El exterminio y los cordones sanitarios
Está muy mal utilizar, desear, pronosticar o vaticinar el exterminio para un adversario político. Creo que en eso una grandísima mayoría podemos estar de acuerdo. Yo al menos estoy de acuerdo con que pronunciar eso en un Parlamento debería estar desterrado. Máxime con los antecedentes que en la cultura occidental tiene la palabra en concreto.
Al mismo tiempo también pienso que por supuesto que Javier de Andrés no ha podido decir ese término aposta. Conociéndole un poco no es la persona de la que esperas semejante expresión dirigida a un adversario. Más bien pienso que se trastabilló o que seguramente le sacaron de sus casillas. Lo cual tampoco es excusa para justificarlo, dicho sea de paso. Pero que un tipo como Arkaitz Rodríguez Torres se erija en representante de la identidad nacional vasca y se permita establecer cordones sanitarios contra partidos que él considera reaccionarios o no democráticos porque no comulgan en absoluto con lo que él pretende, es algo que a Javier de Andrés, a la vista está, le sacó de sus casillas. No me extraña que eso ocurriera, porque hay veces que todos nos vemos llevados por la indignación ante lo que consideramos una injusticia y adoptamos actitudes que no son las que tenemos normalmente. Pero vuelvo a repetir, un Parlamento no puede tolerar en su seno esa expresión de nadie contra nadie.
Creo sinceramente que Javier de Andrés se dejó llevar por el cabreo y la indignación y le salió eso y estoy seguro de que se habrá arrepentido ya de haberlo dicho. Porque es que no le pega para nada decirlo.
Pero al mismo tiempo tenemos un Parlamento vasco que es un auténtico muestrario de los despropósitos. Es algo que no es natural, que no es normal, que está viciado, que es tóxico. Con gente como Arkaitz Rodríguez Torres, que va de vasco acérrimo simplemente porque se avergüenza de ser lo que es y lo que será siempre: un español de los pies a la cabeza, por muy temprano que se levante o por muy tarde que se acueste. Y lo mismo les pasa a otros compañeros de la misma institución. Gente que reniega de ser lo que es, gente que se piensa que ser vasco es la leche. Acomplejados de manual.
El caso es que Javier de Andrés no tendría que haber dicho eso entre otras razones porque un Parlamento es para aceptar al que no piensa como tú, para practicar ese ejercicio tan raro y tan propio de sociedades humanas culturalmente avanzadas que se llama tolerancia.
Algo que, por cierto, tampoco practican los que hablan de cordones sanitarios. Y eso en el Parlamento vasco se puso de moda justamente cuando entró Vox. Todos los partidos menos el PP estuvieron de acuerdo en practicar el cordón sanitario contra la única representante de Vox en el Parlamento vasco: reduciéndole el tiempo de intervenciones, la financiación, la logística. Lo hicieron aposta en la anterior legislatura, lo llevaron a cabo, encabezados por el lehendakari Iñigo Urkullu, y al final los Tribunales le dieron la razón a Vox y revirtieron algunas de las medidas establecidas contra su parlamentaria.
Recordemos lo que significa “cordón sanitario” según el Diccionario de la RAE: “Conjunto de elementos, medios, disposiciones, etc., que se organizan en algún lugar para detener la propagación de epidemias o plagas.”
Considerar una opción política como una epidemia o como una plaga, en cualquier caso, como algo dañino o perverso, resulta algo realmente grave, pero no porque la opción sea así sino por quien la considera así tratándose de una opción legal. Porque si es tan dañina o perversa se deberían articular todos los medios para que dicha opción política no existiera o para que no entrara en el Parlamento o para declararla ilegal directamente. Pero si una opción política es legal, no puede plantearse un cordón sanitario porque eso significa que políticamente no se cuenta con los resortes adecuados para evitar la influencia de esa opción y se opta por recursos de orden apolítico, directamente relacionados con la fuerza, la exclusión, la intolerancia, la antipolítica.
En política no debería, por eso, haber cordones sanitarios: si un partido es legal, lo es con todas las consecuencias y no es posible que ningún otro partido u otros partidos se arroguen la patente de la democracia y de conceder el carnet de demócrata a un adversario.
Y eso es lo que ha ocurrido en el Parlamento vasco con Vox y eso es lo que ahora propone Arkaitz Rodríguez Torres que se haga con el PP.
A la vista de este panorama, el hecho de que Javier de Andrés haya proferido ese término de desear el “exterminio” dirigido a una opción política como la que representa la izquierda abertzale es, desde la torpeza suprema que significa, algo perfectamente acorde con lo que otros partidos, tirando de cordón sanitario, quieren practicar con él.
Está muy mal utilizar, desear, pronosticar o vaticinar el exterminio para un adversario político. Creo que en eso una grandísima mayoría podemos estar de acuerdo. Yo al menos estoy de acuerdo con que pronunciar eso en un Parlamento debería estar desterrado. Máxime con los antecedentes que en la cultura occidental tiene la palabra en concreto.
Al mismo tiempo también pienso que por supuesto que Javier de Andrés no ha podido decir ese término aposta. Conociéndole un poco no es la persona de la que esperas semejante expresión dirigida a un adversario. Más bien pienso que se trastabilló o que seguramente le sacaron de sus casillas. Lo cual tampoco es excusa para justificarlo, dicho sea de paso. Pero que un tipo como Arkaitz Rodríguez Torres se erija en representante de la identidad nacional vasca y se permita establecer cordones sanitarios contra partidos que él considera reaccionarios o no democráticos porque no comulgan en absoluto con lo que él pretende, es algo que a Javier de Andrés, a la vista está, le sacó de sus casillas. No me extraña que eso ocurriera, porque hay veces que todos nos vemos llevados por la indignación ante lo que consideramos una injusticia y adoptamos actitudes que no son las que tenemos normalmente. Pero vuelvo a repetir, un Parlamento no puede tolerar en su seno esa expresión de nadie contra nadie.
Creo sinceramente que Javier de Andrés se dejó llevar por el cabreo y la indignación y le salió eso y estoy seguro de que se habrá arrepentido ya de haberlo dicho. Porque es que no le pega para nada decirlo.
Pero al mismo tiempo tenemos un Parlamento vasco que es un auténtico muestrario de los despropósitos. Es algo que no es natural, que no es normal, que está viciado, que es tóxico. Con gente como Arkaitz Rodríguez Torres, que va de vasco acérrimo simplemente porque se avergüenza de ser lo que es y lo que será siempre: un español de los pies a la cabeza, por muy temprano que se levante o por muy tarde que se acueste. Y lo mismo les pasa a otros compañeros de la misma institución. Gente que reniega de ser lo que es, gente que se piensa que ser vasco es la leche. Acomplejados de manual.
El caso es que Javier de Andrés no tendría que haber dicho eso entre otras razones porque un Parlamento es para aceptar al que no piensa como tú, para practicar ese ejercicio tan raro y tan propio de sociedades humanas culturalmente avanzadas que se llama tolerancia.
Algo que, por cierto, tampoco practican los que hablan de cordones sanitarios. Y eso en el Parlamento vasco se puso de moda justamente cuando entró Vox. Todos los partidos menos el PP estuvieron de acuerdo en practicar el cordón sanitario contra la única representante de Vox en el Parlamento vasco: reduciéndole el tiempo de intervenciones, la financiación, la logística. Lo hicieron aposta en la anterior legislatura, lo llevaron a cabo, encabezados por el lehendakari Iñigo Urkullu, y al final los Tribunales le dieron la razón a Vox y revirtieron algunas de las medidas establecidas contra su parlamentaria.
Recordemos lo que significa “cordón sanitario” según el Diccionario de la RAE: “Conjunto de elementos, medios, disposiciones, etc., que se organizan en algún lugar para detener la propagación de epidemias o plagas.”
Considerar una opción política como una epidemia o como una plaga, en cualquier caso, como algo dañino o perverso, resulta algo realmente grave, pero no porque la opción sea así sino por quien la considera así tratándose de una opción legal. Porque si es tan dañina o perversa se deberían articular todos los medios para que dicha opción política no existiera o para que no entrara en el Parlamento o para declararla ilegal directamente. Pero si una opción política es legal, no puede plantearse un cordón sanitario porque eso significa que políticamente no se cuenta con los resortes adecuados para evitar la influencia de esa opción y se opta por recursos de orden apolítico, directamente relacionados con la fuerza, la exclusión, la intolerancia, la antipolítica.
En política no debería, por eso, haber cordones sanitarios: si un partido es legal, lo es con todas las consecuencias y no es posible que ningún otro partido u otros partidos se arroguen la patente de la democracia y de conceder el carnet de demócrata a un adversario.
Y eso es lo que ha ocurrido en el Parlamento vasco con Vox y eso es lo que ahora propone Arkaitz Rodríguez Torres que se haga con el PP.
A la vista de este panorama, el hecho de que Javier de Andrés haya proferido ese término de desear el “exterminio” dirigido a una opción política como la que representa la izquierda abertzale es, desde la torpeza suprema que significa, algo perfectamente acorde con lo que otros partidos, tirando de cordón sanitario, quieren practicar con él.












