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Domingo, 09 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura:
Deshumanización posmoderna

Indignación global por la comercialización de joyas elaboradas con embriones humanos

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Una nueva tendencia procedente del Reino Unido ha encendido el debate bioético y religioso en todo el mundo: empresas como Blossom Keepsake o Revive Jewelry ofrecen joyas “personalizadas” que incorporan embriones humanos procedentes de tratamientos de fecundación in vitro (FIV).


El servicio, que se presenta en la página oficial  de Blossom como una forma de “honrar este capítulo de tu historia”, promete crear piezas “significativas, modernas y discretas” que “mantienen una conexión profunda con tu experiencia de fertilidad”. En su sitio web, la compañía explica que ofrece una alternativa “más suave y simbólica” para quienes deciden no conservar sus embriones congelados.

 

“Ofrecemos una forma única de conmemorar el viaje de la fertilidad, transformando los embriones en piezas bellas y personales”, señala la descripción del producto en Blossom Keepsake.

 

El proceso, según explica la propia empresa, consiste en secar y encapsular el embrión en resina para integrarlo en un colgante o anillo. Cada joya se realiza “a medida” y puede combinarse con otros elementos biológicos —como leche materna o cordón umbilical—, una práctica ya habitual en el mercado de recuerdos familiares.


Sin embargo, la diferencia aquí es abismal: el material utilizado no es tejido biológico postnatal, sino un embrión humano congelado, lo que ha generado una oleada de indignación en ámbitos religiosos, éticos y científicos.

 

La respuesta del mundo provida

 

Foros católicos han calificado la iniciativa de “repulsiva y distópica”, señalando que el uso de embriones humanos con fines ornamentales supone “una degradación moral sin precedentes”.
 

La organización británica Society for the Protection of Unborn Children (SPUC) declaró que “convertir seres humanos en joyería es una muestra más de la deshumanización que acompaña a la industria de la reproducción asistida”.


En Estados Unidos, el medio Live Action —uno de los principales referentes del movimiento provida— expresó que “la idea de utilizar embriones humanos como decoración es escalofriante” y que “la práctica convierte a los hijos en objetos de consumo”.


Por su parte, The Christian Post publicó un editorial en el que se preguntaba: “¿Cómo hemos llegado al punto en que la ciencia, en lugar de proteger la vida, la encapsula como recuerdo?”.

 

Un vacío moral y legal

 

Los defensores de la práctica argumentan que se trata de un acto simbólico y voluntario de los padres, quienes buscan “cerrar un ciclo emocional”. Sin embargo, desde la bioética católica y otras perspectivas humanistas, se alerta del peligro de “cosificar” lo que para muchos constituye una vida humana en su etapa más temprana.


Actualmente, no existe una regulación específica que prohíba o supervise este tipo de transformaciones de material embrionario en el Reino Unido, siempre que los progenitores den su consentimiento por escrito.

 

La dimensión humana

 

Más allá de la polémica legal y teológica, el fenómeno pone sobre la mesa un dilema íntimo: el de los miles de embriones congelados que permanecen en los laboratorios de fertilidad sin destino claro. Para algunas parejas, cada uno de ellos simboliza una posibilidad de vida; para otras, una historia inacabada. En ese terreno de incertidumbre y duelo, la joya propuesta por Blossom Keepsake aparece como una forma obscena de recuerdo… pero también como espejo de una época amoral, líquida y sion límites en la que la frontera entre lo humano y lo simbólico se desdibuja.

 

Epílogo

 

La pregunta, al final, no es solo bioética, sino profundamente humana: ¿Puede un embrión humano exhibirse como el más vulgar de los objetos? ¿Y qué significa, para quienes la llevan al cuello, ese brillo diminuto que alguna vez fue un ser en potencia?

 

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