De la liberación sexual a la servidumbre sexual
Quien lo diría, con “los magníficos logros” de las liberadoras y la propaganda que se hacen. Pues sí, es lo que ha ocurrido. Promueven la “liberación sexual” sin descanso, ya incluso en los centros escolares, y ¿para que está sirviendo? para dejar a la mujer a la intemperie. La promoción de prácticas sexuales a edades tempranas y sin compromiso ha eliminado todas las trabas, normas y costumbres que protegían a la mujer. Solo hay que ver las estadísticas y el aumento de enfermedades de transmisión sexual, depresiones o suicidios por no hablar de las 50 y pico de asesinadas al año, para darse cuenta de la infelicidad en aumento de las mujeres, excepto –aparentemente– en el caso de la legión de liberadoras y su Ministerio de Igualdad, con sus funcionarias, sus psicólogas, sus sociólogas, sus periodistas, sus abogadas y toda la fauna que vive del erario público y de sus cuentos o “relatos”, como se dice ahora.
Aunque solo considerásemos el placer del apareamiento ocasional, sin compromiso, puramente animal, surgen demasiados problemas que, en un principio, parece que se solucionarían con la técnica –la técnica puede estar al servicio del bien, pero también al servicio del mal–, mas no ha sido así; para empezar, está el problema del embarazo y el de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), porque la Naturaleza no se pliega a lo que quieren las liberadoras y liberadores. Hay que tener en cuenta que cuando la Escuela de Frankfurt, a mediados de los años 60, promueve en las universidades la desinhibición sexual total, se contaba con controlar los embarazos con los anticonceptivos orales recién aparecidos en las farmacias, –ah, los avances de la ciencia– y se contaba también con que la sexualidad de la mujer era semejante a la de los hombres, pero estaba más reprimida. Algo alejado de la realidad, porque la naturaleza humana no ha cambiado a pesar de la propaganda y sigue siendo cierto que “los hombres quieren sexo y las mujeres necesitan amor”, que dice el título de un libro. Es sabido que estos anticonceptivos tienen que tomarse, por lo general, con regularidad, algo difícil e improbable para relaciones ocasionales. Y, además, tienen bastantes efectos secundarios, aumento de peso, nauseas, sangrado entre periodos y otros. Por lo cual las parejas permanentes tampoco estaban muy dispuestas a su utilización. Una vez que los anticonceptivos orales parecen problemáticos –para la mujer, claro está– y los preservativos por más que se regalan tampoco parecen muy utilizados por los hombres, se da el siguiente paso, –podría haber sido un paso atrás ante el daño, volver a una ordenación de las practicas sexuales dentro del matrimonio y del compromiso, pero no, la ideología es la ideología, es decir no cuenta con la realidad– paso de una gravedad extraordinaria, también desde el punto de vista social, puesto que va camino de llevarnos a la extinción de occidente entre otros daños: la matanza de miles de inocentes en el vientre de su madre, el aborto.
¿Cómo ha reaccionado la sociedad y sus autoridades tradicionales y espirituales, la familia y la Iglesia? Con miedo, con cobardía, especialmente la Iglesia. La manifestación que se convocó en Madrid en 2010 ante la nueva y más permisiva ley del aborto, con el apoyo incondicional de la Iglesia, contó con más de 500.000 de personas, otros lo cifran en 1.000.000 ¿Cuántas personas acuden hoy a las manifestaciones Pro-vida que se convocan y de las que la iglesia se ha desligado totalmente? Unas 1.000, si es que llegan. ¿Qué ha pasado? La iglesia ha disminuido su beligerancia, algunas alusiones al problema sin demasiado ardor. Las relaciones sexuales sin compromiso se han normalizado, y como consecuencia el embarazo y el aborto, que sobre todo interesa al hombre para librarse de una carga, sin padecer problema alguno, ni físico ni psíquico. Pagado, además, por los contribuyentes. Y con la ventaja de que no tienen que pagar y recurrir tanto a la prostitución, aunque como es bien sabido esta no ha desaparecido. Sí, las liberadoras han liberado al hombre. O los hombres se han liberado a través de las tontas de las liberadoras.
Los padres han quedado desautorizados y más aun los abuelos, y la iglesia se ha puesto de perfil. Advertir podría parecer carca y anticuado, represivo, incluso. Han eludido los enfrentamientos con los jóvenes y se han puesto de perfil no solo en la denuncia de la matanza de inocentes sino en lo que es previo: recordar y reforzar la doctrina de la virginidad hasta llegar al matrimonio y al compromiso incondicional que, por otra parte, protegían a la mujer. ¿Quién piensa en semejante antigualla hoy día? La sabiduría de la tradición, que provenía de la experiencia, se ha desechado y se ha sustituido por las ideologías, por construcciones que se alejan de la realidad y que llevan con frecuencia a la infelicidad. El pecado de la lujuria más bien ha desaparecido de las prédicas religiosas, y entre las que abortan se encuentran un sin número de cristianas, sobre todo hispano-americanas pero también españolas ¿Cómo se explica esto sino por una dejación de los consejos y de los mandatos de Iglesia? Pero a la Iglesia –que todavía podría ser el principal rival del Estado– se la neutraliza, se la desautoriza o se la ridiculiza.
Miles de niños asesinados en el vientre de su madre, miles de mujeres con secuelas psíquicas y problemas afectivos, porque no es fácil olvidar, y para rematar el pavoroso aumento de las ETS, que las liberadoras no pueden negar sino ocultar. Siguen y siguen mientras nadie las pare. Sí, ya sabemos que dominan los medios de comunicación, pero la Iglesia todavía tiene una parroquia en cada barrio. Si se emplease a fondo… quién sabe.
Quien lo diría, con “los magníficos logros” de las liberadoras y la propaganda que se hacen. Pues sí, es lo que ha ocurrido. Promueven la “liberación sexual” sin descanso, ya incluso en los centros escolares, y ¿para que está sirviendo? para dejar a la mujer a la intemperie. La promoción de prácticas sexuales a edades tempranas y sin compromiso ha eliminado todas las trabas, normas y costumbres que protegían a la mujer. Solo hay que ver las estadísticas y el aumento de enfermedades de transmisión sexual, depresiones o suicidios por no hablar de las 50 y pico de asesinadas al año, para darse cuenta de la infelicidad en aumento de las mujeres, excepto –aparentemente– en el caso de la legión de liberadoras y su Ministerio de Igualdad, con sus funcionarias, sus psicólogas, sus sociólogas, sus periodistas, sus abogadas y toda la fauna que vive del erario público y de sus cuentos o “relatos”, como se dice ahora.
Aunque solo considerásemos el placer del apareamiento ocasional, sin compromiso, puramente animal, surgen demasiados problemas que, en un principio, parece que se solucionarían con la técnica –la técnica puede estar al servicio del bien, pero también al servicio del mal–, mas no ha sido así; para empezar, está el problema del embarazo y el de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), porque la Naturaleza no se pliega a lo que quieren las liberadoras y liberadores. Hay que tener en cuenta que cuando la Escuela de Frankfurt, a mediados de los años 60, promueve en las universidades la desinhibición sexual total, se contaba con controlar los embarazos con los anticonceptivos orales recién aparecidos en las farmacias, –ah, los avances de la ciencia– y se contaba también con que la sexualidad de la mujer era semejante a la de los hombres, pero estaba más reprimida. Algo alejado de la realidad, porque la naturaleza humana no ha cambiado a pesar de la propaganda y sigue siendo cierto que “los hombres quieren sexo y las mujeres necesitan amor”, que dice el título de un libro. Es sabido que estos anticonceptivos tienen que tomarse, por lo general, con regularidad, algo difícil e improbable para relaciones ocasionales. Y, además, tienen bastantes efectos secundarios, aumento de peso, nauseas, sangrado entre periodos y otros. Por lo cual las parejas permanentes tampoco estaban muy dispuestas a su utilización. Una vez que los anticonceptivos orales parecen problemáticos –para la mujer, claro está– y los preservativos por más que se regalan tampoco parecen muy utilizados por los hombres, se da el siguiente paso, –podría haber sido un paso atrás ante el daño, volver a una ordenación de las practicas sexuales dentro del matrimonio y del compromiso, pero no, la ideología es la ideología, es decir no cuenta con la realidad– paso de una gravedad extraordinaria, también desde el punto de vista social, puesto que va camino de llevarnos a la extinción de occidente entre otros daños: la matanza de miles de inocentes en el vientre de su madre, el aborto.
¿Cómo ha reaccionado la sociedad y sus autoridades tradicionales y espirituales, la familia y la Iglesia? Con miedo, con cobardía, especialmente la Iglesia. La manifestación que se convocó en Madrid en 2010 ante la nueva y más permisiva ley del aborto, con el apoyo incondicional de la Iglesia, contó con más de 500.000 de personas, otros lo cifran en 1.000.000 ¿Cuántas personas acuden hoy a las manifestaciones Pro-vida que se convocan y de las que la iglesia se ha desligado totalmente? Unas 1.000, si es que llegan. ¿Qué ha pasado? La iglesia ha disminuido su beligerancia, algunas alusiones al problema sin demasiado ardor. Las relaciones sexuales sin compromiso se han normalizado, y como consecuencia el embarazo y el aborto, que sobre todo interesa al hombre para librarse de una carga, sin padecer problema alguno, ni físico ni psíquico. Pagado, además, por los contribuyentes. Y con la ventaja de que no tienen que pagar y recurrir tanto a la prostitución, aunque como es bien sabido esta no ha desaparecido. Sí, las liberadoras han liberado al hombre. O los hombres se han liberado a través de las tontas de las liberadoras.
Los padres han quedado desautorizados y más aun los abuelos, y la iglesia se ha puesto de perfil. Advertir podría parecer carca y anticuado, represivo, incluso. Han eludido los enfrentamientos con los jóvenes y se han puesto de perfil no solo en la denuncia de la matanza de inocentes sino en lo que es previo: recordar y reforzar la doctrina de la virginidad hasta llegar al matrimonio y al compromiso incondicional que, por otra parte, protegían a la mujer. ¿Quién piensa en semejante antigualla hoy día? La sabiduría de la tradición, que provenía de la experiencia, se ha desechado y se ha sustituido por las ideologías, por construcciones que se alejan de la realidad y que llevan con frecuencia a la infelicidad. El pecado de la lujuria más bien ha desaparecido de las prédicas religiosas, y entre las que abortan se encuentran un sin número de cristianas, sobre todo hispano-americanas pero también españolas ¿Cómo se explica esto sino por una dejación de los consejos y de los mandatos de Iglesia? Pero a la Iglesia –que todavía podría ser el principal rival del Estado– se la neutraliza, se la desautoriza o se la ridiculiza.
Miles de niños asesinados en el vientre de su madre, miles de mujeres con secuelas psíquicas y problemas afectivos, porque no es fácil olvidar, y para rematar el pavoroso aumento de las ETS, que las liberadoras no pueden negar sino ocultar. Siguen y siguen mientras nadie las pare. Sí, ya sabemos que dominan los medios de comunicación, pero la Iglesia todavía tiene una parroquia en cada barrio. Si se emplease a fondo… quién sabe.












