Jueves, 18 de Septiembre de 2025

Actualizada Jueves, 18 de Septiembre de 2025 a las 16:16:24 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 05 de Enero de 2015 Tiempo de lectura:

El nacionalismo es fascismo en potencia

[Img #5440]El término “fascismo” se usa habitualmente como insulto, para descalificar sin razón científica alguna a un contrincante, cuando se carece de argumentos. No es este el caso. Cuando yo digo que el nacionalismo es el caldo de cultivo del fascismo lo digo desde la doctrina creada por la teoría política y por la historia de las ideologías del siglo XX.

 

Los nacionalismos tienden a crear un cuerpo doctrinal y un sistema que tienda a un totalitarismo que elimine de raíz cualquier fórmula de pluralismo político.  La dinámica creada en Cataluña, donde los medios de comunicación carecen de la libertad para ser independientes, donde  se trata de amordazar al poder judicial, donde  se crea un ambiente cultural y social que persiga de una u otra forma a quien no comulgue con sus postulados, es característico de los preámbulos a un régimen que tenga como resultado  un poder omnímodo y pocos controles democráticos. Y cuando digo nacionalismo me refiero a todas las opciones políticas que modulan esa supuesta ideología y que poco a poco van convergiendo en una solución que acabe con la libertad política. Lo vimos en tiempos del “Pacto de Lizarra” cuando ETA y los partidos nacionalistas firmaron un acuerdo para segregar e incluso eliminar toda formulación que no pasara por los postulados y estrategias para llegar a la gran Euskal Herria. Es decir  la conjunción bajo el mismo signo político de Navarra y el actual País Vasco como paso previo para lograr la “nación étnica” que de forma tan elocuente describía Krutwig en su “Baskonia” que engarzaba con el proyecto del nazismo para crear la Europa de los pueblos que era lo mismo que la Europa de las etnias, aunque fueran de ingeniería social.

 

¿Cuál es el mecanismo psicológico que lleva a esta aberración y a que una masa social apoye estas ideas tan poco humanitarias?  El miedo.

 

Miedo a la libertad. Miedo provocado por la sensación de falta de seguridad que dirige a las voluntades hacia modelos políticos cerrados y sin garantías constitucionales. Miedo a estar en un mundo global en el que las fronteras se disipan. Miedo al emprendimiento, a la búsqueda de horizontes nuevos, a la asunción de las diferencias interpersonales. Miedo a asumir que la vida es un tránsito en el que hay que adoptar decisiones y elegir caminos. Miedo a perder una identidad, aunque esta sea fracasada y creada en laboratorio.

 

Eso hace que se cometan atropellos sin que la gente mueva un dedo para solidarizarse con las víctimas de las conculcaciones de derechos fundamentales.

 

Mi amigo Jesús Laínz en "Libertad Digital" ha escrito uno de sus brillantes artículos titulado “Contra la Historia”. Extraigo uno de los párrafos que dice lo que sigue:

 

Cuatro años antes, el 14 de noviembre de 1931, el periódico Nosaltres sols!, del cual era colaborador el mencionado Cruells, había sostenido que una de las causas del "aniquilamiento nacional" de los catalanes era la ignorancia, que les impedía darse cuenta de que no eran españoles, lo que tenía que ser combatido mediante el adoctrinamiento, especialmente el de los niños:  [El subrayado es mío]

 

La única solución sería la de instruirlos, algo casi imposible si pasan de la treintena: árbol que creció torcido, difícilmente se endereza. Pero si de las generaciones de ahora no podemos esperar gran cosa, ¿cabe pensar lo mismo de las que llegan y las que vienen? Los niños y los jóvenes son dúctiles como la cera, y adoptan la forma que se les quiera dar.

 

Para conseguirlo, "los padres enseñarán o harán enseñar Historia catalana a sus hijos, por maestros catalanes", y deberían adquirir "obras apropiadas y de autores dignos de crédito". Encabezaba la lista Rovira i Virgili.”

 

Voy a poner un ejemplo más, como siempre hago en mis artículos.

 

Esta semana pasada el diario "El Mundo" denunciaba el caso de una joven de 16 años de Albacete que intentó escolarizarse en el modelo A en Éibar. Evidentemente, la apisonadora nacionalista, con la siempre inestimable ayuda de los socialistas que han pasado por el Gobierno vascongado, ha liquidado el modelo A, como si el euskera fuera la lengua hablada con carácter universal en la sociedad vasca. Pues esta chica, con un empeño digno de una buena causa, ha persistido en su empeño de matricularse en 4º de la ESO en su lengua materna, pues al haberse trasladado desde su ciudad de origen desconoce totalmente la lengua de inmersión –el euskera-. En un principio su petición se denegó por parte del Gobierno Vasco, hasta que, por fin, ha logrado a base de moverse mucho y denunciar el caso al Defensor del Pueblo, una plaza en un Instituto de Bilbao al que la joven aceptaba ir a pesar de tener que desplazarse todos los días. Este hecho que en cualquier lugar parecería absurdo, se viene produciendo en muchos más casos. Conozco bastantes ejemplos de tenerse que matricular en Miranda de Ebro para esquivar la losa del euskera en Álava.

 

Esta situación sería motivo de denuncia si se hubiera producido hace más de treinta años a la inversa, es decir si hubiera sido aplicada a  vascohablantes. Y, entonces, como era habitual en aquel tiempo por parte de los nacionalistas, se esgrimiría el derecho a estudiar en la lengua materna. En aquellos tiempos esto era habitual. Los nacionalistas clamaban –con todo derecho- el respeto a la lengua materna cuando ésta era el euskera. ¿Por qué no ahora?

 

Por ejemplo, el líder del PSUC, Josep Benet, en “Combat per una Catalunya autónoma”, recogía, en su momento,  el espíritu de la Conferencia Internacional de Luxemburgo en 1928 con especial dramatismo:

 

Se tortura a nuestros niños durante los primeros años de escuela aprendiendo en una lengua que no es la materna”. “Los resultados analizados (desde 1928) mostraron que estos alumnos a los que se aplicaba un programa de cambio de lengua “casa-escuela” presentaban en general peores resultados académicos y niveles más bajos de inteligencia que aquellos niños en los cuales la lengua de instrucción y la familiar coincidían. A partir de estos datos, la Oficina Internacional de Educación manifestó públicamente que la Primera Enseñanza en lengua materna había de ser condición sine qua non para un pleno desarrollo académico y psicológico de los niños.”

 

Trías Fargas, de CiU y portavoz de “la Minoría catalana”, insistía con el mismo argumento en 1978 en el Congreso de los Diputados:

 

“Creo que es justo decir también que el derecho a la lengua materna es un derecho del hombre, un requisito pedagógico de la máxima importancia. Cambiar de lengua en la niñez dificulta extraordinariamente la capacidad del niño. Nosotros nunca vamos a obligar a ningún niño de ambiente familiar castellano a estudiar en catalán”. (Ramon Trías Fargas, CiU, Comisión Constitucional, debate sobre el art. 3 CE, 1978).

 

Pueden comprobar como una de las características de estos personajes nacionalistas es el ser unos mentirosos compulsivos y unos manipuladores maquiavélicos.

 

Cuando un tipo de política se superpone a los derechos individuales y genera situaciones de atropello a dichos derechos, esa forma de actuar no se puede calificar de democrática. Es todo menos democrática.

 

Por el contrario, el filósofo Emilio Lledó, galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas en su edición de este año afirma en su libro “Ser quien eres”:

 

“El descubrimiento, pues, de que la democracia se sustenta en la educación constituyó la esencia del legado democrático. Educación significó fomento y ejercicio de la libertad: libertad para poder pensar. Esa lucha por el pensamiento que nació de una liberación del mito como explicación de las cosas, implicó algo que, bajo el sonido de palabras adormecedoras, trivializadas por el uso, como libertad de expresión, podría desviarnos de ese ejercicio de la libertad. Porque no  se trata solo de poder decir, de poder expresarse sino de poder  pensar, de aprender a saber pensar para, efectivamente, tener algo que decir. ¿Qué importa  la libertad de expresión si lo que expresamos es el discurso estúpido y vacío de las palabras mal sabidas, de los conceptos manipulados, incluso por nosotros mismos, de las ideas estereotipadas, convertidas en pringue ideológica que se recalienta en el rescoldo de nuestros  miedos y de nuestros intereses?”.

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.