Lunes, 29 de Diciembre de 2025

Actualizada Domingo, 28 de Diciembre de 2025 a las 18:54:22 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Domingo, 28 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

Un estudio rompe el tabú: investigadores exploran una posible conexión entre telepatía, campos electromagnéticos y rasgos del espectro autista

[Img #29464]

 

Durante más de un siglo, la telepatía ha sido expulsada de la ciencia académica y relegada a los márgenes de la parapsicología, el ocultismo o la cultura popular. Sin embargo, una investigación reciente vuelve a colocar el concepto en una zona incómoda para el pensamiento científico convencional: la frontera entre la experiencia subjetiva, la neurodiversidad y la física del cuerpo humano.

 

El estudio, titulado “Telepathy, anomalous experience and the relation to the autism spectrum”, ha sido desarrollado por el investigador independiente Leif Ekblad y analiza una hipótesis tan provocadora como cuidadosamente formulada: que ciertos rasgos asociados al espectro autista —especialmente los incluidos en lo que se denomina el “fenotipo autista amplio”— podrían estar correlacionados con una mayor prevalencia de experiencias anómalas, entre ellas la sensación de “presencia”, la hipersensibilidad electromagnética y lo que tradicionalmente se ha descrito como experiencias telepáticas.

 

Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar una copia del estudio por los canales habituales: [email protected] o en el teléfono 650114502

 

La investigación no afirma la existencia demostrada de la telepatía como fenómeno paranormal, pero sí plantea algo que incomoda por igual a escépticos y creyentes: que el rechazo automático de estas experiencias podría estar ocultando patrones psicológicos y neurobiológicos reales, especialmente en poblaciones neurodivergentes.

 

Más de 65.000 participantes y una pregunta prohibida

 

Uno de los elementos más llamativos del trabajo es su escala. El análisis se basa en datos recogidos entre 2013 y 2022, con un total de más de 65.000 participantes en distintos cuestionarios, y cerca de 18.600 personas incluidas específicamente en el estudio sobre “sensación de presencia”, una experiencia definida como la percepción clara de que “alguien está cerca”, incluso cuando no hay nadie físicamente presente .

 

Los participantes fueron clasificados utilizando versiones del conocido Aspie Quiz, una herramienta ampliamente empleada para identificar rasgos del espectro autista en población general, no con fines diagnósticos, sino como indicador de tendencias cognitivas y perceptivas. A partir de ahí, los investigadores compararon tres grandes grupos: individuos con rasgos del fenotipo autista amplio (BAP), perfiles mixtos y perfiles neurotípicos.

 

Los resultados muestran una diferencia consistente: las personas con rasgos BAP reportan con mucha mayor frecuencia haber experimentado sensación de presencia, así como una mayor sensibilidad a estímulos electromagnéticos y una mayor propensión a experiencias subjetivas intensas, como pensamientos vívidos o la percepción emocional de otras personas a distancia.

 

Campos electromagnéticos y cuerpo humano: una vieja hipótesis olvidada

 

El estudio recupera una línea de investigación prácticamente abandonada desde mediados del siglo XX: la hipótesis de que el cuerpo humano podría generar y detectar campos electromagnéticos de forma más compleja de lo que reconoce la neurociencia actual.

 

Ekblad revisa trabajos históricos que sugerían que determinadas estructuras del cuerpo —como la glándula pineal o las glándulas suprarrenales— podrían actuar como sensores biológicos extremadamente primitivos, capaces de interactuar con campos electromagnéticos de baja frecuencia. En este marco, la “telepatía” no se entendería como transmisión de pensamientos en sentido místico, sino como una forma rudimentaria de comunicación o detección biofísica, posiblemente residual desde un punto de vista evolutivo.

 

La hipótesis central es prudente pero inquietante: si el cuerpo humano conserva mecanismos antiguos de detección electromagnética, estos podrían manifestarse hoy de forma fragmentaria, confusa y subjetiva, especialmente en personas con perfiles neurológicos atípicos.

 

Autismo, percepción y experiencias anómalas

 

El trabajo no presenta el autismo como una “puerta” a capacidades paranormales, y subraya de forma explícita que correlación no implica causalidad. Sin embargo, sí apunta a algo que empieza a ganar peso en la literatura científica: que las personas en el espectro autista procesan la información sensorial, emocional y social de manera distinta, y que estas diferencias podrían amplificar experiencias que en otros individuos pasan desapercibidas o son descartadas como ruido cognitivo.

 

En el estudio, los rasgos del espectro autista aparecen correlacionados con fenómenos como la absorción mental intensa, la fantasía vívida, la disociación leve y la percepción emocional profunda de otros. Estos rasgos, tradicionalmente estudiados en psicología clínica o de la personalidad, podrían explicar por qué ciertas personas interpretan algunas experiencias internas como “telepáticas” o anómalas, sin necesidad de recurrir a explicaciones sobrenaturales… pero tampoco reduciéndolas automáticamente a patología.

 

Lo que el estudio NO dice

 

Conscientes del terreno que pisan, los autores insisten en varias advertencias clave. El trabajo no prueba la existencia objetiva de la telepatía, no establece mecanismos físicos demostrados y no propone aplicaciones clínicas ni tecnológicas. Tampoco sugiere que las personas con autismo posean habilidades especiales ocultas.

 

Lo que sí hace es algo quizá más incómodo para la ciencia contemporánea: cuestionar la tendencia a descartar de plano ciertos relatos subjetivos por no encajar en el modelo dominante. El estudio señala que, históricamente, experiencias hoy consideradas triviales o ilusorias —como las alucinaciones hipnagógicas o la sinestesia— fueron durante décadas ignoradas antes de ser reconocidas como fenómenos reales con base neurológica.

 

Una frontera incómoda para la ciencia del siglo XXI

 

La investigación de Ekblad se sitúa en un territorio que muchos laboratorios evitan: el cruce entre experiencia humana, neurodiversidad y fenómenos que no encajan bien en categorías cerradas. En un momento en que la ciencia reivindica la diversidad cognitiva y cuestiona los límites del modelo neurotípico, este tipo de estudios plantea una pregunta difícil de ignorar: ¿estamos confundiendo ausencia de explicación con inexistencia del fenómeno?

 

Lejos de ofrecer respuestas definitivas, el trabajo abre una grieta en el muro del consenso. No para colar fantasmas, sino para recordar que la historia de la ciencia está llena de fenómenos incómodos que fueron reales mucho antes de ser aceptables.

 

En los márgenes, donde la ciencia duda, suele empezar el verdadero conocimiento.

 

https://amzn.to/3JK1Swo

 

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.