¿En qué consiste la "nación-foral" de la que habla el lehendakari?
En el Debate sobre política general, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha roto su providencial prudencia para sumarse de nuevo al carro de las pretensiones secesionistas. Y es que aunque el lobo se cubra de pieles de oveja sigue siendo lobo. Y a ningún nacionalista se le escapa su oportunidad para desmantelar en el momento más oportuno el Estado del que forma parte su territorio. El caso es encontrar la situación propicia.
Ibarretxe dejó en muy mal lugar al nacionalismo vasco con sus pactos de Lizarra con los etarras y sus pretensiones de enviar al ostracismo a todo lo que se moviera fuera de las aspiraciones independentistas. Hubo una aparente “perestroika” en el mundo nacionalista. Enviaron a Arzallus al baúl de los recuerdos y jubilaron a Ibarretxe poniendo un personaje con apariencias moderadas. Pero ya veremos… Ya empieza a asomar las orejas…
Los nacionalistas son por naturaleza traidores y desleales. Lo ha demostrado la ya copiosa bibliografía que demuestra las azañas de los seguidores del racista Sabino Arana en los inicios de la Guerra civil del 36 jugando a varias bandas para ver cómo sacar el mejor provecho en sus pretensiones de formar un Estado, incluso negociando la posibilidad de lograr un protectorado dependiente de Gran Bretaña.
En el pretendido acto de arrepentimiento de Sabino Arana en la cárcel por conspirar a favor de los enemigos de España ocurrió otro tanto. Ese supuesto acto de españolización no fue más que una estrategia puesta al descubierto por uno de sus discípulos, un tal “Joala”, que en una carta dirigida a uno de sus correligionarios aclaraba las intenciones de Arana al proclamar la federalización de las regiones de España en una unidad españolista. Esa intención se plasmaba en la siembra del germen del secesionismo en cada una de las regiones de España para romperla. Causa sorpresa la previsión del fundador del PNV. Se cumple de forma matemática. Y lo que te rondaré morena…
Cuando España está débil, con un Estado en descomposición, es cuando aprovechan los nacionalistas para dinamitar lo que quede de esa nación histórica que viene de la Hispania romana. Es paradigmático. Cuando menos ha sucedido en 1931, en 1934, en el 36, en 1980, y ahora mismo. No hay más que leer la prensa, y ver lo que ocurre en Cataluña.
Urkullu ha mencionado el término “nación foral”, que debe ser una nueva figura del derecho político. Aconsejo a Urkullu que registre la propiedad intelectual, que de seguro va a crear nueva doctrina.
Pero “nación foral” es un oximorón. O se es nación o se es foral. Ambos términos son contrapuestos desde su etimología y sentido histórico. No puede haber fueros y al mismo tiempo nación, puesto que su significado tiene una raíz semántica no conciliable pues son cosas distintas. Es como si dijéramos burro canino. O es un burro o es un perro, pero ambas cosas a la vez es imposible.
Veamos lo que dice Wikipedia sobre el significado de fueros, y más en concreto de fueros vascos:
“Los fueros recogían las costumbres de cada localidad, además de los privilegios otorgados por los reyes a las mismas, así como el conjunto de disposiciones que preservaban la nobleza, el clero y el vasallaje de una zona.
Era un pacto solemne entre los pobladores y el rey, y también —por extensión— eran las leyes que regían determinada comarca o localidad.”
En consecuencia los fueros eran un privilegio real, luego los súbditos ligados a una localidad o territorio dependían del poder monárquico, cuando éste era absoluto.
Era una concesión en la mayor parte de los casos ligada a la Reconquista en la España musulmana y a la repoblación de los territorios conquistados, dando cartas puebla y privilegios por la necesidad de salvaguardar los territorios de nuevo dominio. No era un pacto entre partes. Era un conjunto de privilegios, normalmente adjudicados a poblaciones importantes en el contexto de esa Reconquista. En consecuencia nada más alejado a la independencia respecto al poder establecido.
Y sigue Wikipendia:
“En el siglo XIX, el Reino de Navarra y las provincias vascas consiguieron a la finalización de la Primera Guerra Carlista la promesa de que su sistema privativo sería mantenido, merced a la Ley de confirmación de Fueros de 25 de octubre de 1839. No obstante:
En el Reino de Navarra, mediante la "Ley Paccionada" (1841), su régimen fue poco después casi suprimido y dejó de ser un reino, pasando a constituirse Navarra como una provincia más del Reino de España.
En las provincias vascas, la abolición foral se produce en 1876 tras la Tercera Guerra Carlista.”
Al respecto hay que añadir que en 1839, con el abrazo de Vergara, se confirmaron los fueros, “sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía” Lo cual es la prueba del algodón de que dichos fueros –residuo del Antiguo Régimen- en nada debían de perjudicar la unidad constitucional. Y hay que añadir que en las Guerras carlistas no luchaban los vascos contra los españoles, sino españoles entre sí por la sucesión dinástica, unos –los carlistas- partidarios del Antiguo Régimen estamental y otros –los liberales- partidarios de la monarquía parlamentaria, aunque ésta no llegaría en ninguno de los dos casos a buen término.
La Constitución española de 1978 en su Disposición Adicional Primera consagra el respeto y amparo de los derechos históricos de los territorios forales, retrotrayendo la legislación hasta 1841 y por ello estos territorios, constituidos actualmente como las comunidades autónomas de Navarra y País Vasco, conservan la independencia en aspectos como el derecho tributario, fiscal o civil entre otras peculiaridades. Esta Adicional fue una concesión, a mi modo de ver, inaceptable a los nacionalistas vascos para que asumieran los principios constitucionales y su lealtad al nuevo sistema democrático.
¿Y qué es una nación? Veamos lo que dice Wikipedia:
“La palabra nación tiene dos acepciones: la nación política, en el ámbito jurídico-político, es un sujeto político en el que reside la soberanía constituyente de un Estado; la nación cultural, concepto socio-ideológico más subjetivo y ambiguo que el anterior, se puede definir a grandes rasgos, como una comunidad humana con ciertas características culturales comunes, a las que dota de un sentido ético-político. En sentido lato nación se emplea con variados significados: Estado, país, territorio o habitantes de ellos, etnia, pueblo y otros. Este concepto ha sido definido de muy diferentes maneras por los estudiosos en esta cuestión sin que se haya llegado a un consenso al respecto.”
Es evidente que cuando los nacionalistas nombran el término nación, no lo hacen en el sentido etimológico de “nacionalidad” –a mi juicio equivocado- que viene en la Carta Magna, sino con un enfoque independentista, de formar un Estado nuevo, una nación de naturaleza jurídico-política.
¿Entonces qué sentido tiene que Urkullu use el sintagma “Nación foral”? Pues confundir al personal y ligar la idea de los fueros a la nacionalidad, cuando ambos términos no tienen nada en común. Y eso es una trampa, como muchas más, para engañar al personal y equivocarles en una dirección sibilina y tramposa. Pero a eso estamos acostumbrados, al menos algunos.
En el Debate sobre política general, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha roto su providencial prudencia para sumarse de nuevo al carro de las pretensiones secesionistas. Y es que aunque el lobo se cubra de pieles de oveja sigue siendo lobo. Y a ningún nacionalista se le escapa su oportunidad para desmantelar en el momento más oportuno el Estado del que forma parte su territorio. El caso es encontrar la situación propicia.
Ibarretxe dejó en muy mal lugar al nacionalismo vasco con sus pactos de Lizarra con los etarras y sus pretensiones de enviar al ostracismo a todo lo que se moviera fuera de las aspiraciones independentistas. Hubo una aparente “perestroika” en el mundo nacionalista. Enviaron a Arzallus al baúl de los recuerdos y jubilaron a Ibarretxe poniendo un personaje con apariencias moderadas. Pero ya veremos… Ya empieza a asomar las orejas…
Los nacionalistas son por naturaleza traidores y desleales. Lo ha demostrado la ya copiosa bibliografía que demuestra las azañas de los seguidores del racista Sabino Arana en los inicios de la Guerra civil del 36 jugando a varias bandas para ver cómo sacar el mejor provecho en sus pretensiones de formar un Estado, incluso negociando la posibilidad de lograr un protectorado dependiente de Gran Bretaña.
En el pretendido acto de arrepentimiento de Sabino Arana en la cárcel por conspirar a favor de los enemigos de España ocurrió otro tanto. Ese supuesto acto de españolización no fue más que una estrategia puesta al descubierto por uno de sus discípulos, un tal “Joala”, que en una carta dirigida a uno de sus correligionarios aclaraba las intenciones de Arana al proclamar la federalización de las regiones de España en una unidad españolista. Esa intención se plasmaba en la siembra del germen del secesionismo en cada una de las regiones de España para romperla. Causa sorpresa la previsión del fundador del PNV. Se cumple de forma matemática. Y lo que te rondaré morena…
Cuando España está débil, con un Estado en descomposición, es cuando aprovechan los nacionalistas para dinamitar lo que quede de esa nación histórica que viene de la Hispania romana. Es paradigmático. Cuando menos ha sucedido en 1931, en 1934, en el 36, en 1980, y ahora mismo. No hay más que leer la prensa, y ver lo que ocurre en Cataluña.
Urkullu ha mencionado el término “nación foral”, que debe ser una nueva figura del derecho político. Aconsejo a Urkullu que registre la propiedad intelectual, que de seguro va a crear nueva doctrina.
Pero “nación foral” es un oximorón. O se es nación o se es foral. Ambos términos son contrapuestos desde su etimología y sentido histórico. No puede haber fueros y al mismo tiempo nación, puesto que su significado tiene una raíz semántica no conciliable pues son cosas distintas. Es como si dijéramos burro canino. O es un burro o es un perro, pero ambas cosas a la vez es imposible.
Veamos lo que dice Wikipedia sobre el significado de fueros, y más en concreto de fueros vascos:
“Los fueros recogían las costumbres de cada localidad, además de los privilegios otorgados por los reyes a las mismas, así como el conjunto de disposiciones que preservaban la nobleza, el clero y el vasallaje de una zona.
Era un pacto solemne entre los pobladores y el rey, y también —por extensión— eran las leyes que regían determinada comarca o localidad.”
En consecuencia los fueros eran un privilegio real, luego los súbditos ligados a una localidad o territorio dependían del poder monárquico, cuando éste era absoluto.
Era una concesión en la mayor parte de los casos ligada a la Reconquista en la España musulmana y a la repoblación de los territorios conquistados, dando cartas puebla y privilegios por la necesidad de salvaguardar los territorios de nuevo dominio. No era un pacto entre partes. Era un conjunto de privilegios, normalmente adjudicados a poblaciones importantes en el contexto de esa Reconquista. En consecuencia nada más alejado a la independencia respecto al poder establecido.
Y sigue Wikipendia:
“En el siglo XIX, el Reino de Navarra y las provincias vascas consiguieron a la finalización de la Primera Guerra Carlista la promesa de que su sistema privativo sería mantenido, merced a la Ley de confirmación de Fueros de 25 de octubre de 1839. No obstante:
En el Reino de Navarra, mediante la "Ley Paccionada" (1841), su régimen fue poco después casi suprimido y dejó de ser un reino, pasando a constituirse Navarra como una provincia más del Reino de España.
En las provincias vascas, la abolición foral se produce en 1876 tras la Tercera Guerra Carlista.”
Al respecto hay que añadir que en 1839, con el abrazo de Vergara, se confirmaron los fueros, “sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía” Lo cual es la prueba del algodón de que dichos fueros –residuo del Antiguo Régimen- en nada debían de perjudicar la unidad constitucional. Y hay que añadir que en las Guerras carlistas no luchaban los vascos contra los españoles, sino españoles entre sí por la sucesión dinástica, unos –los carlistas- partidarios del Antiguo Régimen estamental y otros –los liberales- partidarios de la monarquía parlamentaria, aunque ésta no llegaría en ninguno de los dos casos a buen término.
La Constitución española de 1978 en su Disposición Adicional Primera consagra el respeto y amparo de los derechos históricos de los territorios forales, retrotrayendo la legislación hasta 1841 y por ello estos territorios, constituidos actualmente como las comunidades autónomas de Navarra y País Vasco, conservan la independencia en aspectos como el derecho tributario, fiscal o civil entre otras peculiaridades. Esta Adicional fue una concesión, a mi modo de ver, inaceptable a los nacionalistas vascos para que asumieran los principios constitucionales y su lealtad al nuevo sistema democrático.
¿Y qué es una nación? Veamos lo que dice Wikipedia:
“La palabra nación tiene dos acepciones: la nación política, en el ámbito jurídico-político, es un sujeto político en el que reside la soberanía constituyente de un Estado; la nación cultural, concepto socio-ideológico más subjetivo y ambiguo que el anterior, se puede definir a grandes rasgos, como una comunidad humana con ciertas características culturales comunes, a las que dota de un sentido ético-político. En sentido lato nación se emplea con variados significados: Estado, país, territorio o habitantes de ellos, etnia, pueblo y otros. Este concepto ha sido definido de muy diferentes maneras por los estudiosos en esta cuestión sin que se haya llegado a un consenso al respecto.”
Es evidente que cuando los nacionalistas nombran el término nación, no lo hacen en el sentido etimológico de “nacionalidad” –a mi juicio equivocado- que viene en la Carta Magna, sino con un enfoque independentista, de formar un Estado nuevo, una nación de naturaleza jurídico-política.
¿Entonces qué sentido tiene que Urkullu use el sintagma “Nación foral”? Pues confundir al personal y ligar la idea de los fueros a la nacionalidad, cuando ambos términos no tienen nada en común. Y eso es una trampa, como muchas más, para engañar al personal y equivocarles en una dirección sibilina y tramposa. Pero a eso estamos acostumbrados, al menos algunos.