Un USB requisado al terrorista condenado por el atentado en la sala Bataclan desvela que el islamismo prepara un nuevo ataque en el décimo aniversario
![[Img #29198]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/11_2025/8296_screenshot-2025-11-11-at-15-54-05-bataclan-buscar-con-google.png)
A cuatro días de que Francia conmemore el décimo aniversario de la masacre que convirtió a la sala de fiestas Bataclan en símbolo del terror yihadista (90 personas asesinadas), la justicia antiterrorista ha abierto una investigación que devuelve el miedo a la superficie. El protagonista involuntario es Salah Abdeslam, el único superviviente de aquellos comandos asesinos islamistas que sembraron París de muerte el 13 de noviembre de 2015 —condenado a cadena perpetua, confinado en la prisión de Vendin-le-Vieil—, y el objeto del delito, una memoria USB cargada de propaganda islamista que nunca debió atravesar los muros de su celda.
Tres personas permanecen detenidas. La fiscalía nacional antiterrorista ha ampliado el caso, inicialmente abierto en enero por posesión ilícita de material prohibido, al delito de asociación de malhechores terroristas en preparación de un crimen. Entre los arrestados figura la propia pareja de Abdeslam, señalada por haber facilitado el acceso a ese contenido propagandístico. El dispositivo, diseñado para que el preso pudiera seguir cursos formativos con un uso estrictamente limitado, habría servido para transferir material radical. Las autoridades penitenciarias detectaron las conexiones sospechosas, pero la memoria USB jamás fue localizada.
El fiscal nacional antiterrorista, Olivier Christen, ha sido categórico: la amenaza yihadista sigue siendo "la más significativa" para Francia, tanto por su volumen como por el grado de preparación de los posibles atentados. Y los indicios se multiplican. Apenas días atrás, las fuerzas de seguridad desarticularon una célula compuesta por tres jóvenes —de 18, 19 y 21 años— que planeaban un ataque en París coincidiendo con el aniversario del 13-N. La presunta líder, de 19 años, difundía contenido pro-yihad en TikTok y había manifestado su intención de hacerse con rifles de asalto y cinturones explosivos "en homenaje a Osama bin Laden". El objetivo: emular el horror terrorista del Bataclan.
Las cifras hablan de una radicalización que se reinventa. Este año, diecisiete menores han sido procesados por la fiscalía antiterrorista francesa —casi la misma cifra que en todo 2024—, en lo que Christen denomina "un fuerte rejuvenecimiento" de la amenaza. Los nuevos perfiles actúan de manera más autónoma, con menor contacto directo con las organizaciones terroristas, pero con una determinación igualmente letal.
Mientras tanto, el jueves, el presidente Emmanuel Macron encabezará las ceremonias en los seis escenarios donde hace una década cayeron 132 víctimas: el Estadio de Francia, las terrazas de los distritos X y XI, y esa sala de conciertos que ya es herida colectiva. En la plaza Saint-Gervais se inaugurará el Jardín de la Memoria del 13 de Noviembre, un recinto de piedra y granito donde los nombres de los muertos quedarán grabados junto a un mapa de las calles que nunca olvidarán.
Diez años después, el trauma sigue vivo. Y la amenaza islamista, también.
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A cuatro días de que Francia conmemore el décimo aniversario de la masacre que convirtió a la sala de fiestas Bataclan en símbolo del terror yihadista (90 personas asesinadas), la justicia antiterrorista ha abierto una investigación que devuelve el miedo a la superficie. El protagonista involuntario es Salah Abdeslam, el único superviviente de aquellos comandos asesinos islamistas que sembraron París de muerte el 13 de noviembre de 2015 —condenado a cadena perpetua, confinado en la prisión de Vendin-le-Vieil—, y el objeto del delito, una memoria USB cargada de propaganda islamista que nunca debió atravesar los muros de su celda.
Tres personas permanecen detenidas. La fiscalía nacional antiterrorista ha ampliado el caso, inicialmente abierto en enero por posesión ilícita de material prohibido, al delito de asociación de malhechores terroristas en preparación de un crimen. Entre los arrestados figura la propia pareja de Abdeslam, señalada por haber facilitado el acceso a ese contenido propagandístico. El dispositivo, diseñado para que el preso pudiera seguir cursos formativos con un uso estrictamente limitado, habría servido para transferir material radical. Las autoridades penitenciarias detectaron las conexiones sospechosas, pero la memoria USB jamás fue localizada.
El fiscal nacional antiterrorista, Olivier Christen, ha sido categórico: la amenaza yihadista sigue siendo "la más significativa" para Francia, tanto por su volumen como por el grado de preparación de los posibles atentados. Y los indicios se multiplican. Apenas días atrás, las fuerzas de seguridad desarticularon una célula compuesta por tres jóvenes —de 18, 19 y 21 años— que planeaban un ataque en París coincidiendo con el aniversario del 13-N. La presunta líder, de 19 años, difundía contenido pro-yihad en TikTok y había manifestado su intención de hacerse con rifles de asalto y cinturones explosivos "en homenaje a Osama bin Laden". El objetivo: emular el horror terrorista del Bataclan.
Las cifras hablan de una radicalización que se reinventa. Este año, diecisiete menores han sido procesados por la fiscalía antiterrorista francesa —casi la misma cifra que en todo 2024—, en lo que Christen denomina "un fuerte rejuvenecimiento" de la amenaza. Los nuevos perfiles actúan de manera más autónoma, con menor contacto directo con las organizaciones terroristas, pero con una determinación igualmente letal.
Mientras tanto, el jueves, el presidente Emmanuel Macron encabezará las ceremonias en los seis escenarios donde hace una década cayeron 132 víctimas: el Estadio de Francia, las terrazas de los distritos X y XI, y esa sala de conciertos que ya es herida colectiva. En la plaza Saint-Gervais se inaugurará el Jardín de la Memoria del 13 de Noviembre, un recinto de piedra y granito donde los nombres de los muertos quedarán grabados junto a un mapa de las calles que nunca olvidarán.
Diez años después, el trauma sigue vivo. Y la amenaza islamista, también.












