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Javier Salaberria
Sábado, 27 de Junio de 2015 Tiempo de lectura:

¿Estás escuchando lo que te digo?

[Img #6540]Juan Ferrer Cárdenes es un maestro del cambio. Un “coach” especializado en la gestión del cambio a través de las personas, en organizaciones que por estancamiento, conflictos internos o introducción de nueva tecnología, necesitan impulsar una nueva forma de trabajar.

 

A través de impulsar la cultura del “bottom-up” y la inteligencia colectiva, desarrolla el liderazgo a lo largo de toda la organización como vehículo para poner en valor el talento y las ideas del capital humano. Al menos, eso declara en su perfil. Entre sus citas podemos leer: “El líder del futuro no buscará seguidores; buscará crear más líderes”, “Nuestros hijos ya no buscarán trabajo; buscarán clientes”, “Gestión sin liderazgo es estancamiento; liderazgo sin gestión es caos”, “Lo duro en la vida no es que te vaya mal; es que te vaya bien en lo que no te gusta”. Pero no di con él en una charla o en Internet, sino en la sala de espera del área de mediación del juzgado de San Sebastián. Entre las revistas y folletos había dos fotocopias grapadas con este título: “7 claves para discutir sin enfadarse”.

 

Juan Ferrer hace una pregunta retórica para arrancar este breve pero interesante artículo: “¿Alguna vez una agradable conversación ha acabado en una grave e hiriente discusión ya fuera con amigos, familiares, compañeros o hasta con un jefe? ¿Alguna vez como resultado de una discusión hemos quedado heridos, tristes, enfadados, asqueados, mosqueados?”.

 

Propone 7 pautas para hacer que una discusión deje de ser un riesgo para nuestras relaciones personales y se transforme en una oportunidad de crecer y aprender.

 

1.-Pensar que puedo estar equivocado. Además de ser una actitud honesta ya que nadie puede abarcar todos los puntos de vista posibles, ni tener a su disposición toda la información precisa, supone un posicionamiento que deja fuera nuestra arrogancia y deseos de dominación, lo que facilita el diálogo y la negociación. La diferencia de opiniones es una forma de aprendizaje, y aceptarlo una puerta al entendimiento y respeto mutuos.

 

2.-Una discusión nunca se gana. Podemos ganar en razón pero perderemos en empatía y acabaremos dañando o finiquitando una relación. La persona que “pierde” la discusión se sentirá herida y eso traerá consecuencias negativas en el futuro. Podemos plantear la conversación con distintas opiniones como un ganar-ganar. De lo contrario estamos planteando una dialéctica de la que queremos salir victoriosos sin importarnos el aprendizaje. No es una buena idea si queremos mantener buenas relaciones con esa persona.

 

3.-¿Convencer o aprender? En una conversación nadie debería plantearse convencer sino aprender. Si quiero convencer despreciaré los argumentos del interlocutor y los combatiré con contra argumentos. Finalmente no ganará el que más razones tenga sino aquél que maneje mejor el arte dialéctico y la oratoria. Ninguna parte aprende nada sino el amargo sabor de la derrota y el pasajero subidón de tener la última palabra. ¿Pero qué sucede cuando en vez de hiperventilarnos actuamos con la humildad del sabio que intenta aprender de los argumentos, fundamentos y razones de la otra parte? Descubriremos entonces que ante un mismo hecho hay tantas visiones distintas como ángulos de aproximación. Se puede aprender hasta de la estupidez y, por supuesto, se aprende muchísimo más de las equivocaciones que de los aciertos.

 

4.-Separar los “hechos” de las “interpretaciones”. De esto sabemos mucho los periodistas.

Gran parte de las discusiones se deben a las interpretaciones de los interlocutores, sin hacer el mínimo esfuerzo para averiguar en qué hechos se fundamentan. La mayor parte de las categóricas afirmaciones que hacemos se basan en datos parciales y poco o nada contrastados: “la gente opina”, “lo normal es”, “siempre ocurre que”, “dicen que”, “todos los tal son cual”. Si preguntáramos: “¿En qué te basas para argumentar esa afirmación?” probablemente descubriríamos ambos, tanto el interlocutor como nosotros mismos, que no hay ningún fundamento basado en hechos contrastados, que la afirmación se basa en una mera especulación que se hace pasar por verdad objetiva de sentido común. Normalmente desarrollamos un pensamiento deductivo, es decir, partiendo de un hecho aislado deducimos toda una teoría extrapolable a cualquier realidad. Es muy frecuente cuando estigmatizamos a un colectivo por las cualidades algunos individuos de ese colectivo: “Puntualidad alemana”...Como si no hubiera atrasos en ese país europeo. ¿Lo ha comprobado alguien? ¿Hay estudios contrastados? A lo mejor nos llevábamos una sorpresa y los suizos o los belgas son más puntuales. Dudo que los españoles quedáramos los primeros de la clasificación, pero a lo mejor también es un prejuicio.

 

5.-Es mejor preguntar que afirmar. Lanzar una afirmación en plena discusión, es como tirar el guante en un duelo. La intención del otro será rebatirnos inmediatamente, ya sea destrozando nuestro argumento o bien sacando a colación un contra argumento, lo que abrirá dicha conversación a discutir nuevos temas, complicándola y no llevando a ningún lugar. Pero al preguntar crece la empatía porque se demuestra respeto e interés en escuchar a la otra parte. Además la pregunta es clave para el aprendizaje, mientras que la afirmación categórica acaba con la investigación. Las afirmaciones se transforman en dogmas.

 

6.-Usar formas respetuosas y empáticas. Sustituyamos el típico “estás equivocado” por “lo veo de otra manera”; dejemos de decir “no tienes ni idea” y digamos “interesante opinión, aunque hay algo que no me cuadra”; tratemos de cambiar el “esos datos son erróneos” por “¿de dónde vienen esos datos?”. Podemos lograr que el propio interlocutor rectifique sin necesidad de faltar al respeto, herirlo o ponerlo nervioso.

 

7.-Aceptar el desacuerdo sin dañar la relación. Puede que el consenso total no sea posible, pero si lo sea parcialmente. Lo importante es no dañar la relación humana y entender que no es necesario pensar igual para poder seguir manteniendo una relación cordial o amistosa. Podemos acabar nuestra discusión diciendo: “Interesante conversación e interesantes argumentos por tu parte, aunque veo que tenemos diferentes posturas. Da gusto debatir de esta forma”.

 

El autor finaliza con esta reflexión: “Dejemos pues el ego a un lado, y busquemos sobre todo cuidar la relación humana. Como decía un buen amigo: Prefiero ser feliz, que tener razón”. Podemos añadir: Tener razón no es interesante; lo interesante es conocer la verdad.

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