¿Guerra o reequilibrio geoestratégico?
En geoestrategia no caben los arrebatos en función de situaciones puntuales por muy execrables que sean. Lo sucedido en Francia, que suscita la empatía con el país vecino y la conmoción por un atentado multitudinario, no debe llevar a los países occidentales a actuar por impulsos, pues igual eso es lo que quieren los que manejan los hilos del terrorismo llamado islámico.
No cabe ninguna duda de que la respuesta a un problema global como es el del terrorismo debe ser coordinado, como tampoco cabe ninguna duda de que Europa, a día de hoy, no tiene una política de defensa común, ni políticas de inmigración del espacio europeo, ni política exterior que merezca el adjetivo de común. Europa se parece a España, hay tantas posiciones como regiones tiene, como intereses nacionales hay. Por ello, es urgente que Europa se constituya como Estados Unidos, con un gobierno elegido democráticamente entre los socios comunitarios y un Parlamento que realmente tenga competencias legislativas de obligado cumplimiento para los Estados miembros. Mientras eso no suceda, seremos títeres de las dos potencias que nos tienen en bocadillo, Rusia y EE.UU, sin que podamos definir una estrategia realmente europea, unitaria, que sirva para afrontar contingencias que surjan, sin ser marionetas de intereses inconfesos.
Es evidente que el Islam es un problema. En esto no debería haber titubeos o confusiones. Y ello no impide que seamos empáticos con las personas y que tengamos motivaciones solidarias o humanitarias. El Islam no es progreso, no afronta los retos de la conformación de sociedades modernas, donde los valores democráticos tengan presencia y los individuos, las personas, sean los detentadores de derechos. El Islam es teocracia, supeditación del Estado a la religión. El Islam no es equivalente a respeto a la persona, independientemente de su condición. El Islam es una amenaza para nuestra civilización occidental de raíces cristianas. El Islam no equivale a pluralismo, a respeto multicultural, a libertad religiosa. El Islam es totalitario. Si bien, es evidente que hay muchas formas de vivir el Islam y no todas son igualmente detestables desde nuestro prisma occidental, de origen cristiano, donde se valora a cada persona como valor en sí misma y templo sagrado a proteger. Esta visión humanista, cristiana, pervive por mucho que hayan tendencias secularizadoras que traten de borrar esa naturaleza genética de nuestra raíz filosófica y antropológica. Por tanto, no puede haber coexistencia entre dos formas de ver la vida tan antagónica. En el plano personal puede haber, debe haber, tolerancia y respeto, pero son dos cosmovisiones difícilmente conciliables, y la realidad nos lo demuestra, pues no hay interculturalidad ni transversalidad donde conviven los dos planos; son como el agua y el aceite. Si no se entiende esta realidad, fácilmente constatable, es que damos espaldas a la evidencia.
Europa tiene un problema, que es que con los flujos migratorios de gran intensidad que se han producido y que ahora se acrecientan por las masas de refugiados que tratan de alojarse en el corazón de Europa, y dada la baja natalidad de estas sociedades hedonistas y cortoplacistas, en pocas décadas los valores de nuestra civilización, ya deteriorados por el relativismo y el nihilismo, serán sustituidos. Nuestra civilización tiene en este proceso los días contados; en no más de cuatro o cinco décadas. Quien no quiera verlo es que rehúye la realidad o le da igual lo que les ocurra a nuestros hijos o nietos. Y esto sí que es una cuestión que exige planificaciones de gran calado.
Respecto al Isis o Daesh o Estado Islámico, solamente tengo preguntas:
¿Quién y por qué ha convulsionado al mundo árabe? ¿Cuáles han sido las motivaciones de fondo para provocar las frustradas “primaveras árabes” que han agravado la situación del Magreb y Oriente Medio? ¿Sirvió para algo la intervención internacional en Irak, Libia y Siria que ha dejado un panorama de desolación, muerte y dominio del mal llamado Estado Islámico? ¿Qué es realmente el Estado Islámico? ¿Es realmente islámico o un instrumento al servicio de determinados intereses de control y dominio por parte de países o grupos que se mueven en las tinieblas? ¿Para qué fines? ¿Quiénes proporcionan financiación y armamento y con qué objeto? ¿Se consigue algo efectivo masacrándolos a fuego y sangre o simplemente aplazamos la verdadera solución del problema? ¿Quién tiene que tomar la decisión de declararles la guerra abierta? ¿Rusia? ¿Francia? ¿Ambos? ¿La OTAN, que brilla por su ausencia e inoperancia? ¿Una coalición internacional europea? ¿Todos a la vez? La realidad objetiva es que hasta ahora hay una ausencia absoluta de política de defensa común en los diferentes espacios. Y así se eterniza la resolución del problema. Los que vivimos la experiencia de ETA sabemos que solamente se ahogó la acción terrorista cuando comenzó la voluntad de atajarla desde la cooperación internacional. Mientras Francia daba cobertura a los terroristas nos fue imposible abordar el problema.
Son demasiadas preguntas, pero solamente desde una visión integral del dilema y un conocimiento objetivo de lo que hay tras el terrorismo islámico podremos diseñar estrategias que no sean equivocadas ni quemar la pólvora del rey.
En geoestrategia no caben los arrebatos en función de situaciones puntuales por muy execrables que sean. Lo sucedido en Francia, que suscita la empatía con el país vecino y la conmoción por un atentado multitudinario, no debe llevar a los países occidentales a actuar por impulsos, pues igual eso es lo que quieren los que manejan los hilos del terrorismo llamado islámico.
No cabe ninguna duda de que la respuesta a un problema global como es el del terrorismo debe ser coordinado, como tampoco cabe ninguna duda de que Europa, a día de hoy, no tiene una política de defensa común, ni políticas de inmigración del espacio europeo, ni política exterior que merezca el adjetivo de común. Europa se parece a España, hay tantas posiciones como regiones tiene, como intereses nacionales hay. Por ello, es urgente que Europa se constituya como Estados Unidos, con un gobierno elegido democráticamente entre los socios comunitarios y un Parlamento que realmente tenga competencias legislativas de obligado cumplimiento para los Estados miembros. Mientras eso no suceda, seremos títeres de las dos potencias que nos tienen en bocadillo, Rusia y EE.UU, sin que podamos definir una estrategia realmente europea, unitaria, que sirva para afrontar contingencias que surjan, sin ser marionetas de intereses inconfesos.
Es evidente que el Islam es un problema. En esto no debería haber titubeos o confusiones. Y ello no impide que seamos empáticos con las personas y que tengamos motivaciones solidarias o humanitarias. El Islam no es progreso, no afronta los retos de la conformación de sociedades modernas, donde los valores democráticos tengan presencia y los individuos, las personas, sean los detentadores de derechos. El Islam es teocracia, supeditación del Estado a la religión. El Islam no es equivalente a respeto a la persona, independientemente de su condición. El Islam es una amenaza para nuestra civilización occidental de raíces cristianas. El Islam no equivale a pluralismo, a respeto multicultural, a libertad religiosa. El Islam es totalitario. Si bien, es evidente que hay muchas formas de vivir el Islam y no todas son igualmente detestables desde nuestro prisma occidental, de origen cristiano, donde se valora a cada persona como valor en sí misma y templo sagrado a proteger. Esta visión humanista, cristiana, pervive por mucho que hayan tendencias secularizadoras que traten de borrar esa naturaleza genética de nuestra raíz filosófica y antropológica. Por tanto, no puede haber coexistencia entre dos formas de ver la vida tan antagónica. En el plano personal puede haber, debe haber, tolerancia y respeto, pero son dos cosmovisiones difícilmente conciliables, y la realidad nos lo demuestra, pues no hay interculturalidad ni transversalidad donde conviven los dos planos; son como el agua y el aceite. Si no se entiende esta realidad, fácilmente constatable, es que damos espaldas a la evidencia.
Europa tiene un problema, que es que con los flujos migratorios de gran intensidad que se han producido y que ahora se acrecientan por las masas de refugiados que tratan de alojarse en el corazón de Europa, y dada la baja natalidad de estas sociedades hedonistas y cortoplacistas, en pocas décadas los valores de nuestra civilización, ya deteriorados por el relativismo y el nihilismo, serán sustituidos. Nuestra civilización tiene en este proceso los días contados; en no más de cuatro o cinco décadas. Quien no quiera verlo es que rehúye la realidad o le da igual lo que les ocurra a nuestros hijos o nietos. Y esto sí que es una cuestión que exige planificaciones de gran calado.
Respecto al Isis o Daesh o Estado Islámico, solamente tengo preguntas:
¿Quién y por qué ha convulsionado al mundo árabe? ¿Cuáles han sido las motivaciones de fondo para provocar las frustradas “primaveras árabes” que han agravado la situación del Magreb y Oriente Medio? ¿Sirvió para algo la intervención internacional en Irak, Libia y Siria que ha dejado un panorama de desolación, muerte y dominio del mal llamado Estado Islámico? ¿Qué es realmente el Estado Islámico? ¿Es realmente islámico o un instrumento al servicio de determinados intereses de control y dominio por parte de países o grupos que se mueven en las tinieblas? ¿Para qué fines? ¿Quiénes proporcionan financiación y armamento y con qué objeto? ¿Se consigue algo efectivo masacrándolos a fuego y sangre o simplemente aplazamos la verdadera solución del problema? ¿Quién tiene que tomar la decisión de declararles la guerra abierta? ¿Rusia? ¿Francia? ¿Ambos? ¿La OTAN, que brilla por su ausencia e inoperancia? ¿Una coalición internacional europea? ¿Todos a la vez? La realidad objetiva es que hasta ahora hay una ausencia absoluta de política de defensa común en los diferentes espacios. Y así se eterniza la resolución del problema. Los que vivimos la experiencia de ETA sabemos que solamente se ahogó la acción terrorista cuando comenzó la voluntad de atajarla desde la cooperación internacional. Mientras Francia daba cobertura a los terroristas nos fue imposible abordar el problema.
Son demasiadas preguntas, pero solamente desde una visión integral del dilema y un conocimiento objetivo de lo que hay tras el terrorismo islámico podremos diseñar estrategias que no sean equivocadas ni quemar la pólvora del rey.