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Javier Salaberria
Martes, 13 de Enero de 2015 Tiempo de lectura:

No somos Charlie

[Img #5502]Ya nos gustaría pero no, no lo somos. Manifestarse detrás de 50 jefes de estado, alguno de ellos genocida, asumiendo una versión oficial de los hechos sin cuestionarse nada, aceptar el discurso único de guerra contra el yihadismo: “nosotros somos la civilización y ellos la barbarie”, y ser unos borregos sumisos y acríticos incapaces de articular un pensamiento propio, se sitúa en las antípodas del espíritu irreverente y crítico de los dibujantes y periodistas de Charlie Hebdo.

 

Ellos se proclama “Diario Irresponsable” pero realmente tienen la responsabilidad de molestar al poder. Quizás por eso lloremos su pérdida.

 

La Libertad de Expresión (con mayúsculas) consiste en eso, en ser un grano en el culo de los que mandan y de los que pretenden mandar; en alimentar el debate, la pluralidad de puntos de vista; sanear la democracia para que pueda existir transparencia; ejercer un periodismo honesto, riguroso, comprometido, incómodo, incorruptible.

 

La Libertad de Expresión no es un derecho, es un competencia, una capacidad. De nada sirve tener el derecho sin los instrumentos necesarios para ejercerlo. Para que se de es necesaria una educación intelectual suficiente tanto en los líderes de opinión (políticos, periodistas, jueces, intelectuales...) como en los receptores, que no puede tratarse de una masa de cerebros narcotizados por subproductos culturales sumisos a cualquier estímulo que provenga del status quo.

 

Se necesitan medios de comunicación independientes del poder de los mercados y clientelismos ideológicos, con profesionales que se la jueguen día a día, verdaderos corresponsales de guerra domésticos.

 

Se necesitan entender claramente los mecanismos del poder, las raíces profundas de los problemas endémicos de nuestra sociedad.

 

Hay que tomar partido no por conservar el puesto de trabajo sino por la verdad, o las verdades, porque la verdad nos hace libres y la mentira nos hace esclavos de nuestra propia ignorancia.

 

Excepto el dolor de las víctimas y la solidaridad de la buena gente de Francia y del resto del mundo, todo lo demás ha sido una inmensa farsa en París.

 

Los yihadistas no quieren conquistar Al Andalus, al menos no es su prioridad actual. Quieren quedarse con los pozos de petróleo, el gas, los oleoductos y las minas, y liquidar a los matones a sueldo que ocupan sus países. Por eso los combatimos, no por la libertad, no. Por defender los intereses corporativos de las empresas que tienen allí sus tentáculos bien instalados. Pero claro, hay que hacer creer al mundo que el sacrificio económico y humano es por la libertad, por defender nuestros valores. Hay que hacer ver a nuestra gente lo peligrosos que son para poder justificar el inmenso presupuesto militar que necesitamos para defender unos intereses corporativos privados.

 

No defendemos unos valores ni nuestro estilo de vida, estamos comprometidos e implicados con las corporaciones que exprimen al mundo hasta la extenuación. Pero lo disfrazamos de Guerra Santa, como siempre se ha hecho.

 

Los yihadistas no son angelitos, nadie que empuña un arma lo es, pero tampoco son descerebrados zombis sedientos de sangre. Puede que si les preguntáramos si les gustaría conquistar el mundo digan que sí, y que también les gustaría tener cada uno 4 esposas y cubrirlas de sacos negros. La mayor parte de ellos están zumbados y tienen un cacao mental a cerca del Islam que es patológico. Pero no tienen ningún interés inmediato en desperdiciar su tiempo y sus recursos en venir a Europa a fastidiarnos la marrana. Bastante tienen con lo suyo en Siria, Irak, Líbano, Libia, Egipto, Arabia Saudita... Hay inadaptados en Europa que se van allí hacer lo que creen que es una oportunidad de salvar sus vidas del sinsentido. Lo cual debería alegrarnos, ya que en vez de tenerlos aquí incubando odio, ellos mismos por sus propios medios se pagan un pasaje al matadero. Si regresan vivos, o los metemos entre rejas o vuelven tan deprimidos, con un estres posttraumático tan brutal, que serán clientes de un psiquiátrico de por vida.

 

Pero no vamos a infravalorar su capacidad de hacer daño. Sin embargo es la misma que tiene cualquier exsegurata,  expolicía, exmilitar, exterrorista o expresidiario que ande suelto gracias a nuestro generoso sistema penitenciario.

 

Si el sistema policial funciona, y no cabe duda de que funciona muy bien, no debería quitarnos el sueño que 4 islamistas excombatientes anden comprando en nuestros supermercados o lleven a sus críos a nuestro colegio.

 

Lo que nos debería asustar es que los responsables de nuestra seguridad son los que conspiran contra ella, los que tienen trapos sucios, puertas giratorias y paraísos fiscales. Los que apretando un botón o haciendo una llamada pueden eliminar un poblado entero en cualquier lugar del mundo. A mi me asusta su capacidad de lavar el cerebro a la población, de controlar todos y cada uno de los medios de comunicación, de envenenarnos la comida, el agua y el aire en beneficio de sus propios intereses especulativos, de ser capaces de pactar con el diablo para conservar su sillón, de prostituir el relato de la realidad por medio de un teatro sensiblero claramente parasitario de las victimas que ellos mismos producen.

 

A mi me asustan y repugnan los hipócritas.

 

Contra ellos Charlie Hebdo y otras muchas publicaciones y profesionales son imprescindibles, aunque a veces nos piquen y tengamos que rascarnos.

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