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La Tribuna del País Vasco
Viernes, 29 de Mayo de 2015 Tiempo de lectura:
Directora del Instituto Vasco de la Memoria

Aintzane Ezenarro o la permanente búsqueda del olvido

[Img #6342]Si por algo se caracteriza Aintzane Ezenarro, la nueva directora del Instituto Vasco de la Memoria que el Ejecutivo autónomo inaugurará el próximo 10 de noviembre, es por su absoluta falta de empatía no solamente con quienes más han sufrido la violencia de los criminales sino también, y sobre todo, con una parte importante de la sociedad vasca que ha visto su pasado, y su futuro, dramáticamente marcado por el terror etarra.

 

De tanto buscar evidencias para olvidar el comportamiento totalitario y criminal de los terroristas, sus próximos ideológicos, Aintzane Ezenarro, imitando a gran parte del mundo nacionalista vasco, ha terminado por confundir a los verdugos con sus víctimas y ha optado por repartir responsabilidades entre quienes se han pasado medio siglo asesinando y quienes han estado el mismo tiempo poniendo los muertos para proteger las libertades de las que ahora disfrutamos todos, incluida Aintzane Ezenarro.



La sociedad vasca, la misma que durante años ha callado soezmente ante los crímenes de ETA, la misma que ha tolerado los vítores a los pistoleros mientras se avergonzaba de mirar a los ojos de los damnificados por la violencia y la misma que ha tardado cinco décadas en homenajear tímidamente a quienes han dado su vida por nuestra libertad, debe muchas cosas a las víctimas del terrorismo. Pero, sobre todo, se debe dos cosas, y muy importantes, a sí misma: la memoria histórica y la verdad de lo sucedido.
 

En este sentido, y frente a quienes como Aintzane Ezenarro apelan a construir una memoria falsaria para no despertar las iras de quienes todavía pretenden recibir un premio político por dejar de matar, el recuerdo constante y permanente de lo sucedido durante los últimos cincuenta años ha de erigirse como el núcleo central de cualquier proyecto conjunto de sociedad que pretenda superar demasiados años de terror. A pesar de las interpretaciones perversas que se hacen al respecto, la memoria cierta de lo reciente no es algo que impida cerrar las viejas heridas. Más bien al contrario, la memoria sin manipular es la única herramienta de que dispone una sociedad para interiorizar sus desmanes, para vertebrar nuevos caminos de futuro que se alejen de la atrocidad y, sobre todo, para cerrar con un mínimo de solidez heridas colectivas que jamás debieron haberse provocado.
 

Aintzane Ezenarro debe saber que la memoria no se construye a través “del diálogo”. La memoria colectiva se levanta sobre la verdad y la justicia y, en el País Vasco, nada se podrá reconstruir desde un punto de vista ético si interesadamente y para satisfacer a los verdugos se intenta correr un tupido velo sobre la infamia, la iniquidad y sobre casi un millar de muertos inocentes.

 

La restitución del pasado para reconstruir con firmeza ética el futuro, solamente puede hacerse sobre la evidencia y la certeza de lo sucedido. Durante decenios, en el País Vasco ha predominado una concepción falsaria de la historia que Ezenarro y los suyos ahora quieren perpetuar para hacernos creer a todos los ciudadanos que los frutos amargos del terrorismo han sido simples peajes que ha habido que pagar en aras de la construcción de una presunta nación fantasmal que solamente pervive en la mente de unos pocos.

 

Es mentira que en esta tierra haya existido un conflicto entre dos partes enfrentadas, es una aberración insinuar que un grupo de asesinos posee la misma legitimidad democrática que cualquier institución, no es cierto que los verdugos posean los mismos derechos que sus víctimas y, desde luego, es una profunda depravación política y moral afirmar sin el menor sonrojo, como hacen reiteradamente personas como Aintzane Ezenarro, "que ha habido dolor por ambas partes". Primero, por el hecho de que en el País Vasco jamás ha habido dos bandos enfrentados y, en segundo lugar, porque de ninguna manera es lo mismo ser penado por la justicia que ser una víctima de la injusticia. Ser victimario exige una postura activa y voluntaria; ser víctima es un estigma no querido e impuesto por la sinrazón, el odio y la crueldad.


No puede haber paz sin verdad y la reconstrucción ética de nuestra comunidad exige decir muy alto y muy claro que lo único que ha habido en el País Vasco es una serie de grupos terroristas, especialmente ETA, que han segado cientos de vidas inocentes, que han sembrado el terror entre miles de personas pacíficas y que han puesto en grave peligro un ordenamiento institucional democráticamente aprobado por la mayoría de los ciudadanos. Y esta verdad, la única posible, exige, como consecuencia más directa, un derroche de justicia, de firmeza y de equidad. Y exige, muy especialmente, ser contada a nuestros hijos.

 

Y a ello debería dedicarse el Instituto de la Memoria.

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