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Miércoles, 05 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura:

Occidente se suicida (con una sonrisa) en Nueva York

[Img #29149]La victoria de Zohran Mamdani en las elecciones municipales de Nueva York no debería ser analizada como un mero cambio político o como una simple anécdota en el tablero electoral norteamericano. Al contrario: su triunfo representa un punto de inflexión simbólico —y posiblemente irreversible— en la decadencia de Occidente. Porque si hay una ciudad que ha encarnado, con toda su fuerza y contradicciones, el alma del mundo occidental, esa ciudad ha sido Nueva York. Y que Nueva York haya elegido como alcalde a un candidato musulmán, socialista, anticapitalista y militante del multiculturalismo más corrosivo, es un signo poderoso de los tiempos que vivimos: Occidente ha dejado de creerse a sí mismo.

 

Mamdani no es el problema. Es el síntoma. Es la manifestación más perfecta de una sociedad que, tras años de adoctrinamiento ideológico, ha interiorizado que la libertad es opresión, que la prosperidad es injusticia, que la identidad es supremacismo, y que la historia propia es un crimen a ocultar o demoler. Nueva York, esa metrópolis levantada por generaciones de inmigrantes que aspiraban a integrarse, progresar y ser parte del sueño americano, se convierte ahora en el laboratorio de una pesadilla posmoderna: supermercados públicos, transporte gratuito, descolonización institucional, culpabilidad racial, socialismo de eslóganes, cancelación de la historia.

 

Y lo peor: todo esto se hace con el aplauso democrático de los ciudadanos. No es un golpe de Estado, no es un atentado, no es un error. Es el resultado de una educación podrida, de unos medios sometidos y vendidos, de una cultura que hace tiempo se entregó al nihilismo, de unas élites suicidas que han sustituido la excelencia por la demagogia inclusiva.

 

Lo que ha sucedido en Nueva York debería activar todas las alarmas. Porque Nueva York no es sólo una ciudad: es un espejo adelantado de Europa. Si allí ya se elige con entusiasmo a líderes que odian los valores que los llevaron al poder, ¿cuánto tiempo falta para que en París, Berlín o Bruselas ocurra lo mismo? ¿O ya está ocurriendo?

 

Occidente se suicida con una sonrisa en los labios, como si lo hiciera por alguna noble causa. Lo hace en nombre de la justicia, de la diversidad, de la reparación. Pero lo cierto es que nadie repara nada si destruye los cimientos de la civilización que hizo posible la libertad, el conocimiento, la ciencia y la dignidad humana.

 

El triunfo de Zohran Mamdani no solo es una victoria política de la extrema izquierda más fanática, ignorante y radical. Es una rendición cultural. Es la aceptación del relato de nuestros enemigos. Es la prueba de que, como Bizancio antes de caer, hemos cambiado la fe en nosotros mismos por discusiones bizantinas sobre pronombres y microagresiones.

 

En algún momento, la historia pedirá explicaciones. Y muchos callarán. Pero otros recordaremos que hubo un tiempo en que aún se podía decir la verdad. Y que el primer paso para resistir es no seguir diciendo, hasta el final de nuestras fuerzas, que el rey está desnudo.

 

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