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Manuel Molares do Val
Viernes, 06 de Febrero de 2015 Tiempo de lectura:

Albert Rivera o el pequeño Pablo M. Iglesias

Un líder político es como un charlatán de feria capaz de convencer a su audiencia de que hará una gran inversión comprándole su producto, sea valioso o un chisme inútil. 

 

Los charlatanes de feria y los políticos mezclan en distintas proporciones su talento natural con el entrenamiento argumental, variables según la experiencia. 

 

Los mejores charlatanes españoles están en la Comunidad valenciana, tierra de los míticos Ramonet; el Parlamento actual carece de vendedores tan convincentes como ellos. 

 

Felipe González fue el último Ramonet político. Los otros, malos aprendices, aunque están apareciendo dos debutantes que apuntan excelentes cualidades: 

 

Albert Rivera, cofundador y líder de Ciutadans-Ciudadanos, y el líder de Podemos, el  pequeño Pablo (Iglesias grande fue el fundador del PSOE). 

 

Treintañeros ambos, unen su talento oratorio natural al entrenamiento, uno técnico y racionalista, otro de emotividad espiritual y poética, estilo José Antonio y Mao Zedong. 

 

Rivera se ha formado posiblemente estudiando la “National Speech & Debate Association” estadounidense: estudiantes de secundaria y universitarios que concursan enfrentándose en el arte de razonar distintas ideas para convencer a sus contrincantes y a un auditorio heterogéneo. Son fábricas de notables políticos. 

 

El pequeño Pablo es más un estudioso de la homilética, el arte de predicador para conmover. Sus seguidores son gente desengañada de creencias anteriores, místicos apocalípticos; no son racionalistas escépticos que buscan soluciones reales, como los seguidores de Rivera, sino masas encandiladas con promesas celestiales y las ilusiones terrenales. 

 

Felipe González fue precursor de ambos. Aportaba tres cuartos del racionalismo de Rivera y un cuarto del pequeño Pablo, que es Papa de esa religión marxista-leninista-trotskista (quizás estalinista)-maoísta con aportes chavistas y falangistas, grandes armas para ilusionar a los necesitados de fe. 

 

Olvidando los resultados del último CIS el cronista le propone a usted que se autoevalúe para encontrar en qué proporción es racionalista como Rivera o emotivo espiritualista como el pequeño Pablo.

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