El absurdo antropológico del nacionalismo secesionista
A día de hoy decir que el nacionalismo responde a ideas irracionales es un pleonasmo. Los hechos son demasiado contundentes como para deshacer esta idea.
Resulta redundante elucubrar sobre los efectos negativos sobre la economía de una posible secesión de Cataluña. No voy a emplear ni un solo renglón para este asunto pues hay autoridades sobre la materia mucho más cualificadas que yo, pero es una obviedad. Solamente argumentar sobre esto es un insulto a la inteligencia de mis lectores, que de sobra saben que el planteamiento de la independencia de Cataluña nos está pasando factura, pues genera incertidumbre, inseguridad jurídica y desasosiego. Y eso es lo que más asusta al mundo del dinero.
Pero, sobre todo, es un exabrupto contra la realidad histórico-cultural de Cataluña, que no es ni de lejos la que predican los nacionalistas.
No hay ni un solo argumento de peso para reforzar la idea de la independencia de Cataluña, salvo prejuicios, ideas racistas en el fondo de esa ideología separatista, mucha ignorancia y una buena dosis de soberbia. Y, sobre todo, emoción, mucha emoción. Romanticismo a tope, impulsos sentimentales sin un ápice de reflexión, a raudales. Y así puede ocurrir de todo. De esta manera surgieron los totalitarismos en el siglo XX, sin un mínimo de reflexión moral sobre los comportamientos, sin el más elemental ejercicio de racionalidad, de humanismo político.
La prueba de lo que digo es que no hay ni una personalidad del mundo del pensamiento que abogue por las ideas separatistas, ni de hoy ni del pasado. No hay ni un intelectual, ni un personaje del universo de los científicos, filósofos, antropólogos, literatos o políticos que hayan dejado huella en la historia del reciente pensamiento político que haya dado un solo argumento a favor del nacionalismo secesionista.
Vamos a ver ejemplos:
D. Santiago Ramón y Cajal, al que probablemente no conozcan los que se han formado en la LOGSE, premio Nóbel de medicina en 1906, y humanista incuestionado, decía en su libro “El mundo visto desde los ochenta años” lo siguiente:
“¡Pobre Madrid, la supuesta aborrecida sede del imperialismo castellano! ¡Y pobre Castilla, la eterna abandonada por reyes y gobiernos! ¡Qué sarcasmo! Ella, despojada primeramente de sus libertades, bajo el odioso despotismo de Carlos V, ayudado por los vascos, sufre ahora la amargura de ver cómo las provincias más vivas, mimadas y privilegiadas por el Estado, le echan en cara su centralismo avasallado r[…]
..Ella [Castilla] fue víctima, como Cataluña, de los funestos déspotas austríacos y borbónicos. ¿Qué culpa tiene de que Felipe IV, el imbécil, atropellara los fueros del Principado y de que un rey francés intruso, Felipe V, arrebatara cuanto restaba de los antiguos privilegios? […]
No es que me asusten los cambios de régimen, por radicales que sean, pero me es imposible transigir consentimientos que desembocarán andando el tiempo, si Dios no hace un milagro, en la desintegración de la patria y en la repartición del territorio nacional. Semejante movimiento centrifugo, en momentos en que todas las naciones se recogen en sí mismas unificando vigorosamente sus regiones y creando poderes personales omnipotentes, me parece simplemente suicida. En este respecto, acaso me he mostrado excesivamente apasionado. Sírvame de excusa la viveza de mis convicciones españolistas, que no veo suficientemente compartidas ni por las sectas políticas más avanzadas ni por los afiliados más vehementes a los partidos históricos.”
El vasco universal Pío Baroja afirmaba…
"[…]Han llegado a querer demostrarnos que los vascos, cuando eran salvajes, ya creían en un Dios único, cosa que asegura el sabio jesuita Larramendi, probablemente en un rasgo de humorismo". "De esas piadosas mistificaciones hay a montones, inventadas por los éuscaros".
Miguel de Unamuno, tiene muchas alusiones a las excentricidades nacionalistas, quizás por ello tiraron su busto a la ría de Bilbao y le quieren tan poco los herederos de Sabino Arana. Una de las frases suyas, por no citar muchas más es la que sigue: “El nacionalismo es la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia”
Yendo a los tiempos actuales, Vargas Llosa, ha expresado en diferentes ocasiones y contextos los riesgos del nacionalismo para el progreso de nuestra civilización. Una de las frases que se le atribuyen es la siguiente: “Creo que, en última instancia, el nacionalismo está reñido con la democracia”
Podríamos seguir citando a múltiples representantes de la cultura, personalidades de la historia del siglo XX, insignes personajes que han dejado su huella en nuestra trayectoria colectiva, etc, que se han posicionado clarísimamente sobre los riesgos del nacionalismo y la desmembración de nuestra patria. Sería muy largo de referir: Sánchez Albornoz, Azaña, Ramiro de Maeztu, Gregorio Marañón, Maradiaga, Unamuno, Niceto Alcalá Zamora… etc. No lo voy a hacer para no extenderme. ¿Hay alguien de relieve que abogara por la idea separatista? Yo no conozco a nadie.
A día de hoy decir que el nacionalismo responde a ideas irracionales es un pleonasmo. Los hechos son demasiado contundentes como para deshacer esta idea.
Resulta redundante elucubrar sobre los efectos negativos sobre la economía de una posible secesión de Cataluña. No voy a emplear ni un solo renglón para este asunto pues hay autoridades sobre la materia mucho más cualificadas que yo, pero es una obviedad. Solamente argumentar sobre esto es un insulto a la inteligencia de mis lectores, que de sobra saben que el planteamiento de la independencia de Cataluña nos está pasando factura, pues genera incertidumbre, inseguridad jurídica y desasosiego. Y eso es lo que más asusta al mundo del dinero.
Pero, sobre todo, es un exabrupto contra la realidad histórico-cultural de Cataluña, que no es ni de lejos la que predican los nacionalistas.
No hay ni un solo argumento de peso para reforzar la idea de la independencia de Cataluña, salvo prejuicios, ideas racistas en el fondo de esa ideología separatista, mucha ignorancia y una buena dosis de soberbia. Y, sobre todo, emoción, mucha emoción. Romanticismo a tope, impulsos sentimentales sin un ápice de reflexión, a raudales. Y así puede ocurrir de todo. De esta manera surgieron los totalitarismos en el siglo XX, sin un mínimo de reflexión moral sobre los comportamientos, sin el más elemental ejercicio de racionalidad, de humanismo político.
La prueba de lo que digo es que no hay ni una personalidad del mundo del pensamiento que abogue por las ideas separatistas, ni de hoy ni del pasado. No hay ni un intelectual, ni un personaje del universo de los científicos, filósofos, antropólogos, literatos o políticos que hayan dejado huella en la historia del reciente pensamiento político que haya dado un solo argumento a favor del nacionalismo secesionista.
Vamos a ver ejemplos:
D. Santiago Ramón y Cajal, al que probablemente no conozcan los que se han formado en la LOGSE, premio Nóbel de medicina en 1906, y humanista incuestionado, decía en su libro “El mundo visto desde los ochenta años” lo siguiente:
“¡Pobre Madrid, la supuesta aborrecida sede del imperialismo castellano! ¡Y pobre Castilla, la eterna abandonada por reyes y gobiernos! ¡Qué sarcasmo! Ella, despojada primeramente de sus libertades, bajo el odioso despotismo de Carlos V, ayudado por los vascos, sufre ahora la amargura de ver cómo las provincias más vivas, mimadas y privilegiadas por el Estado, le echan en cara su centralismo avasallado r[…]
..Ella [Castilla] fue víctima, como Cataluña, de los funestos déspotas austríacos y borbónicos. ¿Qué culpa tiene de que Felipe IV, el imbécil, atropellara los fueros del Principado y de que un rey francés intruso, Felipe V, arrebatara cuanto restaba de los antiguos privilegios? […]
No es que me asusten los cambios de régimen, por radicales que sean, pero me es imposible transigir consentimientos que desembocarán andando el tiempo, si Dios no hace un milagro, en la desintegración de la patria y en la repartición del territorio nacional. Semejante movimiento centrifugo, en momentos en que todas las naciones se recogen en sí mismas unificando vigorosamente sus regiones y creando poderes personales omnipotentes, me parece simplemente suicida. En este respecto, acaso me he mostrado excesivamente apasionado. Sírvame de excusa la viveza de mis convicciones españolistas, que no veo suficientemente compartidas ni por las sectas políticas más avanzadas ni por los afiliados más vehementes a los partidos históricos.”
El vasco universal Pío Baroja afirmaba…
"[…]Han llegado a querer demostrarnos que los vascos, cuando eran salvajes, ya creían en un Dios único, cosa que asegura el sabio jesuita Larramendi, probablemente en un rasgo de humorismo". "De esas piadosas mistificaciones hay a montones, inventadas por los éuscaros".
Miguel de Unamuno, tiene muchas alusiones a las excentricidades nacionalistas, quizás por ello tiraron su busto a la ría de Bilbao y le quieren tan poco los herederos de Sabino Arana. Una de las frases suyas, por no citar muchas más es la que sigue: “El nacionalismo es la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia”
Yendo a los tiempos actuales, Vargas Llosa, ha expresado en diferentes ocasiones y contextos los riesgos del nacionalismo para el progreso de nuestra civilización. Una de las frases que se le atribuyen es la siguiente: “Creo que, en última instancia, el nacionalismo está reñido con la democracia”
Podríamos seguir citando a múltiples representantes de la cultura, personalidades de la historia del siglo XX, insignes personajes que han dejado su huella en nuestra trayectoria colectiva, etc, que se han posicionado clarísimamente sobre los riesgos del nacionalismo y la desmembración de nuestra patria. Sería muy largo de referir: Sánchez Albornoz, Azaña, Ramiro de Maeztu, Gregorio Marañón, Maradiaga, Unamuno, Niceto Alcalá Zamora… etc. No lo voy a hacer para no extenderme. ¿Hay alguien de relieve que abogara por la idea separatista? Yo no conozco a nadie.