han sido denunciadas por numerosas personalidades científicas del máximo nivel, incluyendo a varios premios Nobel. Sin embargo, esas opiniones divergentes de la política oficial son silenciadas o desprestigiadas (basta decir que son “negacionistas”) sin que lleguen a calar en la opinión pública.
La novela plantea una idea provocadora: que el miedo ecológico puede ser utilizado como instrumento de poder. ¿Qué paralelismos ve con las estrategias políticas o mediáticas de nuestro tiempo?
El paralelismo es total, es una extrapolación hacia el futuro, aumentando sus consecuencias negativas, de las políticas que ya están siendo hoy implementadas. Pero hay que hacer una distinción importante en lo que se refiere a la terminología. El miedo que se está fomentando no debe calificarse de “ecológico”, la ecología es una ciencia seria e imprescindible. El temor debe centrarse en cierto ecologismo (que no debe confundirse con ecología) que hace un uso sesgado, pseudocientífico, de algunos conceptos ecológicos.
Lita, la protagonista, es un personaje nacido dentro del sistema que empieza a dudar. ¿La concibió como una heroína clásica o como una víctima del adoctrinamiento?
A lo largo del desarrollo de la novela, Lita cambia de víctima a heroína porque es capaz de analizar la realidad que la rodea y rebelarse contra las falsedades oficiales, del mismo modo que hace Winston Smith, el protagonista de la novela de Orwell. La etapa adolescente de Lita, cuando inicia su sometimiento como víctima, es similar a algo muy común que le está ocurriendo cotidianamente a mucha gente en la actualidad, que inhibe sus propias ideas por miedo a contradecir la opinión mayoritaria. En este contexto, conviene recordar las ideas de Noelle–Neumann sobre la espiral del silencio, esa conducta mediante la cual los individuos tienden a adaptar su comportamiento a las actitudes predominantes. Esa tendencia conforma una eficiente forma de control social, aislando y silenciando a quienes adoptan posiciones contrarias a las de la mayoría.
En un universo donde la verdad se diseña desde el poder, ¿queda espacio para la conciencia individual o el pensamiento libre?
A nivel individual, sí, es evidente que de momento cada cual puede pensar y decir lo que quiera. Pero esa libertad se va reduciendo poco a poco y a nivel colectivo es cada vez más reducida. Los mecanismos de ingeniería social, a través de los planes de educación, son los que van restringiendo la capacidad de análisis y de crítica, limitando la enseñanza de las materias que pueden alentar esa capacidad, como la filosofía o la historia.
La obra sugiere que la “religión del clima” sustituye a las antiguas ideologías políticas. ¿Es su crítica una advertencia contra la manipulación del idealismo o una defensa del pensamiento crítico?
En realidad, creo que la religión del clima carece de ideología, simplemente sustituye a los miedos inducidos por otras ideologías o religiones que han dejado de tener una aceptación o seguimiento mayoritarios, y es aprovechada por el poder político y económico, independientemente de criterios ideológicos. Son los políticos los que se han adueñado de una pseudoideología ecologista, no es la verdadera ecología quien ha inspirado las ideas políticas. En este contexto, defender la importancia del pensamiento crítico es esencial.
¿Cómo interpreta usted el papel de los medios de comunicación en este nuevo orden que describe? ¿Son cómplices, víctimas o simples engranajes?
No se puede generalizar, porque afortunadamente aún quedan medios de comunicación independientes que no se someten al dictado de las doctrinas oficiales. Pero si hablamos de los medios de comunicación mayoritarios que de una manera u otra dependen de los presupuestos oficiales, diría que son las tres cosas. Víctimas porque ven coartada su libertad de expresión, cómplices porque contribuyen a la difusión y consolidación de medias verdades en la opinión pública y engranaje porque juegan el papel de correas de transmisión de esas distorsiones de la realidad.
2064 dialoga con Huxley, Orwell, Zamiatin… ¿A cuál de estos autores siente más cercano en espíritu?
Mi cultura literaria no llega a tanto, no he leído nada de Zamiatin, sólo conozco de él que es el pionero de las distopías, precursor de Huxley y de Orwell. Pero entre estos dos últimos, creo que la obra de Orwell, 1984, se ajusta mejor a la situación actual y a la extrapolación hacia el futuro de las potenciales consecuencias derivadas de las políticas climáticas actuales. Desde el punto de vista conceptual, el control de las redes sociales empujando hacia un pensamiento único recuerda bastante al Gran Hermano y los manejos estadísticos de los datos climáticos por parte del IPCC no difieren mucho de las maniobras realizaba el Ministerio de la Verdad.
¿Qué papel jugarán la inteligencia artificial y la biotecnología en ese futuro “no tan feliz”?
En las novelas de Orwell y Huxley la biotecnología juega un papel muy importante porque, evidentemente, el concepto de inteligencia artificial quedaba fuera de su alcance en el momento en el que fueron concebidas. En mi opinión, en el momento actual, es mucho más preocupante el papel que juega la inteligencia artificial como embudo canalizador hacia un pensamiento único que anula la capacidad de crítica y discriminación. Basta con comprobar los mensajes, indicaciones y advertencias que, sin solicitarlas y sin poder eliminarlas, nos llegan cotidianamente de las aplicaciones que todos usamos en nuestros teléfonos y ordenadores.
¿Qué lugar ocupa la esperanza en su novela? ¿Hay posibilidad de redención o la distopía es irreversible? ¿Cree que caminamos realmente hacia el mundo que describe o que aún hay tiempo de evitarlo?
En el momento actual se están dando pasos hacia ese futuro no tan feliz, pero afortunadamente aún está lejos y hay tiempo para reaccionar. En realidad, poco a poco, de forma lenta pero insistente, cada vez son más las voces autorizadas que se alzan contra las monolíticas tesis oficiales, inasequibles a las evidencias y los mensajes que la naturaleza nos envía. Pero no soy optimista en cuanto a la duración de esta problemática, llevará mucho, mucho tiempo erradicar el miedo climático de la conciencia colectiva. Hay muchas evidencias en la historia de la humanidad sobre la enorme persistencia de la inercia social. En el final de la novela se ve reflejado un cambio de tendencia, aunque de una manera que es mejor no desvelar para no hacer “spoiler”.
La frase promocional —“¿Y si la verdad fuera la mentira más elaborada?”— tiene una dimensión metafísica. ¿Qué significa para usted “verdad” en una época de manipulación masiva?
Esa es una muy buena pregunta en estos tiempos en los que es frecuente escuchar el relato de la “postverdad” (es decir, una distorsión deliberada de la realidad), cuando se considera que la verdad tiene componentes estadísticos y se encuentra en lo que piensa la mayoría. Se nos afirma insistentemente que la verdad sobre el cambio climático es la que pregona una abrumadora mayoría de científicos que han alcanzado un consenso. Sin embargo, dicho consenso está lejos de ser cierto porque, como se ha mencionado anteriormente, miles de científicos difieren de la interpretación oficial, y en el mundo de la ciencia la verdad la dictan las pruebas y las evidencias, no las teorías ni los modelos. En el caso que nos ocupa, la verdad nos la muestra la naturaleza y no los modelos climáticos. La información geológica, que permite reconstruir la historia climática del planeta a lo largo de miles de millones de años, indica que las temperaturas actuales están muy lejos de ser anómalas o críticas (por el contrario, son frías en comparación con las alcanzadas en épocas anteriores) y que, además, la evolución térmica de la Tierra es independiente del contenido de CO2 en la atmósfera. Además, en contra de los vaticinios, el nivel de aumento del nivel del mar es hoy más lento que en épocas anteriores (las ciudades costeras y archipiélagos del Océano Pacífico no han sido tragados por las aguas), el hielo ártico no ha desaparecido y el antártico está aumentando, el planeta no se está desertizando (por el contrario, es cada vez es más verde) y las estadísticas indican que no hay un aumento en la frecuencia e intensidad de los desastres naturales. Sin embargo, la verdad instalada en la conciencia social es la que postula la doctrina climática oficial.
¿Cree que la literatura tiene todavía el poder de despertar conciencias en una sociedad adormecida por la información?
Por supuesto, ese el papel que ha tenido desde siempre y debe seguir teniéndolo. Por eso es tan importante fomentar los hábitos de lectura, tan adormecidos actualmente por el uso masivo de los dispositivos electrónicos, que está mermando la capacidad de comprensión de las nuevas generaciones y limitando de una manera alarmante el vocabulario que se utiliza normalmente. Desgraciadamente, esa tendencia le viene muy bien a los procesos de ingeniería social ya mencionados.
Muchos lectores verán en su novela una crítica directa a la ideología dominante y a la cultura de lo políticamente correcto. ¿Le preocupa que la tachen de “conspirativa”?
Para nada. Desde que empecé a escribir artículos de divulgación científica, se iniciaron de inmediato las descalificaciones y vinculaciones gratuitas con la ultraderecha, a las que no hay que prestar ninguna atención porque carecen de fundamento. Pero me parece muy preocupante que determinadas opiniones científicas, a pesar de utilizar argumentos estrictamente técnicos, se politicen inmediatamente siendo asociadas a posturas ideológicas. Como decía anteriormente, es la política la que se ha atrincherado en una pseudociencia y critica posturas científicas con argumentos ideológicos.
En un momento donde la censura adopta formas sutiles —algoritmos, cancelación, autocensura—, ¿cree que publicar 2064 es, en sí mismo, un acto de resistencia?
No, considerarlo como una resistencia indicaría que se está planteando una acción contra algo o contra alguien, y no es el caso. Es simplemente un ejercicio de libertad para intentar poner en evidencia, para mostrar el bosque de una realidad que está oculta por una aglomeración de árboles informativos.
¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Partió de una trama cerrada o la historia se fue revelando a medida que escribía?
Esta novela es la tercera entrega de una trilogía focalizada en temas medioambientales conflictivos. La primera parte (No es oro todo lo que reluce) estuvo dedicada al uso del mercurio en la minería artesanal del oro. La segunda (El encinar del plutonio) centrada en la energía nuclear y los residuos radioactivos. Y, esta tercera en la política climática. En los tres casos, el proceso creativo ha sido similar, son novelas de tesis y la idea conceptual del desarrollo de la trama estaba clara desde el inicio, pero la historia ha ido tomando cuerpo a medida que avanzaba el proceso de escritura. Y en la tercera entrega, la elección de los protagonistas principales ha sido simple, ya que es heredada de las dos novelas anteriores. En cualquier caso, cada una de las partes de esta trilogía puede leerse como una novela independiente.
Si tuviera que definir 2064 en una sola frase, ¿cuál sería?
Un intento de alertar a la población sobre las desagradables consecuencias de un indeseable futuro que, si no hacemos nada para evitarlo, podría estar más próximo de lo que quisiéramos.
¿Qué espera que sienta el lector al cerrar el libro: miedo, conciencia, rebelión o esperanza?
Conciencia, abrir los ojos a una realidad que tenemos delante pero que se nos oculta mediante una cortina de humo informativo.
![[Img #29102]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2025/2213_poster-presentacion1.jpg)
Enrique Ortega Gironés es un geólogo, consultor, ensayista y articulista español, nacido en Alberic, Valencia, en 1952. Es conocido por su amplia experiencia en el campo de la geología y su carrera como consultor, que lo ha llevado a trabajar en numerosos países. También ha publicado varios libros y es columnista de opinión y divulgación científica en diferentes medios, entre los que se encuentra La Tribuna del País Vasco.
¿Qué chispa inicial dio origen a 2064? ¿Fue una preocupación política, una intuición filosófica o un impulso narrativo?
Esencialmente, una preocupación (más ciudadana que política), acompañada de un impulso narrativo. Con la experiencia previa de haber escrito alguna novela sobre problemáticas medioambientales y también artículos sobre el cambio climático y el calentamiento global, pensé que la escritura de una narración de fácil lectura podría tener un mayor impacto y una mayor capacidad de difusión, que los textos de divulgación con terminología excesivamente científica.
1989, la caída del Muro de Berlín. ¿Por qué eligió ese momento como punto de partida de la conspiración que vertebra la novela?
Se podría haber elegido otro momento, como por ejemplo la reunión la creación del Club de Roma en 1968, o alguna otra. Pero me pareció más realista el final de la década de los 80, cuando después de tres décadas de enfriamiento, se invirtió la tendencia del temor climático, pasando del miedo a la llegada de otra glaciación al pánico por el calentamiento.
¿Hasta qué punto cree que el fin de la Guerra Fría dio paso a un nuevo tipo de totalitarismo global, más suave, más invisible?
No soy sociólogo ni politólogo y esta pregunta me viene un poco ancha, sólo puedo dar una opinión personal. Mi infancia y mi adolescencia coincidieron con ese periodo denominado guerra fría, donde de forma cotidiana, desde los medios de comunicación y del mismo modo que ocurre actualmente con el calentamiento global, se alimentaba el miedo a una confrontación nuclear mundial de la que no se libraría nadie. El final de la guerra fría supuso la desaparición de ese miedo y la necesidad para las élites dirigentes de sustituirlo por otro. La existencia de un miedo colectivo ha sido esencial para cualquier sociedad y forma de gobierno a lo largo de la historia, y el miedo al calentamiento global cumple perfectamente los requisitos necesarios para inducir, con la ayuda de las herramientas informáticas y la ingeniería social (de forma sutil, como usted dice), comportamientos, opiniones y actitudes.
Su título, Un mundo no tan feliz, dialoga claramente con Un mundo feliz de Aldous Huxley. ¿Es una continuación espiritual, una corrección o una advertencia?
Una advertencia. La novela trata de alertar sobre las consecuencias a donde nos pueden conducir políticas equivocadas, sobre las que ya existen indicios, económicos y sociales, de que se está siguiendo un camino que no es el adecuado. Es muy fácil, desde la óptica actual, juzgar tiempos pasados y sus errores. Mucho más complicado es proyectar hacia el futuro las posibles consecuencias de los errores que se están cometiendo hoy. Esa es la intencionalidad de la novela.
En su ficción, el “Ministerio del Clima” funciona como una herramienta de control ideológico. ¿Cree que la ecología actual corre el riesgo de convertirse en una religión civil?
Sin duda. En todas las religiones existan dogmas que no pueden ser discutidos ni negados, so pena de ser excluido o estigmatizado. Actualmente, cualquiera que niegue el origen antrópico del calentamiento global es tratado como hereje. Las manipulaciones estadísticas de los datos meteorológicos y climáticos que se están realizando (incluso por organizaciones supuestamente tan serias como la ONU) son flagrantes y han sido denunciadas por numerosas personalidades científicas del máximo nivel, incluyendo a varios premios Nobel. Sin embargo, esas opiniones divergentes de la política oficial son silenciadas o desprestigiadas (basta decir que son “negacionistas”) sin que lleguen a calar en la opinión pública.
La novela plantea una idea provocadora: que el miedo ecológico puede ser utilizado como instrumento de poder. ¿Qué paralelismos ve con las estrategias políticas o mediáticas de nuestro tiempo?
El paralelismo es total, es una extrapolación hacia el futuro, aumentando sus consecuencias negativas, de las políticas que ya están siendo hoy implementadas. Pero hay que hacer una distinción importante en lo que se refiere a la terminología. El miedo que se está fomentando no debe calificarse de “ecológico”, la ecología es una ciencia seria e imprescindible. El temor debe centrarse en cierto ecologismo (que no debe confundirse con ecología) que hace un uso sesgado, pseudocientífico, de algunos conceptos ecológicos.
Lita, la protagonista, es un personaje nacido dentro del sistema que empieza a dudar. ¿La concibió como una heroína clásica o como una víctima del adoctrinamiento?
A lo largo del desarrollo de la novela, Lita cambia de víctima a heroína porque es capaz de analizar la realidad que la rodea y rebelarse contra las falsedades oficiales, del mismo modo que hace Winston Smith, el protagonista de la novela de Orwell. La etapa adolescente de Lita, cuando inicia su sometimiento como víctima, es similar a algo muy común que le está ocurriendo cotidianamente a mucha gente en la actualidad, que inhibe sus propias ideas por miedo a contradecir la opinión mayoritaria. En este contexto, conviene recordar las ideas de Noelle–Neumann sobre la espiral del silencio, esa conducta mediante la cual los individuos tienden a adaptar su comportamiento a las actitudes predominantes. Esa tendencia conforma una eficiente forma de control social, aislando y silenciando a quienes adoptan posiciones contrarias a las de la mayoría.
En un universo donde la verdad se diseña desde el poder, ¿queda espacio para la conciencia individual o el pensamiento libre?
A nivel individual, sí, es evidente que de momento cada cual puede pensar y decir lo que quiera. Pero esa libertad se va reduciendo poco a poco y a nivel colectivo es cada vez más reducida. Los mecanismos de ingeniería social, a través de los planes de educación, son los que van restringiendo la capacidad de análisis y de crítica, limitando la enseñanza de las materias que pueden alentar esa capacidad, como la filosofía o la historia.
La obra sugiere que la “religión del clima” sustituye a las antiguas ideologías políticas. ¿Es su crítica una advertencia contra la manipulación del idealismo o una defensa del pensamiento crítico?
En realidad, creo que la religión del clima carece de ideología, simplemente sustituye a los miedos inducidos por otras ideologías o religiones que han dejado de tener una aceptación o seguimiento mayoritarios, y es aprovechada por el poder político y económico, independientemente de criterios ideológicos. Son los políticos los que se han adueñado de una pseudoideología ecologista, no es la verdadera ecología quien ha inspirado las ideas políticas. En este contexto, defender la importancia del pensamiento crítico es esencial.
¿Cómo interpreta usted el papel de los medios de comunicación en este nuevo orden que describe? ¿Son cómplices, víctimas o simples engranajes?
No se puede generalizar, porque afortunadamente aún quedan medios de comunicación independientes que no se someten al dictado de las doctrinas oficiales. Pero si hablamos de los medios de comunicación mayoritarios que de una manera u otra dependen de los presupuestos oficiales, diría que son las tres cosas. Víctimas porque ven coartada su libertad de expresión, cómplices porque contribuyen a la difusión y consolidación de medias verdades en la opinión pública y engranaje porque juegan el papel de correas de transmisión de esas distorsiones de la realidad.
2064 dialoga con Huxley, Orwell, Zamiatin… ¿A cuál de estos autores siente más cercano en espíritu?
Mi cultura literaria no llega a tanto, no he leído nada de Zamiatin, sólo conozco de él que es el pionero de las distopías, precursor de Huxley y de Orwell. Pero entre estos dos últimos, creo que la obra de Orwell, 1984, se ajusta mejor a la situación actual y a la extrapolación hacia el futuro de las potenciales consecuencias derivadas de las políticas climáticas actuales. Desde el punto de vista conceptual, el control de las redes sociales empujando hacia un pensamiento único recuerda bastante al Gran Hermano y los manejos estadísticos de los datos climáticos por parte del IPCC no difieren mucho de las maniobras realizaba el Ministerio de la Verdad.
¿Qué papel jugarán la inteligencia artificial y la biotecnología en ese futuro “no tan feliz”?
En las novelas de Orwell y Huxley la biotecnología juega un papel muy importante porque, evidentemente, el concepto de inteligencia artificial quedaba fuera de su alcance en el momento en el que fueron concebidas. En mi opinión, en el momento actual, es mucho más preocupante el papel que juega la inteligencia artificial como embudo canalizador hacia un pensamiento único que anula la capacidad de crítica y discriminación. Basta con comprobar los mensajes, indicaciones y advertencias que, sin solicitarlas y sin poder eliminarlas, nos llegan cotidianamente de las aplicaciones que todos usamos en nuestros teléfonos y ordenadores.
¿Qué lugar ocupa la esperanza en su novela? ¿Hay posibilidad de redención o la distopía es irreversible? ¿Cree que caminamos realmente hacia el mundo que describe o que aún hay tiempo de evitarlo?
En el momento actual se están dando pasos hacia ese futuro no tan feliz, pero afortunadamente aún está lejos y hay tiempo para reaccionar. En realidad, poco a poco, de forma lenta pero insistente, cada vez son más las voces autorizadas que se alzan contra las monolíticas tesis oficiales, inasequibles a las evidencias y los mensajes que la naturaleza nos envía. Pero no soy optimista en cuanto a la duración de esta problemática, llevará mucho, mucho tiempo erradicar el miedo climático de la conciencia colectiva. Hay muchas evidencias en la historia de la humanidad sobre la enorme persistencia de la inercia social. En el final de la novela se ve reflejado un cambio de tendencia, aunque de una manera que es mejor no desvelar para no hacer “spoiler”.
La frase promocional —“¿Y si la verdad fuera la mentira más elaborada?”— tiene una dimensión metafísica. ¿Qué significa para usted “verdad” en una época de manipulación masiva?
Esa es una muy buena pregunta en estos tiempos en los que es frecuente escuchar el relato de la “postverdad” (es decir, una distorsión deliberada de la realidad), cuando se considera que la verdad tiene componentes estadísticos y se encuentra en lo que piensa la mayoría. Se nos afirma insistentemente que la verdad sobre el cambio climático es la que pregona una abrumadora mayoría de científicos que han alcanzado un consenso. Sin embargo, dicho consenso está lejos de ser cierto porque, como se ha mencionado anteriormente, miles de científicos difieren de la interpretación oficial, y en el mundo de la ciencia la verdad la dictan las pruebas y las evidencias, no las teorías ni los modelos. En el caso que nos ocupa, la verdad nos la muestra la naturaleza y no los modelos climáticos. La información geológica, que permite reconstruir la historia climática del planeta a lo largo de miles de millones de años, indica que las temperaturas actuales están muy lejos de ser anómalas o críticas (por el contrario, son frías en comparación con las alcanzadas en épocas anteriores) y que, además, la evolución térmica de la Tierra es independiente del contenido de CO2 en la atmósfera. Además, en contra de los vaticinios, el nivel de aumento del nivel del mar es hoy más lento que en épocas anteriores (las ciudades costeras y archipiélagos del Océano Pacífico no han sido tragados por las aguas), el hielo ártico no ha desaparecido y el antártico está aumentando, el planeta no se está desertizando (por el contrario, es cada vez es más verde) y las estadísticas indican que no hay un aumento en la frecuencia e intensidad de los desastres naturales. Sin embargo, la verdad instalada en la conciencia social es la que postula la doctrina climática oficial.
¿Cree que la literatura tiene todavía el poder de despertar conciencias en una sociedad adormecida por la información?
Por supuesto, ese el papel que ha tenido desde siempre y debe seguir teniéndolo. Por eso es tan importante fomentar los hábitos de lectura, tan adormecidos actualmente por el uso masivo de los dispositivos electrónicos, que está mermando la capacidad de comprensión de las nuevas generaciones y limitando de una manera alarmante el vocabulario que se utiliza normalmente. Desgraciadamente, esa tendencia le viene muy bien a los procesos de ingeniería social ya mencionados.
Muchos lectores verán en su novela una crítica directa a la ideología dominante y a la cultura de lo políticamente correcto. ¿Le preocupa que la tachen de “conspirativa”?
Para nada. Desde que empecé a escribir artículos de divulgación científica, se iniciaron de inmediato las descalificaciones y vinculaciones gratuitas con la ultraderecha, a las que no hay que prestar ninguna atención porque carecen de fundamento. Pero me parece muy preocupante que determinadas opiniones científicas, a pesar de utilizar argumentos estrictamente técnicos, se politicen inmediatamente siendo asociadas a posturas ideológicas. Como decía anteriormente, es la política la que se ha atrincherado en una pseudociencia y critica posturas científicas con argumentos ideológicos.
En un momento donde la censura adopta formas sutiles —algoritmos, cancelación, autocensura—, ¿cree que publicar 2064 es, en sí mismo, un acto de resistencia?
No, considerarlo como una resistencia indicaría que se está planteando una acción contra algo o contra alguien, y no es el caso. Es simplemente un ejercicio de libertad para intentar poner en evidencia, para mostrar el bosque de una realidad que está oculta por una aglomeración de árboles informativos.
¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Partió de una trama cerrada o la historia se fue revelando a medida que escribía?
Esta novela es la tercera entrega de una trilogía focalizada en temas medioambientales conflictivos. La primera parte (No es oro todo lo que reluce) estuvo dedicada al uso del mercurio en la minería artesanal del oro. La segunda (El encinar del plutonio) centrada en la energía nuclear y los residuos radioactivos. Y, esta tercera en la política climática. En los tres casos, el proceso creativo ha sido similar, son novelas de tesis y la idea conceptual del desarrollo de la trama estaba clara desde el inicio, pero la historia ha ido tomando cuerpo a medida que avanzaba el proceso de escritura. Y en la tercera entrega, la elección de los protagonistas principales ha sido simple, ya que es heredada de las dos novelas anteriores. En cualquier caso, cada una de las partes de esta trilogía puede leerse como una novela independiente.
Si tuviera que definir 2064 en una sola frase, ¿cuál sería?
Un intento de alertar a la población sobre las desagradables consecuencias de un indeseable futuro que, si no hacemos nada para evitarlo, podría estar más próximo de lo que quisiéramos.
¿Qué espera que sienta el lector al cerrar el libro: miedo, conciencia, rebelión o esperanza?
Conciencia, abrir los ojos a una realidad que tenemos delante pero que se nos oculta mediante una cortina de humo informativo.
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