¿Puede ser el cáncer una enfermedad parasitaria? Recientes investigaciones aseguran que sí
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La investigación sobre el cáncer ha sido testigo de un cambio de paradigma, pasando de teorías que enfatizaban únicamente las mutaciones genéticas y la desregulación celular a modelos que incorporan agentes infecciosos, incluidos los parásitos, como factores que contribuyen a la oncogénesis. Al principio, el cáncer se consideraba, desde una perspectiva simplista, como una mera aberración de las células normales; sin embargo, las pruebas acumuladas en las últimas décadas han impulsado la exploración del cáncer como una enfermedad multifactorial en la que las infecciones parasitarias y sus mecanismos asociados desempeñan un papel importante en la iniciación y progresión de los tumores.
Perspectivas históricas sobre la teoría parasitaria del cáncer
Las hipótesis históricas que relacionan el parasitismo y el cáncer se remontan al siglo XIX, cuando figuras pioneras como Rudolf Virchow propusieron que la irritación crónica y la inflamación provocadas por infecciones persistentes podrían conducir a una transformación neoplásica en los tejidos. Los primeros defensores, entre ellos Louis Westenra Sambon, argumentaban que los cánceres podrían compartir similitudes con los organismos parásitos y que los agentes infecciosos podrían ser la causa subyacente del desarrollo de tumores, una idea que fue recibida con escepticismo hasta que en las últimas décadas surgieron hallazgos epidemiológicos y experimentales más sólidos. Esta evolución en la comprensión se basa en la observación de que ahora se reconoce que parásitos específicos, como los trematodos y ciertos virus, están causalmente relacionados con diversos tipos de cáncer, lo que proporciona un contexto histórico a la teoría parasitaria al enmarcar el cáncer como una enfermedad de origen infeccioso. Aunque las primeras teorías estaban limitadas por las técnicas de investigación disponibles en ese momento, los recientes avances en biología molecular y epidemiología han resucitado y perfeccionado estas ideas, forjando un vínculo entre los paradigmas antiguos y la oncología moderna.
Causas infecciosas del cáncer
A. El papel de las infecciones patógenas
Un principio fundamental del modelo de causalidad infecciosa postula que la exposición a ciertos patógenos, incluidos virus, bacterias y parásitos, puede alterar procesos celulares clave como la apoptosis, la regulación del ciclo celular y la vigilancia inmunológica, lo que en última instancia conduce a la oncogénesis. Por ejemplo, existen asociaciones bien documentadas entre los trematodos opisthorchid y el colangiocarcinoma, así como conexiones entre la coinfección por Plasmodium falciparum y el virus de Epstein-Barr (VEB) con el linfoma de Burkitt, lo que subraya el potencial de los agentes parasitarios y virales para actuar de forma concertada e iniciar el cáncer. Además, se ha documentado que ciertos virus oncogénicos, como el virus del papiloma humano (VPH) y el virus linfotrópico T humano (HTLV), interfieren en los mecanismos reguladores celulares, lo que sugiere que para el desarrollo del cáncer es necesaria una desregulación simultánea de factores infecciosos y genéticos. Esta perspectiva integradora ha dado lugar a la formación del «triángulo de causalidad de la enfermedad», en el que las interacciones entre los agentes infecciosos, la predisposición genética y las influencias ambientales determinan colectivamente el riesgo de cáncer.
B. Mecanismos moleculares subyacentes a la oncogénesis infecciosa
A nivel molecular, se sabe que varios patógenos producen factores que causan daño al ADN, ya sea directamente a través de metabolitos reactivos (como se observa en las infecciones por helmintos) o indirectamente a través de la inflamación crónica, lo que provoca una cascada de alteraciones genéticas que conducen a la transformación maligna. Las proteínas virales derivadas de virus oncogénicos son capaces de inactivar los genes supresores de tumores y alterar los puntos de control del ciclo celular, lo que ejemplifica el doble impacto que resulta tanto de la desregulación inducida por la infección como de la posterior acumulación de mutaciones somáticas. Además, los estudios han puesto de relieve que las células cancerosas pueden presentar múltiples alteraciones infecciosas simultáneamente, lo que sugiere que la interacción entre la infección crónica y la mutación genética es fundamental en el proceso oncogénico. En conjunto, estos hallazgos proporcionan pruebas convincentes de que los agentes infecciosos no solo contribuyen a la iniciación del cáncer, sino también a su progresión al alterar el microambiente en el que evolucionan los tumores.
IV. Los helmintos y su doble papel en la carcinogénesis
A. Efectos procarcinogénicos de las infecciones por helmintos
Los helmintos, en particular ciertos trematodos como Clonorchis sinensis, Opisthorchis viverrini y Schistosoma haematobium, han sido objeto de rigurosos estudios por su capacidad para inducir cáncer a través de respuestas inflamatorias persistentes y la producción de sustancias genotóxicas. Se sabe que las infecciones crónicas por helmintos provocan irritación a largo plazo e inflamación sostenida en los tejidos del huésped, lo que crea un entorno propicio para cambios displásicos y transformaciones malignas. En el cáncer de vejiga urinaria, por ejemplo, se considera que el depósito de huevos por Schistosoma haematobium desencadena procesos carcinogénicos a través de la liberación de nitrosaminas y otras moléculas reactivas, que finalmente provocan daños en el ADN y la consiguiente promoción tumoral. Estos hallazgos subrayan el papel central de los mecanismos proinflamatorios y genotóxicos en la oncogénesis inducida por helmintos, lo que respalda la idea de que la infección parasitaria crónica puede ser un factor principal en el desarrollo del cáncer.
B. Aspectos protectores e inmunomoduladores de las infecciones por helmintos
Por el contrario, también hay pruebas emergentes que sugieren que las infecciones por helmintos podrían provocar respuestas inmunitarias protectoras que inhibirían la progresión del cáncer en determinadas circunstancias, un fenómeno que se debate a menudo en el contexto de la hipótesis de la higiene. La hipótesis de la higiene postula que la reducción de la exposición a patógenos, incluidos los helmintos, en las sociedades económicamente desarrolladas ha provocado un aumento de las enfermedades autoinmunes, las alergias e incluso, potencialmente, los cánceres, lo que implica que la exposición controlada a los parásitos podría desempeñar una función reguladora del sistema inmunitario. Estudios experimentales han indicado que las infecciones por helmintos de baja intensidad pueden modular los perfiles de citocinas y promover respuestas inmunitarias Th1, que están asociadas con la actividad antitumoral y podrían suprimir el crecimiento tumoral. Sin embargo, el efecto neto de la inmunomodulación inducida por los helmintos parece depender del contexto, ya que varía en función de factores como la especie de helminto, la intensidad de la infección y la susceptibilidad genética subyacente del huésped. Este papel bifacético de los helmintos en la biología del cáncer subraya la complejidad de las interacciones entre el huésped y el parásito y pone de relieve la necesidad de seguir investigando para desentrañar estos intrincados mecanismos.
El comportamiento parasitario de las células cancerosas: manipulación del huésped
A. Conceptualización del cáncer como un parásito
Una propuesta radical dentro de la teoría parasitaria del cáncer es la conceptualización de las células malignas como entidades autónomas que se comportan de manera similar a los parásitos clásicos, secuestrando los recursos del huésped y manipulando el entorno del huésped para maximizar su propia aptitud. Este punto de vista sostiene que las células cancerosas no son meros derivados rebeldes de los tejidos normales, sino que resurgen como organismos cuasi independientes que subvierten los mecanismos reguladores del huésped, exhibiendo así comportamientos análogos a los observados en las infecciones parasitarias. Esta idea se ve respaldada por pruebas que sugieren que las células cancerosas pueden alterar las vías metabólicas del huésped, interferir en la vigilancia inmunitaria e incluso influir en el comportamiento del huésped mediante cascadas de señales manipuladoras, perpetuando así su propia supervivencia y facilitando la metástasis. Esta estrategia adaptativa implica que las células cancerosas pueden haber desarrollado un conjunto especializado de rasgos similares a los que emplean los organismos parásitos para prosperar dentro de sus huéspedes, lo que en última instancia desafía las definiciones tradicionales de neoplasia.
B. Mecanismos de manipulación del huésped por parte de las células cancerosas
Las investigaciones sobre la capacidad manipuladora de las células cancerosas han revelado que estas células pueden secretar una variedad de moléculas bioactivas que modulan la respuesta inmunitaria, promueven la angiogénesis e incluso alteran el comportamiento del huésped. En algunos cánceres transmisibles, como el tumor venéreo transmisible canino (CTVT) y la enfermedad del tumor facial del demonio (DFTD), las células cancerosas parecen influir en el comportamiento de apareamiento del huésped y en otros rasgos fenotípicos, lo que puede facilitar la propagación de la enfermedad dentro de la población huésped. Además, el fenómeno de policlonalidad observado en muchos tumores sugiere que las células cancerosas son capaces de reclutar células normales del huésped para favorecer el crecimiento tumoral, ampliando de manera efectiva la influencia del tumor en el entorno del huésped de una forma que recuerda a la simbiosis parasitaria. Se teoriza que esta manipulación del huésped se produce a través de mecanismos genéticos y epigenéticos que permiten a las células cancerosas subvertir la homeostasis tisular, creando así un microambiente tumoral optimizado para la supervivencia y proliferación de las células cancerosas.
VI. Perspectivas evolutivas y del ciclo vital
A. El cáncer como entidad evolutiva
Un punto de vista alternativo, pero complementario, dentro de la teoría parasitaria considera el cáncer desde una perspectiva evolutiva, postulando que el cáncer representa una reversión atávica a un estado unicelular más primitivo en el que las células expresan rasgos que recuerdan a las primeras formas de vida que priorizaban la autoconservación sobre la multicelularidad cooperativa. Este modelo sugiere que las alteraciones genéticas y epigenéticas observadas en las células cancerosas pueden reflejar la aparición de un antiguo programa de supervivencia que se ha desinhibido en determinadas condiciones, lo que conduce a un estado en el que las células cancerosas se comportan esencialmente como parásitos independientes. Según esta teoría, las presiones evolutivas ejercidas por el entorno del huésped, incluidos los desafíos inmunológicos y las limitaciones de recursos, convierten a las células cancerosas en organismos altamente adaptables y resistentes a las intervenciones terapéuticas convencionales. Esta perspectiva no solo ofrece una explicación de la notable heterogeneidad y resistencia del cáncer, sino que también abre vías para nuevas estrategias de tratamiento que se dirigen a estos mecanismos primitivos de supervivencia.
B. Compensaciones en el ciclo vital e interacciones entre huésped y parásito
La teoría del ciclo vital contribuye aún más a nuestra comprensión del cáncer al examinar cómo las compensaciones energéticas y reproductivas a las que se enfrentan los huéspedes en respuesta a las infecciones parasitarias pueden ser paralelas a las observadas en los organismos portadores de cáncer. En los sistemas huésped-parásito, los parásitos suelen inducir cambios en las estrategias reproductivas del huésped o acelerar los procesos de envejecimiento como medio para maximizar su propia transmisión, un fenómeno que se reconoce cada vez más en la biología del cáncer. Estudios empíricos en la fauna silvestre han revelado que el cáncer impone importantes costes de aptitud física, lo que influye en las tasas de supervivencia y el potencial reproductivo, lo que a su vez puede llevar a los huéspedes a alterar los rasgos del ciclo biológico como defensa contra el comportamiento parasitario de las células cancerosas. Esta visión integrada del cáncer como un proceso evolutivo y ecológico añade una capa de complejidad a nuestra comprensión de la oncogénesis, lo que sugiere que las intervenciones deben tener en cuenta no solo los fundamentos moleculares del cáncer, sino también su impacto más amplio en la biología del huésped.
VII. Modelos teóricos integradores y debates actuales
A. Convergencia de las teorías infecciosas y evolutivas
La teoría parasitaria contemporánea del cáncer se distingue por su enfoque integrador, que aúna aspectos de la causalidad infecciosa con modelos evolutivos y ecológicos. Los defensores de esta opinión sostienen que, si bien los agentes infecciosos inician los procesos oncogénicos al perturbar la homeostasis celular, la posterior evolución de las células cancerosas hacia entidades que imitan el comportamiento parasitario dicta en última instancia la progresión tumoral y la metástasis. Esta convergencia se ejemplifica con la observación de que muchas infecciones oncogénicas provocan daños tisulares crónicos y estados inflamatorios, lo que a su vez fomenta un entorno propicio para la selección natural y el crecimiento de clones de células cancerosas agresivas. Estos modelos integradores hacen hincapié en que es necesario un enfoque multifacético —que abarque la biología molecular, la ecología y la teoría evolutiva— para dilucidar completamente la naturaleza compleja del cáncer.
B. Implicaciones terapéuticas y futuras direcciones de investigación
Comprender el cáncer desde la perspectiva del parasitismo no solo tiene importancia teórica, sino que también conlleva profundas implicaciones terapéuticas. Si las células cancerosas son realmente capaces de manipular el entorno de su huésped y muestran estrategias de adaptación que recuerdan a las de los organismos parásitos, entonces las nuevas estrategias de tratamiento podrían consistir en interrumpir estas interacciones parasitarias en lugar de centrarse únicamente en la proliferación celular. Por ejemplo, las terapias que refuerzan la vigilancia inmunológica del huésped o interfieren en los mecanismos moleculares que subyacen a la manipulación del huésped pueden resultar eficaces para frenar el crecimiento tumoral y la metástasis. Además, los enfoques inmunoterapéuticos que aprovechan los antígenos derivados de parásitos para desencadenar respuestas inmunitarias contra el cáncer se han mostrado prometedores en modelos preclínicos, lo que refuerza aún más la relevancia práctica de la teoría parasitaria en la oncología moderna. Por lo tanto, la investigación interdisciplinaria continua que integra los conocimientos de la parasitología, la inmunología, la biología evolutiva y la oncología clínica es esencial para desarrollar estrategias innovadoras para combatir el cáncer.
VIII. Análisis comparativos con otras teorías oncogénicas
A. Teorías microbianas frente a teorías celulares del cáncer
Históricamente, la teoría microbiana del cáncer, basada en los trabajos de Pasteur, Virchow y los primeros defensores de la teoría de los gérmenes, postulaba que los microorganismos eran los responsables directos de la inducción del cáncer, una noción que se ha perfeccionado y se ha integrado en parte en los modelos actuales de oncogénesis infecciosa. Por el contrario, la teoría celular hace hincapié en la división celular anómala y las mutaciones genéticas como principales impulsores de la malignidad, una perspectiva que ha dominado tradicionalmente la biología moderna del cáncer. La teoría parasitaria del cáncer tiende un puente entre estos dos puntos de vista al reconocer que, si bien las mutaciones genéticas son fundamentales en la evolución de los tumores, los agentes infecciosos pueden servir como el insulto inicial que altera la función celular normal y precipita estos errores genéticos. Esta síntesis de teorías históricas y modernas subraya la complejidad del cáncer y destaca la necesidad de un marco integral que incorpore tanto las influencias microbianas como los mecanismos celulares intrínsecos.
B. Comparaciones con la dinámica huésped-patógeno en otras enfermedades
La teoría parasitaria del cáncer encuentra analogías en el estudio de las interacciones huésped-patógeno en otras enfermedades bien caracterizadas, en las que las infecciones persistentes provocan inflamación crónica y remodelación tisular. Por ejemplo, la infección por Helicobacter pylori en la mucosa gástrica es un caso prototípico en el que la colonización bacteriana crónica conduce a un mayor riesgo de carcinoma gástrico, un escenario que se asemeja a los efectos de la infección parasitaria en tejidos propensos a la transformación neoplásica. Estas comparaciones ilustran que los mecanismos por los que los patógenos inducen el cáncer, ya sea mediante la producción de genotoxinas, la provocación de respuestas inflamatorias sostenidas o la manipulación directa de la señalización de las células del huésped, no son exclusivos del cáncer, sino que se comparten en todo un espectro de enfermedades infecciosas. Aprovechando estas analogías, los investigadores pueden utilizar los conocimientos establecidos sobre la patogénesis microbiana para informar y perfeccionar las estrategias terapéuticas contra el cáncer.
IX. Síntesis y conclusión
En resumen, la teoría parasitaria del cáncer abarca una serie de propuestas interrelacionadas que, en conjunto, redefinen la forma en que entendemos los orígenes y la progresión de las enfermedades malignas. En primer lugar, la perspectiva histórica revela que las primeras teorías que relacionaban la infección crónica y la irritación con el cáncer sentaron las bases de los modelos modernos que reconocen a los agentes infecciosos como iniciadores cruciales de la oncogénesis.
En segundo lugar, el marco de causalidad infecciosa ha proporcionado pruebas sólidas de que determinados patógenos, como virus, bacterias y helmintos, pueden desencadenar las alteraciones moleculares y celulares necesarias para el desarrollo del cáncer.
En tercer lugar, la doble función de los helmintos —que demuestran efectos inmunomoduladores carcinogénicos y potencialmente protectores— pone de relieve la compleja interacción entre la inmunidad del huésped y el daño tisular inducido por los parásitos.
En cuarto lugar, el reconocimiento de que las células cancerosas pueden adoptar estrategias parasitarias mediante la manipulación del huésped desafía las opiniones convencionales, lo que sugiere que las células malignas pueden actuar como organismos independientes que cooptan los recursos del huésped para su propia propagación. Por último, las perspectivas evolutivas y del ciclo vital promueven la idea de que el cáncer es un fenómeno biológico antiguo, en el que la reactivación de programas de supervivencia primitivos da lugar a la aparición de entidades celulares que se comportan de manera parasitaria. En conjunto, estas teorías subrayan la necesidad de integrar diversas disciplinas científicas para apreciar plenamente la naturaleza multifactorial del cáncer. Por lo tanto, la teoría parasitaria no solo sirve como modelo explicativo de los orígenes del cáncer, sino también como marco que podría servir de base para nuevas modalidades terapéuticas dirigidas a los comportamientos similares a los de los patógenos de las células malignas. Se espera que las investigaciones en curso aclaren aún más estas complejas interacciones y, en última instancia, allanen el camino para estrategias de tratamiento innovadoras que rompan la relación parasitaria entre las células cancerosas y sus huéspedes.
Este informe ha proporcionado un análisis detallado de las teorías que sustentan el modelo parasitario del cáncer, haciendo hincapié en los antecedentes históricos, el papel mecánico de las infecciones, la naturaleza dual de las interacciones de los helmintos y las adaptaciones evolutivas de las células cancerosas que les permiten explotar los recursos del huésped ([5.1], [8.5], [8.2]). Aunque existen distintas corrientes teóricas, en conjunto sugieren que la perspectiva parasitaria no es mutuamente excluyente con los modelos genéticos convencionales del cáncer, sino que complementa y amplía nuestra comprensión actual al incorporar las dimensiones infecciosas y evolutivas. La síntesis de estos puntos de vista no solo enriquece el panorama conceptual de la oncología, sino que también tiene implicaciones tangibles para el desarrollo de futuras herramientas de diagnóstico e intervenciones terapéuticas que, en última instancia, pueden conducir a mejores resultados clínicos.
En conclusión, la teoría parasitaria del cáncer comprende múltiples proposiciones interrelacionadas: postula que ciertos tipos de cáncer surgen de agentes infecciosos capaces de alterar los procesos celulares; describe las células cancerosas como entidades que, al igual que los parásitos, adquieren un grado de autonomía al manipular la fisiología del huésped; y fundamenta estos fenómenos en un marco evolutivo que explica la resistencia y la adaptabilidad de las células cancerosas. Estas ideas subrayan la importancia de un enfoque multidisciplinar en la investigación en curso, que es fundamental para desvelar nuevas facetas de la biología del cáncer y para traducir estos hallazgos en estrategias terapéuticas innovadoras. Es probable que los futuros estudios que se basen en estos fundamentos teóricos aclaren aún más la intrincada interacción entre la infección, la inflamación, la modulación inmunitaria y la evolución oncogénica, reforzando así la relevancia de la teoría parasitaria en la investigación contemporánea sobre el cáncer.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar a través de los canales habituale sun listado de los casi 20 estudios científicos que se han utilizado para la elaboración de este informe: [email protected] o en el teléfono 650114502
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La investigación sobre el cáncer ha sido testigo de un cambio de paradigma, pasando de teorías que enfatizaban únicamente las mutaciones genéticas y la desregulación celular a modelos que incorporan agentes infecciosos, incluidos los parásitos, como factores que contribuyen a la oncogénesis. Al principio, el cáncer se consideraba, desde una perspectiva simplista, como una mera aberración de las células normales; sin embargo, las pruebas acumuladas en las últimas décadas han impulsado la exploración del cáncer como una enfermedad multifactorial en la que las infecciones parasitarias y sus mecanismos asociados desempeñan un papel importante en la iniciación y progresión de los tumores.
Perspectivas históricas sobre la teoría parasitaria del cáncer
Las hipótesis históricas que relacionan el parasitismo y el cáncer se remontan al siglo XIX, cuando figuras pioneras como Rudolf Virchow propusieron que la irritación crónica y la inflamación provocadas por infecciones persistentes podrían conducir a una transformación neoplásica en los tejidos. Los primeros defensores, entre ellos Louis Westenra Sambon, argumentaban que los cánceres podrían compartir similitudes con los organismos parásitos y que los agentes infecciosos podrían ser la causa subyacente del desarrollo de tumores, una idea que fue recibida con escepticismo hasta que en las últimas décadas surgieron hallazgos epidemiológicos y experimentales más sólidos. Esta evolución en la comprensión se basa en la observación de que ahora se reconoce que parásitos específicos, como los trematodos y ciertos virus, están causalmente relacionados con diversos tipos de cáncer, lo que proporciona un contexto histórico a la teoría parasitaria al enmarcar el cáncer como una enfermedad de origen infeccioso. Aunque las primeras teorías estaban limitadas por las técnicas de investigación disponibles en ese momento, los recientes avances en biología molecular y epidemiología han resucitado y perfeccionado estas ideas, forjando un vínculo entre los paradigmas antiguos y la oncología moderna.
Causas infecciosas del cáncer
A. El papel de las infecciones patógenas
Un principio fundamental del modelo de causalidad infecciosa postula que la exposición a ciertos patógenos, incluidos virus, bacterias y parásitos, puede alterar procesos celulares clave como la apoptosis, la regulación del ciclo celular y la vigilancia inmunológica, lo que en última instancia conduce a la oncogénesis. Por ejemplo, existen asociaciones bien documentadas entre los trematodos opisthorchid y el colangiocarcinoma, así como conexiones entre la coinfección por Plasmodium falciparum y el virus de Epstein-Barr (VEB) con el linfoma de Burkitt, lo que subraya el potencial de los agentes parasitarios y virales para actuar de forma concertada e iniciar el cáncer. Además, se ha documentado que ciertos virus oncogénicos, como el virus del papiloma humano (VPH) y el virus linfotrópico T humano (HTLV), interfieren en los mecanismos reguladores celulares, lo que sugiere que para el desarrollo del cáncer es necesaria una desregulación simultánea de factores infecciosos y genéticos. Esta perspectiva integradora ha dado lugar a la formación del «triángulo de causalidad de la enfermedad», en el que las interacciones entre los agentes infecciosos, la predisposición genética y las influencias ambientales determinan colectivamente el riesgo de cáncer.
B. Mecanismos moleculares subyacentes a la oncogénesis infecciosa
A nivel molecular, se sabe que varios patógenos producen factores que causan daño al ADN, ya sea directamente a través de metabolitos reactivos (como se observa en las infecciones por helmintos) o indirectamente a través de la inflamación crónica, lo que provoca una cascada de alteraciones genéticas que conducen a la transformación maligna. Las proteínas virales derivadas de virus oncogénicos son capaces de inactivar los genes supresores de tumores y alterar los puntos de control del ciclo celular, lo que ejemplifica el doble impacto que resulta tanto de la desregulación inducida por la infección como de la posterior acumulación de mutaciones somáticas. Además, los estudios han puesto de relieve que las células cancerosas pueden presentar múltiples alteraciones infecciosas simultáneamente, lo que sugiere que la interacción entre la infección crónica y la mutación genética es fundamental en el proceso oncogénico. En conjunto, estos hallazgos proporcionan pruebas convincentes de que los agentes infecciosos no solo contribuyen a la iniciación del cáncer, sino también a su progresión al alterar el microambiente en el que evolucionan los tumores.
IV. Los helmintos y su doble papel en la carcinogénesis
A. Efectos procarcinogénicos de las infecciones por helmintos
Los helmintos, en particular ciertos trematodos como Clonorchis sinensis, Opisthorchis viverrini y Schistosoma haematobium, han sido objeto de rigurosos estudios por su capacidad para inducir cáncer a través de respuestas inflamatorias persistentes y la producción de sustancias genotóxicas. Se sabe que las infecciones crónicas por helmintos provocan irritación a largo plazo e inflamación sostenida en los tejidos del huésped, lo que crea un entorno propicio para cambios displásicos y transformaciones malignas. En el cáncer de vejiga urinaria, por ejemplo, se considera que el depósito de huevos por Schistosoma haematobium desencadena procesos carcinogénicos a través de la liberación de nitrosaminas y otras moléculas reactivas, que finalmente provocan daños en el ADN y la consiguiente promoción tumoral. Estos hallazgos subrayan el papel central de los mecanismos proinflamatorios y genotóxicos en la oncogénesis inducida por helmintos, lo que respalda la idea de que la infección parasitaria crónica puede ser un factor principal en el desarrollo del cáncer.
B. Aspectos protectores e inmunomoduladores de las infecciones por helmintos
Por el contrario, también hay pruebas emergentes que sugieren que las infecciones por helmintos podrían provocar respuestas inmunitarias protectoras que inhibirían la progresión del cáncer en determinadas circunstancias, un fenómeno que se debate a menudo en el contexto de la hipótesis de la higiene. La hipótesis de la higiene postula que la reducción de la exposición a patógenos, incluidos los helmintos, en las sociedades económicamente desarrolladas ha provocado un aumento de las enfermedades autoinmunes, las alergias e incluso, potencialmente, los cánceres, lo que implica que la exposición controlada a los parásitos podría desempeñar una función reguladora del sistema inmunitario. Estudios experimentales han indicado que las infecciones por helmintos de baja intensidad pueden modular los perfiles de citocinas y promover respuestas inmunitarias Th1, que están asociadas con la actividad antitumoral y podrían suprimir el crecimiento tumoral. Sin embargo, el efecto neto de la inmunomodulación inducida por los helmintos parece depender del contexto, ya que varía en función de factores como la especie de helminto, la intensidad de la infección y la susceptibilidad genética subyacente del huésped. Este papel bifacético de los helmintos en la biología del cáncer subraya la complejidad de las interacciones entre el huésped y el parásito y pone de relieve la necesidad de seguir investigando para desentrañar estos intrincados mecanismos.
El comportamiento parasitario de las células cancerosas: manipulación del huésped
A. Conceptualización del cáncer como un parásito
Una propuesta radical dentro de la teoría parasitaria del cáncer es la conceptualización de las células malignas como entidades autónomas que se comportan de manera similar a los parásitos clásicos, secuestrando los recursos del huésped y manipulando el entorno del huésped para maximizar su propia aptitud. Este punto de vista sostiene que las células cancerosas no son meros derivados rebeldes de los tejidos normales, sino que resurgen como organismos cuasi independientes que subvierten los mecanismos reguladores del huésped, exhibiendo así comportamientos análogos a los observados en las infecciones parasitarias. Esta idea se ve respaldada por pruebas que sugieren que las células cancerosas pueden alterar las vías metabólicas del huésped, interferir en la vigilancia inmunitaria e incluso influir en el comportamiento del huésped mediante cascadas de señales manipuladoras, perpetuando así su propia supervivencia y facilitando la metástasis. Esta estrategia adaptativa implica que las células cancerosas pueden haber desarrollado un conjunto especializado de rasgos similares a los que emplean los organismos parásitos para prosperar dentro de sus huéspedes, lo que en última instancia desafía las definiciones tradicionales de neoplasia.
B. Mecanismos de manipulación del huésped por parte de las células cancerosas
Las investigaciones sobre la capacidad manipuladora de las células cancerosas han revelado que estas células pueden secretar una variedad de moléculas bioactivas que modulan la respuesta inmunitaria, promueven la angiogénesis e incluso alteran el comportamiento del huésped. En algunos cánceres transmisibles, como el tumor venéreo transmisible canino (CTVT) y la enfermedad del tumor facial del demonio (DFTD), las células cancerosas parecen influir en el comportamiento de apareamiento del huésped y en otros rasgos fenotípicos, lo que puede facilitar la propagación de la enfermedad dentro de la población huésped. Además, el fenómeno de policlonalidad observado en muchos tumores sugiere que las células cancerosas son capaces de reclutar células normales del huésped para favorecer el crecimiento tumoral, ampliando de manera efectiva la influencia del tumor en el entorno del huésped de una forma que recuerda a la simbiosis parasitaria. Se teoriza que esta manipulación del huésped se produce a través de mecanismos genéticos y epigenéticos que permiten a las células cancerosas subvertir la homeostasis tisular, creando así un microambiente tumoral optimizado para la supervivencia y proliferación de las células cancerosas.
VI. Perspectivas evolutivas y del ciclo vital
A. El cáncer como entidad evolutiva
Un punto de vista alternativo, pero complementario, dentro de la teoría parasitaria considera el cáncer desde una perspectiva evolutiva, postulando que el cáncer representa una reversión atávica a un estado unicelular más primitivo en el que las células expresan rasgos que recuerdan a las primeras formas de vida que priorizaban la autoconservación sobre la multicelularidad cooperativa. Este modelo sugiere que las alteraciones genéticas y epigenéticas observadas en las células cancerosas pueden reflejar la aparición de un antiguo programa de supervivencia que se ha desinhibido en determinadas condiciones, lo que conduce a un estado en el que las células cancerosas se comportan esencialmente como parásitos independientes. Según esta teoría, las presiones evolutivas ejercidas por el entorno del huésped, incluidos los desafíos inmunológicos y las limitaciones de recursos, convierten a las células cancerosas en organismos altamente adaptables y resistentes a las intervenciones terapéuticas convencionales. Esta perspectiva no solo ofrece una explicación de la notable heterogeneidad y resistencia del cáncer, sino que también abre vías para nuevas estrategias de tratamiento que se dirigen a estos mecanismos primitivos de supervivencia.
B. Compensaciones en el ciclo vital e interacciones entre huésped y parásito
La teoría del ciclo vital contribuye aún más a nuestra comprensión del cáncer al examinar cómo las compensaciones energéticas y reproductivas a las que se enfrentan los huéspedes en respuesta a las infecciones parasitarias pueden ser paralelas a las observadas en los organismos portadores de cáncer. En los sistemas huésped-parásito, los parásitos suelen inducir cambios en las estrategias reproductivas del huésped o acelerar los procesos de envejecimiento como medio para maximizar su propia transmisión, un fenómeno que se reconoce cada vez más en la biología del cáncer. Estudios empíricos en la fauna silvestre han revelado que el cáncer impone importantes costes de aptitud física, lo que influye en las tasas de supervivencia y el potencial reproductivo, lo que a su vez puede llevar a los huéspedes a alterar los rasgos del ciclo biológico como defensa contra el comportamiento parasitario de las células cancerosas. Esta visión integrada del cáncer como un proceso evolutivo y ecológico añade una capa de complejidad a nuestra comprensión de la oncogénesis, lo que sugiere que las intervenciones deben tener en cuenta no solo los fundamentos moleculares del cáncer, sino también su impacto más amplio en la biología del huésped.
VII. Modelos teóricos integradores y debates actuales
A. Convergencia de las teorías infecciosas y evolutivas
La teoría parasitaria contemporánea del cáncer se distingue por su enfoque integrador, que aúna aspectos de la causalidad infecciosa con modelos evolutivos y ecológicos. Los defensores de esta opinión sostienen que, si bien los agentes infecciosos inician los procesos oncogénicos al perturbar la homeostasis celular, la posterior evolución de las células cancerosas hacia entidades que imitan el comportamiento parasitario dicta en última instancia la progresión tumoral y la metástasis. Esta convergencia se ejemplifica con la observación de que muchas infecciones oncogénicas provocan daños tisulares crónicos y estados inflamatorios, lo que a su vez fomenta un entorno propicio para la selección natural y el crecimiento de clones de células cancerosas agresivas. Estos modelos integradores hacen hincapié en que es necesario un enfoque multifacético —que abarque la biología molecular, la ecología y la teoría evolutiva— para dilucidar completamente la naturaleza compleja del cáncer.
B. Implicaciones terapéuticas y futuras direcciones de investigación
Comprender el cáncer desde la perspectiva del parasitismo no solo tiene importancia teórica, sino que también conlleva profundas implicaciones terapéuticas. Si las células cancerosas son realmente capaces de manipular el entorno de su huésped y muestran estrategias de adaptación que recuerdan a las de los organismos parásitos, entonces las nuevas estrategias de tratamiento podrían consistir en interrumpir estas interacciones parasitarias en lugar de centrarse únicamente en la proliferación celular. Por ejemplo, las terapias que refuerzan la vigilancia inmunológica del huésped o interfieren en los mecanismos moleculares que subyacen a la manipulación del huésped pueden resultar eficaces para frenar el crecimiento tumoral y la metástasis. Además, los enfoques inmunoterapéuticos que aprovechan los antígenos derivados de parásitos para desencadenar respuestas inmunitarias contra el cáncer se han mostrado prometedores en modelos preclínicos, lo que refuerza aún más la relevancia práctica de la teoría parasitaria en la oncología moderna. Por lo tanto, la investigación interdisciplinaria continua que integra los conocimientos de la parasitología, la inmunología, la biología evolutiva y la oncología clínica es esencial para desarrollar estrategias innovadoras para combatir el cáncer.
VIII. Análisis comparativos con otras teorías oncogénicas
A. Teorías microbianas frente a teorías celulares del cáncer
Históricamente, la teoría microbiana del cáncer, basada en los trabajos de Pasteur, Virchow y los primeros defensores de la teoría de los gérmenes, postulaba que los microorganismos eran los responsables directos de la inducción del cáncer, una noción que se ha perfeccionado y se ha integrado en parte en los modelos actuales de oncogénesis infecciosa. Por el contrario, la teoría celular hace hincapié en la división celular anómala y las mutaciones genéticas como principales impulsores de la malignidad, una perspectiva que ha dominado tradicionalmente la biología moderna del cáncer. La teoría parasitaria del cáncer tiende un puente entre estos dos puntos de vista al reconocer que, si bien las mutaciones genéticas son fundamentales en la evolución de los tumores, los agentes infecciosos pueden servir como el insulto inicial que altera la función celular normal y precipita estos errores genéticos. Esta síntesis de teorías históricas y modernas subraya la complejidad del cáncer y destaca la necesidad de un marco integral que incorpore tanto las influencias microbianas como los mecanismos celulares intrínsecos.
B. Comparaciones con la dinámica huésped-patógeno en otras enfermedades
La teoría parasitaria del cáncer encuentra analogías en el estudio de las interacciones huésped-patógeno en otras enfermedades bien caracterizadas, en las que las infecciones persistentes provocan inflamación crónica y remodelación tisular. Por ejemplo, la infección por Helicobacter pylori en la mucosa gástrica es un caso prototípico en el que la colonización bacteriana crónica conduce a un mayor riesgo de carcinoma gástrico, un escenario que se asemeja a los efectos de la infección parasitaria en tejidos propensos a la transformación neoplásica. Estas comparaciones ilustran que los mecanismos por los que los patógenos inducen el cáncer, ya sea mediante la producción de genotoxinas, la provocación de respuestas inflamatorias sostenidas o la manipulación directa de la señalización de las células del huésped, no son exclusivos del cáncer, sino que se comparten en todo un espectro de enfermedades infecciosas. Aprovechando estas analogías, los investigadores pueden utilizar los conocimientos establecidos sobre la patogénesis microbiana para informar y perfeccionar las estrategias terapéuticas contra el cáncer.
IX. Síntesis y conclusión
En resumen, la teoría parasitaria del cáncer abarca una serie de propuestas interrelacionadas que, en conjunto, redefinen la forma en que entendemos los orígenes y la progresión de las enfermedades malignas. En primer lugar, la perspectiva histórica revela que las primeras teorías que relacionaban la infección crónica y la irritación con el cáncer sentaron las bases de los modelos modernos que reconocen a los agentes infecciosos como iniciadores cruciales de la oncogénesis.
En segundo lugar, el marco de causalidad infecciosa ha proporcionado pruebas sólidas de que determinados patógenos, como virus, bacterias y helmintos, pueden desencadenar las alteraciones moleculares y celulares necesarias para el desarrollo del cáncer.
En tercer lugar, la doble función de los helmintos —que demuestran efectos inmunomoduladores carcinogénicos y potencialmente protectores— pone de relieve la compleja interacción entre la inmunidad del huésped y el daño tisular inducido por los parásitos.
En cuarto lugar, el reconocimiento de que las células cancerosas pueden adoptar estrategias parasitarias mediante la manipulación del huésped desafía las opiniones convencionales, lo que sugiere que las células malignas pueden actuar como organismos independientes que cooptan los recursos del huésped para su propia propagación. Por último, las perspectivas evolutivas y del ciclo vital promueven la idea de que el cáncer es un fenómeno biológico antiguo, en el que la reactivación de programas de supervivencia primitivos da lugar a la aparición de entidades celulares que se comportan de manera parasitaria. En conjunto, estas teorías subrayan la necesidad de integrar diversas disciplinas científicas para apreciar plenamente la naturaleza multifactorial del cáncer. Por lo tanto, la teoría parasitaria no solo sirve como modelo explicativo de los orígenes del cáncer, sino también como marco que podría servir de base para nuevas modalidades terapéuticas dirigidas a los comportamientos similares a los de los patógenos de las células malignas. Se espera que las investigaciones en curso aclaren aún más estas complejas interacciones y, en última instancia, allanen el camino para estrategias de tratamiento innovadoras que rompan la relación parasitaria entre las células cancerosas y sus huéspedes.
Este informe ha proporcionado un análisis detallado de las teorías que sustentan el modelo parasitario del cáncer, haciendo hincapié en los antecedentes históricos, el papel mecánico de las infecciones, la naturaleza dual de las interacciones de los helmintos y las adaptaciones evolutivas de las células cancerosas que les permiten explotar los recursos del huésped ([5.1], [8.5], [8.2]). Aunque existen distintas corrientes teóricas, en conjunto sugieren que la perspectiva parasitaria no es mutuamente excluyente con los modelos genéticos convencionales del cáncer, sino que complementa y amplía nuestra comprensión actual al incorporar las dimensiones infecciosas y evolutivas. La síntesis de estos puntos de vista no solo enriquece el panorama conceptual de la oncología, sino que también tiene implicaciones tangibles para el desarrollo de futuras herramientas de diagnóstico e intervenciones terapéuticas que, en última instancia, pueden conducir a mejores resultados clínicos.
En conclusión, la teoría parasitaria del cáncer comprende múltiples proposiciones interrelacionadas: postula que ciertos tipos de cáncer surgen de agentes infecciosos capaces de alterar los procesos celulares; describe las células cancerosas como entidades que, al igual que los parásitos, adquieren un grado de autonomía al manipular la fisiología del huésped; y fundamenta estos fenómenos en un marco evolutivo que explica la resistencia y la adaptabilidad de las células cancerosas. Estas ideas subrayan la importancia de un enfoque multidisciplinar en la investigación en curso, que es fundamental para desvelar nuevas facetas de la biología del cáncer y para traducir estos hallazgos en estrategias terapéuticas innovadoras. Es probable que los futuros estudios que se basen en estos fundamentos teóricos aclaren aún más la intrincada interacción entre la infección, la inflamación, la modulación inmunitaria y la evolución oncogénica, reforzando así la relevancia de la teoría parasitaria en la investigación contemporánea sobre el cáncer.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar a través de los canales habituale sun listado de los casi 20 estudios científicos que se han utilizado para la elaboración de este informe: [email protected] o en el teléfono 650114502




