EE.UU. lanza una ofensiva tecnológica histórica: nace la Misión Génesis
Washington, 24 de noviembre de 2025 — El presidente Donald J. Trump ha firmado una orden ejecutiva denominada Genesis Mission, un ambicioso programa nacional que aspira a consolidar a Estados Unidos como potencia tecnológica indiscutible mediante la inteligencia artificial (IA).
La iniciativa representa un giro de calado en la estrategia científica del país: comparable en urgencia y ambición al Proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial, según el texto oficial.
¿En qué consiste la Misión Génesis?
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Se establece un esfuerzo coordinado para “liberar una nueva era de innovación y descubrimiento acelerados por IA” ante los grandes retos del siglo XXI.
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La Departamento de Energía (DOE) será la agencia encargada de operarla, bajo la dirección del Secretario correspondiente, en colaboración con laboratorios nacionales, empresas privadas, universidades e infraestructuras de datos federales.
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Se creará la plataforma American Science and Security Platform, que agrupará recursos de supercomputación, entornos seguros en la nube, modelos de IA de base científica, experimentación automatizada, acceso a grandes conjuntos de datos federales y otras herramientas necesarias para la misión.
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En plazos concretos: en 90 días se deben identificar recursos de computación, almacenamiento y red; en 120 días definir los primeros datos y modelos; en 240 días revisar la capacidad de experimentación más avanzada; y en 270 días demostrar una capacidad operativa inicial para al menos uno de los desafíos científicos prioritarios.
¿Qué áreas científicas se intentan abordar?
Dentro de los ámbitos prioritarios figuran la fabricación avanzada, la biotecnología, los materiales críticos, la energía nuclear (fisión y fusión), la ciencia de la información cuántica y los semiconductores/microelectrónica.
El objetivo es que la misión identifique al menos 20 retos científicos y tecnológicos de importancia nacional en un plazo de 60 días, y luego los amplíe mediante los organismos participantes.
Implicaciones estratégicas
La orden señala que este esfuerzo no es puramente académico o científico: busca fortalecer la seguridad nacional, consolidar la dominancia tecnológica global de EE.UU., mejorar la productividad laboral y multiplicar el retorno de la inversión pública en I + D.
En un mundo en el que la IA se considera un campo de competencia estratégica entre potencias, la Misión Génesis marca un antes y un después.
Reacciones y desafíos
Los expertos señalan que la magnitud de la apuesta es notable: combinar supercomputación, IA de base científica, acceso a datos federales y experimentación automatizada bajo un paraguas nacional es —según algunos— un reto sin precedentes. Pero también advierten de posibles cuellos de botella: presupuestos, protección de datos, colaboración público-privada, riesgos éticos y de seguridad, y la necesidad de atraer talento diverso. Por ejemplo, la orden exige que los socios privados firmen acuerdos de uso de datos, propiedad intelectual, seguridad y exportaciones.
El momento decisivo
Con esta orden, el presidente Trump ha dado oficialmente el pistoletazo de salida a una iniciativa que pretende redefinir el ritmo del descubrimiento científico y situar a Estados Unidos en la “pole position” de la IA global. La pregunta ahora es si los recursos, la coordinación y la innovación podrán traducirse en resultados visibles a medio plazo, y cómo responderán otros países al desafío.
Se abre una nueva era en la que la ciencia y la inteligencia artificial se fusionan con la estrategia nacional: bienvenidos a la Génesis de la próxima revolución tecnológica.
Washington, 24 de noviembre de 2025 — El presidente Donald J. Trump ha firmado una orden ejecutiva denominada Genesis Mission, un ambicioso programa nacional que aspira a consolidar a Estados Unidos como potencia tecnológica indiscutible mediante la inteligencia artificial (IA).
La iniciativa representa un giro de calado en la estrategia científica del país: comparable en urgencia y ambición al Proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial, según el texto oficial.
¿En qué consiste la Misión Génesis?
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Se establece un esfuerzo coordinado para “liberar una nueva era de innovación y descubrimiento acelerados por IA” ante los grandes retos del siglo XXI.
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La Departamento de Energía (DOE) será la agencia encargada de operarla, bajo la dirección del Secretario correspondiente, en colaboración con laboratorios nacionales, empresas privadas, universidades e infraestructuras de datos federales.
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Se creará la plataforma American Science and Security Platform, que agrupará recursos de supercomputación, entornos seguros en la nube, modelos de IA de base científica, experimentación automatizada, acceso a grandes conjuntos de datos federales y otras herramientas necesarias para la misión.
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En plazos concretos: en 90 días se deben identificar recursos de computación, almacenamiento y red; en 120 días definir los primeros datos y modelos; en 240 días revisar la capacidad de experimentación más avanzada; y en 270 días demostrar una capacidad operativa inicial para al menos uno de los desafíos científicos prioritarios.
¿Qué áreas científicas se intentan abordar?
Dentro de los ámbitos prioritarios figuran la fabricación avanzada, la biotecnología, los materiales críticos, la energía nuclear (fisión y fusión), la ciencia de la información cuántica y los semiconductores/microelectrónica.
El objetivo es que la misión identifique al menos 20 retos científicos y tecnológicos de importancia nacional en un plazo de 60 días, y luego los amplíe mediante los organismos participantes.
Implicaciones estratégicas
La orden señala que este esfuerzo no es puramente académico o científico: busca fortalecer la seguridad nacional, consolidar la dominancia tecnológica global de EE.UU., mejorar la productividad laboral y multiplicar el retorno de la inversión pública en I + D.
En un mundo en el que la IA se considera un campo de competencia estratégica entre potencias, la Misión Génesis marca un antes y un después.
Reacciones y desafíos
Los expertos señalan que la magnitud de la apuesta es notable: combinar supercomputación, IA de base científica, acceso a datos federales y experimentación automatizada bajo un paraguas nacional es —según algunos— un reto sin precedentes. Pero también advierten de posibles cuellos de botella: presupuestos, protección de datos, colaboración público-privada, riesgos éticos y de seguridad, y la necesidad de atraer talento diverso. Por ejemplo, la orden exige que los socios privados firmen acuerdos de uso de datos, propiedad intelectual, seguridad y exportaciones.
El momento decisivo
Con esta orden, el presidente Trump ha dado oficialmente el pistoletazo de salida a una iniciativa que pretende redefinir el ritmo del descubrimiento científico y situar a Estados Unidos en la “pole position” de la IA global. La pregunta ahora es si los recursos, la coordinación y la innovación podrán traducirse en resultados visibles a medio plazo, y cómo responderán otros países al desafío.
Se abre una nueva era en la que la ciencia y la inteligencia artificial se fusionan con la estrategia nacional: bienvenidos a la Génesis de la próxima revolución tecnológica.




