Por favor, que Pedro Sánchez no se vaya
![[Img #29432]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/12_2025/4209_screenshot-2025-12-22-at-08-14-56-pedro-sanchez-psoe-buscar-con-google.png)
Desde La Tribuna del País Vasco queremos alzar hoy una súplica sincera, casi emocionada, al conjunto del establishment político, mediático y militante de la izquierda española: por favor, que Pedro Sánchez no se vaya. Que se quede. Que resista. Que se pegue como una lapa al sillón con la determinación de quien sabe que su permanencia es su única posibilidad de no acabar en la cárcel, allí donde están sus amigos a los que nunca conoció.
Nunca un dirigente socialista ha hecho tanto por la destrucción del socialismo como Pedro Sánchez. Así que sí, que siga. Pedro Sánchez no es solo un líder político. Es un proceso. Un proceso lento, metódico y eficaz de disolución ideológica del Partido Socialista Obrero Español. Donde antes había una organización reconocible —con votantes, discurso y anclaje social— hoy hay un indecente artefacto de poder vacío, sostenido por alianzas imposibles, retórica inflamada y una obsesión enfermiza por la supervivencia personal.
Por eso insisto: que no dimita. Que no convoque elecciones antes de tiempo. Que no escuche a los melancólicos del viejo PSOE ni a los barones más o menos incómodos. Cada día más en el poder es un día menos de futuro para la izquierda española.
Sánchez ha logrado lo que parecía imposible: convertir al PSOE en una marca tóxica incluso en sus antiguos feudos, diluir la idea de izquierda hasta hacerla irreconocible y asociar el progresismo a la corrupción, la sinvergoncería, improvisación, la dependencia y el desgaste moral. Ha sustituido la política por el relato, la gestión por la propaganda y el debate por el insulto automático al discrepante. El resultado está a la vista: una izquierda que avergüenza, que ya no convence, no ilusiona y no gobierna, sino que administra su propio declive.
Desde una perspectiva estrictamente estratégica —y aquí apelamos al realismo— Sánchez es el mejor aliado posible de sus adversarios. Cada cesión, cada pacto inverosímil, cada giro discursivo, cada lección de falsa moral pronunciada desde un Gobierno sostenido por minorías tan radicales como miserables, acelera la descomposición de un espacio político que ya no sabe qué representa ni a quién representa.
Por eso, insistimos: que continúe. Que persevere. Que siga confundiendo resistencia con liderazgo y aguante con legitimidad. Que siga convencido de que gobernar es resistir y resistir es vencer. Nada favorece más a la derecha que una izquierda que se niega a mirarse al espejo.
La historia política española será generosa con Pedro Sánchez en un sentido muy concreto: será recordado como el hombre que logró que la izquierda dejara de ser una alternativa. No por derrota frontal, sino por agotamiento interno. No por una caída abrupta, sino por una lenta evaporación.
Así que no, no pedimos su salida. Pedimos su permanencia.
Porque hay líderes que pierden elecciones.
Y hay otros que destruyen todo lo que tocan. Y eso, si lo que tocan es la izquierda política, tiene un valor incalculable.
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Desde La Tribuna del País Vasco queremos alzar hoy una súplica sincera, casi emocionada, al conjunto del establishment político, mediático y militante de la izquierda española: por favor, que Pedro Sánchez no se vaya. Que se quede. Que resista. Que se pegue como una lapa al sillón con la determinación de quien sabe que su permanencia es su única posibilidad de no acabar en la cárcel, allí donde están sus amigos a los que nunca conoció.
Nunca un dirigente socialista ha hecho tanto por la destrucción del socialismo como Pedro Sánchez. Así que sí, que siga. Pedro Sánchez no es solo un líder político. Es un proceso. Un proceso lento, metódico y eficaz de disolución ideológica del Partido Socialista Obrero Español. Donde antes había una organización reconocible —con votantes, discurso y anclaje social— hoy hay un indecente artefacto de poder vacío, sostenido por alianzas imposibles, retórica inflamada y una obsesión enfermiza por la supervivencia personal.
Por eso insisto: que no dimita. Que no convoque elecciones antes de tiempo. Que no escuche a los melancólicos del viejo PSOE ni a los barones más o menos incómodos. Cada día más en el poder es un día menos de futuro para la izquierda española.
Sánchez ha logrado lo que parecía imposible: convertir al PSOE en una marca tóxica incluso en sus antiguos feudos, diluir la idea de izquierda hasta hacerla irreconocible y asociar el progresismo a la corrupción, la sinvergoncería, improvisación, la dependencia y el desgaste moral. Ha sustituido la política por el relato, la gestión por la propaganda y el debate por el insulto automático al discrepante. El resultado está a la vista: una izquierda que avergüenza, que ya no convence, no ilusiona y no gobierna, sino que administra su propio declive.
Desde una perspectiva estrictamente estratégica —y aquí apelamos al realismo— Sánchez es el mejor aliado posible de sus adversarios. Cada cesión, cada pacto inverosímil, cada giro discursivo, cada lección de falsa moral pronunciada desde un Gobierno sostenido por minorías tan radicales como miserables, acelera la descomposición de un espacio político que ya no sabe qué representa ni a quién representa.
Por eso, insistimos: que continúe. Que persevere. Que siga confundiendo resistencia con liderazgo y aguante con legitimidad. Que siga convencido de que gobernar es resistir y resistir es vencer. Nada favorece más a la derecha que una izquierda que se niega a mirarse al espejo.
La historia política española será generosa con Pedro Sánchez en un sentido muy concreto: será recordado como el hombre que logró que la izquierda dejara de ser una alternativa. No por derrota frontal, sino por agotamiento interno. No por una caída abrupta, sino por una lenta evaporación.
Así que no, no pedimos su salida. Pedimos su permanencia.
Porque hay líderes que pierden elecciones.
Y hay otros que destruyen todo lo que tocan. Y eso, si lo que tocan es la izquierda política, tiene un valor incalculable.












