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Sábado, 25 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:
Las nuevas Mata Hari de Silicon Valley

Espías, deseo y traición en el corazón del imperio tecnológico estadounidense

[Img #29112]I. La seducción como arma

 

En las cafeterías de Palo Alto (California), entre lattes y portátiles abiertos, el espionaje se ha vuelto íntimo. Ya no son necesarios micrófonos ocultos ni maletines intercambiados bajo la lluvia. En la nueva guerra fría tecnológica, el arma más eficaz puede ser una sonrisa.

 

James Mulvenon, jefe de inteligencia de Pamir Consulting, lo sabe bien. “Estoy recibiendo una enorme cantidad de solicitudes muy sofisticadas en LinkedIn del mismo tipo de joven china atractiva”, confesó a The Times. “Realmente parece que todo esto se ha intensificado últimamente.”

 

Mulvenon, veterano en investigar operaciones encubiertas en suelo estadounidense, se encontró hace poco en una escena que podría haber salido de una película: dos mujeres chinas, elegantes y sonrientes, intentaron colarse en una conferencia sobre inversiones en Virginia. Tenían todos los datos del evento, salvo una invitación. “No las dejamos entrar”, recuerda. “Pero lo sabían todo. Es un fenómeno. Y le diré algo: es raro.”

 

Lo que él y otros expertos llaman “sex warfare” —guerra sexual— no es una metáfora: es la estrategia con la que agentes chinos y rusos están seduciendo, casándose e incluso teniendo hijos con ingenieros y ejecutivos de Silicon Valley para obtener sus secretos tecnológicos.

 

“Es una vulnerabilidad real para Estados Unidos”, advierte Mulvenon. “Por cultura y por ley, nosotros no lo hacemos. Ellos tienen una ventaja asimétrica.”

 

II. Las esposas del espionaje

 

Una historia reciente investigada por un exagente de contrainteligencia lo confirma. Una “bella” mujer rusa que trabajaba en una empresa aeroespacial se casó con un ingeniero estadounidense. En su juventud, había pasado por una academia de modelos; después, por una “escuela de poder blando ruso”. Años más tarde reapareció en EE.UU. convertida en experta en criptomonedas.

 

“Pero no se queda en el mundo cripto”, explicó el investigador. “Está intentando llegar a las alturas de la comunidad de innovación militar y espacial. El marido no tiene ni idea.”

 

El operativo era de largo plazo: casarse, tener hijos, y recolectar información durante años. “Es incómodo pensarlo, pero ocurre constantemente”, admitió la fuente.

 

III. Los millones robados y las ideas secuestradas

 

El espionaje amoroso es solo una pieza de un engranaje mucho mayor. Según el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, el Partido Comunista Chino ha perpetrado más de 60 casos de espionaje en EE.UU. en los últimos cuatro años. Y “solo rasca la superficie”, según fuentes citadas por The Times.

 

El robo de secretos industriales cuesta al contribuyente estadounidense hasta 600.000 millones de dólares al año. En 2023, Klaus Pflugbeil, ciudadano alemán residente en China, intentó vender propiedad intelectual robada de Tesla a agentes encubiertos en una feria de Las Vegas por 15 millones. Fue condenado a dos años de prisión. Su cómplice, Yilong Shao, sigue prófugo.

 

“El objetivo era beneficiar a la República Popular China en un sector crítico con implicaciones de seguridad nacional”, declaró el fiscal general adjunto Matthew Olsen.

 

IV. La trampa de las competiciones chinas

 

A la seducción se suma la astucia burocrática. En Boston, Londres o Tokio, jóvenes startups estadounidenses son invitadas a participar en concursos de innovación organizados por Pekín. El premio: dinero, visibilidad y “asociaciones estratégicas”. Pero hay una letra pequeña: los ganadores deben trasladar su propiedad intelectual a China y abrir allí una sede. Algunos deben incluso entregar sus planes de negocio y fotos personales antes del evento.

 

“Es un riesgo de contrainteligencia”, advirtió un alto funcionario estadounidense. “Pueden explotar esos datos más adelante o simplemente robar tu idea y patentarla, robándote el futuro.”

 

Un CEO de una biotecnológica californiana contó a The Times que, durante un concurso en Shenzhen, le obligaron a llevar un micrófono todo el tiempo. “Grababan todo lo que decía. Había funcionarios del gobierno observando desde el fondo de la sala.”

 

Ganó 50.000 dólares. Pero el dinero llegó a su cuenta personal, no a la de la empresa. Poco después, el gobierno estadounidense congeló sus fondos. “Creo que fue porque les dijimos que teníamos algunos inversores asiáticos”, sospecha.

 

V. La infiltración invisible

 

Mulvenon llama a esta nueva táctica “drafting”: capital chino que invierte en startups financiadas inicialmente por el Departamento de Defensa hasta superar el umbral de propiedad extranjera. Cuando eso ocurre, el Pentágono ya no puede invertir más en ellas, cortando el acceso estadounidense a su propia innovación.

 

Andrew King, presidente de Future Union, lo resume sin rodeos: “Es escandaloso que estas competiciones sigan operando pese a años de pruebas de que son parte del manual de espionaje chino.”

 

Una investigación del Senado en mayo reveló que seis de las 25 mayores empresas beneficiarias de fondos federales tenían “claros vínculos con China”, y aun así recibieron casi 180 millones de dólares del Pentágono.

 

VI. El nuevo Salvaje Oeste

 

Jeff Stoff, antiguo analista de seguridad nacional, advierte que buena parte de las maniobras chinas son “legales”. No necesitan violar las normas, sino usarlas en su favor. “Entienden nuestro sistema y saben cómo moverse dentro de él con impunidad.”

 

Mientras tanto, los servicios de contrainteligencia estadounidenses intentan reaccionar: más presupuesto, más controles de capital extranjero, más advertencias. Pero Stoff lanza una frase que resume la impotencia de la era digital:

 

“Es el Salvaje Oeste ahí fuera. China está apuntando a nuestras startups, a nuestras universidades, a nuestros innovadores y a los proyectos financiados por Defensa. Todo forma parte de su estrategia de guerra económica. Y nosotros… ni siquiera hemos entrado aún en el campo de batalla.”

 

VII. Epílogo: los espejos del deseo

 

VII. Epílogo: los espejos del deseo

 

En este nuevo tablero de sombras, el amor es un algoritmo más. Las redes sociales, los concursos de innovación y las inversiones cruzadas se han convertido en los escenarios donde se libra una guerra sin disparos. Silicon Valley —ese laboratorio de sueños— se ha vuelto, como dijo uno de sus propios defensores, “el salvaje oeste del espionaje moderno”.

 

En el fondo, el arma más eficaz sigue siendo la más antigua de todas: la fascinación humana.

 


Fuente: The Times (2025). “Female spies are waging ‘sex warfare’ to steal Silicon Valley secrets.

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