Más de un millón de personas toman la capital francesa al grito de “Je suis Charlie”
Occidente se conjura en París para resistir al totalitarismo islamista
“Quisieron matar un periódico y murieron en una imprenta”; “Yo soy Charlie, judío, policía”; “Libertad, igualdad, dibujad, escribid”. Estos son algunos de los cientos de mensajes que han podido leerse en la manifestación de más de un millón de personas, francesas, en su mayor parte, pero también de todos los rincones del mundo, que ha recorrido París en protesta por los atentados islamistas contra la sede del semanario “Charlie Hebdo” que causaron la muerte de 17 personas.
Un niño de poco más de diez años de edad portaba una pancarta en la que podía leerse “When I grow up, I'll be a journalist. I'm not afraid" (“Cuando sea mayor, seré periodista. No tengo miedo”) y simbolizaba, a su manera, que la concentración en la capital francesa era, sobre todo, una gran demostración al mundo de que los principios clásicos de democracia y respeto a la vida humana, macerados a lo largo de más de 2.000 años de tradición grecolatina y judeocristina y refinados en la Ilustración francesa, siguen hoy más vivos que nunca. A pesar de todo.
Dirigentes de sesenta países y de varias decenas de organismos internacionales, desde la alemana Angela Merkel a Mariano Rajoy, pasando por el israelí Benjamin Netanyahu, han liderado, de este modo, una de las más grandes concentraciones humanas que se recuerdan en Europa en las últimas décadas. "Hoy París es la capital del mundo", ha dicho el presidente francés, François Hollande. Pero hoy, París, lo que ha sido, sobre todo, es un gigantesco altavoz a través del cual Occidente ha reiterado ante el mundo que la libertad, la tolerancia, el respeto a las más variadas ideologías, la convivencia en paz de distintas creencias y la armonía interreligiosa siguen siendo los únicos valores capaces de resistir el avance de los totalitarismos y útiles para impulsar el desarrollo, el progreso y el bienestar de todos los seres humanos.
“Quisieron matar un periódico y murieron en una imprenta”; “Yo soy Charlie, judío, policía”; “Libertad, igualdad, dibujad, escribid”. Estos son algunos de los cientos de mensajes que han podido leerse en la manifestación de más de un millón de personas, francesas, en su mayor parte, pero también de todos los rincones del mundo, que ha recorrido París en protesta por los atentados islamistas contra la sede del semanario “Charlie Hebdo” que causaron la muerte de 17 personas.
Un niño de poco más de diez años de edad portaba una pancarta en la que podía leerse “When I grow up, I'll be a journalist. I'm not afraid" (“Cuando sea mayor, seré periodista. No tengo miedo”) y simbolizaba, a su manera, que la concentración en la capital francesa era, sobre todo, una gran demostración al mundo de que los principios clásicos de democracia y respeto a la vida humana, macerados a lo largo de más de 2.000 años de tradición grecolatina y judeocristina y refinados en la Ilustración francesa, siguen hoy más vivos que nunca. A pesar de todo.
Dirigentes de sesenta países y de varias decenas de organismos internacionales, desde la alemana Angela Merkel a Mariano Rajoy, pasando por el israelí Benjamin Netanyahu, han liderado, de este modo, una de las más grandes concentraciones humanas que se recuerdan en Europa en las últimas décadas. "Hoy París es la capital del mundo", ha dicho el presidente francés, François Hollande. Pero hoy, París, lo que ha sido, sobre todo, es un gigantesco altavoz a través del cual Occidente ha reiterado ante el mundo que la libertad, la tolerancia, el respeto a las más variadas ideologías, la convivencia en paz de distintas creencias y la armonía interreligiosa siguen siendo los únicos valores capaces de resistir el avance de los totalitarismos y útiles para impulsar el desarrollo, el progreso y el bienestar de todos los seres humanos.