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Miércoles, 12 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura:
Turismo de francotiradores

La Fiscalía de Milán investiga a ciudadanos italianos que pagaron por disparar a matar contra civiles durante el asedio de Sarajevo

En una de las páginas más oscuras y olvidadas de la guerra de los Balcanes, una investigación abierta por la Fiscalía de Milán ha revelado un episodio que parece extraído de una pesadilla: ciudadanos italianos habrían pagado por convertirse en francotiradores durante el asedio de Sarajevo, entre 1992 y 1996, disparando contra civiles desde las colinas que rodeaban la ciudad. El fiscal Alessandro Gobbi investiga a varios sospechosos por homicidio voluntario con agravantes de crueldad y fines abyectos.

 

La denuncia partió del escritor y periodista milanés Ezio Gavazzeni, con el apoyo de la exalcaldesa de Sarajevo, Benjamina Karić, y del juez Guido Salvini, conocido por su trabajo en la investigación de las tramas del terrorismo italiano. Según su testimonio, hombres adinerados y aficionados a las armas habrían viajado desde Italia —principalmente desde regiones del norte como Lombardía, Piamonte o Triveneto— hacia Serbia y Bosnia para integrarse temporalmente en unidades del ejército serbobosnio. A cambio de dinero, se les permitía participar en lo que los testigos describen como una “cacería humana”.

 

Los hechos investigados se enmarcan en el asedio más prolongado de la historia moderna: casi cuatro años en los que Sarajevo fue cercada por las fuerzas serbobosnias, con más de 10.000 muertos y 50.000 heridos, muchos de ellos civiles alcanzados por disparos de francotiradores. Calles enteras se convirtieron en trampas mortales. La avenida Meša Selimović, que conducía al aeropuerto, fue rebautizada por los corresponsales internacionales como Sniper Alley: la avenida de los francotiradores.

 

Según los datos que maneja la fiscalía italiana, los supuestos “turistas de guerra” pagaban sumas equivalentes a entre 80.000 y 100.000 euros actuales para pasar varios días en las líneas serbobosnias. Allí, bajo la supervisión de militares locales, se les proporcionaban rifles, munición y puntos de observación desde los cuales disparaban al azar contra habitantes de la ciudad sitiada: mujeres que cruzaban la calle, niños que corrían, ancianos que buscaban agua. En algunos casos, incluso se habría elaborado una “lista de precios” en función del tipo de víctima alcanzada.

 

El propio Gavazzeni calificó el fenómeno como sniper tourism, turismo de francotiradores. “Eran personas adineradas que iban allí por diversión, por amor a las armas. No era ideología, ni religión, ni política. Era puro sadismo, un safari humano”, declaró al diario británico. Su investigación se nutre, entre otras fuentes, del documental Sarajevo Safari (2022), del cineasta esloveno Miran Zupanič, que ya abordó las mismas acusaciones con testimonios de antiguos soldados serbios y contratistas que afirmaban haber visto a extranjeros disparar desde las colinas sobre la población civil.

 

Las autoridades italianas han decidido reabrir el caso tras recibir el testimonio de un antiguo oficial de inteligencia bosnio que asegura haber coordinado, desde Belgrado, el transporte de estos “turistas” hacia las posiciones de tiro. También han surgido nuevos testigos, entre ellos un bombero y un oficial esloveno herido en combate, que ya habían denunciado la presencia de occidentales armados en las filas serbobosnias.

 

No todos los relatos coinciden. Algunos veteranos del bando serbio niegan rotundamente las acusaciones, calificándolas de propaganda de guerra. Sin embargo, los fiscales milaneses sostienen que existen indicios suficientes para abrir diligencias por homicidio agravado, ya que los delitos se habrían cometido por “motivos viles” y con “extrema crueldad”.

 

El caso plantea interrogantes morales y jurídicos de gran calado. ¿Puede un ciudadano extranjero pagar por participar en una guerra y quedar luego impune? ¿Hasta qué punto las fuerzas serbobosnias facilitaron esta práctica? ¿Cuántos lo hicieron, y cuántos siguen vivos sin haber rendido cuentas? Gavazzeni sostiene que fueron “muchos, muchos italianos”, aunque evita dar cifras concretas.

 

Para Sarajevo, donde los agujeros de bala aún marcan las fachadas y las placas conmemorativas se multiplican en las esquinas, el eco de esta investigación reabre heridas que nunca terminaron de cicatrizar. A casi tres décadas del final del conflicto, la idea de que alguien pudiera haber viajado hasta allí, pagado dinero y apretado el gatillo sólo por placer resulta casi insoportable.

 

La fiscalía de Milán busca ahora nombres, fechas y pruebas. No sólo para castigar a los culpables, sino para entender cómo la barbarie puede transformarse en entretenimiento. En el corazón de Europa, en los años noventa, mientras Sarajevo se desangraba, hubo quienes convirtieron la guerra en un safari. Hoy, Italia intenta ponerles rostro y devolver algo de justicia a los muertos de aquellas colinas.

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