Los malos tratos que las "liberadoras" ignoran
¿Cómo es esto? Sí, aunque resulte difícil de creer, las liberadoras tan preocupadas por la felicidad y el bienestar de las mujeres, particularmente en el desarrollo de sus profesiones, ocultan ciertos malos tratos. Ignoran esos malos tratos a que está sometida la mujer en especial, aunque también los hombres. Me refiero a los malos tratos que padecen muchas maestras y profesoras por parte de sus alumnos –principalmente de edades entre los 11 y 16 años. Profesoras que ejercen un trabajo, –“vocacional”, pero que enseguida deja de serlo– en los centros públicos e imagino que, aunque menos, también en los privados. Las humillaciones, las vejaciones, la impotencia ante alumnos descarados y agresivos, están a la orden del día. Hasta el punto de que se puede hablar de verdadero sufrimiento, de depresiones, ansiedad y estrés en aumento, y de abandono de la enseñanza por parte de los profesores, si pueden, o de jubilaciones anticipadas a los 60 años.
En la última década se han triplicado las bajas por problemas de salud mental en la enseñanza (Público, 2023). Un informe del Defensor del Profesor de 2022, estimó que el 15% de los docentes estaban de baja por motivos relacionados con la salud mental que incluían ansiedad y depresión. Bajas en especial de las profesoras, menos resistentes a las agresiones. Según los estudios, las mujeres tienen una mayor prevalencia de depresión y ansiedad. Y no hemos oído a ninguna liberadora alzar la voz por lo que viven en las aulas cada día estas mujeres, que verdaderamente lo están pasando mal, que entran con miedo en las clases al comenzar cada jornada laboral. ¿Se imagina alguien esta tortura un día sí y otro también?
Pero es el caso que toda esta situación se está produciendo por las pedagogías “progres” de los “expertos” en fantasías y no en la realidad; eso por ser biempensados y no creer que haya otros intereses ocultos. Todos los centros cuentan con Orientador Escolar desde hace unas décadas a fin de prevenir el fracaso escolar, mejorar la convivencia –ahora a retroceder le llaman mejorar– dentro del centro y asegurar el bienestar del alumnado, pero parece, sin embargo, que esos problemas de convivencia en los centros aumentan a todos los niveles, pues no es solo entre profesor y alumno, sino que entre compañeros también es cada vez mayor la conflictividad. Estos sí, los acosos entre compañeros se airean en la prensa con bastante frecuencia. Ciertamente, las peleas las ha habido siempre, pero no en el grado de hoy día. En realidad, se ha producido un deterioro enorme, tanto en los resultados académicos como en la convivencia desde finales de los 80, y según se han ido poniendo en marcha los diversos planes de enseñanza. Pero en cuanto al acoso que sufren las profesoras en especial, todas las liberadoras calladas.
Claro no lo van airear si en realidad tiene sus raíces en sus recetas; las recetas de la “progresía”. La solución de las pedagogías “progresistas” (hacia el abismo) es disminuir los alumnos por aula, aumentar los orientadores escolares, aumentar la “autoestima” y mejorar las “habilidades sociales”, entre otras, cuando está comprobado que ahí no está el problema porque cuanto más se tira de estas recetas, más se agudiza el problema. ¡Ah!, y cargar contra la enseñanza concertada. A comienzos de los 80 podía haber 38 o 40 alumnos por clase en enseñanzas medias y había muy pocos alumnos maleducados o irrespetuosos, si es que había alguno. Y en los centros públicos de las ciudades del sur de Madrid, de población obrera y media baja, salían generaciones de alumnos que después harían medicina, ingenierías, arquitectura, etc. Todo ello en un clima aceptable de convivencia y con un ethôs proveniente de la religión, sin psicólogos.
La situación de la enseñanza se ha ido degradando desde que se puso en marcha la LODE, (1985) (copiada de Gran Bretaña donde ya estaba siendo un fracaso y resultaba difícil dar clase), sustituida después por la LOGSE (1990) y en 2006 por la LOE. Todos estos planes en la misma línea y ahondando en lo que lleva al fracaso. Gobiernos de distinto signos no han hecho nada para frenar esta degradación de la enseñanza. Pero ya se sabe, el progresismo abolió la experiencia, que tarde o temprano lleva a estrellarse, lo que ya esta sucediendo.
Cierto sindicato mayoritario, siguiendo el pensamiento “políticamente correcto” propone (2022) entre otras cosas “el desarrollo de una Ley de Autoridad del profesorado a nivel estatal, medidas reales –dicen–que dignifiquen la labor docente y favorezcan un clima de convivencia adecuado”. Puntos significativos de su propuesta son, entre otros, “protocolos de actuación ante el acoso…”, “compromiso por parte de la administración para el tratamiento rehabilitador y educativo de los alumnos agresores”, “reconocimiento de la ansiedad, la depresión y el estrés como enfermedades profesionales de los docentes siempre que se deriven de situaciones de acoso, estableciendo estas situaciones como accidentes laborales”. La palabrería de siempre –parecer que se hace algo para que todo siga igual– que no lleva a ninguna parte, porque los procesos de expulsión pueden tardar semanas y meses mientras el alumno acosador sigue en el aula con su comportamiento sin consecuencias. Sería escandaloso proponer que el alumno que se burla o se insubordina contra la profesora e impide que se pueda dar clase se marche a su casa inmediatamente. Ni importa la profesora, ni importan el resto de alumnos. Lo que importa son los supuestos “derechos” del acosador. Y aquí las liberadoras se desentienden de la angustia y la humillación de multitud de profesoras, casi siempre más débiles para imponerse que los profesores. Sí, las liberadoras calladas, ellas en sus despachos –relajadas y orgullosas por sus buenas acciones en favor de la humanidad femenina– no saben de este sufrimiento o no quieren saberlo; o quizá piensan que el sueldo de estas profesoras lleva incluido el sufrimiento y toca aguantarse. ¡Si Marx levantase la cabeza!
¿Cómo es esto? Sí, aunque resulte difícil de creer, las liberadoras tan preocupadas por la felicidad y el bienestar de las mujeres, particularmente en el desarrollo de sus profesiones, ocultan ciertos malos tratos. Ignoran esos malos tratos a que está sometida la mujer en especial, aunque también los hombres. Me refiero a los malos tratos que padecen muchas maestras y profesoras por parte de sus alumnos –principalmente de edades entre los 11 y 16 años. Profesoras que ejercen un trabajo, –“vocacional”, pero que enseguida deja de serlo– en los centros públicos e imagino que, aunque menos, también en los privados. Las humillaciones, las vejaciones, la impotencia ante alumnos descarados y agresivos, están a la orden del día. Hasta el punto de que se puede hablar de verdadero sufrimiento, de depresiones, ansiedad y estrés en aumento, y de abandono de la enseñanza por parte de los profesores, si pueden, o de jubilaciones anticipadas a los 60 años.
En la última década se han triplicado las bajas por problemas de salud mental en la enseñanza (Público, 2023). Un informe del Defensor del Profesor de 2022, estimó que el 15% de los docentes estaban de baja por motivos relacionados con la salud mental que incluían ansiedad y depresión. Bajas en especial de las profesoras, menos resistentes a las agresiones. Según los estudios, las mujeres tienen una mayor prevalencia de depresión y ansiedad. Y no hemos oído a ninguna liberadora alzar la voz por lo que viven en las aulas cada día estas mujeres, que verdaderamente lo están pasando mal, que entran con miedo en las clases al comenzar cada jornada laboral. ¿Se imagina alguien esta tortura un día sí y otro también?
Pero es el caso que toda esta situación se está produciendo por las pedagogías “progres” de los “expertos” en fantasías y no en la realidad; eso por ser biempensados y no creer que haya otros intereses ocultos. Todos los centros cuentan con Orientador Escolar desde hace unas décadas a fin de prevenir el fracaso escolar, mejorar la convivencia –ahora a retroceder le llaman mejorar– dentro del centro y asegurar el bienestar del alumnado, pero parece, sin embargo, que esos problemas de convivencia en los centros aumentan a todos los niveles, pues no es solo entre profesor y alumno, sino que entre compañeros también es cada vez mayor la conflictividad. Estos sí, los acosos entre compañeros se airean en la prensa con bastante frecuencia. Ciertamente, las peleas las ha habido siempre, pero no en el grado de hoy día. En realidad, se ha producido un deterioro enorme, tanto en los resultados académicos como en la convivencia desde finales de los 80, y según se han ido poniendo en marcha los diversos planes de enseñanza. Pero en cuanto al acoso que sufren las profesoras en especial, todas las liberadoras calladas.
Claro no lo van airear si en realidad tiene sus raíces en sus recetas; las recetas de la “progresía”. La solución de las pedagogías “progresistas” (hacia el abismo) es disminuir los alumnos por aula, aumentar los orientadores escolares, aumentar la “autoestima” y mejorar las “habilidades sociales”, entre otras, cuando está comprobado que ahí no está el problema porque cuanto más se tira de estas recetas, más se agudiza el problema. ¡Ah!, y cargar contra la enseñanza concertada. A comienzos de los 80 podía haber 38 o 40 alumnos por clase en enseñanzas medias y había muy pocos alumnos maleducados o irrespetuosos, si es que había alguno. Y en los centros públicos de las ciudades del sur de Madrid, de población obrera y media baja, salían generaciones de alumnos que después harían medicina, ingenierías, arquitectura, etc. Todo ello en un clima aceptable de convivencia y con un ethôs proveniente de la religión, sin psicólogos.
La situación de la enseñanza se ha ido degradando desde que se puso en marcha la LODE, (1985) (copiada de Gran Bretaña donde ya estaba siendo un fracaso y resultaba difícil dar clase), sustituida después por la LOGSE (1990) y en 2006 por la LOE. Todos estos planes en la misma línea y ahondando en lo que lleva al fracaso. Gobiernos de distinto signos no han hecho nada para frenar esta degradación de la enseñanza. Pero ya se sabe, el progresismo abolió la experiencia, que tarde o temprano lleva a estrellarse, lo que ya esta sucediendo.
Cierto sindicato mayoritario, siguiendo el pensamiento “políticamente correcto” propone (2022) entre otras cosas “el desarrollo de una Ley de Autoridad del profesorado a nivel estatal, medidas reales –dicen–que dignifiquen la labor docente y favorezcan un clima de convivencia adecuado”. Puntos significativos de su propuesta son, entre otros, “protocolos de actuación ante el acoso…”, “compromiso por parte de la administración para el tratamiento rehabilitador y educativo de los alumnos agresores”, “reconocimiento de la ansiedad, la depresión y el estrés como enfermedades profesionales de los docentes siempre que se deriven de situaciones de acoso, estableciendo estas situaciones como accidentes laborales”. La palabrería de siempre –parecer que se hace algo para que todo siga igual– que no lleva a ninguna parte, porque los procesos de expulsión pueden tardar semanas y meses mientras el alumno acosador sigue en el aula con su comportamiento sin consecuencias. Sería escandaloso proponer que el alumno que se burla o se insubordina contra la profesora e impide que se pueda dar clase se marche a su casa inmediatamente. Ni importa la profesora, ni importan el resto de alumnos. Lo que importa son los supuestos “derechos” del acosador. Y aquí las liberadoras se desentienden de la angustia y la humillación de multitud de profesoras, casi siempre más débiles para imponerse que los profesores. Sí, las liberadoras calladas, ellas en sus despachos –relajadas y orgullosas por sus buenas acciones en favor de la humanidad femenina– no saben de este sufrimiento o no quieren saberlo; o quizá piensan que el sueldo de estas profesoras lleva incluido el sufrimiento y toca aguantarse. ¡Si Marx levantase la cabeza!











