El Síndrome de Tánatos
En la versión psicoanalítica, o froidiana, Tánatos se opone a Eros, es decir, la muerte en contraposición a la vida, la destrucción en oposición a la evolución.
No soy un apasionado del Partido Popular. Más bien el Partido de Rajoy me produce irritación, decepción y frustración. El estilo del actual presidente del Gobierno se ha basado en no abordar ninguna reforma estructural, hacer parcheos, mentir sistemáticamente, incumplir programas electorales y evitar políticas de Estado, las profundas y sistémicas, no las de ir tapando agujeros e ir tirando. Por ejemplo, si bien es cierto que salvó una situación de quiebra y rescate que nos hubiera dejado a la altura de Grecia, después de la calamitosa y desastrosa gestión del ocurrente Zapatero, no ha abordado el problema de fondo que es el grave déficit público, que ya llega al 98 % del PIB, aumentándolo sustancialmente en relación al heredado de la época de Zapatero. Ese déficit proviene básicamente de la hipermegalomanía de las Comunidades Autónomas, las duplicidades competenciales, el desmadre en todas las instancias autonómicas y municipales, la desmesura de las administraciones públicas, un Senado que no sirve para nada, etc. A ninguna de estas cuestiones que son la raíz del problema de la escalada incontrolada del déficit se les ha metido mano, por un presidente cuyo signo es el de dejar pasar los problemas para no desgastarse, consiguiendo lo contrario.
Ahora bien, lo ocurrido en Navarra y ahora en Álava prueba el síndrome de Tánatos que adorna al Partido Socialista, un partido sin proyecto de Estado, abocado a una carrera de pollo sin cabeza y sin norte, sin ideología ni coherencia de ningún género, abocado a la marginalidad política por el camino por el que va.
El pacto con Bildu es de esperar por parte del PNV, que siempre juega al oportunismo político más deleznable con tal de lograr poder político en su afán por destruir España, al igual que sus homólogos de Cataluña.
El PNV y Bildu son los mismos perros con distintos collares, primos hermanos, derivados de los hijos putativos de Arzallus que eran aquellos batasunos que jugaban a cazar como conejos a los constitucionalistas y a forzar la huída en masa de quienes abogaban por un País Vasco moderno, integrado en España y respetuoso con el marco jurídico.
Lo que no se entiende, y resulta una traición a la memoria de las víctimas, es la unión de los socialistas, que han dejado por el camino a compañeros suyos del relieve de Buesa, Casas, Múgica y otros, con los herederos ideológicos de los cómplices del terrorismo. Todo por un plato de lentejas, que es desplazar a sus rivales en el Estado de la alcaldía de Vitoria y dejarles fuera de juego político. Eso se llama, simplemente, una felonía. Pero no es de extrañar con la actual dirección socialista en Álava.
No han tomado como ejemplo el pacto del entonces presidente del PP de Euskadi, Antonio Basagoiti con Patxi López para alcanzar un gobierno constitucionalista en Euskadi. Esta era una buena ocasión para remedar aquel acto de generosidad del representante popular, con una visión de Estado, para lograr la normalización de la vida política y social de Euskadi y conseguir visualizar la alternancia política, en la que se basa la democracia.
Lo más preocupante es la tentación de volver al frentismo popular, al síndrome de la II República que consistió en hacer inviable aquel régimen inicialmente democrático, promoviendo la revolución de octubre del 34, sumándose a una revolución bolchevique, y hundiendo las posibilidades de estabilizar un sistema basado en el poder de las urnas y la coexistencia pacífica. Luego vinieron la Guerra y la Dictadura, ambas deleznables y vomitivas. Esa tendencia a rehuir la responsabilidad de Estado, de preservar el Estado de Derecho por encima de todo, y buscar soluciones institucionales basadas en la unidad constitucionalista, es la que va a llevar a la inestabilidad política y a la ingobernabilidad del Estado, a la fragmentación política y a la desestructuración social. Todo no vale con tal de desplazar al PP de las instituciones que forman el entramado de Estado.
Todo esto me recuerda aquello que motivó mi marcha del Partido Socialista a finales de los años 90. Cuando inquirido cierto dirigente socialista de Álava sobre las razones por las que se zancadilleaba al Foro Ermua, me respondió:
- El Foro Ermua favorece el discurso de Mayor Oreja, y el adversario natural de los socialistas es el PP, no los nacionalistas que son nuestros aliados para desalojar a los “populares” de la Moncloa.
Así vamos, de fracaso en fracaso hasta la derrota final.
A lo mejor, la solución es afiliarse al PNV.
En la versión psicoanalítica, o froidiana, Tánatos se opone a Eros, es decir, la muerte en contraposición a la vida, la destrucción en oposición a la evolución.
No soy un apasionado del Partido Popular. Más bien el Partido de Rajoy me produce irritación, decepción y frustración. El estilo del actual presidente del Gobierno se ha basado en no abordar ninguna reforma estructural, hacer parcheos, mentir sistemáticamente, incumplir programas electorales y evitar políticas de Estado, las profundas y sistémicas, no las de ir tapando agujeros e ir tirando. Por ejemplo, si bien es cierto que salvó una situación de quiebra y rescate que nos hubiera dejado a la altura de Grecia, después de la calamitosa y desastrosa gestión del ocurrente Zapatero, no ha abordado el problema de fondo que es el grave déficit público, que ya llega al 98 % del PIB, aumentándolo sustancialmente en relación al heredado de la época de Zapatero. Ese déficit proviene básicamente de la hipermegalomanía de las Comunidades Autónomas, las duplicidades competenciales, el desmadre en todas las instancias autonómicas y municipales, la desmesura de las administraciones públicas, un Senado que no sirve para nada, etc. A ninguna de estas cuestiones que son la raíz del problema de la escalada incontrolada del déficit se les ha metido mano, por un presidente cuyo signo es el de dejar pasar los problemas para no desgastarse, consiguiendo lo contrario.
Ahora bien, lo ocurrido en Navarra y ahora en Álava prueba el síndrome de Tánatos que adorna al Partido Socialista, un partido sin proyecto de Estado, abocado a una carrera de pollo sin cabeza y sin norte, sin ideología ni coherencia de ningún género, abocado a la marginalidad política por el camino por el que va.
El pacto con Bildu es de esperar por parte del PNV, que siempre juega al oportunismo político más deleznable con tal de lograr poder político en su afán por destruir España, al igual que sus homólogos de Cataluña.
El PNV y Bildu son los mismos perros con distintos collares, primos hermanos, derivados de los hijos putativos de Arzallus que eran aquellos batasunos que jugaban a cazar como conejos a los constitucionalistas y a forzar la huída en masa de quienes abogaban por un País Vasco moderno, integrado en España y respetuoso con el marco jurídico.
Lo que no se entiende, y resulta una traición a la memoria de las víctimas, es la unión de los socialistas, que han dejado por el camino a compañeros suyos del relieve de Buesa, Casas, Múgica y otros, con los herederos ideológicos de los cómplices del terrorismo. Todo por un plato de lentejas, que es desplazar a sus rivales en el Estado de la alcaldía de Vitoria y dejarles fuera de juego político. Eso se llama, simplemente, una felonía. Pero no es de extrañar con la actual dirección socialista en Álava.
No han tomado como ejemplo el pacto del entonces presidente del PP de Euskadi, Antonio Basagoiti con Patxi López para alcanzar un gobierno constitucionalista en Euskadi. Esta era una buena ocasión para remedar aquel acto de generosidad del representante popular, con una visión de Estado, para lograr la normalización de la vida política y social de Euskadi y conseguir visualizar la alternancia política, en la que se basa la democracia.
Lo más preocupante es la tentación de volver al frentismo popular, al síndrome de la II República que consistió en hacer inviable aquel régimen inicialmente democrático, promoviendo la revolución de octubre del 34, sumándose a una revolución bolchevique, y hundiendo las posibilidades de estabilizar un sistema basado en el poder de las urnas y la coexistencia pacífica. Luego vinieron la Guerra y la Dictadura, ambas deleznables y vomitivas. Esa tendencia a rehuir la responsabilidad de Estado, de preservar el Estado de Derecho por encima de todo, y buscar soluciones institucionales basadas en la unidad constitucionalista, es la que va a llevar a la inestabilidad política y a la ingobernabilidad del Estado, a la fragmentación política y a la desestructuración social. Todo no vale con tal de desplazar al PP de las instituciones que forman el entramado de Estado.
Todo esto me recuerda aquello que motivó mi marcha del Partido Socialista a finales de los años 90. Cuando inquirido cierto dirigente socialista de Álava sobre las razones por las que se zancadilleaba al Foro Ermua, me respondió:
- El Foro Ermua favorece el discurso de Mayor Oreja, y el adversario natural de los socialistas es el PP, no los nacionalistas que son nuestros aliados para desalojar a los “populares” de la Moncloa.
Así vamos, de fracaso en fracaso hasta la derrota final.
A lo mejor, la solución es afiliarse al PNV.











