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Javier Salaberria
Jueves, 07 de Mayo de 2015 Tiempo de lectura:

Diversidad religiosa, reto y oportunidad

[Img #6165]El ayuntamiento de San Sebastián y la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la UPV/EHU han organizado unas jornadas tituladas “Diversidad religiosa, reto y oportunidad” dentro del proyecto Baitara Baita, que forma parte del programa cultural de la capitalidad cultural europea Donostia  2016.

 

Las jornadas fueron acompañadas de una exposición de maquetas de alumnos de Arquitectura de la UPV/EHU que, en el Taller de Experimentación Proyectual para la conceptualización de un centro multirreligioso, han materializado sus proyectos incluyendo las características que debiera tener un centro de este tipo. Lo cierto es que sin desmerecer a los ponentes, el trabajo de los alumnos ha sido lo que más interés ha despertado por varias razones.

 

En primer lugar porque sorprende gratamente que una generación claramente expuesta a la crisis de valores religiosos de esta sociedad se ha volcado en crear espacios creativos, luminosos y llenos de contenido espiritual. Algunos proyectos eran impresionantes, no en cuanto a sus dimensiones sino en cuanto al elaborado trabajo conceptual y simbólico, y estamos hablando de jóvenes que rondan los veinte años. La verdad, viendo la exposición que permanecerá un tiempo en la Casa de Cultura de Aiete, a uno se le ensancha el corazón con nuevas esperanzas. No todo en el futuro son, “ninis”, generaciones perdidas, tabletas, redes sociales, individualismo y mundos virtuales.

 

En segundo lugar, porque la iniciativa de las jornadas parte no de una disciplina humanista pura, como podría ser, Historia, Antropología, Sociología, Filosofía, Teología o Ciencias Políticas, sino de la Arquitectura, que es arte y ciencia al servicio de la sociedad y de la convivencia.

 

Recuerdo una excelente conferencia de Luis Peña Ganchegui, hará unos 15 años, que nos describía la arquitectura como “constructora de espacios de convivencia”. No hace falta más que echar un vistazo a nuestra propia experiencia y a realidades cercanas, como los barrios periféricos de París, para darse cuenta que el urbanismo y la arquitectura han expresado mejor que ninguna otra disciplina qué tipo de sociedad queremos y de qué modo las minorías están o no integradas en nuestro territorio, cómo interactúan las distintas capas sociales, de qué modo se piensa en la diversidad o en el equilibrio ambiental, cuál es el papel que deben jugar los espacios productivos frente a los recreativos, qué peso damos a lo privado y a lo público, cómo concebimos la movilidad, etc.

 

La gestión pública de la diversidad religiosa es un reto, efectivamente, pero también una oportunidad como lo es la arquitectura, de vertebrar un nuevo espacio de convivencia basado en sólidos valores de respeto y enriquecimiento mutuo. No es fácil, como ya se ve en los diseños arquitectónicos y en el día a día de la gestión administrativa de un ayuntamiento como el de Irún, pionero en crear un Servicio de Intervención Comunitaria que ha abordado la gestión de la diversidad religiosa a nivel municipal. Feli Goikoetxea, responsable del servicio, expuso su experiencia y recalcó las dificultades iniciales: ignorancia por parte del consistorio de la realidad religiosa de sus vecinos, falta de visibilización de las minoría y recelo de éstas respecto al ayuntamiento, falta de conocimiento de las necesidades de estas minorías, ciertas desventajas frente a la confesión mayoritaria con mayor arraigo, tradición y peso, etc.  Tras un meritorio trabajo, se ha logrado un reconocimiento de las entidades religiosas existentes, se ha fomentado su participación a través de la creación de canales estables de comunicación con los representantes de todas las confesiones y se les ha dado visibilidad a las mismas a través de un apartado dentro de la página web oficial del ayuntamiento de Irún.

 

Como se ha visto también en las recientes polémicas suscitadas en torno a la apertura de locales de mezquitas en Bilbao y en Vitoria, la gestión de la diversidad implica muchas decisiones en distintos ámbitos con una clara determinación política que no debe estar movida por la obtención de resultados electorales sino por la construcción de la paz social a largo plazo. Afecta al urbanismo (centros de culto, cementerios, dotaciones comunitarias...), pero también a los centros educativos (clases de religión), a la sanidad pública (circuncisión, atención religiosa al paciente), a los servicios de catering (menús escolares y hospitalarios especiales), al ámbito laboral (festividades, eventos religiosos como el ayuno de Ramadán), o al uso de espacios comunes (calles, polideportivos) para celebraciones o eventos de índole religioso, así como a aspectos protocolarios (funerales, recepciones, asistencia de políticos a invitaciones de las comunidades, etc.).

 

Uno de los mayores obstáculos para convivir y, por lo tanto, para crear cohesión social, es el desconocimiento mutuo, y en el caso de la administración, además, el desconocimiento de la ley. Son pocos, por no decir casi ninguno, los gestores públicos que conoces la existencia de acuerdos de cooperación entre el estado y las confesiones minoritarias. Tampoco se conocen bien los derechos que implica el ejercicio de la libertad religiosa, y por supuesto, no se cuenta con la obligación por parte de la administración, recogida tanto en la Constitución como en la Declaración Universal de Derechos Humanos, de velar porque esa Libertad Religiosa se materialice, facilitando activamente el ejercicio de los derechos que esta implica. Es decir, que decir que la administración es efectivamente laica, y por lo tanto neutral, no implica que se inhiba de gestionar la diversidad religiosa de sus ciudadanos. Al contrario, debe permanecer muy activa para evitar, a toda costa, que esa diversidad sea una fuente constante de conflictos, como ya hemos podido lamentar en nuestras ciudades vecinas.

 

Afortunadamente para Donostia hay una oportunidad de hacer bien las cosas ya que de momento se ha librado de las polémicas que han afectado a otros municipios. Quizás haya contribuido a ello que nosotros ya hemos padecido hasta el hartazgo la fractura social que produce la mala gestión de otra diversidad, la política.

 

El proyecto Baitara baita parte de una pregunta: una ciudad como San Sebastián, cosmopolita y abierta, ¿es capaz de concebir y acoger un espacio de culto multirreligioso que nos permita conocernos mejor y respetarnos más? Quizás podamos ser capaces de superar nuestras diferencias internas abriéndonos más a las diferencias externas. Si como vascos aun no hemos sido capaces de encauzar nuestra propia diversidad cultural, lingüística y política, a lo mejor es porque no hemos sido capaces de vernos en el mundo como un pueblo más, ni mejor ni peor que otros.

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