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Enrique Arias Vega
Viernes, 17 de Julio de 2015 Tiempo de lectura:

Oficinas en Bruselas

Antes de llegar siquiera a constituirse, el nuevo Gobierno navarro ha decidido tener una oficina representativa ante la Unión Europea. Para que luego digan que la presidente Uxue Barkos y sus compañeros de viaje de Bildu no son cosmopolitas.

 

Ya ven: tendremos crisis, no cuadrarán las cuentas autonómicas, se reducirán las prestaciones sociales,… pero siempre quedará dinero para demostrar en el exterior que lo importante es la Comunidad Autónoma respectiva y no el Estado centralista que pretende acabar con su identidad.

 

El empeño de fomentar internacionalmente las diferentes regiones españolas no decae, pues, pese a su inutilidad. Los cientos de millones gastados en competir unas con otras, en tratar de que las inversiones foráneas lleguen aquí en vez de acullá, en promocionar turísticamente un lugar a costa de otro,… solo han servido para mellar la marca España, pero no para crear marcas alternativas diferentes.

 

Recuerdo cuando hace seis o siete años estuve en la delegación de la Comunidad Valenciana en Bruselas —tres veces menor que la catalana, situada en los pisos superiores del mismo inmueble— y me informaron que en algún momento llegó a tener contratadas a 60 personas, con un coste anual cercano a los 800.000 euros. Pues bien: pese a ello, en mis viajes europeos la gente me preguntaba por Benidorm, y no por la Comunidad donde se situaba, cuyo nombre ignoraba por completo.

 

Por esa misma superfluidad, nunca he visto por ahí oficinas de Nebraska o de Wyoming ni, a escala europea, de la región sueca de Svealand o del länder alemán de Renania-Palatinado.

 

En cambio, aquí, más intocables que los comedores escolares o las prestaciones por discapacidad parecen ser los gastos de representación, las ostentosas televisiones autonómicas o el costoso asesoramiento político por parte de familiares y paniaguados de quienes nos mandan.

 

Pero sobre todo, eso sí, que haya embajadas que nos diferencien de las comunidades vecinas, no vaya a ser que se nos confunda con el resto de los españoles.

  

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