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Sábado, 08 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura:

Las momias que desafían al mundo

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Octubre de 2016. Cusco. El explorador francés Thierry Jamin abre la puerta de su oficina y se encuentra frente a un hombre nervioso que se presenta como Luis Quispe. Es un alias. El visitante trae consigo fotografías que, de ser auténticas, cambiarían nuestra comprensión de la historia humana. O desatarían uno de los fraudes arqueológicos más elaborados jamás documentados.

 

Las imágenes muestran pequeños cuerpos momificados, cubiertos de un polvo blanquecino. Pero hay algo perturbador: las manos tienen solo tres dedos. Los pies también. Los cráneos son alargados, casi alienígenas. Jamin, veterano de expediciones en la Amazonía peruana y conocido por su búsqueda de la ciudad perdida de Paititi, siente que está ante algo que definirá el resto de su vida.

 

No se equivocaba. Pero no de la manera que imaginaba.

 

El hallazgo que nadie esperaba

 

La historia oficial comienza un año antes, en 2015, cuando un grupo de huaqueros —saqueadores de tumbas prehispánicas— descubre en algún lugar entre Palpa y Nazca un conjunto de cuerpos momificados con características anatómicas jamás vistas. El sitio exacto permanece en secreto hasta hoy, una nebulosa que alimenta tanto el misterio como las sospechas.

 

Los huaqueros, esos cazadores de tesoros que operan en las sombras del mercado negro de antigüedades, saben que tienen algo extraordinario. Pero también saben que su hallazgo es, por definición, ilegal. El patrimonio arqueológico peruano está protegido por ley. Tocar, mover o comercializar piezas prehispánicas sin autorización es un delito grave.

 

Así que comienzan a circular fotos. Primero en círculos cerrados, luego en foros de Internet especializados en fenómenos inexplicables. Es allí donde Pablo R., el verdadero nombre del hombre que se presentó ante Jamin como Luis Quispe, ve una oportunidad.

 

Y Thierry Jamin, presidente del Instituto Inkarri —una ONG cusqueña dedicada a la exploración arqueológica— decide entrar en el juego. Es una decisión que lo catapultará a la fama internacional y, simultáneamente, lo hundirá en una controversia sin precedentes.

 

La máquina publicitaria se pone en marcha

 

Febrero de 2017. El Instituto Inkarri lanza una campaña de crowdfunding en una plataforma francesa. El objetivo: recaudar fondos para realizar análisis científicos de las momias. La narrativa es seductora: investigadores independientes enfrentándose al establishment científico, buscando la verdad que las instituciones oficiales quieren silenciar.

 

La campaña recauda 39.510 euros en semanas. El dinero fluye. Y con él, la atención mediática. Entra en escena Jaime Maussan, el controvertido periodista y ufólogo mexicano, famoso por décadas de presentar presuntas evidencias de vida extraterrestre que, una tras otra, han sido desacreditadas por la comunidad científica. Maussan ve en las momias de Nazca su oportunidad de redención. O su siguiente gran golpe mediático, según a quién se le pregunte.

 

Pero el verdadero poder de fuego proviene de Gaia.com, una plataforma estadounidense de streaming especializada en contenido esotérico y de "consciencia elevada" —descrita por críticos como un Netflix para teorías de conspiración. Gaia financia gran parte de la investigación y produce en 2017 una serie documental titulada “Unearthing Nazca”.

 

Los números no mienten: según el reporte anual de Gaia, el contenido sobre las momias contribuye significativamente al aumento de suscripciones. La empresa cierra 2017 con ingresos de 28.3 millones de dólares. Las momias tridáctilas son un negocio rentable.

 

"Esta es sin duda la historia más increíble que nos ha sucedido en casi veinticinco años de investigaciones en el Perú", declaró Jamin en el sitio web oficial del proyecto. "¿Pero es verdad? Esta inquietante pregunta me atormenta desde aquel día de octubre de 2016".

 

Es una confesión reveladora. Incluso el protagonista admite sus dudas. Pero la maquinaria ya está en movimiento y no se detendrá.

 

La ciencia entra al ring

 

Las momias reciben nombres: María, Josefina, Victoria, Albert, Luisa. Como si bautizarlas las humanizara, las hiciera más reales. Se realizan tomografías, radiografías, análisis de carbono-14, pruebas de ADN. Los laboratorios emiten informes técnicos. Hay datos, hay fechas, hay porcentajes.

 

En noviembre de 2018, el congresista peruano Armando Villanueva Mercado organiza una presentación en el Congreso. Jamin y su equipo muestran los resultados: los cuerpos son auténticos, afirman. No son ensamblajes modernos. Las dataciones por carbono-14 indican entre 1.200 y 1.600 años de antigüedad.

 

La Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica recibe en noviembre de 2019 varias de estas momias para realizar sus propios estudios. El equipo dirigido por el profesor Roger Zúñiga Avilés se compromete a verificar —o refutar— los hallazgos del Instituto Inkarri.

 

Pero la comunidad científica internacional no espera. Y emite un  veredicto demoledor. El World Committee on Mummy Studies, una de las organizaciones más prestigiosas en el estudio de restos momificados, emite un comunicado contundente: las llamadas momias alienígenas son un fraude. No hay evidencia de una nueva especie. Lo que hay es evidencia de manipulación.

 

El paleoantropólogo Rodolfo Salas-Gismondi, afiliado al Museo Americano de Historia Natural, es más específico: las manos y pies con tres dedos son restos humanos reales a los que les amputaron dedos en los bordes para crear esa apariencia extraterrestre. Las radiografías, dice, muestran los cortes.

 

Flavio Estrada, arqueólogo forense del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Perú, va más allá en una conferencia detallada en 2020: son momias prehispánicas auténticas que fueron profanadas y alteradas con fines comerciales. Algunos especímenes más pequeños están ensamblados con huesos de animales, adhesivos modernos y papel. El análisis forense es inequívoco.

 

"En particular, la explotación de momias precolombinas realizada por estas personas agrede y ofende a la Cultura Andina, al implicar que sus logros se debieron a una supuesta ayuda exterior", señaló un comunicado firmado por múltiples científicos peruanos en julio de 2017.

 

El mensaje es claro: esto no es solo pseudociencia. Es una profanación del patrimonio cultural.

 

El circo mediático llega a México

 

13 de septiembre de 2023. Cámara de Diputados de México. Jaime Maussan presenta ante el Congreso mexicano dos pequeños cuerpos momificados en urnas de cristal. Las cámaras de televisión transmiten en vivo. Es la primera audiencia pública sobre fenómenos aéreos no identificados en ese país.

 

Maussan, con su característica seguridad ante las cámaras, hace afirmaciones extraordinarias: más del 30% del ADN extraído es "desconocido", sugiriendo que estos seres "no son parte de nuestra evolución terrestre". Expertos testifican bajo juramento sobre estructuras que se asemejan a óvulos e implantes metálicos de aleaciones avanzadas.

 

El impacto mediático es global. Los videos se vuelven virales. Las redes sociales explotan en debates. UFO Twitter tiene su día de gloria. Y Perú, otra vez, se encuentra en el centro de una controversia que mezcla arqueología, ufología y escándalo internacional.

 

La respuesta es inmediata y furiosa. La ministra de Cultura peruana, Leslie Urteaga, declara que ninguna entidad científica peruana ha corroborado que estos sean restos no humanos. El Ministerio Público solicita la devolución de las momias custodiadas por la universidad. El Instituto de Astronomía de la UNAM en México emite un comunicado recordando que décadas de búsqueda de vida extraterrestre no han producido evidencia alguna de visitas alienígenas.

 

Pero hay algo más preocupante: en octubre de 2023, el Ministerio de Cultura de Perú interviene en las instalaciones de DHL y confisca figuras con tres dedos que estaban siendo enviadas a Maussan en México. Las autoridades están en alerta: hay una red de tráfico de patrimonio cultural operando bajo la fachada de investigación ufológica.

 

Las consecuencias legales

 

2022. Leandro Rivera Sarmiento, uno de los hombres que se atribuyó el descubrimiento original de los cuerpos momificados, es sentenciado a prisión. El cargo: daños al patrimonio cultural. Es el primer castigo legal concreto en esta historia, pero difícilmente será el último.

 

El caso pone en evidencia un problema sistémico en Perú: el saqueo arqueológico alimenta un mercado negro millonario. Los huaqueros operan con relativa impunidad en zonas remotas, expoliando tumbas que contienen información invaluable sobre culturas prehispánicas. Y ahora, ese mercado negro ha encontrado un nuevo nicho: la ufología internacional.

 

Es una simbiosis perversa. Los saqueadores obtienen compradores dispuestos a pagar grandes sumas. Los promotores ufológicos obtienen "evidencia" para sus narrativas. Las plataformas de streaming obtienen contenido viral. Y en el medio, el patrimonio cultural peruano es profanado, comercializado y convertido en espectáculo.

 

La batalla continúa

 

Pero la historia no termina. En 2024 y 2025, nuevos análisis emergen. El Dr. José Zalce, exdirector del Departamento Médico de la Marina de México, publica estudios sobre 21 especímenes. Sus conclusiones contradicen a los forenses peruanos: son organismos biológicos reales, dice. No son ensamblajes. El feto encontrado dentro de la momia Montserrat es genuino.

 

Flavio Estrada responde con su propio estudio en enero de 2024: son muñecos ensamblados con huesos de animales y pegamentos sintéticos modernos. Las pruebas forenses son claras.

 

¿Quién tiene razón? Depende de a quién le preguntes. Y ahí radica el problema.

 

Esta es una historia sobre la interpretación de datos. Los mismos análisis de laboratorio —carbono-14, ADN, tomografías— son leídos de maneras radicalmente diferentes según quién los interprete. Para unos, son pruebas de autenticidad. Para otros, evidencia de manipulación.

 

También es una historia sobre credibilidad. Los laboratorios que realizan las pruebas simplemente emiten informes técnicos. No validan las interpretaciones de quienes les pagan. Pero sus nombres aparecen citados en documentales y presentaciones, dándoles un barniz de legitimidad científica a narrativas que la comunidad académica rechaza.

 

Y es, fundamentalmente, una historia sobre dinero. El Instituto Inkarri recauda donaciones. Gaia aumenta sus suscripciones. Maussan vende entradas para sus conferencias. Los huaqueros reciben pagos por especímenes. Cada actor en esta trama tiene incentivos económicos para mantener el misterio vivo.

 

El desierto guarda sus secretos

 

Hoy, el sitio original donde supuestamente se encontraron las momias permanece desconocido. El Instituto Inkarri continúa sus investigaciones. Su sitio web promete "grandes anuncios en los próximos meses y años". Las momias siguen siendo objeto de estudios, disputas legales y debates en internet.

 

Nazca, esa planicie peruana surcada por geoglifos milenarios que solo pueden apreciarse desde el aire, añade otra capa de misterio a su leyenda. Las líneas de Nazca ya eran un enigma arqueológico por derecho propio. Ahora también son el escenario de una de las controversias más extrañas del siglo XXI.

 

¿Qué son realmente estas momias tridáctilas? La respuesta depende de en quién confíes. En los arqueólogos forenses peruanos que han dedicado sus carreras al estudio del patrimonio prehispánico. En los investigadores independientes que claman conspiración oficial. En los ufólogos que ven evidencia extraterrestre en cada anomalía. En los laboratorios que simplemente reportan datos sin interpretarlos.

 

Mientras tanto, en algún lugar del desierto de Nazca, el sitio original espera. Quizás nunca se conozca su ubicación exacta. Quizás sea mejor así. Porque en el momento en que se revele, será saqueado, estudiado, disputado, comercializado y convertido en atracción turística.

 

Y el misterio, ese motor que ha movido millones de dólares, millones de clicks y millones de palabras, se evaporará como el agua en ese desierto implacable.

 

La verdad sobre las momias de Nazca está enterrada en algún lugar entre la ciencia y el espectáculo, entre el patrimonio y el saqueo, entre la evidencia y la creencia. Y quizás, solo quizás, esa ambigüedad sea exactamente lo que todos los involucrados necesitan que permanezca.

 

Porque en el momento en que la verdad sea definitiva, el negocio termina.

 

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