Hechos son amores
Señor Director:
A falta de hechos, las palabras que las víctimas de ETA debieran de haber oído hace muchos años, las pronunció el lehendakari Urkullu en San Sebastián.
Es de agradecer que el Lehendakari pida perdón por la “desatención institucional” a las víctimas del terrorismo y más si lo ha hecho desde un verdadero sentimiento crítico, pero coincidiremos en que dado el desprecio y ninguneo que han venido sufriendo las víctimas de los centenares asesinados por los etarras, la petición de perdón, ha llegado muy tarde. “Nos ha faltado inteligencia emocional pata transmitir lo que más íntimamente sentíamos”. “Debíamos haber expresado más y mejor lo que más profundamente nos unía: la solidaridad frente a la barbarie” afirmó Urkullu.
Sin querer ser agorero, las declaraciones del Lehendakari no tienen credibilidad. No son creíbles porque si realmente hubieran tenido esos sentimientos y “sentían profundamente la unión (con los perseguidos, aterrorizados, exiliados y asesinados) y solidaridad frente a la barbarie”, añado, ante la injusticia y la ignominia, hubieran sido consecuentes. No se creen porque antes y después de los años de terror, los gobiernos del PNV, presididos por Garaikoetxea, Ardanza e Ibarretxe miraron para otro lado, se mostraron comprensivos con los victimarios e incapaces de expresar solidaridad con los asesinados y las víctimas, obligadas a esconderse o emigrar del País Vasco.
Bueno, esperanzador y de agradecer es que Urkullu reconozca la pasividad institucional y que haya pedido perdón, pero como él mismo reconoció, eso no basta. Debe, con su gobierno, rectificar, comprometerse en la reparación y la atención institucional de las víctimas y mostrar, de hecho, cercanía con ellas. Debe de enfrentarse al intento de justificar la barbarie y comprometerse en construir un relato real de lo sucedido, para que la tragedia no pueda volverse a dar y para que quede claro quiénes fueron los consentidores, los contribuidores, los verdugos y las víctimas.
Señor Director:
A falta de hechos, las palabras que las víctimas de ETA debieran de haber oído hace muchos años, las pronunció el lehendakari Urkullu en San Sebastián.
Es de agradecer que el Lehendakari pida perdón por la “desatención institucional” a las víctimas del terrorismo y más si lo ha hecho desde un verdadero sentimiento crítico, pero coincidiremos en que dado el desprecio y ninguneo que han venido sufriendo las víctimas de los centenares asesinados por los etarras, la petición de perdón, ha llegado muy tarde. “Nos ha faltado inteligencia emocional pata transmitir lo que más íntimamente sentíamos”. “Debíamos haber expresado más y mejor lo que más profundamente nos unía: la solidaridad frente a la barbarie” afirmó Urkullu.
Sin querer ser agorero, las declaraciones del Lehendakari no tienen credibilidad. No son creíbles porque si realmente hubieran tenido esos sentimientos y “sentían profundamente la unión (con los perseguidos, aterrorizados, exiliados y asesinados) y solidaridad frente a la barbarie”, añado, ante la injusticia y la ignominia, hubieran sido consecuentes. No se creen porque antes y después de los años de terror, los gobiernos del PNV, presididos por Garaikoetxea, Ardanza e Ibarretxe miraron para otro lado, se mostraron comprensivos con los victimarios e incapaces de expresar solidaridad con los asesinados y las víctimas, obligadas a esconderse o emigrar del País Vasco.
Bueno, esperanzador y de agradecer es que Urkullu reconozca la pasividad institucional y que haya pedido perdón, pero como él mismo reconoció, eso no basta. Debe, con su gobierno, rectificar, comprometerse en la reparación y la atención institucional de las víctimas y mostrar, de hecho, cercanía con ellas. Debe de enfrentarse al intento de justificar la barbarie y comprometerse en construir un relato real de lo sucedido, para que la tragedia no pueda volverse a dar y para que quede claro quiénes fueron los consentidores, los contribuidores, los verdugos y las víctimas.