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Miércoles, 10 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

Los nuevos ingenieros de la vida: Silicon Valley y la carrera (prohibida) por crear al primer bebé genéticamente modificado y diseñado

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Introducción: la frontera más delicada de la ciencia

 

Durante meses, en un discreto edificio de San Francisco, un grupo reducido de científicos y ejecutivos trabajaba en un proyecto que, de concretarse, abriría una puerta que la humanidad lleva décadas temiendo cruzar: el nacimiento de un bebé genéticamente modificado.

 

El plan, impulsado por la startup Preventive, cuenta con el respaldo de nombres destacados del ecosistema tecnológico norteamericano: Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI; su esposo, Oliver Mulherin; y el fundador de Coinbase, Brian Armstrong. Para ellos, la ingeniería genética aplicada al embrión no es un tabú, sino una oportunidad histórica.

 

Según un reportaje de The Wall Street Journal, Preventive llegó incluso a identificar a una pareja con una enfermedad hereditaria interesada en participar en una posible edición genética embrionaria. La compañía lo niega hoy, pero el simple hecho de que la posibilidad existiera revela hasta qué punto Silicon Valley está dispuesto a desafiar fronteras legales, éticas y científicas.

 

Un proyecto prohibido en Estados Unidos… pero no imposible

 

Modificar embriones humanos con intención reproductiva está prohibido en Estados Unidos y en la mayoría de países del mundo. No es un detalle menor: la comunidad científica pide desde hace años una moratoria global ante los enormes riesgos y desconocimientos de estas técnicas.

 

Pero Preventive, como muchas otras startups del nuevo sector de la “biooptimización”, no quiere esperar. La empresa ha estado buscando jurisdicciones más permisivas, entre ellas Emiratos Árabes Unidos, para llevar a cabo pruebas que serían ilegales en su país de origen.

 

El recuerdo del escándalo del científico chino He Jiankui, que en 2018 anunció haber creado tres niñas modificadas genéticamente para hacerlas inmunes al VIH—y que terminó en prisión—sigue presente en cada conversación del sector. Pero Silicon Valley, a diferencia de He, cree contar con una legitimidad científica mayor y un respaldo financiero infinito. Lo que hace cinco años fue considerado una aberración, hoy vuelve a ponerse sobre la mesa… con otra narrativa: la de prevenir enfermedades, mejorar la salud pública y “continuar la evolución humana”.

 

Los millonarios que buscan rediseñar al ser humano

 

Detrás de este impulso se encuentra una generación de magnates tecnológicos acostumbrados a la disrupción: si ya pudieron cambiar la forma en que la humanidad se comunica, invierte o trabaja, ¿por qué no cambiar también la forma en que nace?

 

Brian Armstrong, el cruzado del genoma

 

Brian Armstrong no es solo un inversor: es uno de los principales ideólogos del movimiento. En conversaciones privadas, ha imaginado un futuro donde los bebés nazcan con menos riesgo de enfermedades cardíacas, menor colesterol y huesos más resistentes. Incluso llegó a discutir la posibilidad de crear en secreto al primer bebé editado y presentarlo al mundo antes de que la comunidad científica pudiera reaccionar, una idea que posteriormente desmintió como suya, asegurando que fue planteada por otros. Aun así, su fe en el potencial de estas tecnologías ha despertado una ola de startups decididas a convertir en negocio lo que hasta ahora solo pertenecía al terreno de la ficción científica.

 

Sam Altman y el “capitalismo filantrópico” de la biotecnología

 

Altman —aunque su esposo es quien lidera directamente la inversión— ha sido señalado como una de las figuras influyentes que apoyan estos avances. En un momento en que el CEO de OpenAI sostiene debates globales sobre inteligencia artificial y destino humano, no sorprende que también observe con interés la ingeniería genética embrionaria. Para muchos, el paralelismo es inquietante: la misma élite que impulsa la IA avanzada pretende también intervenir en la biología humana más básica.

 

Startups que venden el futuro: de detectar enfermedades… a elegir el nivel de inteligencia del bebé

 

El movimiento no se limita a editar genes. Una ola paralela de empresas está comercializando ya tecnologías de cribado poligénico, herramientas que analizan decenas o cientos de variantes genéticas para estimar las probabilidades de rasgos complejos: inteligencia, altura, tendencia a la ansiedad, riesgo de esquizofrenia o probabilidad de desarrollar diabetes.

 

Empresas como Orchid, Genomic Prediction, Herasight o Nucleus Genomics ofrecen a los padres gráficos multicolores que presentan a sus embriones como si fuesen candidatos en un ranking deportivo: “IQ estimado de 130”, “riesgo 1,5% de esquizofrenia”, “niveles proyectados de impulsividad”, “predicción de altura”.

 

Para algunos científicos, esto es poco más que un espejismo estadístico. Para otros, un negocio peligroso. El genetista Eric Turkheimer lo llamó abiertamente: “eugenesia corporativa”.

 

Pero para muchos inversores, es la antesala inevitable de una nueva industria multimillonaria: la optimización genética personalizada.

 

La visión radical: acelerar la evolución humana

 

Los discursos de algunos fundadores resultan casi proféticos. Kian Sadeghi, de Nucleus, describe su tecnología como “software de optimización genética” y habla de una “neo-evolución” impulsada por algoritmos. Noor Siddiqui, de Orchid, resume la filosofía del movimiento con una frase que ya se ha vuelto célebre: “El sexo es para divertirse. El cribado embrionario es para tener bebés”.

 

A ese nivel, la biología humana empieza a sonar como un producto configurable.

 

Y la élite de Silicon Valley escucha con interés. Según The Wall Street Journal, incluso figuras tan mediáticas como Elon Musk habrían utilizado estas tecnologías para seleccionar embriones.

 

¿Un futuro de desigualdad genética?

 

No todos ven este avance como un camino luminoso. Algunos expertos advierten que la combinación de cribado poligénico y eventual edición embrionaria podría iniciar una brecha biológica entre quienes pueden pagar estas tecnologías y quienes no.

 

En uno de los salones privados donde se presentan estas ideas, el filósofo corporativo Jonathan Anomaly —vinculado a la startup Herasight— llegó a afirmar que, tras varias generaciones de selección embrionaria, podría surgir una diferencia visible entre los “genéticamente optimizados” y los “no optimizados”.

 

Aunque con frecuencia se rechaza cualquier paralelismo con el eugenismo histórico, el debate ético es inevitable.

 

Preventive: entre la discreción, la ambición y la polémica

 

La empresa central en todo este proceso tiene menos de un año de vida. Se formó en mayo de 2025, en un WeWork de San Francisco, con una estrategia de silencio absoluto: pocos empleados, acuerdos de confidencialidad hipercerrados, página web mínima.

 

Tras recibir preguntas de The Wall Street Journal, anunció públicamente que había recaudado 30 millones de dólares y se comprometió a no avanzar hacia ensayos clínicos sin pruebas de seguridad sólidas. Su CEO, Lucas Harrington, insiste en que no buscan precipitarse y que todo avance será publicado con transparencia. Sin embargo, la presión de sus propios inversores y la carrera global por conquistar un nuevo mercado biotecnológico hacen que muchos miren este compromiso con escepticismo.

 

A pesar del entusiasmo de Silicon Valley, los expertos recuerdan que la edición genética en embriones es extraordinariamente arriesgada:

 

  • Puede introducir mutaciones no deseadas.
  • Sus efectos se transmitirían a todas las generaciones futuras.
  • No se conoce todavía cómo interactúan entre sí miles de genes.
  • La posibilidad de errores “invisibles” es altísima.

 

El bioeticista de Stanford, Hank Greely, fue contundente: “No podemos hacerlo ahora porque es demasiado inseguro. La relación riesgo-beneficio es terrible.”

 

¿Hacia dónde vamos?

 

El mercado de la reproducción asistida crece de manera acelerada; las ambiciones tecnológicas también. Mientras tanto, las leyes van muy por detrás. ¿Estamos ante el nacimiento de un nuevo modelo económico basado en la biología? ¿O ante un experimento cultural y científico cuyo coste moral aún no comprendemos?

 

La misma Jennifer Doudna, codescubridora de CRISPR y Premio Nobel, advirtió que todo el mundo científico observará con atención lo que Preventive haga a continuación. El futuro de la ingeniería genética humana podría depender de ello.

 

Conclusión: la humanidad ante su espejo

 

La frontera entre curar enfermedades y diseñar seres humanos nunca había estado tan cerca. Las startups de Silicon Valley aseguran que actúan en nombre del progreso y la salud global. Los críticos temen que estemos entrando en un territorio donde el ser humano se convierte en un proyecto técnico.

 

Entre ambos extremos se mueve un debate que definirá el siglo XXI: ¿queremos un mundo donde nuestros hijos sean seleccionados, evaluados y corregidos genéticamente antes de nacer?

 

Por ahora, la respuesta depende de quienes tienen los medios, la visión —y la ambición— para intentarlo.

 

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