Fuertes sospechas sobre el “compromiso” turco contra el Estado Islámico
Un informe acusa a los servicios secretos turcos de colaborar con los grupos islamistas radicales de Siria
Un amplio informe de la web estadounidense McClatchy revela que los servicios secretos turcos advirtieron a los islamistas de Al Qaeda Frente al-Nusra en Siria de las posiciones de ataque de la coalición internacional liderada por Estados Unidos. Aunque el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía ya se ha apresurado a señalar que la información es “una calumnia malintencionada”, el estudio pone de manifiesto hasta qué punto todavía genera muchas dudas el compromiso (o la falta del mismo) del Gobierno de Ankara en su lucha contra las organizaciones terroristas islamistas, encabezadas por el autodenominado Estado Islámico (EI), que combaten en Siria.
La decisión de Turquía de permitir que la coalición militar liderada por Estados Unidos utilice la base de İncirlik para sus ataques contra el EI no ha acabado con las sospechas de colaboración entre la inteligencia turca y los radicales islamistas. De hecho, el secretario norteamericano de Defensa, Ashton Carter, ha mostrado públicamente su convencimiento de que el Gobierno turco tiene que "hacer más" en la lucha contra estos grupos.
La “suavidad” y los ataques menores que el Ejército turco llevó a cabo contra el Estado Islámico (EI) como respuesta al atentado que terroristas en nombre de esta organización cometieron en la localidad de Suruç, en el que murieron 33 personas mientras que 104 resultaron heridas, parece, de hecho, confirmar las sospechas de que el Turquía solamente se unió a la lucha contra el EI como una tapadera para atacar militarmente, y con rotundidad, a los kurdos del PKK. Ataques que se han sucedido en el tiempo y que se han visto acompañados, además, por la puesta en marcha, desde el Gobierno de Ankara, de una activa campaña de difamación contra el Partido Demócrata Popular pro-kurdos (HDP).
El hecho cierto es que Ankara y Washington todavía no están de acuerdo en cuál debe ser el objetivo prioritario en la región. Para los EE.UU. y sus aliados el enemigo es el Estado Islámico, pero hay fuertes sospechas, especialmente en la Administración norteamericana, de que Turquía quiere aprovechar la actual situación militar para unos objetivos bien diferentes: reforzar su poder en la zona, levantarse como una nueva potencia regional y acabar con la oposición kurda.
Bashar al-Assad, presidente de Siria o, al menos, de la parte de este país que aún controla el Gobierno de Damasco, no ha dudado en alimentar los recelos sobre el comportamiento de Turquía. Hace unos días, en unas declaraciones a una televisión libanesa, se expresaba con rotundidad: “Sé que Estados Unidos no se fía de las intenciones de Turquía”.
Un amplio informe de la web estadounidense McClatchy revela que los servicios secretos turcos advirtieron a los islamistas de Al Qaeda Frente al-Nusra en Siria de las posiciones de ataque de la coalición internacional liderada por Estados Unidos. Aunque el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía ya se ha apresurado a señalar que la información es “una calumnia malintencionada”, el estudio pone de manifiesto hasta qué punto todavía genera muchas dudas el compromiso (o la falta del mismo) del Gobierno de Ankara en su lucha contra las organizaciones terroristas islamistas, encabezadas por el autodenominado Estado Islámico (EI), que combaten en Siria.
La decisión de Turquía de permitir que la coalición militar liderada por Estados Unidos utilice la base de İncirlik para sus ataques contra el EI no ha acabado con las sospechas de colaboración entre la inteligencia turca y los radicales islamistas. De hecho, el secretario norteamericano de Defensa, Ashton Carter, ha mostrado públicamente su convencimiento de que el Gobierno turco tiene que "hacer más" en la lucha contra estos grupos.
La “suavidad” y los ataques menores que el Ejército turco llevó a cabo contra el Estado Islámico (EI) como respuesta al atentado que terroristas en nombre de esta organización cometieron en la localidad de Suruç, en el que murieron 33 personas mientras que 104 resultaron heridas, parece, de hecho, confirmar las sospechas de que el Turquía solamente se unió a la lucha contra el EI como una tapadera para atacar militarmente, y con rotundidad, a los kurdos del PKK. Ataques que se han sucedido en el tiempo y que se han visto acompañados, además, por la puesta en marcha, desde el Gobierno de Ankara, de una activa campaña de difamación contra el Partido Demócrata Popular pro-kurdos (HDP).
El hecho cierto es que Ankara y Washington todavía no están de acuerdo en cuál debe ser el objetivo prioritario en la región. Para los EE.UU. y sus aliados el enemigo es el Estado Islámico, pero hay fuertes sospechas, especialmente en la Administración norteamericana, de que Turquía quiere aprovechar la actual situación militar para unos objetivos bien diferentes: reforzar su poder en la zona, levantarse como una nueva potencia regional y acabar con la oposición kurda.
Bashar al-Assad, presidente de Siria o, al menos, de la parte de este país que aún controla el Gobierno de Damasco, no ha dudado en alimentar los recelos sobre el comportamiento de Turquía. Hace unos días, en unas declaraciones a una televisión libanesa, se expresaba con rotundidad: “Sé que Estados Unidos no se fía de las intenciones de Turquía”.