Bestias compasivas y crueldad humana
![[Img #5946]](upload/img/periodico/img_5946.jpg)
El mismo día removían mi corazón dos informaciones que, como signos contrapuestos, describían la naturaleza incomprensible de nuestra existencia y su milagroso juego de equilibrios.
Un avión con 150 pasajeros era estrellado por un suicida desequilibrado. Un ser humano al que faltó humanidad en sus actos, con su corazón hecho añicos y su cerebro sin funciones rectoras, decidía poner fin a su vida de la manera más horrible y miserable que hasta ahora conocíamos, dejando a la humanidad congelada de estupor.
Es increíble el grado de interconexión de nuestras vidas, que va más allá de lo meramente poético. En realidad es un aviso: compartimos una pequeña nave que va a la deriva en un espacio infinito. Cualquiera de nosotros, por pequeño que sea su poder, puede desestabilizar el planeta.
Pero al tiempo que trataba de recobrar el aliento y no romper mi carné de afiliado a la especie, un documental sobre el reino animal me explicó cómo la compasión puede salvar al mundo.
Un ballenato de ballena azul había perdido a su madre, probablemente devorada por orcas, y vagaba solitario en la inmensidad oceánica. Un grupo de unas siete orcas lo había localizado y empezó a atacarlo. Lo golpeaban de costado, le mordían las aletas natatorias y la cola, y trataban de arrastrarlo al fondo para ahogarlo y así poderlo devorar sin dificultades. El pobre animal gritaba despavorido. Todo indicaba que había llegado su fin, cuando el milagro sucede. Un grupo de ballenas jorobadas acude a su rescate espantando a las orcas y escoltando al bebé de la otra especie. Los gigantes acuáticos agitan colas y aletas para producir turbulencias en el agua que desorienta a los depredadores más grandes del planeta. La manada de orcas se desorienta, pierde la coordinación del ataque, y finalmente huye ante el acoso de los rescatadores.
No es la primera vez que un rescate así sucede en alta mar. Se han visto ballenas jorobadas salvando focas del ataque que orcas. Se ha llegado a filmar a una foca recostada en el lomo de una ballena jorobada quien la protegía con su aleta y que nadó así varias millas boca arriba para ayudarla a escapar de sus perseguidoras.
Se han relatado casos de delfines salvando marineros del ataque de los tiburones o rescatando perros que han caído al agua desde una embarcación evitando que murieran ahogados.
Los casos de perros que han arriesgado o perdido la vida por salvar a sus dueños son innumerables.
Sin embargo la crueldad y desprecio con el que el ser humano trata a los animales es ignominiosa. ¿Pero cómo no va a tratar a otras especies de un modo despreciable si con la propia ejerce también una crueldad infinita? Con este comportamiento perdemos absolutamente el derecho a proclamarnos los reyes de la creación. En su lugar deberíamos adoptar el calificativo de plaga de demonios exterminadores.
Esta compasión de un animal por otro ser en peligro, aunque no sea de su especie, es admirable y debería hacernos reflexionar sobre el valor de la vida, sea humana o no, sobre la inteligencia y emociones de los animales, y sobre el poder de la compasión y empatía como único motor válido para este mundo pequeño, extraño y maravilloso que es nuestro planeta azul.
![[Img #5946]](upload/img/periodico/img_5946.jpg)
El mismo día removían mi corazón dos informaciones que, como signos contrapuestos, describían la naturaleza incomprensible de nuestra existencia y su milagroso juego de equilibrios.
Un avión con 150 pasajeros era estrellado por un suicida desequilibrado. Un ser humano al que faltó humanidad en sus actos, con su corazón hecho añicos y su cerebro sin funciones rectoras, decidía poner fin a su vida de la manera más horrible y miserable que hasta ahora conocíamos, dejando a la humanidad congelada de estupor.
Es increíble el grado de interconexión de nuestras vidas, que va más allá de lo meramente poético. En realidad es un aviso: compartimos una pequeña nave que va a la deriva en un espacio infinito. Cualquiera de nosotros, por pequeño que sea su poder, puede desestabilizar el planeta.
Pero al tiempo que trataba de recobrar el aliento y no romper mi carné de afiliado a la especie, un documental sobre el reino animal me explicó cómo la compasión puede salvar al mundo.
Un ballenato de ballena azul había perdido a su madre, probablemente devorada por orcas, y vagaba solitario en la inmensidad oceánica. Un grupo de unas siete orcas lo había localizado y empezó a atacarlo. Lo golpeaban de costado, le mordían las aletas natatorias y la cola, y trataban de arrastrarlo al fondo para ahogarlo y así poderlo devorar sin dificultades. El pobre animal gritaba despavorido. Todo indicaba que había llegado su fin, cuando el milagro sucede. Un grupo de ballenas jorobadas acude a su rescate espantando a las orcas y escoltando al bebé de la otra especie. Los gigantes acuáticos agitan colas y aletas para producir turbulencias en el agua que desorienta a los depredadores más grandes del planeta. La manada de orcas se desorienta, pierde la coordinación del ataque, y finalmente huye ante el acoso de los rescatadores.
No es la primera vez que un rescate así sucede en alta mar. Se han visto ballenas jorobadas salvando focas del ataque que orcas. Se ha llegado a filmar a una foca recostada en el lomo de una ballena jorobada quien la protegía con su aleta y que nadó así varias millas boca arriba para ayudarla a escapar de sus perseguidoras.
Se han relatado casos de delfines salvando marineros del ataque de los tiburones o rescatando perros que han caído al agua desde una embarcación evitando que murieran ahogados.
Los casos de perros que han arriesgado o perdido la vida por salvar a sus dueños son innumerables.
Sin embargo la crueldad y desprecio con el que el ser humano trata a los animales es ignominiosa. ¿Pero cómo no va a tratar a otras especies de un modo despreciable si con la propia ejerce también una crueldad infinita? Con este comportamiento perdemos absolutamente el derecho a proclamarnos los reyes de la creación. En su lugar deberíamos adoptar el calificativo de plaga de demonios exterminadores.
Esta compasión de un animal por otro ser en peligro, aunque no sea de su especie, es admirable y debería hacernos reflexionar sobre el valor de la vida, sea humana o no, sobre la inteligencia y emociones de los animales, y sobre el poder de la compasión y empatía como único motor válido para este mundo pequeño, extraño y maravilloso que es nuestro planeta azul.











