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Sábado, 27 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

La revolución de la corrupción y la contrarrevolución

Tal parece que en breve verá la luz un libro bien interesante, esencial a mi juicio para entender el mundo en que vivimos (ya este logro resulta ambicioso de por sí), y a partir de ahí ser conscientes del mundo que nos viene, a menos que pongamos pie en pared y nos dé por orientar toda nuestra atención para medio comprender una serie de realidades complejas, que sin embargo un generoso segmento social cree dominar en la teoría. No promete su autor que con una primera lectura rápida al interesado se le abra la mente a un mundo nuevo de percepciones hasta ahora ocultas ―o mejor será decir ocultadas― a los mortales decadentes. Si se asume la complejidad del fenómeno, no puede esperarse un relato sencillo y además entretenido. Pero al menos la obra debería poner en guardia a la sociedad en pleno, para que giremos el timón hacia donde proceda, cualquier cosa antes que mantenerlo inmóvil, precisamente lo que interesa a los dueños del barco, entiéndase por tales políticos, empresarios o mismamente las fuerzas policiales en su conjunto.

 

El autor es amigo, y eso tiene la ventaja de que te explica con paciencia de monje las veces que haga falta los resultados de sus investigaciones sociopolíticas, sus criterios al respecto, y hasta las soluciones que él aprecia para salvar lo que buenamente se pueda de este vertedero moral en el que hemos convertido nuestra sociedad de un tiempo a esta parte. Porque me confiesa el autor y amigo que quedó perplejo al descubrir los aspectos más turbios de ese fenómeno que hemos dado en llamar «corrupción», ese que todos los cuñados de raza creen conocer hasta el último detalle. Porque para Javier la práctica de la corrupción no se limita a los altos estamentos políticos o empresariales, sino que atraviesa a toda la sociedad humana desde los más curiosos ángulos, de tal manera que la convierte en realidad sistémica, un escenario opaco, férreo y al tiempo silente que heredan las nuevas hornadas de gerifaltes, aceptando estos que nada se puede hacer contra el monstruo, con lo que el mismo silencio resulta conveniente para sobrevivir en la empresa, en la comisaría, en el partido. Y el monstruo siempre se muestra complaciente ante las incorporaciones de nuevos miembros, que abandonan la apatía para interesarse por «lo suyo», llegado el caso. Y el caso llega no pocas veces, te mira cada día con ojos embaucadores, y acabas en sus garras más pronto que tarde. El resto es dejarse llevar, o incluso dar un paso al frente y liderarlo uno mismo. ¿Por qué no yo, si otros lo hacen y lo hicieron sin que tuvieran que pagar nada ―la mala conciencia ya no cuenta― por ello?

 

Mi amigo toma como punto de partida una obra casi centenaria, bien conocida, leidísima (o al menos compradísima), pero según él apenas entendida, y por tanto desperdiciada como depósito de ideas, pues eso y no otra cosa es un libro. La Rebelión de las Masas de Ortega y Gasset fue publicada el mismo año que presentó su dimisión al rey el dictador Primo de Rivera, cuando las ideas del republicanismo cocían a fuego lento  en las cocinas discretas de ciertas camarillas políticas.  

 

Como el juguetito está de moda, consulta mi colega al chatgpt ese tan de moda, y le dice este que el concepto de «revolución de la corrupción» no está reconocido en el mundo académico, y que en cualquier caso se trataría de un término moderno y simbólico. "Moderno será, mas no simbólico, pues resulta evidente que estamos inmersos en una mafia de mil caras, que implica a las instituciones públicas, a la política, a la judicatura, a la Policía, al pago de impuestos, e incluso hay una mafia supranacional", le replica Javier. Es lo que mi amigo denomina «metamafia», entiendo yo que con buen criterio.

 

Pues bien, si toda revolución se combate con la correspondiente contrarrevolución, ¿acaso no es aplicable en este particular caso idéntica fórmula? "Lógicamente, no hay otro camino si queremos recuperar la democracia bien entendida, la economía de mercado, el imperio de la ley, el estado de derecho; en definitiva, nuestras vidas", afirma el autor.

 

Si usted ha entendido entre poco y nada de lo que va todo esto, sepa que no está solo, que le acompañamos un ejército de ignorantes, quienes a pesar de todo queremos saber más de cómo funciona tan turbio tinglado, pues nos va la vida en ello. Y siempre podemos leer la introducción de la obra para ir calentando motores.

 

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