Tres intentos de asesinato, veinte casas seguras, una voz implacable
Masih Alinejad: La mujer a la que Teherán no puede silenciar
![[Img #29239]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/11_2025/7955_screenshot-2025-11-18-at-09-24-59-masih-alinejad-buscar-con-google.png)
Era un día de finales de julio cuando Masih Alinejad salió a su jardín de Brooklyn para recoger verduras. Entre los girasoles que cultivaba como respuesta a cada amenaza recibida —"cada maldición que escucho, planto una flor", solía decir—, sus ojos se cruzaron con los de un hombre gigantesco que la observaba fijamente desde el otro lado de la valla.
Por un instante, pensó que quizás estaba fotografiando las flores. Su jardín era espléndido, masivo, un testimonio vegetal de los años de insultos y amenazas que había acumulado desde que huyó de Irán en 2009. Pero había algo inquietante en aquella mirada. Algo definitivo.
El hombre era Khalid Mehdiyev, un miembro de la mafia rusa de 27 años, y había llegado allí para matarla.
El precio de una voz
Medio millón de dólares. Esa fue la recompensa que, según los fiscales federales, el gobierno de Irán puso sobre la cabeza de Alinejad. No es una suma trivial, pero tampoco extraordinaria para silenciar a alguien. La verdadera pregunta es: ¿qué hace una mujer de 45 kilos —como ella misma se describe— para que un régimen entero, con todos sus recursos, su aparato de inteligencia, sus redes internacionales, la considere una amenaza existencial?
La respuesta está en los teléfonos móviles de millones de mujeres iraníes.
Cuando Alinejad lanzó su campaña "Mi Libertad Silenciosa" desde su modesto hogar en Brooklyn, no imaginaba que estuviera encendiendo una mecha que ardería durante más de una década. La premisa era simple, casi ingenua en su audacia: pedía a las mujeres iraníes que se quitaran el hiyab obligatorio, se filmaran y le enviaran los videos. Ella los amplificaría al mundo.
Y lo hicieron. Primero por decenas, luego por cientos, finalmente por miles. Mujeres desafiando a la policía de la moralidad, ese cuerpo de seguridad destinado a garantizar que el cabello femenino permaneciera oculto bajo el velo religioso. Cada video era un acto de rebelión. Cada rostro descubierto, una afrenta al poder teocrático islamista.
El régimen la declaró enemiga del Estado. Y cuando las amenazas no bastaron, cuando los insultos no la silenciaron, cuando incluso el encarcelamiento de su hermano en Irán no logró quebrarla, Teherán decidió que Masih Alinejad debía morir.
Acto primero: El secuestro que nunca fue
El primer intento no buscaba su muerte, sino algo más perverso: su desaparición.
En 2021, el Departamento de Justicia de Estados Unidos desarticuló un complot elaborado con precisión cinematográfica. Cuatro operativos iraníes habían diseñado un plan para atraer a Alinejad a un lugar bajo falsos pretextos, secuestrarla en pleno Nueva York, trasladarla en lancha rápida a Venezuela —donde el régimen de Maduro mantiene estrechos lazos con Teherán— y de allí a Irán.
Lo que le esperaría en Irán no requiere mucha imaginación: un juicio amañado, probablemente la horca. O quizás simplemente el silencio permanente de una celda de Evin, la prisión donde tantos disidentes han desaparecido.
Pero el plan fue frustrado. Alinejad seguía viva, seguía hablando, seguía siendo el altavoz de las mujeres iraníes. Si el secuestro había fallado, el régimen optaría por algo más directo.
Acto segundo: El sicario entre los girasoles
Veintiocho de julio de 2022. Mehdiyev llevaba días vigilando la casa de Alinejad desde su SUV gris. Ordenaba comida al vehículo para no moverse. Tomaba fotos, grababa videos. Enviaba actualizaciones constantes a sus contactores: Rafat Amirov y Polad Omarov, dos miembros de alto rango de "Thieves-in-Law", la organización criminal que nació en la Unión Soviética y cuyos tentáculos se extendían ahora hasta los oscuros negocios del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica.
"La bloqueamos por ambos lados, será un espectáculo una vez que salga de la casa", escribió Mehdiyev en un mensaje que los fiscales presentarían más tarde como evidencia. La respuesta de Omarov, reenviada a Amirov, fue escalofriante en su simplicidad: "Si Dios quiere".
En otro momento, Mehdiyev se acercó a la puerta de Alinejad con el pretexto de pedir flores de su jardín. Ella no abrió.
Cuando finalmente se produjo el encuentro en el jardín, Alinejad describió la escena en su testimonio ante el tribunal federal de Manhattan con una mezcla de terror retrospectivo y asombro por estar viva: "Era gigantesco. Estaba entre los girasoles mirándome fijamente a los ojos".
Mehdiyev no disparó ese día. Quizás la vio primero. Quizás dudó. O quizás, simplemente, el destino intervino de la forma más prosaica posible: una infracción de tráfico.
Horas después, la policía detuvo a Mehdiyev por pasarse una señal de stop sin licencia de conducir. En el asiento trasero encontraron un AK-47 cargado, 66 cartuchos de munición, aproximadamente 1.100 dólares en efectivo y una máscara de esquí negra.
Las herramientas de un ejecutor.
Los verdugos a juicio
Durante tres años, el caso avanzó con la lentitud característica del sistema judicial estadounidense. Amirov y Omarov fueron arrestados —Omarov extraditado desde la República Checa en 2023—, y finalmente, en marzo de 2025, se sentaron frente a un jurado en Manhattan.
Mehdiyev, convertido en testigo estrella tras declararse culpable y cooperar con la fiscalía, relató su trayectoria en la mafia rusa, su llegada a Estados Unidos en 2017 huyendo de las autoridades azerbaiyanas, y cómo aceptó el encargo de asesinar a Alinejad por 30.000 dólares.
Incluso sus abogados defensores lo destrozaron. Lo llamaron "manipulador, violento, mentiroso". Un "payaso como sicario" que nunca tuvo intención real de matar, solo de estafar y cobrar el dinero. Argumentaron que todo era un engaño, una estafa para sacarle dinero a Irán sin cumplir el contrato. Pero la evidencia era abrumadora. Los agentes del FBI presentaron análisis de dispositivos, historiales de internet, fotografías, videos y mensajes que trazaban una red global detrás del intento de asesinato. Las comunicaciones mostraban vínculos directos con oficiales de inteligencia iraníes.
El fiscal Michael Lockard fue contundente en sus alegatos finales: "El régimen iraní pasó años intentando acosar, difamar, intimidar e incluso secuestrar a la Sra. Alinejad. Cuando esos esfuerzos fallaron, el gobierno de Irán puso una recompensa de 500.000 dólares sobre su cabeza, dinero manchado de sangre que el Sr. Amirov y el Sr. Omarov estaban ansiosos por reclamar".
El 20 de marzo de 2025, el veredicto: culpables de todos los cargos. Asesinato por encargo, intento de asesinato en apoyo de crimen organizado, conspiración para lavar dinero.
"Me siento aliviada de que después de casi tres años, los hombres que conspiraron para matarme hayan sido declarados culpables", declaró Alinejad. Luego añadió la frase que define su lucha: "Pero no se equivoquen, los verdaderos cerebros de este crimen todavía están en el poder en Irán".
Acto tercero: El general y el presidente
En octubre de 2024, el Departamento de Justicia dio un paso sin precedentes: imputó formalmente al general de brigada del IRGC (Guardia Revolucionaria iraní), Ruhollah Bazghandi, como cerebro del complot de 2022. Era la primera vez que se señalaba directamente a un oficial de tan alto rango del aparato de seguridad iraní.
Pero había algo más inquietante en aquella acusación. Entre los nuevos imputados estaba Farhad Shakeri, descrito como un "activo" del IRGC que no solo había sido encargado de matar a Alinejad, sino que también había recibido instrucciones de asesinar a Donald Trump durante su campaña presidencial de 2024.
Shakeri, residente en Teherán, había reclutado a Carlisle Rivera y Jonathon Loadholt para vigilar la casa de Alinejad en Brooklyn durante meses con la intención de localizarla y matarla.
Era noviembre de 2024. El tercer complot en tres años.
"Es incomprensible que el régimen dictatorial de Irán haya logrado avanzar nuevamente en un complot de asesinato en suelo estadounidense", declaró Thor Halvorssen, CEO de la Human Rights Foundation. "Es embarazoso para la administración Biden que esto haya sucedido de nuevo".
Alinejad, desde una casa segura —la número 21 en tres años—, expresó su frustración con palabras que resonaban con rabia contenida: "Esto es impactante, este es el tercer intento contra mí. Dejé Irán y vine a América para practicar mi libertad de expresión y ahora tengo que mirar sobre mi hombro cada día cuando salgo. Esta es una amenaza no solo contra mí; es una amenaza contra la seguridad nacional de Estados Unidos".
La vida en las sombras
Kambiz Foroohar, esposo de Alinejad, describe su existencia con una mezcla de resignación y anhelo. Han vendido su casa de Brooklyn —demasiado conocida, ya no segura, según las autoridades. Ahora buscan comprar un apartamento en Nueva York, pero ¿quién vende una cooperativa a alguien que es perseguido por asesinos?
"Estamos consiguiendo cartas de recomendación de vecinos, de colegas para convencer a los miembros de la junta, a los miembros de la cooperativa de que por favor nos acepten, somos buenas personas, ignoren a los asesinos", cuenta con humor negro.
Se han mudado casi 20 veces en cuatro años. Veinte casas seguras del FBI. Veinte hogares temporales sin fotografías en las paredes, sin libros en las estanterías, sin el caos reconfortante de un hogar real.
"Cada ubicación en la que estamos es estéril para nosotros", dice Foroohar mientras toma café en un café de Nueva York, mirando constantemente alrededor. "Y yo quiero esa sensación caótica y desordenada de un hogar donde los álbumes están por todas partes, las fotos están por todas partes, los libros están por todas partes. Es solo un desorden que es tu desorden y es tu hogar".
A veces significa separación de sus hijos, los hijastros de Alinejad. Vivir como si estuvieran en un Airbnb permanente, sin echar raíces, sin saber cuánto tiempo permanecerán en cada lugar.
Y sin embargo, Alinejad no se calla. Continúa publicando, continúa amplificando las voces de las mujeres iraníes, continúa siendo la espina clavada en el costado del régimen.
Funcionarios estadounidenses le han dicho que Irán sigue intentando activamente matarla. El FBI se niega a comentar, lo que en el lenguaje de la seguridad nacional significa: la amenaza es real y continúa.
La estrategia del régimen
¿Por qué Irán recurre a bandas criminales en lugar de sus propios operativos?
La respuesta revela una sofisticación siniestra. Mark Dubowitz, CEO de la Foundation for Defense of Democracies, explica que el régimen usa sindicatos criminales transnacionales como "pistoleros a sueldo" porque son más difíciles de rastrear para las autoridades occidentales que individuos de ascendencia iraní o radicalizados por la ideología del régimen.
No es un patrón aislado. En 2011, Estados Unidos descubrió un complot para usar una banda criminal mexicana para asesinar al embajador saudí. En 2021, un miembro canadiense del club de motociclistas Hells Angels fue reclutado para ejecutar asesinatos de expatriados iraníes en Estados Unidos. Ejemplos similares han surgido en Suecia, Reino Unido y Alemania.
Los "Thieves-in-Law" son particularmente útiles: una red criminal post-soviética con presencia en múltiples continentes, sin vínculos religiosos o ideológicos aparentes con Irán, motivados únicamente por el dinero.
Mercenarios perfectos para un asesinato de Estado.
La mujer y los girasoles
Cuando Masih Alinejad testificó ante el tribunal federal de Manhattan el 18 de marzo de 2025, frente a los hombres que habían conspirado para matarla, su esposo Kambiz describió su estado de ánimo: "Está de muy buen ánimo, teniendo la oportunidad de enfrentarse cara a cara con las personas que ordenaron su asesinato".
Fuera del tribunal, mientras los partidarios la rodeaban, Alinejad sopló un beso a la cámara. Un gesto pequeño, desafiante, imposible de no leer como una declaración de guerra.
"La República Islámica contrató criminales para hacer su trabajo sucio en suelo estadounidense, para salirse con la suya, para evitar rendir cuentas", dijo después. "Pero ahora, las fuerzas del orden han encontrado a los miembros de alto rango de la Guardia Revolucionaria que estaban detrás de este complot de asesinato".
Y luego, la frase que define su misión: "No llevo armas. Solo peso 45 kilos. Pero intentaban matarme".
¿Qué arma tiene entonces? Videos. Mensajes. Voces de mujeres anónimas que se atreven a quitarse el velo, a caminar con el cabello al viento, a filmar ese acto de rebeldía cotidiana y enviarlo a una mujer en Brooklyn que vive entre girasoles plantados como monumentos a cada amenaza recibida.
"Todo lo que hago es dar voz a las valientes mujeres que están en Irán viviendo bajo la brutalidad del régimen iraní", explica. "Me envían videos y mensajes y yo amplifico sus voces. El régimen iraní conoce el poder de estas mujeres y se sienten amenazados por la gente que escucha sobre los horrores que están cometiendo".
Y luego, la advertencia final que debe helar la sangre en Teherán: "Pero lo que no se dan cuenta es que pueden tener éxito en matarme, pero nunca tendrán éxito en extinguir la revolución que ha estado en curso desde el asesinato de Mahsa Amini en septiembre de 2022. No descansaremos hasta que el régimen iraní sea desmantelado".
Epílogo: Una victoria parcial
El veredicto de culpabilidad contra Amirov y Omarov fue celebrado como un triunfo de la justicia. Pasarán el resto de sus vidas en una prisión federal estadounidense.
Pero los verdaderos arquitectos permanecen intocables en Teherán. El general Bazghandi, formalmente acusado, está fuera del alcance de la justicia estadounidense. El FBI ha emitido un cartel de búsqueda, pero es un gesto más simbólico que práctico.
Y mientras tanto, Alinejad sigue moviéndose de casa segura en casa segura, sin fotos en las paredes, sin libros en las estanterías, viviendo en espacios estériles que nunca se sienten como hogar.
Pero cada mañana, desde esos lugares cambiantes y secretos, sigue publicando. Sigue amplificando. Sigue siendo esa voz que Teherán no puede permitirse escuchar, pero que no logra silenciar.
El día después de que se anunciara el tercer complot de asesinato, Alinejad publicó un video en redes sociales. Se la ve montando en bicicleta, sonriendo, con el viento en su cabello sin velo. "Amo mi vida", dice simplemente.
Es, quizás, el acto de desafío más grande de todos. No solo sobrevivir a quienes quieren matarte, sino insistir, tercamente, alegremente, en seguir viviendo.
Los girasoles de Brooklyn ya no le pertenecen. Tuvo que vender esa casa, abandonar ese jardín que cultivó durante años. Pero en algún lugar de Nueva York, en una casa segura cuya dirección solo conocen el FBI y su esposo, es posible que esté plantando flores nuevamente.
Una por cada amenaza. Una por cada complot frustrado.
Un jardín móvil, secreto, imposible de destruir.
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Era un día de finales de julio cuando Masih Alinejad salió a su jardín de Brooklyn para recoger verduras. Entre los girasoles que cultivaba como respuesta a cada amenaza recibida —"cada maldición que escucho, planto una flor", solía decir—, sus ojos se cruzaron con los de un hombre gigantesco que la observaba fijamente desde el otro lado de la valla.
Por un instante, pensó que quizás estaba fotografiando las flores. Su jardín era espléndido, masivo, un testimonio vegetal de los años de insultos y amenazas que había acumulado desde que huyó de Irán en 2009. Pero había algo inquietante en aquella mirada. Algo definitivo.
El hombre era Khalid Mehdiyev, un miembro de la mafia rusa de 27 años, y había llegado allí para matarla.
El precio de una voz
Medio millón de dólares. Esa fue la recompensa que, según los fiscales federales, el gobierno de Irán puso sobre la cabeza de Alinejad. No es una suma trivial, pero tampoco extraordinaria para silenciar a alguien. La verdadera pregunta es: ¿qué hace una mujer de 45 kilos —como ella misma se describe— para que un régimen entero, con todos sus recursos, su aparato de inteligencia, sus redes internacionales, la considere una amenaza existencial?
La respuesta está en los teléfonos móviles de millones de mujeres iraníes.
Cuando Alinejad lanzó su campaña "Mi Libertad Silenciosa" desde su modesto hogar en Brooklyn, no imaginaba que estuviera encendiendo una mecha que ardería durante más de una década. La premisa era simple, casi ingenua en su audacia: pedía a las mujeres iraníes que se quitaran el hiyab obligatorio, se filmaran y le enviaran los videos. Ella los amplificaría al mundo.
Y lo hicieron. Primero por decenas, luego por cientos, finalmente por miles. Mujeres desafiando a la policía de la moralidad, ese cuerpo de seguridad destinado a garantizar que el cabello femenino permaneciera oculto bajo el velo religioso. Cada video era un acto de rebelión. Cada rostro descubierto, una afrenta al poder teocrático islamista.
El régimen la declaró enemiga del Estado. Y cuando las amenazas no bastaron, cuando los insultos no la silenciaron, cuando incluso el encarcelamiento de su hermano en Irán no logró quebrarla, Teherán decidió que Masih Alinejad debía morir.
Acto primero: El secuestro que nunca fue
El primer intento no buscaba su muerte, sino algo más perverso: su desaparición.
En 2021, el Departamento de Justicia de Estados Unidos desarticuló un complot elaborado con precisión cinematográfica. Cuatro operativos iraníes habían diseñado un plan para atraer a Alinejad a un lugar bajo falsos pretextos, secuestrarla en pleno Nueva York, trasladarla en lancha rápida a Venezuela —donde el régimen de Maduro mantiene estrechos lazos con Teherán— y de allí a Irán.
Lo que le esperaría en Irán no requiere mucha imaginación: un juicio amañado, probablemente la horca. O quizás simplemente el silencio permanente de una celda de Evin, la prisión donde tantos disidentes han desaparecido.
Pero el plan fue frustrado. Alinejad seguía viva, seguía hablando, seguía siendo el altavoz de las mujeres iraníes. Si el secuestro había fallado, el régimen optaría por algo más directo.
Acto segundo: El sicario entre los girasoles
Veintiocho de julio de 2022. Mehdiyev llevaba días vigilando la casa de Alinejad desde su SUV gris. Ordenaba comida al vehículo para no moverse. Tomaba fotos, grababa videos. Enviaba actualizaciones constantes a sus contactores: Rafat Amirov y Polad Omarov, dos miembros de alto rango de "Thieves-in-Law", la organización criminal que nació en la Unión Soviética y cuyos tentáculos se extendían ahora hasta los oscuros negocios del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica.
"La bloqueamos por ambos lados, será un espectáculo una vez que salga de la casa", escribió Mehdiyev en un mensaje que los fiscales presentarían más tarde como evidencia. La respuesta de Omarov, reenviada a Amirov, fue escalofriante en su simplicidad: "Si Dios quiere".
En otro momento, Mehdiyev se acercó a la puerta de Alinejad con el pretexto de pedir flores de su jardín. Ella no abrió.
Cuando finalmente se produjo el encuentro en el jardín, Alinejad describió la escena en su testimonio ante el tribunal federal de Manhattan con una mezcla de terror retrospectivo y asombro por estar viva: "Era gigantesco. Estaba entre los girasoles mirándome fijamente a los ojos".
Mehdiyev no disparó ese día. Quizás la vio primero. Quizás dudó. O quizás, simplemente, el destino intervino de la forma más prosaica posible: una infracción de tráfico.
Horas después, la policía detuvo a Mehdiyev por pasarse una señal de stop sin licencia de conducir. En el asiento trasero encontraron un AK-47 cargado, 66 cartuchos de munición, aproximadamente 1.100 dólares en efectivo y una máscara de esquí negra.
Las herramientas de un ejecutor.
Los verdugos a juicio
Durante tres años, el caso avanzó con la lentitud característica del sistema judicial estadounidense. Amirov y Omarov fueron arrestados —Omarov extraditado desde la República Checa en 2023—, y finalmente, en marzo de 2025, se sentaron frente a un jurado en Manhattan.
Mehdiyev, convertido en testigo estrella tras declararse culpable y cooperar con la fiscalía, relató su trayectoria en la mafia rusa, su llegada a Estados Unidos en 2017 huyendo de las autoridades azerbaiyanas, y cómo aceptó el encargo de asesinar a Alinejad por 30.000 dólares.
Incluso sus abogados defensores lo destrozaron. Lo llamaron "manipulador, violento, mentiroso". Un "payaso como sicario" que nunca tuvo intención real de matar, solo de estafar y cobrar el dinero. Argumentaron que todo era un engaño, una estafa para sacarle dinero a Irán sin cumplir el contrato. Pero la evidencia era abrumadora. Los agentes del FBI presentaron análisis de dispositivos, historiales de internet, fotografías, videos y mensajes que trazaban una red global detrás del intento de asesinato. Las comunicaciones mostraban vínculos directos con oficiales de inteligencia iraníes.
El fiscal Michael Lockard fue contundente en sus alegatos finales: "El régimen iraní pasó años intentando acosar, difamar, intimidar e incluso secuestrar a la Sra. Alinejad. Cuando esos esfuerzos fallaron, el gobierno de Irán puso una recompensa de 500.000 dólares sobre su cabeza, dinero manchado de sangre que el Sr. Amirov y el Sr. Omarov estaban ansiosos por reclamar".
El 20 de marzo de 2025, el veredicto: culpables de todos los cargos. Asesinato por encargo, intento de asesinato en apoyo de crimen organizado, conspiración para lavar dinero.
"Me siento aliviada de que después de casi tres años, los hombres que conspiraron para matarme hayan sido declarados culpables", declaró Alinejad. Luego añadió la frase que define su lucha: "Pero no se equivoquen, los verdaderos cerebros de este crimen todavía están en el poder en Irán".
Acto tercero: El general y el presidente
En octubre de 2024, el Departamento de Justicia dio un paso sin precedentes: imputó formalmente al general de brigada del IRGC (Guardia Revolucionaria iraní), Ruhollah Bazghandi, como cerebro del complot de 2022. Era la primera vez que se señalaba directamente a un oficial de tan alto rango del aparato de seguridad iraní.
Pero había algo más inquietante en aquella acusación. Entre los nuevos imputados estaba Farhad Shakeri, descrito como un "activo" del IRGC que no solo había sido encargado de matar a Alinejad, sino que también había recibido instrucciones de asesinar a Donald Trump durante su campaña presidencial de 2024.
Shakeri, residente en Teherán, había reclutado a Carlisle Rivera y Jonathon Loadholt para vigilar la casa de Alinejad en Brooklyn durante meses con la intención de localizarla y matarla.
Era noviembre de 2024. El tercer complot en tres años.
"Es incomprensible que el régimen dictatorial de Irán haya logrado avanzar nuevamente en un complot de asesinato en suelo estadounidense", declaró Thor Halvorssen, CEO de la Human Rights Foundation. "Es embarazoso para la administración Biden que esto haya sucedido de nuevo".
Alinejad, desde una casa segura —la número 21 en tres años—, expresó su frustración con palabras que resonaban con rabia contenida: "Esto es impactante, este es el tercer intento contra mí. Dejé Irán y vine a América para practicar mi libertad de expresión y ahora tengo que mirar sobre mi hombro cada día cuando salgo. Esta es una amenaza no solo contra mí; es una amenaza contra la seguridad nacional de Estados Unidos".
La vida en las sombras
Kambiz Foroohar, esposo de Alinejad, describe su existencia con una mezcla de resignación y anhelo. Han vendido su casa de Brooklyn —demasiado conocida, ya no segura, según las autoridades. Ahora buscan comprar un apartamento en Nueva York, pero ¿quién vende una cooperativa a alguien que es perseguido por asesinos?
"Estamos consiguiendo cartas de recomendación de vecinos, de colegas para convencer a los miembros de la junta, a los miembros de la cooperativa de que por favor nos acepten, somos buenas personas, ignoren a los asesinos", cuenta con humor negro.
Se han mudado casi 20 veces en cuatro años. Veinte casas seguras del FBI. Veinte hogares temporales sin fotografías en las paredes, sin libros en las estanterías, sin el caos reconfortante de un hogar real.
"Cada ubicación en la que estamos es estéril para nosotros", dice Foroohar mientras toma café en un café de Nueva York, mirando constantemente alrededor. "Y yo quiero esa sensación caótica y desordenada de un hogar donde los álbumes están por todas partes, las fotos están por todas partes, los libros están por todas partes. Es solo un desorden que es tu desorden y es tu hogar".
A veces significa separación de sus hijos, los hijastros de Alinejad. Vivir como si estuvieran en un Airbnb permanente, sin echar raíces, sin saber cuánto tiempo permanecerán en cada lugar.
Y sin embargo, Alinejad no se calla. Continúa publicando, continúa amplificando las voces de las mujeres iraníes, continúa siendo la espina clavada en el costado del régimen.
Funcionarios estadounidenses le han dicho que Irán sigue intentando activamente matarla. El FBI se niega a comentar, lo que en el lenguaje de la seguridad nacional significa: la amenaza es real y continúa.
La estrategia del régimen
¿Por qué Irán recurre a bandas criminales en lugar de sus propios operativos?
La respuesta revela una sofisticación siniestra. Mark Dubowitz, CEO de la Foundation for Defense of Democracies, explica que el régimen usa sindicatos criminales transnacionales como "pistoleros a sueldo" porque son más difíciles de rastrear para las autoridades occidentales que individuos de ascendencia iraní o radicalizados por la ideología del régimen.
No es un patrón aislado. En 2011, Estados Unidos descubrió un complot para usar una banda criminal mexicana para asesinar al embajador saudí. En 2021, un miembro canadiense del club de motociclistas Hells Angels fue reclutado para ejecutar asesinatos de expatriados iraníes en Estados Unidos. Ejemplos similares han surgido en Suecia, Reino Unido y Alemania.
Los "Thieves-in-Law" son particularmente útiles: una red criminal post-soviética con presencia en múltiples continentes, sin vínculos religiosos o ideológicos aparentes con Irán, motivados únicamente por el dinero.
Mercenarios perfectos para un asesinato de Estado.
La mujer y los girasoles
Cuando Masih Alinejad testificó ante el tribunal federal de Manhattan el 18 de marzo de 2025, frente a los hombres que habían conspirado para matarla, su esposo Kambiz describió su estado de ánimo: "Está de muy buen ánimo, teniendo la oportunidad de enfrentarse cara a cara con las personas que ordenaron su asesinato".
Fuera del tribunal, mientras los partidarios la rodeaban, Alinejad sopló un beso a la cámara. Un gesto pequeño, desafiante, imposible de no leer como una declaración de guerra.
"La República Islámica contrató criminales para hacer su trabajo sucio en suelo estadounidense, para salirse con la suya, para evitar rendir cuentas", dijo después. "Pero ahora, las fuerzas del orden han encontrado a los miembros de alto rango de la Guardia Revolucionaria que estaban detrás de este complot de asesinato".
Y luego, la frase que define su misión: "No llevo armas. Solo peso 45 kilos. Pero intentaban matarme".
¿Qué arma tiene entonces? Videos. Mensajes. Voces de mujeres anónimas que se atreven a quitarse el velo, a caminar con el cabello al viento, a filmar ese acto de rebeldía cotidiana y enviarlo a una mujer en Brooklyn que vive entre girasoles plantados como monumentos a cada amenaza recibida.
"Todo lo que hago es dar voz a las valientes mujeres que están en Irán viviendo bajo la brutalidad del régimen iraní", explica. "Me envían videos y mensajes y yo amplifico sus voces. El régimen iraní conoce el poder de estas mujeres y se sienten amenazados por la gente que escucha sobre los horrores que están cometiendo".
Y luego, la advertencia final que debe helar la sangre en Teherán: "Pero lo que no se dan cuenta es que pueden tener éxito en matarme, pero nunca tendrán éxito en extinguir la revolución que ha estado en curso desde el asesinato de Mahsa Amini en septiembre de 2022. No descansaremos hasta que el régimen iraní sea desmantelado".
Epílogo: Una victoria parcial
El veredicto de culpabilidad contra Amirov y Omarov fue celebrado como un triunfo de la justicia. Pasarán el resto de sus vidas en una prisión federal estadounidense.
Pero los verdaderos arquitectos permanecen intocables en Teherán. El general Bazghandi, formalmente acusado, está fuera del alcance de la justicia estadounidense. El FBI ha emitido un cartel de búsqueda, pero es un gesto más simbólico que práctico.
Y mientras tanto, Alinejad sigue moviéndose de casa segura en casa segura, sin fotos en las paredes, sin libros en las estanterías, viviendo en espacios estériles que nunca se sienten como hogar.
Pero cada mañana, desde esos lugares cambiantes y secretos, sigue publicando. Sigue amplificando. Sigue siendo esa voz que Teherán no puede permitirse escuchar, pero que no logra silenciar.
El día después de que se anunciara el tercer complot de asesinato, Alinejad publicó un video en redes sociales. Se la ve montando en bicicleta, sonriendo, con el viento en su cabello sin velo. "Amo mi vida", dice simplemente.
Es, quizás, el acto de desafío más grande de todos. No solo sobrevivir a quienes quieren matarte, sino insistir, tercamente, alegremente, en seguir viviendo.
Los girasoles de Brooklyn ya no le pertenecen. Tuvo que vender esa casa, abandonar ese jardín que cultivó durante años. Pero en algún lugar de Nueva York, en una casa segura cuya dirección solo conocen el FBI y su esposo, es posible que esté plantando flores nuevamente.
Una por cada amenaza. Una por cada complot frustrado.
Un jardín móvil, secreto, imposible de destruir.












