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Enrique Arias Vega
Viernes, 31 de Julio de 2015 Tiempo de lectura:

Crecimiento del rencor

No sólo es la subida de tono de los políticos o la crispación de los vociferantes contertulios televisivos: navegar por Internet se ha convertido en ir sorteando un campo minado de improperios, insultos e infamias varias.

 

Un presunto amigo mío de Facebook, ante las discutibles declaraciones de un político, escribe: “Le vendría de lujo una hostia bien dada con la mano abierta”. Ante mi perplejidad por su violencia verbal, añade que no sólo a él, sino que le partiría la cara a un montón más de sus congéneres.

 

Estamos, pues, cavando las trincheras de unas refriegas ideológicas que sólo pueden conducir a la ruptura social. Se comprueba, por ejemplo, en el proceso independentista catalán, que ha enfrentado a unos familiares con otros. Así, mientras Oriol Junqueras habla de “la amistad con España”, se descubre que ya hace siete años escribió que “los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles”. La frase, como se ve, trata más de la oposición conceptual que de la biológica, al contraponer los términos de “catalán” y “español”.

 

El rencor, el sectarismo y la exclusión apuntan hasta en cuestiones aparentemente nimias, como la destitución del director de Catalunya Ràdio, Félix Riera, por pertenecer al sector de UD que ha roto con Artur Mas.

 

O sea, que “se está conmigo o contra mí”. A otra escala sucede con la cacareada reapertura de la Radiotelevisión Valenciana cerrada por Alberto Fabra. Tras haber hecho concebir esperanzas a los despedidos, el nuevo Consell de Ximo Puig dice ahora que, en todo caso, sólo podría dar cabida a un tercio del personal, dejando fuera, y eso no lo cuenta, a los que eran afines al anterior Gobierno.

 

Ese rencor a quienes no piensan como nosotros alcanza caracteres grotescos con la pretensión de eliminar del callejero de las ciudades a personas que, si se pudiese se querría borrar de la misma Historia. Por ejemplo, Dalí, por su aceptación del franquismo. ¿Deja, por eso, de ser un gran pintor? En el mejor museo que hay de sus obras, en la localidad norteamericana de St. Petersburg, me preguntaban: “¿Por qué no valoran en España a Salvador tanto como lo hacemos aquí? Si no les interesa, mándenos sus obras, que las acogeremos encantados”.

Eso es, justamente, todo lo contrario del rencor.

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